La corrección política surge de los complejos de los occidentales |
Circula por Internet una corriente de
alabanza a la tolerancia y el buenismo que se basa en un artículo de la
periodista Rosa Montero en El País. Ésta cuenta que en un comedor de una
universidad de Alemania, una chica coge su bandeja, la llena de comida, bebida y postre y va a
una mesa, se sienta y se da cuenta que ha olvidado los cubiertos, va a por
ellos y al volver ve que un negro está comiendo de su bandeja; como no se
atreve a decirle nada ella se pone a comer compartiendo dicha bandeja y
sintiéndose la mejor y más tolerante persona del mundo. Al terminar se da
cuenta de que tras ella, en la mesa vecina, está su abrigo y su bandeja
intacta.
Para empezar, si esta historia es real,
como asegura, Montero tuvo que presenciarla, tuvo que ser ella la protagonista
‘alemana’ o alguien se la contó; y claro, si te cuentan fábula semejante puedes
creértela o puedes pensar que te ha llegado tras mucho boca a oído, o puedes
deducir que se trata de una leyenda
urbana en el mejor de los casos o de una invención disfrazada en el peor. Si
ella la presenció o protagonizó la cosa cambia, aunque se antojan bastante
dudosas estas posibilidades y todo hace pensar que se la contó alguien a quien
también se la habían contado.
El segundo lugar, choca mucho que al
regresar a tu sitio no te asegures que todo lo tuyo, que todo lo que dejaste
sin vigilancia en un lugar público sigue en su sitio, sobre todo si es el
abrigo donde llevas carnets, dinero, llaves, teléfono... (no se habla de bolso),
y también que a lo largo de la comida no se te haya ocurrido cerciorarte de que
tus cosas están donde las dejaste.
En tercer lugar hay que ser más bien
tonto para no decir al subsahariano en cuestión con una gran sonrisa: “oye
perdona, pero creo que te has equivocado de bandeja”, con lo que el entuerto se
resolvía en el acto. Además, callarse por pensar que un universitario africano
que estudia en Alemania (o un encargado de mantenimiento que trabaja allí) es
tan tonto que no sabe lo que es la propiedad es considerarse a sí mismo
superior, pues equivale a pensar que el pobre hombre sigue en el paleolítico.
Es un poco la forma de entender la relación con los nativos de los exploradores
europeos en África en el siglo XIX, pues los trataban sintiéndose infinitamente
superiores.
Los alemanes transigieron con uno de los asesinos suicidas de las Torres Gemelas |
En cuarto lugar resulta una coincidencia
que la sopa, el estofado, la ensalada, la bebida, la fruta y el yogur de la
bandeja en disputa fuera todo exactamente igual a lo que ella había cogido, es
decir, hay que suponer que el muchacho y la muchacha habían elegido una comida idéntica
en todos sus elementos, porque de lo contrario, tarde o temprano, ella tendría
que 1darse cuenta de que allí faltaba algo y sobraba algo.
Y por último, si este cuento hubiera
tenido algo de realidad, lo único que estaría reflejando es esa condescendencia
tonta y acomplejada que abunda en Europa y especialmente en Alemania, y que
consiste en transigir con todo lo que venga de los inmigrantes, sea lo que sea,
porque los pobres vienen de un país del tercer mundo y están entre los
desheredados de la Tierra. Al
hilo viene el caso de uno de los asesinos suicidas de las Torres Gemelas;
resulta que éste estudió en Alemania, y cuando se le iba a hacer entrega de su
diploma, el musulmán rehusó estrechar la mano de quien se lo daba, pues se
trataba de una mujer y él no quería contaminarse al tocar a un ser impuro; así,
las autoridades académicas decidieron transigir, permitir tal humillación e
insulto machista, obligar a la impura mujer a hacerse a un lado y que fuera un
hombre quien le entregara el título académico.
Hay muchos ciudadanos del primer mundo
que piensan que la forma correcta de actuar con los inmigrantes es transigir
con sus modos y costumbres, permitir que sus leyes se apliquen aunque vayan en
contra de las del país de acogida, dejar que hagan según sus creencias y que
impongan sus tradiciones. Eso sí, a esos mismos europeos jamás se les ocurriría
pedir que los occidentales gozaran de esos privilegios en los países que emiten
emigración, es más, lo considerarían una afrenta, un insulto a aquellos países
y sus habitantes.
Pocas cosas hay más estúpidas que la
corrección política y el buenismo, pues en el fondo no son más que complejo de
superioridad con un punto de complejo de culpa.
Carlosdelriego.
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