miércoles, 29 de mayo de 2019

AUTÉNTICOS TRAIDORES Y OTROS QUE SÓLO LO PARECEN



Según la leyenda, el noble leonés Vellido Dolfos defendía Zamora del asedio de Sancho II de Castilla en 1072. Salió de la ciudad, engañó al rey y lo mató, y salvó la ciudad. Fue un héroe, no un traidor.
Probablemente la traición acompaña al hombre desde el más remoto Paleolítico, puesto que las envidias y rencores (por poder, procreación, territorio, comida) debieron desarrollarse a la vez que la inteligencia. A lo largo de la Historia hay infinidad de personajes reconocidos como verdaderos traidores, y también otros que no lo fueron aunque a alguien se lo parezca

La Historia se ha encargado de señalar a algunos grandes traidores que, sin la menor duda, son una muestra minúscula de todos los que alguna vez defraudaron la confianza que alguien depositó en ellos. Así, desde Caín, la lista se puede hacer interminable, ya sean traidores legendarios, literarios o históricos. Por otro lado, una buena historia necesita la figura del traidor, el malo, el que despierta antipatía, de hecho, muchas narraciones que no tendrían interés sin ese personaje. Por eso, algunos de los grandes maestros de la traición tienen su nombre asociado al de traidor. Asimismo, parte de la Historiografía ha colocado en este infame capítulo a personajes que, vistos con perspectiva y sin prejuicio, no pueden ser considerados traidores.

Si se entra en el universo de la política es imposible no toparse continuamente con una legión de auténticos especialistas en la defección, maestros en el campo de la deslealtad, campeones de la infidelidad y la deserción. Baste el ejemplo del francés Pierre Laval, que entró en política como socialista, pero se entregó a los nazis en cuanto ocuparon Francia convirtiéndose en eficaz colaboracionista. Y no se conformó: en un ejercicio de traición a su país, entregó judíos franceses a las SS, envió miles de compatriotas al trabajo forzoso a Alemania, puso la industria francesa al servicio de los invasores nazis… Al final de la guerra se refugió en España, pero Franco detestaba a los que traicionan a su patria, así que tres meses después lo devolvió a Francia, donde fue juzgado, condenado y fusilado antes de acabar 1945.

En España, entre las historias de traidores siempre se ha contado la del ‘pastor lusitano’ Viriato. En el siglo II a.d.C. las legiones romanas no podían con él, así que sobornaron a algunos de sus hombres, que lo acuchillaron mientras dormía. Según autores antiguos, cuando los traidores fueron a cobrar la recompensa, los romanos les dijeron “Roma no paga traidores”; y según otros lo dicho fue “A los romanos no nos gusta que los soldados maten a sus generales”; en todo caso, no les pagaron y los apresaron. Lo más probable es que hicieran desaparecer a los traidores y se quedaran con el dinero.

La del asesinato de Julio César es una que todos conocen. Fue apuñalado por partidarios de su enemigo, Pompeyo, a los que César derrotó, perdonó y otorgó cargos. Pero lo significativo del asunto es el hecho de que los asesinos (Bruto, Casio, Trebonio, Casca…) estaban convencidos de que el pueblo y el ejército pensaban como ellos, creyeron que todos les iban a agradecer que acabaran con César y los aclamarían por ello; incluso creían que la libertad y la República exigían la muerte del general, político y escritor. Es una buena muestra de lo lejos que suelen estar los políticos de la realidad: se reúnen,  hablan y se dan unos a otros la razón, se convencen fanáticamente de que todo el mundo está deseando lo mismo que ellos y que, por tanto, su acción los convertirá en héroes del pueblo… Los hechos fueron muy distintos: los conspiradores huyeron, fueron perseguidos y finalmente se suicidaron o fueron ejecutados (al poco, sin César, el Imperio sustituyó a la República). Como siempre, los políticos ya vivían en su mundo, varios metros sobre el suelo. 

Los reyes visigodos de Hispania fueron también auténticos aventajados de la traición, y raro es el que no fue apuñadado por la espalda, mutilado o cegado. Pero de entre todos destaca Witerico, ‘el doble traidor’. Primero conspiró para asesinar a un poderoso obispo y a un aristócrata, pero poco antes del atentado pensó que si denunciaba a sus compañeros se ganaría el favor de clérigo y noble y, por tanto, del rey (Recaredo). Así lo hizo. Después, reinando ya Liuva II, le fue entregado un ejército para combatir a los bizantinos en la región levantina; sin embargo, a medio camino debió pensar: “tengo un ejército potente, ¿por qué ir contra esos extranjeros?, mejor me vuelvo contra el rey, lo liquido y yo seré rey”. Así lo hizo. Fue monarca de Hispania de 603 a 610, cuando fue invitado a un banquete tras el cual fue cosido a puñaladas (clásico visigodo). Su cuerpo fue arrastrado por la multitud por las calles de Toledo. Como gran traidor se tiene al conde don Julián, quien, descontento porque ansiaba más honores que los que el rey don Rodrigo le daba, no dudó en aliarse con los musulmanes a cambio de, claro está, dinero y honores.  

Sin embargo, aunque algunos historiadores y la creencia popular los tenga como traidores, hay personajes que de ningún modo pueden ser llamados así. Por ejemplo, no se puede decir que Claus von Stauffenberg, que encabezó el atentado contra Hitler de julio de 1944, fuera por ello un traidor, ya que el Führer sí que había traicionado al pueblo alemán, al ejército y, en fin, a toda la Humanidad. Igualmente Vellido Dolfos, el héroe leonés que mató al rey Sancho II en 1072; a éste no le había gustado el reparto de reinos que hizo su padre Fernando I de Castilla, así que en cuanto tuvo oportunidad asedió Zamora, que había correspondido a su hermana doña Urraca; dice la leyenda que Dolfos salió de la ciudad haciéndose pasar por desertor, se ganó la confianza de Sancho y al primer descuido… lanzada en la espalda; Sancho murió en el cerco a Zamora, sí, pero no está claro cómo. En todo caso, que un leonés salga de la Zamora asediada (Reino de León) y se meta en la boca del lobo para acabar con el jefe enemigo, ¿es traición o un hecho heroico?

En algunos lugares de América se considera sinónimo de traición a la india Malinche. Ésta, de etnia nahuatl, había sido vendida a los mexicas como esclava por su propia madre, que al casarse en segundas nupcias la vio como un estorbo; luego fue entregada a un cacique maya. En 1519, después de ser una esclava toda su vida, fue regalada a Hernán Cortés, quien no tardó en advertir la valía de esa muchacha (18 ó 20 años) que hablaba dos lenguas (nahuatl y maya) y que pronto aprendió castellano. En su ‘La verdadera Historia…’, Díaz del Castillo habla de ella con auténtica veneración. El caso es que Cortés la tuvo a su lado y, por primera vez en su vida, fue tratada como persona; el conquistador la escuchaba, la respetaba, seguía sus consejos e indicaciones…, y tuvo un hijo con ella, Martín Cortés, uno de los primeros mestizos y por quien el conquistador intercedió ante el Papa para que fuera reconocido como legítimo. Así, teniendo en cuenta que no existía México ni nada parecido a ‘conciencia de país’, ¿a quién debía fidelidad la Malinche?, ¿a los que la trataron como un animal o a quien la trató como persona y la mantuvo a su lado como ‘doña Marina’?  

CARLOS DEL RIEGO
(Actualizado del texto de febrero de 2016)

domingo, 26 de mayo de 2019

GRUPOS DE ROCK FALSOS. TRAMPOSOS O PARA DIVERTIR, PERO TODOS DE MENTIRA

Spinal Tap es un falso grupo inventado para un falso documental. Apareció luego en Los Simpson, que contribuyeron a la fantasía.


Eso de jugar a contar mentiras también se produce en la estructura principal del rock & roll, que son precisamente los grupos. En las seis décadas que ya tiene este negocio han existido bandas fantasma, inexistentes, la mayor parte de las veces sin otra pretensión que entretener y divertir, pero también se ha producido algún que otro caso de burdos montajes, verdaderas estafas que un día se descubrieron

El rock se apoya muchas veces en la ficción; por ejemplo, esos enormes escenarios llenos de luces y trucos visuales que llevan al directo las bandas más efectistas; y también hay fabulación y ensoñación cuando cualquiera toca el ‘air guitar’ o canta ante el micro imaginario. Además, en ámbitos tan dependientes de la imaginación y la ficción como el cine o la televisión, la banda de rock ha sido un recurso muchas veces utilizado. Y luego también hay algún grupo falso, tramposo, cuyos integrantes nunca cantaron ni tocaron, sino que se limitaron a hacer el paripé…, hasta que fueron desenmascarados.

Cierto que hay ocasiones en que los créditos de los discos (donde dice autores, arreglistas, productores, músicos…) no dicen toda la verdad, pero hay otras (pocas) en que todo es pura patraña. De esto sabía mucho un productor alemán llamado Frank Farian, que en 1975 se inventó un grupo llamado Boney M en el que cantaban y tocaban músicos de estudio desconocidos y ponían la cara otros; en otras palabras, eran unos ases del ‘play back’ (la voz del maromo del grupete era la del propio Farian), lo cual no fue obstáculo para que vendieran millones de discos en todo el mundo. El mismo pillastre elevó la apuesta fraudulenta cuando a finales de los ochenta del siglo pasado escogió dos ‘caras bonitas’ para que bailaran y movieran los labios, pero nada más, y les llamó MIlli Vanilli. Uno era francés y otro alemán, y ninguno hablaba correctamente inglés a pesar de que sus canciones siempre eran en este idioma. Con un estilo de rythm & blues blandito y facilón, el falso dúo vendió muchos millones de discos en todo el mundo, e incluso ganaron un Premio Grammy (que luego les fue retirado) y otros galardones. Uno de los que ponían la voz en el estudio amenazó con destapar el montaje, pero Farian le ‘untó’ para que callara y siguiera con la pantomima; sin embargo, dieron entrevistas en Usa, donde llamó la atención lo mal que hablaban en inglés y lo bien que lo pronunciaban en los discos, y en un ‘concierto’ hubo un fallo en el ‘play back’. La cosa ya era insostenible, así que Frank confesó todo a finales de 1990, e incluso afirmó que la discográfica conocía el tongo. El escándalo fue enorme, hubo denuncias de fans y organizadores de conciertos, acusaciones e indignaciones. Este ‘grupo’ es, tal vez, el más falso de la historia de la música popular.

Totalmente distinto es el caso de The Archies, otro nombre con dos caras, una en las portadas de los discos y otra real. Como todo aficionado sabe, The Archies fue una banda integrado por personajes de cómic y de dibujos animados que publicó varios discos, entre ellos el gran éxito de 1969 ‘Sugar sugar’. Lógicamente, había auténticos compositores, músicos y cantantes que hacían todo el trabajo, los cuales ganarían su sueldo pero nunca alcanzaron fama. Sin embargo no hubo intención de engaño, siempre se supo que The Archies nunca sería otra cosa que ficción en papel o en pantalla.

Y luego está el caso de los grupos pensados exclusivamente para la pantalla y que nunca pretendieron salir de ahí. Y es que para el cine se han creado infinidad de bandas, ya que la trayectoria de casi todos los grupos de rock auténticos tiene siempre algo de drama, tragedia, comedia, aventura, traición… De hecho, casi todas las películas realizadas en torno al rock & roll cuentan con una banda inventada para la ocasión, excepto las biográficas, claro. O sea, que en cada peli que introduce el grupo de rock como personaje ha de inventarse un nombre, un estilo, unas canciones… Quien combine la adicción al cine con la de este género musical podría recordar unos cuantos nombres que sólo existen en la ficción cinematográfica. Pero como representante de todos baste recordar a Marvin Berry & The Starlighters, el de ‘Regreso al futuro’ que toca en 1955 y en el que canta el pariente de uno de los que entonces estaba ‘inventando’ el rock & roll: “Chuck, soy Marvin…, ¡tu primo Marvin Berry!”; es uno de las grandes escenas que el cine ha dado a los fans del asunto; y seguro que más de uno intentó averiguar si ese grupo había existido realmente. 

Claro que tampoco se puede olvidar a los geniales The Blues Brothers, banda creada específicamente para la película del mismo título (‘Granujas a todo ritmo’ en España). Pocos serán los que no hayan visto la peli y degustado la sucesión de éxitos del blues, el soul o el rock que regala, además de los impagables ‘secundarios’ que actúan (Aretha, Ray, John Lee…). Jake y Elwood Blues (realmente John Belushi y Dan Aykroyd) eran los cantantes, a quienes acompañaban auténticas leyendas como el fabuloso guitarrista y compositor Steve Crooper (de Booker T & The MG´s) y otros. Pero en realidad el invento funcionó tan bien que grabaron discos y dieron giras, o sea, no se les puede considerar un grupo imaginario, aunque resulte difícil sacarlo del cine.

Pero para embrollo en el que no se sabe dónde empieza la farsa y comienza la realidad, ‘This is Spinal Tap’, un falso documental que narra las peripecias de un falso grupo así llamado, Spinal Tap. La dirigió el director Rob Reiner en 1984, y en ella él mismo hace de director que habla y comparte vivencias con la ‘banda’ para realizar luego un documental. Narra sus aventuras y, sobre todo, sus desventuras, tratando de mostrar cómo debe ser un grupo de rock por dentro, aunque es casi imposible que ninguno verdadero resulte tan patético y digno de lástima (lo del ‘ampli’ que tiene 11 y no sólo 10 puntos de potencia es de vergüenza ajena). El caso es que los actores que dan vida a los supuestos músicos, aprovechando el relativo éxito de la película, grabaron y actuaron, y eso a pesar de que eran verdaderamente malos; sonaban entre unos Grand Funk desafinados y unos Iron Maiden de guardarropía, las voces son penosas y los solos de guitarra lamentables. En todo caso, merece la pena ver esta película, en la que el actor que encarna al bajista es nada menos que Harry Shearer, quien pone la voz original a personajes de Los Simpsons: Smithers, el señor Burns, Flanders, Lenny, Skinner…, no extrañará que Spinal Tap apareciera en la serie.

En tiempos con tantas herramientas para difundir ficciones, mentiras, manipulaciones e impostores, el rock & roll también tiene experiencia.

CARLOS DEL RIEGO


miércoles, 22 de mayo de 2019

¿QUÉ HUBIERA PASADO SI AMÉRICA LA HUBIERAN DESCUBIERTO OTROS?

Esto hubiera esperado a los americanos de haber llegado antes ingleses u holandeses. Dice que nativos, indios y gente de color serán disparados a primera vista o devorados por los perros.


Para envidia de ingleses, franceses y holandeses, España llegó antes que nadie a América, y eso provocó ese resentimiento rabioso que se materializó en la leyenda negra. Pero, ¿qué hubiera ocurrido de haber llegado aquellos antes? La respuesta se encuentra revisando qué hicieron en sus colonias.

Es una constante entre los que detestan y desprecian a España (españoles o extranjeros) afirmar que cualquier otro que hubiera llegado antes a América lo hubiera hecho mejor  Sin embargo, revisando y analizando cómo actuaron otros en sus colonias se concluye que todo habría sido infinitamente peor para los americanos.

El Imperio Británico no dejó continente sin ‘visitar’. En Norteamérica y El Caribe su política sólo tuvo en cuenta sus propios beneficios, persiguiendo a los indios por todos los medios: guerras, engaños y traiciones, infecciones intencionadas y racismo; sus sucesores, los estadounidenses, llevaron a cabo un exterminio sistemático y planificado de la población nativa (entre otros medios se dispuso la eliminación de su principal fuente de recursos, el búfalo), cosa que, como es sabido, consiguieron. La India, desde mediados del XIX, estaba en poder de la Corona Británica después haber sido ‘propiedad’ de la Compañía de Indias, es decir, Inglaterra consideraba el subcontinente como una posesión y como tal lo trató. En Sudáfrica los ingleses lucharon contra los holandeses para hacerse con las riquezas minerales, y ambos masacraron a la población autóctona para, finalmente, implantar un régimen abiertamente racista, el ‘apartheid’, que redujo a los nativos (así como a todos los que no fueran blancos) a la condición de inferioridad; y tal situación se mantuvo hasta el final del siglo XX. En China los británicos pretendieron pagar el té con el opio que extraían de la India, provocado las Guerras del Opio; toda su acción se hizo según intereses económicos y políticos. Podría continuarse repasando el comportamiento británico en todo su imperio sin que el patrón se modificara: represión, racismo, muerte, expolio (el Museo Británico es buena muestra), y todo supeditado a sus pretensiones territoriales, comerciales, estratégicas y políticas. Así las cosas, ¿hubieran dado los ingleses mejor trato a los indios de Centro y Sudamérica?  

Holanda jamás miró a Sudáfrica con ojos distintos a los del racista más radical, de manera que, en comandita con Inglaterra, legalizó el ‘apartheid’, de inspiración nazi, hasta 1992; también podría hablarse de su actuación en Asia. Su vecino, Bélgica, se adueñó de Congo, territorio que se convirtió en propiedad privada del rey Leopoldo II; entre 1860 y 1900 asesinaron a entre cinco y diez millones de africanos y amputaron cientos de miles de manos (los capataces llegaron a usarlas como moneda); y cuando la situación se volvió escandalosa se quedó en un sistema presidido por la pura discriminación hasta los 60 del siglo pasado; además, nunca hubo ninguna intención de organizar o de llevar la democracia que ya había en la metrópoli. Francia ocupó Argelia de 1830 a 1962; en 1881 se divide a los habitantes de Argelia entre ‘ciudadanos’ (los colonos franceses) y ‘sujetos’ (los argelinos nativos); éstos carecían prácticamente de derechos, y durante la ocupación y la subsiguiente guerra de independencia, los franceses recurrieron continuamente al terrorismo y la tortura; al igual que en otros territorios africanos, americanos y asiáticos. La conducta de Japón en Corea o Manchuria resulta escalofriante, como demuestra la barbarie (tan o más nazi que los propios nazis) del Escuadrón 731, donde se experimentó con personas y se torturó de modo atroz; lo peor es que había escuadrones de este tipo desde Pekín hasta Singapur.

¿Alemanes en la América del siglo XVI? Pues sí. Y su comportamiento fue cualquier cosa menos ejemplar. El emperador Carlos I había cedido la conquista de las regiones venezolanas a la Casa Welser (familia de banqueros y financieros de Augsburgo), que desde el territorio de Santa Ana del Coro emprendieron varias expediciones: Ambrosio Talfinger fundó Maracaibo, Georg Hohermuth llegó hasta la Alta Amazonia, y Nicolás Federman hasta Bogotá, todos ellos con una única idea, la búsqueda del oro y otras riquezas, sobre todo minerales; y siempre trataron a los indios con la máxima y más racista brutalidad. Federman era codicioso, feroz y de sangre muy fría, y en su cabeza sólo había un modo de avance: matar y saquear, hacerse con todo el metal precioso posible y vender como esclavos a los supervivientes; este explorador germano fue detenido y enviado a Madrid por no pagar a la corona española lo pactado, pero fue el único teutón que, al final, no dejó la vida en la Amazonía. Hohermuth (llamado también Jorge Spira), perdió la razón, según el cronista Antonio de Herrera, a causa de su obsesión por las riquezas; él y la mayoría de su hueste (unos 350 hombres) murieron en una búsqueda desesperada y enloquecida de tesoros en la selva, comidos por los mosquitos, hostigados por los indios, debilitados por el hambre, trastornados por la jungla y, al fin, exterminados por las fiebres tropicales. Después de casi 30 años de gobernantes y expediciones alemanas, todos sus generales excepto el mencionado Federman murieron allí; esos años fueron “uno de los períodos más brutales de la conquista de nuestro territorio (…). Armas y dinero, soldados y banqueros, aristas indiscutibles de la hoguera que su propia ambición avivó” (Carlos Alfredo Martín en ‘El camino sangriento de Eldorado: la Venezuela de los Welser’).   

Comprobando cómo actuaron estos otros conquistadores, es fácil deducir que, en caso de haber llegado antes a estas tierras los ingleses, holandeses o franceses, los japoneses, alemanes o  belgas, los americanos no hubieran recibido mejor trato, al contrario, hubieran sufrido mayores calamidades y tenido peor consideración, ya que nunca nadie habría puesto freno legal a su avaricia. Además, ninguna de las potencias colonizadores pretendía otra cosa más que la riqueza, no ansiaron ningún hallazgo o conquista de mérito, no llevaron a cabo acciones meritorias, no ordenaron los territorios, no los dotaron de universidades, colegios, catedrales… Asimismo, todos ellos se condujeron con un racismo y discriminación insoportables, y por eso no hay mestizos inglés-indígena en ninguna parte del mundo (África, América, India…), ni holandés-indígena africano, asiático o americano, ni belga-africano, ni francés-magrebí, ni japonés-manchú o coreano…; sin embargo, el mestizaje es abundantísimo en Hispanoamérica. Según el hispanista británico Hugh Thomas (en su obra ‘Felipe II, el señor del mundo’): “El mestizaje fue la mayor obra de arte lograda por los españoles en el Nuevo Mundo (…). A aquellos que piensen que se trata de una afirmación obvia les pediría que consideren cuán raro fue este estado de cosas entre los anglosajones y los indios de Norteamérica”.

¿Hay algo que haga suponer que cualquiera de esos países hubiera actuado de modo más humano que España? Hay que recordar también que éste fue el único país que promulgó leyes que protegían al indio. Por último, la actuación de la corona española en América se produjo tres siglos antes de que se promulgaran los Derechos Humanos, mientras que ingleses, estadounidenses, holandeses, belgas o franceses masacraron y discriminaron desde sus parlamentos democráticos.

CARLOS DEL RIEGO

(Actualización del texto publicado en octubre 2015)


domingo, 19 de mayo de 2019

CANCIONES CON CINCUENTA AÑOS QUE SIGUEN SONANDO

Entre las canciones que fueron éxito hace medio siglo y siguen siéndolo, está la evocadora 'Space oddity' de Bowie.


Muchas canciones excelentes fueron publicadas en 1969, algunas de las cuales siguen escuchándose hoy, medio siglo después, y son fácilmente reconocidas tanto por quienes estaban allí cuando salieron como por quienes no habían nacido. Y es que, en realidad, estas evocadoras melodías no han dejado de sonar nunca a lo largo de estos cincuenta años. Cualquiera sería capaz de tararearlas a pesar del tiempo pasado.

Una de las múltiples peculiaridades que dan personalidad al rock & roll es que algunos de sus ‘ejemplares’ nunca pasan, nunca dejan de sonar; en esto se diferencia de otros géneros musicales populares, pues rara vez (fuera del pop y el rock) títulos publicados hace décadas se mantienen presentes año tras año. Hace medio siglo, en aquel trascendente 1969, unos terráqueos pusieron sus pies en la luna mientras seguían cayendo bombas en Vietnam y la Guerra Fría lo estaba más que nunca. Y en la esfera juvenil se hablaba de hippies y del hito que supuso el festival de Woodstock.

Uno de los grupos cuyo repertorio jamás caduca es Creedence Clearwarter Revival, que lograron meter hasta nueve temas en el ‘Top 10’ en apenas dos años. En el 69 editaron dos álbumes y piezas tan duraderas como la eterna ‘Proud Mary’ o la evocadora ‘Fortunate son’, títulos que resuenan por todas partes en cualquier momento.

La hazaña de Armstrong, Aldrin y Collins tuvo un efecto inmediato en el rock. De hecho, el joven David Bowie publicó su incontestable ‘Space oddity’ unos días antes del lanzamiento del Apolo XI. Aquella ‘Rareza espacial’ conserva ese toque misterioso que siempre envuelve todo lo que tiene que ver con el espacio infinito, y su inquietante ambiente se escucha a diario en la cola del supermercado, en anuncios, series y programas de televisión, en películas, en programas especializados… El Mayor Tom sigue vagando por la galaxia.

Elvis volvía a la cima de las listas de todo el mundo en 1969 con melodías tan memorables como ‘In the getto’ o ‘Suspicious minds’. Aunque nunca consiguen igualar la profundidad y emotividad de su voz, esos temas han sido versioneados por infinidad de cantantes y grupos de las especies más diversas en los últimos cincuenta años. Eso y que Elvis ya ha traspasado las fronteras de la música hacen que sus éxitos del 69 siempre sean actuales.

Beatles y Stones son los que más canciones mantienen entre las preferidas por las emisoras de radio, televisiones o cine, así como por los innumerables grupos que las versionean y, en fin, por el gran público. Y da igual cuánto tiempo haya pasado. En el ‘alunizante’ 1969 Los Beatles estaban llegando a su final, pero eso no les mermó talento, ya que aquel mismo año dejaron melodías que nunca se olvidan y siempre tienen un altavoz a su servicio, como ‘Something’, ‘Come together’, ‘Get back’… Y también los Rolling Stones regalaron aquel año títulos tan irresistibles como ‘Honky tonk woman’. Todas fueron éxitos demoledores en su momento, pero lo bueno es que siguen produciendo, siguen viendo más y más versiones y siguen gustando. Y mucho.

El incontestable ‘Whole lotta love ‘ de Led Zeppelin también es ya cincuentón, ya que salió en noviembre de aquel año. Y aunque se le acusa de tener exceso de ‘inspiración’ ajena, la realidad es que abrió camino para subgéneros como el heavy y el hard-rock. Así, allí donde gustan estos, atruena el ‘Muchísimo amor’.

‘The boxer’, de Simon & Garfunkel, tal vez aparece algo menos, pero su presencia siempre proporciona un toque de clase y elegancia, de modo que su deliciosa melodía tiene hoy idéntica capacidad de hechizo que cuando salió.

Incluso un grupo efímero y ficticio como The Archies (surgido de una serie de televisión y que nunca existió) también fue capaz de dejar, aquel año, una melodía inconfundible para la posteridad, el ‘Sugar sugar’. Escrito por el productor Jeff Barry, la grabaron músicos de estudio, ya que los ‘integrantes’ del grupo eran dibujos animados. Simplona e infantiloide, posee esta canción un encanto especial, una especie de simpatía que la hace  atractiva.

El musical ‘Hair’ había tenido una exitosa acogida (y desatado gran polémica porque hablaba de drogas y sexo) en los teatros estadounidenses desde su estreno en 1967. Dos años después la banda The 5fh Dimension  tuvo la idea de hacer una mezcla con dos de sus piezas más célebres, ‘Aquarius’ y ‘Let the sunshine in’, que los llevó al número uno durante semanas. Tampoco es que tengan una presencia significativa hoy, sin embargo, es tal su poder evocador que cuando se pretende aludir o revivir aquella época resulta prácticamente imprescindible. En todo caso, escucharla siempre agrada.

Todas estas canciones fueron éxitos clamorosos en 1969 (muchas otras de aquel año son igualmente memorables, pero no llegaron a la cumbre de las listas), y todas son del primer curso de aficionado al rock & roll: aquel que tiene un mínimo interés por este negocio las reconocería a los pocos segundos; y así viene pasando desde hace cinco décadas. Sin embargo, ¿alguien recordará en 2069 alguno de los éxitos superventas de 2019?

CARLOS DEL RIEGO


miércoles, 15 de mayo de 2019

HACE 1080 AÑOS RAMIRO II DE LEÓN HUMILLÓ AL CALIFA ABDERRAMÁN III EN LA BATALLA DE SIMANCAS

Territorio del Reino de León tras la victoria de Ramiro II en la batalla de Simancas (ilustración de Ramón Chao).


Corría el año 939. Aproximadamente tres cuartos de la Península Ibérica estaban dominados por el Califato de Córdoba, el resto era, casi todo, el Reino de León. Aquel año, el Califa Abderramán III, irritado, indignado por las victorias de Ramiro II de León, organizó un gigantesco ejército para demostrar quién mandaba realmente en la península. La batalla tuvo lugar en Simancas

Abderramán III se había proclamado califa independiente de Bagdag diez años antes, en 929; había fundado el Califato de Córdoba, un reino poderoso y admirado en todo occidente, y ello a pesar de las rencillas y disputas internas a las tuvo que enfrentarse, y al constante incordio de los reyes de León, siempre empeñados en empujar la frontera hacia el sur. Ramiro II era un tipo de armas tomar (cuando atrapó a los traidores que querían usurparle el reino no dudó en sacarles los ojos, incluyendo a su hermano Alfonso IV); y en los veinte años de su reinado apenas dejó pasar alguno sin campaña contra los sarracenos; “no sabía descansar” dice de él la Historia Silense

Ramiro había conquistado Osma (además de otras muchas acciones bélicas exitosas) y tomado la fortaleza de Margerit (Madrid), a un paso de Toledo, la idealizada capital de los godos. Al orgulloso Abderramán (cuya madre era vascona) los triunfos de ese “diablo, perro, puerco, tirano Ramiro” (calificativos con que lo ‘adornan’ las crónicas musulmanas) le parecieron inadmisibles, de modo que organizó un gigantesco ejército, llamando a la yihad para castigar al ‘enemigo de Dios’. Soldados propios, mercenarios e infinidad de voluntarios de todos los territorios dominados por los musulmanes conformaron un ejército de un tamaño jamás visto en la península, entre ochenta mil y cien mil hombres para emprender la ‘Campaña del supremo poder’. Tan convencido estaba de su triunfo que ordenó oraciones a Alá en todas las mezquitas del califato para agradecer la próxima y segura victoria. Ramiro contó con su ejército y con tropas castellanas aportadas por el conde Fernán González, navarras y de otras regiones cercanas al Duero.

A finales de julio del año 939, las dos huestes se encontraban casi frente a frente cerca de Simancas (Valladolid), preparándose para la batalla; sin embargo, consta que hacía el 20 de julio se produjo un eclipse de sol (del que hay datos de cronistas de uno y otro bando y que también fue visto en Alemana e Italia), con lo que todo el mundo se quedó a la espera. Kitab Al Raud cuenta: “hubo un espantoso eclipse de sol (…) que llenó de terror a los nuestros y a los infieles (…) Dos días pasaron sin que unos y otros hicieran movimiento alguno”. Pasado el susto, a principios de agosto se desataron las hostilidades. Las bajas fueron abundantes en el bando musulmán y en el cristiano, pero la segunda parte de la batalla fue terrible para los caldeos (también los llamaban amorreos, bárbaros…). Al parecer, el ejército califal había sido reclutado demasiado deprisa; el cronista Ibn Hayyan habla de incompetencia de los mandos militares, e incluso enfrentamientos y recelos entre unos y otros generales que desembocaron en vergonzosas retiradas (muchos fueron ejecutados al llegar a Córdoba). El caso es que, en su huida, el ejército de Abderramán enfiló hacia un paraje llamado La Alhóndega (ya en Soria), donde se encontró con tremendos precipicios. Escribió el cronista Al Muqtabis: “… y en la retirada el enemigo los empujó hacia un profundo barranco (…) del que no pudieron escapar, despeñándose muchos y pisoteándose de puro hacinamiento”. El propio Abderramán III se vio obligado a huir a toda prisa y herido (“semivivus evasit”), ni siquiera tuvo tiempo de desmontar su lujosa tienda, ni de llevarse el valiosísimo ejemplar de El Corán que le habían traído de Oriente, ni su famosa cota de malla tejida con hilo de oro, ni las mujeres que conformaban su harén personal (que, despavoridas, corrían diseminadas por los campos)…, todo cayó en manos de Ramiro, que con gran botín y numerosos cautivos regresó triunfante a León.

De tan grande enfrentamiento se supo en toda Europa, y existen varios textos de diversas procedencias que hablan de tan sonado triunfo cristiano (alguno de los cuales habla de ‘Radamiro, cristianísimo rey de Galicia”), del eclipse, de las incontables bajas en el ejército del califa…Lógicamente, a raíz de la batalla, el territorio dominado por el Rey de León desplazó su frontera hacia el sur del río Duero, una zona a la que se llamó ‘extrema Dorii”, luego Extremadura, repoblándose ciudades y campos.

Además de los errores de reclutamiento y organización del ejército de Abderramán, los historiadores musulmanes hablan de la caballería pesada leonesa como factor determinante en la batalla. Hay que imaginarse a trescientos o cuatrocientos jinetes protegidos de la cabeza a los pies por pesadas armaduras de hierro que, según la estrategia de Ramiro, debían esperar el momento oportuno para entrar en acción; entonces, cuando la infantería enemiga lleva horas combatiendo, los caballeros leoneses reciben la orden de ataque: no cabalgan, no corren, sino que avanzan despacio, apenas al trote, todos juntos, como una máquina enorme y pesada que se lleva por delante todo lo que encuentra a su paso sin sufrir bajas. No es de extrañar que, al ver ‘aquello’ acercarse y escuchar cómo retumbaba la tierra, el enemigo entrara en pánico y huyera en desbandada.
La victoria en Simancas está considerada como una de las más meritorias y trascendentes de toda la Edad Media europea. Como detalle final se puede añadir que Ramiro entabló posteriormente pactos con el califa y, como muestra de buena voluntad, dos años después le devolvió su preciado Corán (doce tomos), así como otros objetos de gran valor y algunas decenas de prisioneros. Este gesto fue muy valorado en Córdoba, que se lo agradeció enviando embajadores a León para dar gracias en nombre del Califa Abderramán III.    

CARLOS DEL RIEGO


domingo, 12 de mayo de 2019

¿POR QUÉ YA NO APARECEN LENNONS, BOWIES O JOPLINS?

Con poco más que esto se puede convertir a un tuercebotas con oído de madera en un virtuoso 


El músico neoyorquino Moby declaraba recientemente en televisión que “la música actual puede ser genial, pero nunca estará a la altura de la de John  Lennon, Neil Young o The Clash”. Y debe tener algo de razón, ya que hace mucho, muchísimo tiempo que no aparece un artista destinado a permanecer, a ser recordado décadas después

El asunto no es que no se hagan buenas canciones ni que no haya actualmente músicos con mérito, pero falta algo; por unos y otros factores el rock y derivados que se facturan hoy no tienen esa ‘alma’, ese chispazo, esa virtud que convierte una pieza buena en eterna.

Tampoco se trata de que el músico de rock tenga que inventar nuevos géneros musicales ni diseñar nuevos sonidos y ritmos en cada disco, o sea, la cosa no va de innovar a cada paso. De hecho, lo único que se echa en falta en el rock de comienzos del siglo XXI es canciones con contenido suficiente para que se mantengan en el tiempo, ya que, como viene a decir Moby (especialista en techno pero cuyas principales referencias no tienen que ver con ese género), hace muchísimo que no se escuchan buenas canciones que, además, tengan esa chispa, esa vibración, ese ‘feeling’, ese toque de gracia que puede convertir una buena idea en una idea genial y permanentemente atractiva.  

Hay varias causas de esta sequía de talentos perdurables en este negocio del rock. Siempre se señala al hecho de que hoy la música tiene que competir con abundantes y poderosos rivales por la atención del gran público, que lleva todo el entretenimiento existente en el bolsillo, con lo que eso del rock es, simplemente, una opción más. Asimismo, la desaparición del objeto físico también le ha quitado bastante encanto al rock, es decir, se puede escuchar y ver todo en cualquier momento en cualquier sitio, y esa disponibilidad absoluta, ese tenerlo todo a mano siempre le quita valor a las cosas (del mismo modo que quien tiene un genio al lado a diario no lo valora tanto).

Y también está el tema de la tecnología. No es que las nuevas herramientas sean perniciosas, lo malo es cuando las infinitas aplicaciones y programas informáticos, los potentes hardware y software que hay hoy en los estudios de grabación se convierten en el todo. En otras palabras, muchas de las producciones de la actualidad (por no decir la gran mayoría) están hechas a base de trucos y herramientas electrónicas capaces de convertir gallos y desentonos en delicadas armonías. Todo el interesado tiene al alcance esos programas y equipos que permiten no sólo corregir las notas desafinadas (el autotune), sino que alguien que no haya tocado la guitarra en su vida puede ‘grabar’ un solo sublime; por ejemplo, se graba un ‘tin’ de la guitarra, después se hace lo mismo con otra nota, y otra, y otra, luego se unen todas, el programa las alarga o las acorta, les da profundidad, vibración, efectos, distorsión, sonidos…, y le proporciona el tempo deseado, con lo que el resultado final puede parecer a la altura de los grandes héroes de la guitarra. Igualmente con la voz: uno que cante como un perro, con el programa adecuado puede pasar por un cantante de ópera, ya que el ordenador se encargará de situar cada sonido, cada sílaba, cada nota dentro de los límites armónicos.

En realidad este es uno de los grandes problemas de la música rock y pop del siglo XXI: el abuso de la tecnología, el convertir las herramientas en lo principal; o sea, ya no hay que concebir una melodía bonita y atractiva y luego engarzar en ella una letra ingeniosa y con contenido, sino que simplemente hay que montar convenientemente, artificiosamente, cualquier mediocridad. El márketing se encargará de venderlo como algo imprescindible. Y es que el mal uso de las herramientas informáticas puede llevar a engaños monstruosos; por ejemplo, es posible hacer un vídeo en el que Winston Churchill aparezca cantando el ‘Porompompero’ y que parezca absolutamente verídico. Como todo el que está en el asunto sabe, se pueden coger palabras sueltas de una persona y recomponer con ellas frases con sentido y entonación, dando la sensación de que el personaje ha dicho y hecho lo que aparece en el montaje; e igualmente hay programas de vídeo que ‘hacen’ bailar a cualquiera al son que dicte el informático.

Por otro lado, también hay quien sostiene que el problema es que el rock no da más de sí, que ya está todo hecho, que no hay puertas que abrir ni ideas que aportar. Tal vez haya algo de cierto en ello, pero el asunto es que no hay que ser eminentemente novedoso para hacer buen rock & roll, basta con hacer canciones con ese punto extraordinario que tenían las de las décadas doradas del rock, cuando lo importante era el talento, cuando la técnica sólo era un medio, un utensilio, no el objetivo principal.

Sí, por unas u otras causas, como afirmaba Moby, hace demasiado tiempo que no aparecen Bowies, Joplins Youngs o Lennons, Raycharles ni Aretafranklins, lo cual no quiere decir que no haya talento por ahí, pero…

CARLOS DEL RIEGO


miércoles, 8 de mayo de 2019

53 AÑOS DE LA CATASTRÓFICA Y SANGRIENTA REVOLUCIÓN CULTURAL CHINA

Humillaciones y linchamientos públicos fueron cotidianos durante la Revolución Cultural China.


Era mayo de 1966 cuando comenzaba a ponerse en práctica el segundo de los proyectos personales de Mao Zedong, la Revolución Cultural, cuyos resultados fueron tan desastrosos, catastróficos, mortales para la población china como su anterior plan, el Gran Santo Adelante. La cifra de muertos entre los dos proyectos maoístas supera los 50 millones

En el mes de mayo de hace 53 años daba inicio una iniciativa de Mao Zedong para China, la Gran Revolución Cultural Proletaria, que resultó un completo fracaso y un baño de sangre. No era la primera vez que Mao imponía a sangre y fuego sus disparatadas y criminales ideas…

La Revolución Cultural (de 1966 a 1976, cuando muere Mao) vino a ser una purga de intelectuales, profesionales, cargos del partido, militares, civiles de ciudades y del campo y, en fin, de todo el que fuera sospechoso de no ser lo suficientemente entusiasta con el amado líder y su pensamiento; en realidad, lo que verdaderamente pretendió Mao fue liquidar a todo aquel le pudiera hacer algo de sombra, a todo el que sospechara que pudiera disputarle el poder, a todos los que le criticaron por el desastre del Santo Adelante… Además, la intención era borrar todo lo que pudiera ser calificado como burguesía reaccionaria o capitalismo (como si para entonces quedara huella de capitalismo en aquella China), y también había que eliminar toda huella de la cultura tradicional china y, por supuesto, de cualquier cosa que oliera a religión. Para poner en práctica esta campaña, el dueño de China se apoyó en la Guardia Roja, ejército de jóvenes extremadamente fanáticos encargados de ir buscando y eliminando a todo el que les pareciera reaccionario o contrarrevolucionario, ya que los guardias rojos tenían competencia para elegir a quién ejecutar. Lógicamente, la herramienta utilizada fue la violencia más brutal. Torturas, palizas, saqueos, desplazamientos forzosos (millones de jóvenes urbanos fueron ‘destinados’ a trabajo en el campo), encarcelamientos sin mediar palabra, trabajo hasta la muerte, humillaciones públicas, fusilamientos…, la lista de las barbaridades llevadas a cabo en la cacería abarca todo lo que uno pueda imaginarse.

 Además, entre otros actos de parecido estilo perpetrados por la Guardia Roja, fueron exhumados, juzgados, condenados y quemados los huesos de algunos emperadores chinos de muchos siglos atrás; se destruyó patrimonio histórico, artístico y cultural de valor incalculable, se prohibieron las bodas al estilo tradicional chino y muchas otras costumbres arraigadas en el pueblo; se saquearon y arrasaron templos (Buda y Confucio se convirtieron en demonios antirrevolucionarios), bibliotecas y otros edificios, se quemaron libros por miles, cementerios, objetos de arte… y, especialmente, todo lo que oliera ligeramente a la tradición, a creencias, a cultura, a extranjero.

En fin, durante la Revolución Cultural se ordenó a la policía que jamás interviniese en las acciones de la Guardia Roja, que fue algo así como las SS. Los especialistas no se ponen de acuerdo para la cifra de muertos que causó la Revolución Cultural. Sí se tienen algunos datos: en Pekín, en sólo dos meses de aquel año fueron ejecutadas casi dos mil personas… y se produjeron cerca de mil suicidios entre los que iban a ser detenidos… Las estimaciones más bajas hablan de unos tres millones de muertos, otros elevan la cifra hasta los diez millones, a los que hay que añadir cantidades parecidas de heridos, mutilados y desaparecidos (muchas veces llegaba la Guardia Roja, se llevaba a uno o a la familia entera, y de ellos nunca jamás se volvía a saber). Evidentemente, los sucesivos gobiernos chinos siempre se han opuesto a llevar a cabo una investigación sobre el asunto. Asimismo, también es relevante el hecho de que la educación se convirtió en el medio ideal de adoctrinamiento, sustituyéndose materias típicas de la enseñanza por dogmas ideológicos. Puede afirmarse que la cultura y la educación en aquella China fueron enjauladas en el férreo corsé maoísta.

De todos modos, por muy terrible que parezca, las brutalidades cometidas durante la Revolución Cultural (que se concentró en intelectuales, militares, políticos, clases medias urbanas) se quedan en poco si se comparan con las ocurridas años antes en el Gran Salto Adelante (1958-61, también idea de Mao y que se cebó en los más pobres, en los campesinos y poblaciones rurales); baste señalar que la cifra de muertos que causó ese ‘salto’ varía, según investigadores, entre los 25 y 50 millones, siendo imposible precisar, ya que la mitad de las víctimas ‘desaparecieron’, simplemente se las llevaron de casa y nunca más se volvió a tener noticia de ellos. Y es que, además, de la más salvaje violencia, el Gran Salto Adelante exigía entregar toda la cosecha al estado, de modo millones de personas morían de hambre por las calles, a veces a las puertas de los almacenes repletos de grano para exportar (sobre todo a la Urss, a cambio de maquinaria pesada y para pagar deuda).

A pesar de aquellas atrocidades, en China (y en otras partes del mundo) se sigue rindiendo culto a Mao (que fue definido por una de sus colaboradoras como “un sicópata ebrio de violencia”), y a nadie se le ocurre preguntar por aquellos ‘desaparecidos’, ni en China ni fuera. Aunque sean millones.  

CARLOS DEL RIEGO

lunes, 6 de mayo de 2019

BOB DYLAN, MOMENTOS, ACIERTOS Y DESACIERTOS DE SU VIDA

Bob Dylan, siempre de gira, podría contar infinitas anécdotas y curiosidades.


Dentro de su gira interminable, el eterno bardo estadounidense Bob Dylan está visitando escenarios españoles (V-19) y, además, cumple estos días (el 24-V) las 78 primaveras. Puede afirmarse que su existencia ha sido… intensa, lo que equivale a decir que podría contar infinitos sucesos, anécdotas y curiosidades, aunque en los últimos años se ha vuelto un tanto huraño y sería difícil extraerle gran cosa, ni siquiera una sonrisa

El judío errante lo es más que nunca, ya que hace años se embarcó en una gira sin fin, continua, siempre con fechas por delante, la cual lo tiene actualmente en España. Se antoja oportuno recordar algunos momentos memorables o curiosos de su excitante biografía. Curioso es el hecho de que Bob Dylan nunca haya tenido un número uno, pero sí que puede presumir de un currículo en el que aparecen desde Pulitzer hasta Nobel.

A Dylan siempre le tiró eso de la música y, por eso, de chaval tomó parte en algún que otro concurso. Así, fue expulsado del programa-concurso musical en la escuela secundaria, ya que, al parecer, su actuación resultaba demasiado impactante para los profes y la mentalidad de los años cincuenta. Cuentan que mientras él tocaba con su grupo, Golden Chords, una versión del tema de Danny & the Juniors ‘Rock and roll is here to stay’, el director no pudo soportarlo y le cortó el micro, pero el chico Dylan no se rindió y siguió cantando a voz en grito, así que el ‘principal’ les bajó el telón. La causa no fue el ruido, sino la actitud del cantante, quien “estaba como loco”, declaró el dire.

Por aquellas épocas su padre, Abraham Zimmerman, jugaba al béisbol de modo semiprofesional y, al parecer, era verdaderamente bueno. Sin embargo, contrajo la poliomielitis (bastante corriente entonces) y se frustró su prometedora carrera deportiva. El joven Zimmerman nunca fue un gran aficionado al deporte aunque sí que escribió al respecto, pero siempre fijándose más en la deportista que en el mero hecho deportivo.

En sus inicios, cuando eso de dedicarse a la música no pasaba de un deseo, estaba convencido de que Robert Zimmerman no era un nombre con tirón y nunca funcionaría, así que tenía que buscar un nombre artístico. Al terminar la secundaria (a finales de los 50) se unió a un grupo casi improvisado llamado The Shadows (nada que ver con los ingleses) que iba a sustituir al malogrado Buddy Holly tras el accidente de ‘El día que murió la música’; el cantante era Bobby Vee, y para poder enrolarse en su banda Dylan se inventó que ya había hecho giras con otros grupos, y también que se llamaba Elston Gunn… Menos mal que encontró otro nombre artístico.

Bob Dylan firmó su primer contrato discográfico (con Columbia Records) en 1961, con sólo 20 años y legalmente menor de edad. La ley de Nueva York exigía que, en este caso, los padres tenían que firmar también, pero él tenía poco contacto con ellos y, en todo caso, la firma se retrasaría, así que mintió y dijo que era huérfano. Ante la situación, el productor, John Hammond, hizo la vista y permitió que el chaval firmara. Además, al presentar su biografía ‘confirmó’ que era huérfano y que venía de Nuevo México (es de Minnesota).

El caso es que cuando la ha necesitado no ha dudado en recurrir a la trola (como casi todo el mundo). Cuentan que en sus primeros repertorios incluía su adaptación del tradicional ‘La casa del sol naciente’, pieza que entonces interpretaban muchos otros, entre ellos el cantante folk Dave Von Ronk. Según éste, Dylan escuchó su arreglo y le gustó tanto que le pidió permiso para la versión de dicho tema que iba a grabar en su primer Lp (‘Bob Dylan’, 1962); Ronk respondió que mejor no lo hiciera, ya que él mismo iba a incluirlo en su próximo álbum. Lo que no le dijo Dylan es que ya lo había grabado con ese  arreglo que tanto le gustaba. Cuando salió el disco de Dylan, Von Ronk decidió no incluir el tema en el suyo para que no pareciera que le estaba copiando (hoy, Ronk está acreditado como arreglista de esa grabación).   

También hay en su trayectoria grandes patinazos. Como cuando rehusó a última hora a actuar en Woodstock. Según sus biógrafos, la organización deseaba tener a Dylan en el cartel e hicieron todo lo posible por convencerlo; cuando parecía que estaba la cosa hecha, mientras ultimaban los detalles del contrato y retenían el cartel en la imprenta, Dylan avisó que nada de nada, que no quería tocar allí. Como vivía bastante cerca, debió ver llegar aquellas turbas de hippies, tal vez se asustó y decidió no firmar. Como motivo del cambio de opinión alegó que su hijo estaba enfermo. Otra gran metedura de pata: En cierto momento, Andy Warhol le regaló un cuadro (ese en el que aparece Elvis vestido de vaquero en imágenes superpuestas), pero un inconsciente Dylan ¡lo cambió por un sofá! Por muy cómodo que fuera, aquel cuadro valdría bastante, bastantes millones más… “Siempre quise decirle a Andy que había cometido una gran estupidez”, confesó años después. ¡Y tanto!

Según la leyenda, fue Dylan quien encendió el primer porro que fumaron los Beatles. Éstos ya lo habían tenido al alcance pero, aunque tal vez dieran alguna caladita, no les había gustado. Pero un día de agosto de 1964, en un hotel de Nueva York, se encontraron con el emergente cantautor. Éste estaba convencido de que fumaban maría habitualmente, ya que había entendido mal una frase del tema ‘I want to hold your hand’, de manera que cuando John y Paul dicen ‘I can´t hide’ (no puedo esconderme), Dylan entendía ‘I get high’ (me coloco); se acercó y, con naturalidad, le pasó el canuto a Ringo, quien hizo los honores y le dio salida al mai. Y parece que esta vez sí que les gustó.

Hace unos diez años, una policía de Nueva Jersey recibió el aviso de que un “tipo sospechoso” estaba merodeando por allí, se había encaramado por la valla de una casa en venta y ahora vagaba por la calle en medio de una lluvia torrencial; lo describieron como un “anciano con pinta muy rara, con pantalón de chándal negro metido dentro de las botas y con dos impermeables con capucha puestos”. La oficial llegó, se acercó al anciano y le preguntó qué estaba haciendo, a lo que él contestó que había estado viendo la casa en venta, ella le preguntó su nombre y el tipo sospechoso respondió “Bob Dylan”; la poli debió pensar “sí, y yo, Tina Turner”. Lo llevó al hotel donde dijo estar hospedado y allí la agente se llevó la sorpresa de su vida al comprobar que el anciano que caminaba bajo la lluvia era quien decía ser.

Una de las grandes referencias de Dylan procede nada menos que de Charles Chaplin. Familiares suyos tenían una sala de cine, por lo que el chico veía cantidad de pelis, especialmente las de Chaplin. No es casualidad que titulara ‘Modern times’ (como la película de 1936) uno de sus discos. En una biografía reconoce que la influencia del ‘pequeño vagabundo’ se nota incluso “en mi forma de cantar, me llegó muy adentro y creo que siempre lo tengo presente”.

De todos modos, lo que parece que no caló en Dylan fue el carácter de Charlot. Tal vez por eso no falta quien lo tiene por impostor, como la cantante canadiense Joni Mitchell, quien declaró con contundencia: “Bob no es auténtico en absoluto. Es un plagiario, y su nombre y su voz también son falsos. Todo acerca de Bob es un engaño”. Y eso que en otro tiempo hicieron giras juntos.

CARLOS DEL RIEGO