Mostrando entradas con la etiqueta HISTORIA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta HISTORIA. Mostrar todas las entradas

martes, 26 de agosto de 2025

EL INCREÍBLE RÉCORD MUNDIAL QUE OSTENTA PERÚ: CUATRO EXPRESIDENTES ENCARCELADOS A LA VEZ

 


Los ex presidentes de Perú Vizcarra,Toledo, Humala y Castillo ya están tras las rejas, y pronto tendrán otro colega en las mismas


No es extraño que presidentes y ex-presidentes de Hispanoamérica pasen una temporadita en la cárcel, puesto que suelen caer en tentaciones como la corrupción, la evasión de divisas, el nepotismo, lavado de dinero, soborno, narcotráfico, secuestro y/o eliminación de opositores, amaño de elecciones…,

 

La lista de ‘deslices’ en los que cayeron los altos dignatarios peruanos puede ser muy larga (de hecho, con los presidentes y ex de no pocos países de Sudamérica podría llenarse un penal). Pero que cuatro máximos mandatarios del mismo país estén entre rejas a la vez parece de auténtico récord mundial. Y aun puede haber más…

 

Se trata de los ex-presidentes Ollanta Humala, Alejandro Toledo, Pedro Castillo y Martín Vizcarra; los tres primeros ya cumplen condena, mientras que el cuarto (de momento en arresto domiciliario) está a punto de ingresar, pues sólo falta determinar el centro donde pasará una temporada, aunque parece que será la cárcel de Barbadillo. La causa principal es la corrupción…, al menos eso es lo que los jueces han podido probar de momento.

 

Y el récord podría aumentar, puesto que el ex-presi Pedro Pablo Kuczynski continúa siendo investigado, tiene prohibido salir del país y, de hecho, ya lleva tres años en arresto domiciliario.

 

Y no se puede olvidar que el fallecido Alberto Fujimori (que ostentó la presidencia de Perú de 1990 a 2000) también conoció los ‘placeres’ de la trena; y su hija Keiko, que no consiguió ser elegida, estuvo en prisión preventiva por financiación irregular (fraudulenta, vamos) de su partido y sus campañas políticas. También es preciso recordar que Alan García (presidente dos veces en dos períodos distintos) no llegó a ingresar en la cárcel porque se suicidó hace unos seis años cuando iba a ser detenido por soborno.   

 

Además, jefes del estado de otros países como Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Guatemala, Honduras, Panamá o El Salvador también conocen o conocieron la experiencia de tener el váter al lado de la cama. No es que sea algo exclusivo de Iberoamérica, sino que este fenómeno es muy abundante en África y Asia, aunque también se ha producido en EE UU (Trump) y Europa: Rumanía, Hungría, Yugoslavia, Serbia, Ucrania, Francia (hasta tres presidentes galos vivieron entre rejas), Portugal, Macedonia… Y lo mismo en Oceanía. La corrupción y los crímenes de lesa Humanidad suelen ser las violaciones de la legalidad en las que suelen incurrir los políticos de todo el mundo. De todo el mundo, lo que viene a significar que los políticos en general (puesto que si otros jefes de ejecutivo no han entrado en el maco no ha sido por falta de merecimientos) tienden siempre a creerse superiores y legitimados para hacer lo que sea. Sí, la política corrompe invariablemente, sobre todo si el que tiene el poder se aferra al mismo a costa de cualquier iniquidad; es esta una ‘enfermedad’ que ataca de modo infalible a esta especie de caraduras que no tienen en mente otra cosa que vivir a costa de los demás, sin dar palo al agua pie a tierra, toda su vida. Lo malo es que (salvo escasísimas excepciones) quien lo prueba pasará por encima de cualquier tipo de concepto de moralidad, decencia, ética, integridad…, para no bajarse del sillón. Es una epidemia que infecta a casi todos los que llegan a los máximos de poder. Por eso hay que limitar la permanencia en política.

 

Volviendo a Perú y Sudamérica en general, puede recordarse que han pasado unos doscientos años desde que aquellos países ‘se libraron’ de los virreinatos y el poder de la metrópoli. Pero desde entonces su historia ha sido un calvario de corrupción, guerras, golpes de estado, terrorismo de estado y dictaduras de todo tipo. Hasta llegar a la actualidad, en que hay más presidentes y ex-presidentes en el talego, a punto de entrar o acusados de gravísimos delitos que los que se han retirado libres de cargos o con sospechas fundadas.

 

CARLOS DEL RIEGO

sábado, 9 de agosto de 2025

WASHINGTON, JEFFERSON, FRANKLIN…, LOS GENOCIDAS PADRES FUNDADORES DE EE UU

 

 Una de las estrategias del gobierno de EEUU para eliminar a los indios fue el exterminio de unos 50 millones de bisontes. En la foto de 1890, cientos de miles de toneladas de huesos de bisonte

Uno de los primeros predicadores estadounidenses (nacido allí en 1663) fue Cotton Mather, quien dejó escrito el pensar de los puritanos protestantes que, animados por la certeza de su superioridad moral, construyeron el nuevo país. Mather, esclavista convencido y seguro de la culpabilidad de los acusados en el caso de ‘Las brujas de Salem’, escribió: “No sabemos cuándo ni cómo estos indios empezaron a poblar el gran continente, pero podemos conjeturar que probablemente el Demonio atrajo aquí a estos miserables salvajes con la esperanza de que el Evangelio de Nuestro Señor no vendría nunca a destruir o perturbar su imperio”. Queda claro así que, desde el primer inglés que puso sus pies en América, la intención era acabar con aquellos salvajes.

 

En realidad, desde su llegada, el puritano protestante británico estaba convencido de que ‘el único indio bueno es el indio muerto’. El propio Karl Marx  también escribió sobre el asunto: “En su ‘assembly’ determinaron un premio de 40 libras por cuero cabelludo de piel roja; en 1720 el premio se elevó a 100 libras (…) y en 1744 se fijó una suma de 100 libras de nuevo curso por varón de más de 12 años y por indio prisionero 105 libras; por mujeres y niños presos, 55 libras, y por cueros cabelludos de niños o mujeres, 50 libras” (‘El capital’, libro 1, pág. 942).

 

Evidentemente nunca hubo mezcla racial en lo que luego sería EE UU, puesto que los puritanos protestantes veían en el indio un hombre de condición inferior. Por ello no puede extrañar que George Washington calificara a los indios como “bestias salvajes del bosque”, mientras Thomas Jefferson (tercer presidente) afirmó: “debemos perseguirlos y exterminarlos, o desplazarlos hasta que estén fuera de nuestro alcance”. En 1830, Andrew Jackson (séptimo presidente) aprobó la ‘Ley de traslado forzoso de indios’, que provocó la guerra de algunas naciones indias; en este contexto, el general Zachary Taylor (luego sería el duodécimo presidente de EE UU) derrotó a los indios en la batalla (más preciso es el término masacre) de ‘Bad Axe’ (1832) en la que fueron asesinados y despedazados más de 400 mujeres, niños y ancianos (es decir, no combatientes), mientras el ejército de Taylor sólo sufrió cinco bajas. En esta matanza tomó parte Abraham Lincoln, que tenía entonces 23 años.

 

En 1835 Jackson ordenó a varias naciones indias (las llamadas ‘civilizadas’, ya convertidas al cristianismo: chickasaw, choctaw, creek, semínolas y cheroquis) que se fueran más allá de la ribera oeste del río Misisipi mediante la ‘Ley de traslado forzoso’; los indios escribieron al Congreso pidiendo que se reconsiderara esta orden basándose en los sentimientos cristianos y civilizados de los nuevos americanos. El Congreso rechazó la petición por unanimidad. Sólo de la nación cheroqui fueron 17.000 los obligados a dejar sus tierras y marchar a pie en lo que ha pasado a la Historia como ‘El sendero de las lágrimas’, 1.600 kilómetros en los que murieron alrededor de un tercio de los caminantes. En 1864, el gobierno de EE UU, presidido por Abraham Lincoln, usó esta ley para que el Congreso aprobara el traslado forzoso del pueblo navajo hasta unos yermos de Nuevo Méjico. El ejército se encargó de que se cumpliera la ley y ni siquiera permitió que los indios se avituallaran, por lo que fueron nuevamente miles de navajos los muertos en el camino.

 

Para conseguir la solución final del exterminio y/o confinamiento de los indios en los campos de concentración llamados reservas, los puritanos estadounidenses recurrieron a todo tipo de recursos y herramientas. Una de ellas fue el alcohol, pues pronto comprobaron que “el aguardiente causa más bajas entre los indios salvajes que la viruela” (dijo William Penn, fundador de Pennsilvania), pues además los incapacita y hace “desaparecer su instinto de resistencia”. De esta táctica fue muy partidario el científico y padre fundador Benjamin Fanklin (1706-1790), quien escribió convencido: “Forma parte de la Providencia destruir a estos salvajes con el fin de dar espacio a los cultivadores de la tierra. Me parece que el ron es el instrumento adecuado. Éste ya ha exterminado a todas las tribus que habitaban con anterioridad la costa”. Esta receta se aplicó cuando España transfirió Luisiana al nuevo estado en 1803; hasta ese momento las leyes protegían al indio del alcohol, pero con los nuevos dueños la cosa cambió, de modo que con estos llegaron miles de barriles de whisky (seguro que malísimo) destinados a los indios.

 

Otra de las estrategias para acabar con los indios fue el exterminio subvencionado y sistemático de los bisontes, una de las principales fuentes de alimentación y subsistencia de los nativos. Así, con la participación de los granjeros, mercenarios, ejército y profesionales de esta actividad “fueron exterminados más de 50 millones de bisontes a finales del siglo XIX” (afirma Bruce Johansen, historiador estadounidense que ha escrito numerosas obras sobre el tema indio, en su obra “El genocidio de los nativos norteamericanos”).

 

En resumen, tras considerar a los indios como infrahumanos (término que equivale al ‘untermensch’ nazi) y utilizando todos los métodos y estrategias a su alcance, los estadounidenses consiguieron reducir la población de indígenas de aproximadamente 1,2 millones a unos 225.000 en cuarenta años, desde 1850 a 1890; y los que quedaron fueron confinados en los campos de concentración llamados reservas. Pero la discriminación continuó, pues no fueron reconocidos ciudadanos (de segunda) hasta 1924, el voto se les concedió en 1948 y lograron la libertad de culto en 1993.

 

Para esconder todo esto se buscaron un malo, un cabeza de turco: España y los conquistadores españoles; y no importa que los hechos históricos, los documentos, la arqueología y las cifras contradigan esta opinión.

 

Para otra ocasión queda el asunto de la esclavitud y la discriminación racial contra los negros, algo tan propio de EE UU que aún hoy sigue presente.     

 

CARLOS DEL RIEGO

(Con información de las obras de Marcelo Gullo)

sábado, 26 de julio de 2025

EL ENCUBIERTO Y DESCONOCIDO GENOCIDIO PERPETRADO POR HOLANDA EN INDONESIA

 


Dibujo de la época colonial holandesa en Indonesia que muestra el trato esclavo que dieron a los nativos

 

Desde la objetividad, la veracidad y el rigor histórico, no son pocos los autores que afirman rotundamente que Holanda se hizo rica gracias a la explotación colonial más despiadada y sangrienta que se conoce. La escondida historia de la fortuna de este país comienza cuando en el siglo XVI surge en Europa la fiebre por las especias, preciadas para varios fines, carísimas y, por tanto, codiciadísimas

 

Holanda no quiso perder el tren del tráfico de especias y por ello no reparó en nada para conseguir meterse en ese lucrativo negocio. Envió espías a España y Portugal para que se enteraran de dónde estaban las islas que producían tales bienes, copiaron mapas e informaciones y, a finales de siglo, enviaron sus primeros barcos a las islas de las especias, Java, Sumatra, Bali, Molucas, Célebes… Para ello crearon una sociedad comercial (Compañía Holandesa de las Islas Orientales) cuyos buques tenían no sólo apoyo del gobierno, sino que se les permitía el contrabando, la piratería, la guerra contra los barcos de naciones rivales, la ocupación de territorios, el comercio de esclavos, la violación de cualquier mujer ‘salvaje’ y, por supuesto, la eliminación sistemática de la población autóctona; esto último avalado por la esencia del protestantismo, que viene a decir que los protestantes están protegidos por Dios y legitimados para cualquier acción por sangrienta y repulsiva que fuera. Lo más sorprendentes es que, a día de hoy, los principales y más sanguinarios saqueadores, criminales y violadores holandeses cuentan con gran prestigio en su país, donde abundan las estatuas y monumentos que los recuerdan.

 

Con estos métodos, que incluían, sobornos y traiciones sin límite, no les fue difícil a los holandeses hacerse con el control de Malasia, Java y Molucas a partir de 1620. Luego de Taiwán, Ceilán y el noroeste de Brasil; intentaron lo mismo en Chile, pero fueron rechazados. Hay que señalar que no permitían que ningún indígena aprendiera el holandés “que era sólo para los amos holandeses y, como mucho, para los capataces, no para los infieles salvajes”. En 1641 sobornaron al gobernador portugués de Malaca (Malasia) para que les permitiera entrar en la ciudad; una vez dentro lo primero fue asesinar a dicho gobernador… La Compañía Holandesa de las Indias Orientales era un “auténtico sindicato pirata apoyado incondicionalmente por su gobierno”.

 

Los holandeses estuvieron en aquella zona desde el siglo XVI hasta el XX, y tras esos cientos de años, cuando se fueron, “no dejaron nada, ni un hospital, ni una universidad, ni una iglesia, ni un mestizo, ni siquiera su idioma”. Según el mismísimo Karl Marx: “Capturaron a toda la juventud de Célebes, la sepultaron en sus mazmorras hasta que, llegado el momento, la metieron en los barcos de esclavos (…). Las prisiones de la isla eran horribles y estaban repletas de desdichados encadenados, víctimas de la tiranía, la codicia y la violencia de los holandeses. Donde ponían el pie los holandeses la devastación y el despoblamiento señalaban su paso. En la provincia de Java llamada Banyunwangi había en 1750 más de 80.000 habitantes, en 1811 no pasaban de 8.000” (‘El Capital’, tomo 1, página 732).

Uno de los ‘grandes comerciantes’ de la mencionada compañía fue el llamado Jan Pieterszoon Coen, que en 1609 obligó a los habitantes de las islas de la Banda (en Indonesia) a firmar un tratado conocido como el ‘Pacto eterno’, por el que los nativos se comprometían a cultivar sólo lo que los holandeses les exigieran hasta el fin de los días; no es necesario explicar que los nativos no tenían ni idea de lo que estaban pactando. La idea del tal Pieterszoon era que no había por qué pactar nada con los ‘salvajes’, sino obligarlos a obedecer y, si no eran necesarios, “simplmente exterminarlos”. Nombrado gobernador general de Java Occidental, en 1619 asaltó, saqueó e incendió Yakarta, donde se aseguró de que casi toda la población pereciera en el incendio.

 

Las islas de la Banda (unos dos mil kilómetros al este de Java) fueron durante siglos las únicas productoras de ciertas y preciadas especias. Hasta comienzos del siglo XVII la población nativa estaba gobernada por los llamados ‘oran kaya’ (hombres ricos), quienes se negaron a firmar lo que Pieterszoon exigía, de modo que éste contrató mercenarios (sobre todo japoneses) para que los exterminaran sin miramientos, y colocaran sus cabezas en altos postes para que a nadie se le olvidara quién mandaba y lo que esperaba a quien no obedeciera. Entonces, no contentos con ello, los holandeses decidieron eliminar a todo nativo, de modo que ellos y los mercenarios exterminaron a no menos de 15.000 hombres, mujeres y niños, es decir, casi toda la población a excepción de unos cuantos jóvenes destinados a la esclavitud. Lo bueno del asunto es que el propio Pieterszoom reunió todos estos hechos en un informe en el que especificaba al detalle los números de asesinados y esclavizados. A su regreso a Holanda fue recibido como héroe, se imprimieron monedas y sellos con su rostro, la Compañía y el gobierno holandés lo distinguieron con un premio de varios miles de florines; y desde mediados del siglo XIX se erigieron estatuas en su honor en su país.

 

Todo esto es sólo un brevísimo resumen del genocidio, la codicia y brutalidad perpetrada por Holanda (la Compañía de las Indias Orientales apoyada incondicionalmente por el gobierno holandés) en aquel rincón del planeta. Sin embargo, la propaganda, la divulgación y el marketing de estos países que están más bajos que el mar, sigue sosteniendo que el malo es España (incluso en el himno holandés), y es así porque los verdaderos culpables de genocidio tienen que buscar siempre un cabeza de turco, un culpable sobre el que cargar toda las maldades y perversiones y, así, quedar ellos como tolerantes y bondadosos civilizadores. Al marchar España de América dejó no sólo el idioma, sino más de mil hospitales y casi otros tantos colegios de primera y segunda enseñanza y lo que hoy se llamaría formación profesional, así como universidades, iglesias y catedrales, un idioma universal y muchos millones de mestizos (“esta es la gran obra de arte de España en América”, dijo el mejicano Juan Miralles). ¿Qué queda hoy en Indonesia de la presencia holandesa? Absolutamente nada, ni un mestizo, ni un edificio, ni siquiera el idioma.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

(Con información de las obras de Marcelo Gullo)

domingo, 6 de julio de 2025

EN LA II GUERRA MUNDIAL SE PRODUJERON HECHOS QUE, VISTOS HOY, PARECEN CHISTES

 


Una de las fotos que hizo el 'turista' Takeo Yushikawa del puerto desde un avión turístico estadounidense alquilado días antes del ataque japonés a Pearl Harbour

 

Hace unas semanas se cumplieron ochenta años del final de la II Guerra Mundial. Seguramente sea el conflicto más estudiado, documentado, analizado y desmenuzado de la Historia, tanto que también se han constatado hechos que, dentro de aquella inmensa tragedia, tienen un cierto sabor humorístico, parecen bromas, chistes

 

Ocho décadas han pasado ya desde que terminó aquella masacre iniciada por un pervertido descerebrado. Fueron seis años de guerra global en la que se produjeron todo tipo de episodios, incluyendo algunos que, si no fuera porque se produjeron en un entorno sangriento, parecerían chascarrillos, chanzas, cuchufletas.

 

Un suceso poco conocido se produjo al poco de que el ejército nazi entrara en Francia (VI-1940). En aquel momento se produjo un éxodo de franceses hacia las zonas no ocupadas. Al llegar los alemanes a Orleáns se encontraron con una ciudad semidespoblada, casi fantasma: no había alcalde ni concejales, ni policía ni funcionarios ni autoridad alguna, tampoco había agua, electricidad ni, en fin, ningún servicio básico. Lo que sí había era edificios ardiendo sin que nadie les hiciera el menor caso. En toda la ciudad sólo una farmacia abría sus puertas, con lo que las colas eran kilométricas. El farmacéutico atendía él sólo al público durante horas y horas, siempre sonriente. Cada cliente, al salir, comentaba lo bondadoso pero extraño que era ese boticario, pues vendía todos los productos a diez céntimos, desde el tubo de aspirina hasta el más caro tratamiento, todo a diez céntimos. Unas cuantas horas después se descubrió el misterio: el solícito farmacéutico era uno de los internos de un manicomio cercano que habían salido del siquiátrico cuando éste se quedó sin nadie que lo atendiera. No es que trataran de escapar, sino que simplemente salieron, y mientras algunos deambulaban por las calles gritando y gesticulando, otros vivían sus fantasías y locuras con total libertad, entre ellos el que se sintió farmacéutico. Incluso los alemanes colaboraron en la captura de aquellos desdichados.

 

Conocidas son las historias de los soldados japoneses que, destinados en islas del Pacífico, se quedaron en sus puestos ignorando que la guerra había terminado. Algunos habían conseguido ocultarse a los ejércitos estadounidenses cuando atacaron su isla, de modo que cuando les llegaban noticias de que Japón se había rendido, simplemente no lo creían, y así permanecieron escondidos durante décadas. En otras ocasiones los soldados nipones no se enteraron del fin de la guerra, puesto que el alto mando de EE UU comprobó que ir reconquistando isla por isla costaba miles y miles de vidas, por lo que decidió recuperar sólo las que tuvieran aeropuerto, estación de radar u otras instalaciones de interés militar, con lo que muchas islas del Pacífico nunca fueron atacadas y su guarnición japonesa se quedó allí cumpliendo las órdenes. De este modo, unos cuantos soldados y oficiales japoneses permanecieron en guerra con Usa muchos años después de terminada, alguno hasta 1975. El soldado Yoichi Yokoi fue el último superviviente de un pequeño grupo que se refugió en las selvas de la isla de Guam; durante muchos años sobrevivió comiendo cangrejos y peces, caracoles, roedores y la fruta que encontraba. Cuando finalmente fue convencido (no sin esfuerzo) del fin de la guerra y se entregó, en 1972, vestía ropa hecha de corteza de árbol. Igualmente, el teniente Onoda sólo se creyó la derrota de Japón cuando, en 1974, fue a buscarlo el que había sido su superior. Muchos otros morirían en la isla que se les había encomendado sin saber que todo había terminado y sin ser encontrados nunca. El fanatismo llevado al extremo se vuelve hilarante.

 

Otra más de la guerra en el Pacífico. En el famoso ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, los pilotos japoneses se guiaron por unas fotografías aéreas que mostraban perfectamente el puerto y el resto de las instalaciones y, más importante, por unas instantáneas conseguidas por un ‘turista’ japonés que, sin ocultarse, con la cámara colgada del cuello, iba haciendo fotos de los puntos militarmente más sensibles de la isla de Oahu (donde estaba Pearl Harbor) sin que nadie le pidiera explicaciones y, en fin, sin levantar sospechas. El alto mando japonés ya tenía mapas de la isla y fotos aéreas, pero no actuales y no de esos puntos. El espía, llamado Yoshikawa, envió fotografías que fueron valiosísimas. Tranquilamente, desde bares y restaurantes situados en posiciones elevadas, fotografió movimientos y tipos de barcos, horarios, instalaciones militares, depósitos de combustible, pistas de aterrizaje y días en que más aviones había en tierra, despegues, patrullas, defensas antiaéreas… Incluso alquiló un avión para conseguir aquellas fotos aéreas. Y todo a la luz del día, sin que nadie nunca sospechara nada ni se extrañara de tanta foto; de hecho, fotografió y envió esos ‘reportajes’  hasta un par de semanas antes del ataque japonés, es decir, la información estaba perfectamente actualizada. Y todo en las mismísimas narices del enemigo.

 

Es curioso pero incluso en las situaciones más terribles se pueden encontrar hechos, situaciones y sucesos chuscos, de esos que mueven a la sonrisa.

 

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 20 de junio de 2025

LAS CIFRAS DEMUESTRAN QUE LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA FUE LA MÁS GARANTISTA Y BENÉVOLA DE TODA EUROPA

 


Ninguno de los instrumentos de tortura que se exponen en los museos es auténtico ni hubo nunca nada parecido. Todos se construyeron en el siglo XIX y fueron pensados para atraer visitantes

 

A pesar de que periódicamente aparecen estudios que desmontan las mentiras acerca de la Inquisición Española, aun hay novelas, películas, series televisivas en las que se sigue dando validez histórica a los tópicos extendidos por los tradicionales enemigos-envidiosos de España. Sin embargo, la realidad desmiente totalmente esa leyenda que señala al Tribunal del Santo Oficio como autor de las más terribles torturas y ejecuciones. Los números son claros

 

La Inquisición fue un invento francés. Y a diferencia de la del resto de Europa, la española fue un tribunal garantista, un tribunal que podía tardar años en completar el proceso legal, puesto que exigía pruebas sólidas, testigos, documentos, contaba con abogados, métodos legales de apelación…, y como se anotaba todo y de todo quedaba constancia documental y, además, había que enviar informes completos a la ‘sede central’, hoy se saben los nombres de los reos, sus acusaciones, las pruebas, sus culpas, su lugar de origen, las sentencias… Prueba irrefutable de que la Inquisición daba todas las garantías legales a los acusados es que los presos comunes (ladrones, asesinos, secuestradores…) pedían y exigían ser juzgados por el Santo Oficio.

 

Los autores y especialistas que, sin prejuicios ni ideologías, se han dedicado a estudiar este asunto concluyen que la Inquisición Española llevó a cabo 49.092 procesos judiciales entre los años 1550 y 1700, de los que salieron un total de 1.695 sentencias de muerte; sin embargo, fueron ejecutadas 863 personas, mientras que el resto de los sentenciados eran ajusticiados ‘en efigie’ (es decir, se ejecutaba un muñeco). Y si se conocen las cifras con tal exactitud es precisamente por los métodos cien por cien garantistas que se seguían.   

 

Por comparar cifras. En el año 1572, siguiendo las órdenes de la corona francesa con el apoyo de la iglesia católica francesa, fueron ejecutados en París entre 2.000 y 3.000 mil protestantes en apenas unas cuantas horas en un episodio conocido como la Noche de San Bartolomé. El frenesí anti-protestante se extendió por el resto de Francia, por lo que se calculan entre 10.000 y 30.000 los ‘herejes’ que fueron asesinados en el país vecino, que siempre pasó por tolerante y miró con desprecio al sur…

 

Es necesario insistir en que las cifras son concretas y exactas en el caso español, mientras que en el francés son aproximadas y estimativas. Ello es así porque los procesos inquisitoriales españoles eran anotados y registrados en todos sus términos, y comunicados a las autoridades superiores, pero las cifras de las ejecuciones en Francia no se pueden determinar con exactitud porque no había procesos, ni abogados, ni apelaciones. 

 

El Tribunal del Santo Oficio español perseguía sobre todo a herejes, protestantes y falsos conversos, aunque también a sodomitas, piratas, asaltadores de caminos, corsarios berberiscos e incluso espías. En cuanto a brujas y brujos, España fue el país más lógico y escéptico ante acusaciones de este tipo. De hecho, el inquisidor Alonso de Salazar y Frías (1564-1636) dejó escrito: “No hubo brujas ni embrujados en ningún sitio hasta que se comenzó a tratar y a hablar sobre ellos”. La mayoría de los inquisidores españoles eran hombres de leyes y no solían caer en supercherías ni acusaciones infundadas, Y muchos de los inquisidores señalaron que los acusados de brujería eran dignos de lástima, no de castigo. Por otro lado, estos licenciados en leyes no solían dar crédito a las confesiones bajo tortura; además, en caso de recurrirse a ella, ésta no podía durar más de 15 minutos y debía estar presente un médico que velara por la vida del reo.

 

En el resto de Europa las cosas fueron muy distintas, pues todo el continente cayó en aquellos años en un frenesí de búsqueda de brujas y hechiceros. Incluso bastaba con una acusación anónima para que las gentes se echaran a la calle para buscar a los ‘amigos del maligno’ y acabar con todos…, sin procesos ni jueces ni leyes. Así, el cálculo de quemados y quemadas, decapitados, torturados hasta la muerte o asesinados por las turbas en Alemania bajo acusación de brujería se estiman entre las 20.000 y 30.000 personas. En Suiza mataron bajo esta acusación a no menos de 10.000 personas. En Francia fueron alrededor de 4.000, en los países escandinavos 2.000 y otros tantos en Inglaterra. Todos ellos señalados y quemados por hechicería. Los números no pueden ser exactos porque, a diferencia de España, no había procesos ni garantías, ni quedaban anotados los nombres y acusaciones, sino que se mataba al sospechoso sin más. La Inquisición Española ejecutó bajo acusación de brujería a un total de 49 personas. La última ‘bruja’ quemada en Europa fue en el año 1782 en Suiza.

 

En España, el Tribunal del Santo Oficio llevó a cabo procesos muy garantistas, que duraban el tiempo que fuera necesario y de los que quedaba documentación escrita con todos los detalles del proceso y del acusado, de los jueces, abogados, acusaciones, testigos, pruebas… Por eso se conocen los números con tanta precisión. Y evidentemente, no son los peores de Europa.

 

Pero los enemigos de España (extranjeros y españoles) siempre preferirán creer a su ideología y prejuicio antes que a la verdad demostrada. 

 

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 6 de junio de 2025

BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, EL EMBUSTERO MÁS ACEPTADO DE LA HISTORIA

 


 Bartolomé de las Casas mintió (como en casi todo) al ocultar los sacrificios humanos, la esclavitud o el canibalismo que había en América

Aunque no fuera esa su intención, Bartolomé de las Casas se convirtió en el más dañino, eficaz y duradero enemigo de España ‘gracias’ a su obra ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’ (1552). Todos los enemigos de la potencia entonces dominante utilizaron tal libelo para compensar su envidia, sobre todo ingleses, holandeses y franceses. Increíblemente hoy sigue teniéndose como referencia histórica (incluso para muchos españoles) a pesar de las evidencias que demuestran que ese libro es una sucesión de mentiras   

 

No hay actualmente ningún historiador, autor o especialista mínimamente riguroso que no señale como una variada exposición de mentiras, exageraciones y falsedades la ‘Brevísima’ de Bartolomé de las Casas (1474 u 84-1566). Fijándose en las más evidentes es incomprensible que aún haya criaturas que le den credibilidad y lo señalen como un historiador fiable; de hecho, todos los expertos en el asunto le niegan cualquier valor historiográfico.

 

Para empezar, el fraile luego obispo dejó escrito que los indios eran seres mansos que desconocían la violencia y se asombraban ante la de los conquistadores. Es absolutamente imposible que de las Casas no supiera que todos los pueblos de América estaban entonces en peramente guerra unos con otros; es imposible que no supiera de las redadas que daban los reinos dominantes contra los dominados en las que secuestraban hombres y mujeres; no es posible creerse que este señor, que estaba allí entonces, no supiera de los fines de esos secuestros (decenas de miles al año): esclavitud (sexual en el caso de las mujeres), sacrificios en los que se arrancaba el corazón a la víctima en vivo para ofrecerlo a los dioses, y finalmente la antropofagia, práctica muy habitual en Mesoamérica. No hay forma de que fray Bartolomé desconociera todo esto; es como si un historiador estadounidense de los años sesenta no supiera nada de la guerra de Vietnam… Es decir, ocultó deliberadamente una gran parte de la verdad, lo que convierte lo que cuenta en una gran mentira.

 

Embustes de tamaño cósmico son sus narraciones de las atrocidades y matanzas. Cuando un cronista narraba un hecho aportaba datos y detalles; por ejemplo ‘llegamos a una aldea que llamaban tal, era el día de tal (de San Lorenzo, de la Ascensión de Nuestra Señora, de Pascua, de Adviento…), íbamos al mando de tal (Cortés, Alvarado, Olid…), llovía mucho o hacía mucho calor, el cacique del pueblo se llamaba tal… Así lo hicieron todos los que vivieron y escribieron de primera mano sobre aquellos sucesos, desde Bernal Díaz del Castillo hasta fray Toribio de Benavente (Motolinía), pasando por Bernardino de Sahagún o el propio Hernán Cortés en sus ‘Cartas de relación’ dirigidas al emperador Carlos. Como es lógico, cuando alguien narra un hecho nunca deja de aportar ese tipo de datos y referencias. Sin embargo, a pesar de que de las Casas suele comenzar la ‘descripción’ de las matanzas con un rotundo “Yo vide”, es decir, “yo vi”, jamás señala dónde sucedió ni una sola de esas masacres, ni el pueblo ni la región ni sobre qué tribu o poblado se perpetró; igualmente ni una sola vez especifica cuándo, en qué fecha o temporada o estación del año vio aquello; nunca precisa quién fue el capitán que ordenó la escabechina ni proporciona ni un solo nombre de soldado, de fraile o de español que estuviera allí o tomara parte en el episodio que cuenta… Ni tampoco subraya quiénes eran los indios aliados que iban en la expedición, pues cualquier contingente de españoles viajaba siempre acompañado por cientos o miles de indios enemigos de los aztecas. Es, en fin, absolutamente incomprensible e increíble que se presente como testigo ocular y no sea capaz de especificar ni un solo detalle acerca de quién, cuándo o dónde. La conclusión es que no presenció nada, sino que se limitó a soltar mentira tras mentira, confiando en que nunca nadie lo descubriría.

 

Y como suelen hacer todos los mentirosos, a veces suelta mentiras innecesarias. Por ejemplo cuando afirmó que “en la isla la Española hay más de treinta mil ríos, doce de ellos tan caudalosos como el Duero, el Guadalquivir o el Ebro”. Esto es una trola monstruosa que no tiene ningún sentido, puesto que en esa isla (ocupada hoy por Haití y República Dominicana) no hay ni un centenar de ríos contando arroyos y cursos no permanentes. Y el más largo, el Artibonito, es un tercio del Duero y su caudal es alrededor de la séptima parte del río castellano. ¿Por qué se inventaría de las Casas una patraña semejante?..., sobre todo teniendo en cuenta que no apoyaba ninguna de sus afirmaciones y no tenía necesidad de explicar la hidrografía de la isla. Es la típica trola de un embustero terco y pertinaz que no puede dejar de mentir.

 

En cuanto a la cantidad de muertos, comienza señalando doce millones, luego lo eleva a quince millones y finalmente afirma que los españoles mataron con sus lanzas y espadas a unos veinticinco millones de indios (si el fraile trolero hubiera vivido más habría elevado la cifra a cientos de millones). Ni con ametralladoras ni con cámaras de gas, ni dedicando todo el día a matar podrían haber alcanzado tales cantidades. Además, el hecho de que en lo que fue la América Hispana la población de indios y mestizos esté hoy entre el 75% y el 90% desdice las afirmaciones de Fray Mentira. Y por último, si se dedicaron a matar, ¿por qué construir más de mil hospitales, otros tantos colegios, cincuenta universidades…?, todo abierto a indios, españoles y mestizos, como indican los estatutos de fundación de cada centro.   

 

Asimismo, Bartolomé de las Casas se comportó de un modo hipócrita y despectivo con los indios. Jamás se fue a convivir con ellos a sus poblados, nunca se interesó por aprender sobre las culturas, sus historias, sus costumbres, sus idiomas; al contrario, cuando viajaba (según otros cronistas contemporáneos que sí dan datos de cuándo, quién y dónde) llevaba no menos de una docena de indios porteadores para su gran equipaje (“viajaba como un marqués, como un gran señor”, dijo de él Motolinía) y luego ni siquiera les pagaba ni un céntimo. Además, de las Casas pidió por escrito al emperador que trajera negros de África para aliviar el trabajo de los indios…        

 

Todo esto es innegable, evidente, indiscutible. Y aun así existen muchas personas (incluyendo españoles) que lo citan como si fuera un historiador riguroso y fiable. En realidad de las Casas fue un gran embustero, falsario y manipulador, no un historiador. Fueran cual fueran sus intenciones, el fin no justifica los medios.  

 

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 22 de mayo de 2025

HASTA CINCO VECES PALESTINA RECHAZÓ LA PARTICIÓN DEL TERRITORIO PARA SER UN ESTADO

 


Con esas herramientas es imposible el acuerdo y la paz

 

Desde los años treinta del siglo pasado se han hecho hasta cinco propuestas reales y firmes para que palestinos y judíos se repartieran el territorio y, así, formar cada uno su propio estado. Mientras que los judíos estuvieron de acuerdo en casi todos los casos, los palestinos rechazaron obstinadamente toda posibilidad de tratado, pues consideraban que conceder cualquier derecho territorial a los judíos era impensable

 

Quienes más se interesan y más saben de este enrevesado asunto son capaces de retroceder en el tiempo hasta, más o menos, el siglo XIII o XIV antes de Cristo. Se sabe que los filisteos (de donde surgirá el término palestinos y Palestina, latinización de términos griegos, arameos…) llegaron desde el Egeo por esa época; se sabe que lucharon contra diversas tribus hebreas, que estaban ya allí o llegaron poco antes o poco después. Siempre vencían los filisteos, pues tenían armas de hierro, mucho más eficaces que las de bronce de los hebreos… En los siglos y milenios posteriores aquella tierra fue escenario de infinitos enfrentamientos.

 

Ya en el siglo XX, en 1917, se proclama la Declaración Balfour, que proponía la fundación de un estado judío en Palestina, que entonces formaba parte del Imperio Otomano. Posteriormente, ante la imposibilidad de que judíos y palestinos acercaran mínimamente sus exigencias, se produjeron varios intentos por parte de la comunidad internacional de redactar posibles acuerdos que siempre incluían la formación de un estado palestino. Desde los primeros momentos los judíos aceptaron dividir el territorio y crear dos estados, puesto que estaban convencidos de que lo primero es tener un estado y luego, con el tiempo, ya irá creciendo y tomando forma. Desgraciadamente los palestinos no aceptaban nada si se quedaban allí los judíos, les daban igual las propuestas.

 

En enero de 1937, Hajj Amin Husseini, el Mufti de Jerusalén, que se erigió en el plenipotenciario palestino, rechazó tajantemente la propuesta de la Comisión Peel británica liderada por Lord Peel, en la que ofrecía el establecimiento de dos estados en Palestina, uno para árabes y otro para judíos. Éstos aceptaron, pero no hay acuerdo si una parte no quiere.

 

En noviembre de 1947 la ONU propuso otro plan de partición (resolución 181), el mismo Mufti se negó a adoptar la propuesta de partición de la ONU que ofrecía establecer dos estados, uno judío, el otro árabe, con un área de control internacional en Jerusalén y Belén. Inglaterra, que tenía entonces el mandato sobre la zona, se retiraría el año siguiente y, un par de meses después, ambos estados serían reconocidos. El plan incluía el respeto por los dos cultos y por las minorías. Los judíos colaboraron en todo con la ONU, pero los árabes con el Mufti a la cabeza, se dedicaron a boicotear cualquier reunión y, por supuesto, no aceptaban nada que incluyera la presencia de judíos en la zona.

 

El sucesor del mencionado Mufti Husseini fue Yasser Arafat, representante de la Autoridad Palestina en la Cumbre de Paz de Camp David en julio del año 2000; Ehud Barak fue el diplomático judío y Bill Clinton el anfitrión. Hubo algún acuerdo, pero sólo de buenas intenciones: evitar la guerra, evitar acciones unilaterales…, pero en el fondo nada. Arafat proclamó que no se les daba lo suficiente, y los judíos que no podían ofrecer más. Clinton dijo que el fracaso de las conversaciones se debía a la obstinación de Arafat, que nunca hizo ninguna propuesta ni contraoferta ni nada que buscara acuerdo. En todo caso Yasser Arafat rechazó cualquier acuerdo que incluyera el Estado de Israel, e incluso se negó rotundamente a reconocer su existencia.

 

En noviembre de 2001 se celebró la Conferencia de Taba (Península del Sinaí, Egipto). Nuevamente el presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, rechazó la propuesta de paz que habría establecido un estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza con Jerusalén Este como capital; hay que dejar claro que en esta ocasión Israel exigió no devolver los asentamientos judíos en Jerusalén Este. Saeb Erekat, el negociador palestino, dijo que ambas partes estuvieron muy cerca de llegar al entendimiento, pero el fin de la presidencia de Clinton y la candidatura de Barak a la presidencia de Israel dejó todo en el aire; y todo se convirtió en papel mojado con la llegada de Ariel Sharon a la presidencia israelí.

 

Finalmente, en 2008, Mahmoud Abbas, entonces presidente de la Autoridad Palestina, rechazó otra propuesta de paz del primer ministro israelí, Ehud Olmert. Esta proposición volvía a ofrecer un estado palestino en Cisjordania (prácticamente toda) y la Franja de Gaza, con Jerusalén Este como capital. Otra vez estuvieron cerca de llegar a un acuerdo, pero los grupos terroristas palestinos lo boicotearon, lo rechazaron y amenazaron a sus propios representantes si se llegaba a firmar algo con los judíos. 

 

En todas esas ocasiones Palestina pudo aceptar las condiciones (por malas que les hubieran parecido) y conseguir un estado propio, con representación, voz y voto en la ONU y en todos los organismos internacionales. Y a partir de ser y presentarse como una nación, un país, un estado soberano, podrían continuar mucho más eficazmente con sus reivindicaciones, exigiendo derechos y demandando territorios mediante la diplomacia. Pero cualquier acuerdo exigía el reconocimiento de Israel, y antes que pasar por ahí los palestinos están dispuestos a no tener nunca una patria reconocida internacionalmente.

 

Desgraciadamente los que mandan actualmente en Palestina, la organización terrorista Hamás, prefieren cualquier cosa, cualquier situación, cualquier guerra antes que convivir con los judíos, los cuales suelen responder con dureza desproporcionada y ciega (y en su momento también recurrieron al terrorismo con grupos como Irgun o Stern). Y con estas condiciones es imposible cualquier acuerdo que conduzca a la paz.       

 

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 8 de mayo de 2025

80 AÑOS DEL (INDISCUTIBLE) SUICIDIO DE HITLER

 


El sofá sobre el que Hitler y Eva Braun se suicidaron_ en el brazo y el asiento se ven las manchas de sangre

 

Se cumplen estos días ochenta años de la muerte de Adolf Hitler y el fin del nazismo. Volverá a hablarse y discutirse sobre si el Führer se suicidó o si consiguió huir; supuestos ‘informes’ diversos y las típicas teorías de la conspiración animan a mucha gente a seguir manteniendo la idea de que escapó a Sudamérica, donde murió de viejo… La verdad, según testigos, pruebas y especialistas, es que se quitó la vida el 30 de abril de 1945

 

Una de esas teorías sostiene que llegó a Colombia “en buenas condiciones físicas y mentales” y que allí vivió sin ser reconocido hasta su muerte en 1971 (había nacido en 1889). El hecho de que fuera quemado su cadáver y de que fueran los soviéticos (expertos manipuladores de la realidad) quienes llegaran antes al lugar da pie a que muchos se inclinen a pensar en la conspiración. Contra la tesis de que el dictador nazi consiguió escapar se oponen las investigaciones y conclusiones de los máximos especialistas, que no dudan de que se suicidó tras ordenar que quemaran sus restos, pues temía que, como le ocurrió a su colega italiano, su cuerpo fuera objeto de escarnio público y colgado boca abajo en la calle. Conviene, por tanto, recordar algunos hechos irrefutables.

 

Desde 1936 el médico personal del tirano era el dudoso Theo Morell, un tiparraco seboso, muy sucio y maloliente, oportunista y aprovechado. El caso es que este elemento anotaba en su diario todas las dolencias de su paciente así como la abundante medicación que le proporcionaba. Desde hacía años, el enfermo Hitler sufría problemas gástricos, tal vez producto de su tendencia al vegetarianismo; además, a partir de los tratamientos del orondo matasanos, sus dolencias se multiplicaron: dolores de cabeza y de oídos, problemas serios de visión, mareos, severos desarreglos y espasmos intestinales con terroríficas flatulencias (este particular le venía de antaño, y si dejó de comer carne es porque creyó que comiendo sólo vegetales el olor no sería tan nauseabundo), sudoración extrema, hipertensión y, en su último año, problemas cardiacos e infarto (septiembre del 44), tenía la piel color ceniza, le temblaba toda la mitad izquierda del cuerpo y estaba extraordinariamente débil.

 

Además del deterioro físico, desde finales de 1944 mostraba un desarreglo mental evidente: sufría unos temibles ataques de ira en los que gritaba y gesticulaba de modo demencial, acusaba a todo el mundo en medio de una excitación neurótica e incontrolada, movía sobre los mapas fichas que representaban ejércitos que ya no existían (cosa que sabían los que estaban a su alrededor) y, en sus últimas semanas, mostraba síntomas claros (temblores) de padecer neurosis espasmódica.

 

El inefable Theodor Morell, para tratar de ‘combatir’ este catálogo de patologías, se mostraba muy espléndido a la hora recetar y suministrar todo tipo de compuestos, medicamentos y drogas a su terrible paciente: metanfetaminas para ‘estar en forma’ (cuentan que, tras una toma masiva, mantuvo una reunión con Mussolini en la que no dejó de hablar durante tres horas) y somníferos para dormir, estricnina, abundante cocaína y opiáceos, codeína, diferentes barbitúricos…, además de los mejunjes que el poco recomendable médico le preparaba, los cuales contenían desde testosterona de toro hasta extractos de placenta, de músculo cardiaco o de próstata (para combatir la depresión, decía Morell), belladona (planta muy tóxica que se usó hasta el siglo XIX contra diversos dolores) e incluso le suministró la bacteria escherichia colli… En total, el genocida ingería unas 30 pastillas diarias y recibía cuatro o cinco inyecciones.

 

La decadencia física y mental del genocida nazi era cada vez más evidente para todos. Un oficial de su Estado Mayor describió el aspecto de Hitler en sus últimos días en el búnker del Reichstag con bastante precisión: “Caminaba de un lado a otro lenta y trabajosamente, inclinando el cuerpo hacia delante y arrastrando los pies; parecía tener problemas para mantener el equilibrio. De la comisura de sus labios casi siempre goteaba saliva”. El 1 de marzo (un mes antes de su fin)  se acercó a uno de los frentes, a las afueras de Berlín; un oficial que lo tuvo al lado comentó: “Se bajó con dificultad del vehículo, encorvado, apoyándose en un bastón. [...] Habló roto, con la mano que aún le obedecía sosteniendo la otra, que le temblaba notablemente”. Las últimas imágenes de Hitler, cuando saludaba a oficiales y niños vestidos con el uniforme de las SS, contienen una toma por detrás en la que se aprecia un llamativo temblor en su mano izquierda, que él mantiene a su espalda y sujetando algo; al parecer, los primeros síntomas de Parkinson se le detectaron antes incluso de iniciarse la guerra.

 

La salud del dictador nazi era catastrófica, de modo que, aunque no se hubiera pegado un tiro (tras tomarse una cápsula de cianuro), seguro que no hubiera durado mucho y, sin la menor duda, no habría vivido hasta 1971 (hubiera tenido 82 años). Además, una vez que asumió que la guerra estaba perdida, seguramente el mayor temor de Hitler sería caer prisionero, por lo que si optaba por huir correría el riesgo de que los rusos lo capturasen vivo, algo que sin duda le aterrorizaría porque, pensaba, lo exhibirían como trofeo, lo vejarían durante mucho tiempo, lo torturarían, lo juzgarían al estilo soviético y terminarían colgándolo cabeza abajo…, “a mí no me harán lo que le hicieron a Mussolini”, se sabe que dijo al conocer lo que había sucedido con éste y su amante un par de días antes. El mismo 30 de abril, unas horas antes de morir, dijo convencido: “Los rusos saben exactamente donde estoy (...) Es inimaginable que me capturen vivo”. Por otro lado, según su retorcida y perversa mentalidad, ¿qué objeto tenía para él seguir viviendo después de una derrota tan humillante y vergonzosa?, él, egocéntrico hasta el extremo, ¿podía vivir escondido, de un modo sencillo, sin dejarse notar, sin sus grandilocuentes declaraciones?, ¿por qué prescindir de su médico-camello, en quien confiaba ciegamente, si pensaba seguir vivo?, ¿y por qué matar a su querida perrita Blondi si no tenía intención de matarse? 

 

En resumen, por más que los afines a las conspiraciones mantengan lo contrario, no existe ninguna prueba o indicio de que sobreviviera a la derrota. Al contrario, además de la opinión de los especialistas (incluyendo la máxima autoridad en el tema, Anthony Beevor), toda evidencia conduce al suicidio.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 23 de abril de 2025

UN HIPÓCRITA ALÉRGICO AL TRABAJO LLAMADO KARL MARX

 



 Sus palabras, inflexibles y contundentes, fueron contrarias a su elástico comportamiento y su vida personal

Como ocurre casi siempre con personajes históricos que son admirados e incluso idolatrados, Karl Marx, el principal ideólogo del comunismo, esconde muchos, muchísimos ‘cadáveres’ en el armario en forma de contradicción, discriminación, hipocresía, tergiversación, plagio, y lo que hoy se definiría como cara dura. Se cumplen 140 años de la edición del segundo tomo (póstumo) de su obra ‘Das Kapital’, un texto farragoso, dificilísimo de leer, casi ininteligible

Karl Marx (1818-1883) es un personaje clave en la historia contemporánea que, como suele ser habitual, muestra una biografía con muchas sombras. No son pocos los autores, historiadores e investigadores que han puesto a la vista los abundantes trapos sucios del fundador del marxismo. Y no se trata de ideología (algunos de esos autores habían sido marxistas), sino de la verdad documentada, probada, indiscutible, una verdad que, por otro lado, será insuficiente para convencer a quien jamás aceptará la evidencia si ésta no coincide con su ideología.

 

El gran defensor de los trabajadores y martillo de la burguesía, el ‘inventor’ del comunismo, se casó con una rica aristócrata (Jenny von Westphalen) y vivió a costa de su herencia hasta que se acabó…, y ello a pesar de haber escrito y ‘filosofado’ sobre lo injusto de las herencias. Jamás quiso ni tuvo lo que se dice una ocupación, un trabajo con el que mantener a su familia, una obligación masculina que nadie (ni él mismo) cuestionaba en el siglo XIX. De este modo, cuando se acabó el patrimonio de su mujer, se las arregló para vivir a costa de su amigo y colaborador Friedrich Engels, auto-declarado comunista y, a la vez, millonario propietario de fábricas en Inglaterra; Engels escribía contra la propiedad y la riqueza pero era muy rico y posesor de grandes propiedades. Esta contradicción también se observa en Marx, pues escribió o coescribió cientos de páginas acerca del trabajo y el trabajador y, sin embargo, no sólo se negó a trabajar (en la factoría de su amigo, por ejemplo), sino que ni siquiera tuvo curiosidad por ir a ver por sí mismo qué era eso de una fábrica y cuáles eran las condiciones de los proletarios que trabajaban para Engels.

 

Sorprendente y contradictoria es su relación con su sirvienta Helene Demuth, de la que nació un hijo. El adalid del comunismo engañó a su mujer (doblemente) haciéndole creer que el recién nacido era de su incondicional Engels. Sin embargo, lo verdaderamente incoherente no es que se entendiera con la fámula, sino que caía en una postura que él siempre había tenido por ‘asquerosamente burguesa’: tener criados, personas a su servicio.

 

Leopold Schwarzschild (1891-1950) fue un escritor e historiador alemán que estudió la correspondencia que durante cincuenta años mantuvieron Marx y Engels. Así, en su obra ‘El prusiano rojo. La vida y la leyenda de Karl Marx’ deduce (con muchísimos argumentos y evidencias incontestables) que “fue un hombre que encontró en el proletariado un instrumento de su ambición personal”. Igualmente este autor expone que Marx siempre fue un vividor alérgico al trabajo (sus escritos le proporcionaron poco rédito), así que cuando la familia de su mujer dejó de ser su fuente de ingresos, “sedujo a Engels para que lo mantuviera”. O sea, que jamás trabajó. “Nunca realizó el más mínimo esfuerzo por visitar una fábrica o conocer un sistema productivo. Más bien, sus esfuerzos se volcaron en vivir de Engels, consiguiendo de su amigo una auténtica pensión vitalicia”.

 

Que era racista queda evidente en su correspondencia. Por ejemplo, a Ferdinand Lasalle (filósofo, político, 1825-1864) lo trató de “negrito judío” y “judío grasiento”; en una carta que le escribió a Engels en 1862 dice de él: “Ahora no tengo la menor duda de que, como indica la conformación de su cráneo y el nacimiento de su cabello, desciende de los negros que se unieron a Moisés en su huida de Egipto, a menos que su madre o abuela paterna tuvieran cruce con negro” (¿?). Por la misma razón se oponía  a la boda de su hija con Paul Lafargue porque éste era de origen cubano y tenía la piel oscura; sus desprecios no terminaron una vez casados, pues tildaba despectivamente a su yerno de “negrillo” o “gorila”. La soberbia era otra de sus ‘virtudes’: si algún obrero se atrevía a discutirle alguna de sus afirmaciones reaccionaba con violencia y lo tachaba de “ignorante”; por ello, cuando alguno de sus compañeros de la Liga Comunista le contradecía era apartado fulminantemente de los órganos de dirección, donde sólo estaban sus afines incondicionales.

 

Casi nadie niega ya que la mayor parte de las obras literarias que se le atribuyen las escribió Engels (fuera quien fuera, esa escritura no puede ser más confusa y enrevesada, tan oscura que parece no quiere ser entendida). Pero también se apropió de pensamientos y reflexiones ajenas; por ejemplo, en sus textos aparecen máximas y sentencias que, al no citar al verdadero autor, parece que son originales, como “la religión es el opio del pueblo”, que Heinrich Heine escribió en 1840 (y otros antes); igualmente se apropió de “los obreros no tienen nada que perder salvo sus cadenas”, cuyo autor es el sanguinario revolucionario francés Jean Paul Marat (‘L´ami du peuple’); o la tan divulgada “¡proletarios del mundo, uníos!”, que aparece en el Manifiesto del Partido Comunista como propia, aunque es del también alemán Karl Sapper.

 

A pesar de la enorme influencia de Karl Marx en el último siglo y pico, hay que conocer la cara más personal del hombre para poner al personaje en su sitio.

 

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 13 de marzo de 2025

EL SUBMARINO SOVIÉTICO QUE HUNDIÓ DOS BARCOS-HOSPITAL EN LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA GUERRA CON UNOS 15.000 MUERTOS

 


El barco-hospital Wilhem Gustloff yace hundido en el Báltico con miles de víctimas.

 

Justo hace 80 años, a comienzos de 1945, era evidente cuál iba a ser el desenlace de la II Guerra Mundial. Sin embargo, seguían los combates, batallas, ataques y bombardeos, los cuales ya eran inútiles como objetivo militar y ni siquiera tenían propósito sicológico

Al final de la II Guerra Mundial continuaban produciéndose duros enfrentamientos tanto en Europa como en Asia. En algunos casos se perpetraron matanzas y degollinas contra población civil y contra soldados heridos o enfermos que huían y que, en ningún caso, suponían amenaza. Todo el mundo sabe de los bombardeos masivos contra ciudades sin interés bélico, pero se conoce menos sobre las masacres ocurridas en el mar con barcos-hospital como víctimas indefensas. Tal ocurrió en las últimas semanas de la guerra, cuando un submarino soviético, el S-13, torpedeó y hundió el Steuben y el Wilhem Gustloff, y con ellos a miles de personas.

 

Millones de alemanes, polacos y de los países bálticos escapaban de los ejércitos soviéticos, que tenían por costumbre torturar, matar, violar… a todo aquel que se encontraban en su avance. Por eso, el barco-hospital Wilhem Gustloff partió del puerto de Danzig (Polonia) en enero de 1945 en medio de temperaturas de alrededor de 20 bajo cero. Iba cargado con unas 10.500 personas, de las cuales la gran mayoría eran soldados heridos o enfermos, aunque también había miles de civiles (la mayoría mujeres y niños), tripulación y personal médico, incluyendo 375 enfermeras de las que sobrevivieron tres. En la gélida noche del 30 de enero, el submarino soviético S-13 capitaneado por el capitán Aleksandr Marinesko, lanzó tres torpedos contra el Gustloff (que llevaba las luces encendidas), que se fue a pique en menos de una hora enterrando en las frías aguas del Báltico a unas 9.400 personas; sobrevivieron alrededor de 1.200. Está considerada la mayor catástrofe naval de la historia.

 

Apenas diez días después, el mismo submarino comandado por el mismo capitán envió al fondo el Steuben, que transportaba alrededor de 5.200 personas: 2.800 soldados heridos o enfermos, unos 1.000 civiles, personal médico (sobre 350 entre médicos y enfermeras) y tripulación. El Steuben se hundió en la helada noche del 10 de febrero de 1945 (también cerca de Danzig) con unas 4.500 personas; se salvaron 660.

 

El capitán Aleksandr Marinesko (que poco antes estuvo a punto de ser declarado desertor al haberse liado con una mujer sueca y abandonado su destino) hizo otros servicios, pero estos dos fueron los que le proporcionaron su triste fama. Su mérito fue hundir dos barcos que no suponían amenaza, de modo que fue el causante de más de 14.000 muertos entre heridos, civiles, tripulantes y personal médico. Cuando fue preguntado sobre estos dos ataques, Marinesko declaró que el Wilhem Gustloff no parecía un barco hospital, mientras que confundió el Steuben  con el buque de guerra Emden…

 

Al terminar la guerra no fue condecorado, sino que pasó a cargos de escasa entidad; en uno de ellos malversó caudales y fue condenado a tres años en Siberia. El capitán Marinesko era un tipo de carácter iracundo y permanentemente malhumorado, además de un alcohólico violento, de esos que están rabiosos cuando están sobrios y furiosos cuando borrachos. Tal vez debido a esto no obtuvo premios ni ascensos, y seguro que por eso, por estar casi siempre beodo como una cuba, confundió el Wilhem Gustloff y el Steuben con barcos de guerra a pesar de que ambos llevaban bien claros sus distintivos. Murió en 1963 casi indigente y olvidado…, hasta que en 1990 fue distinguido como Héroe de la Unión Soviética por haber eliminado ‘valientemente’ a unas 15.000 personas entre heridos, enfermos, mujeres, niños, médicos…

 

Innumerables fueron, al final de la guerra, los episodios sangrientos, trágicos y militarmente inútiles.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 26 de febrero de 2025

CUANDO LA UNIÓN SOVIÉTICA SECUESTRABA ESPAÑOLES REPUBLICANOS

 


Fulgencio García fue a la URSS a hacer un curso de tres meses, pero fue encarcelado durante quince años sin delito, ni acusación, ni juicio

 

Funcionarios, aviadores, marineros y republicanos españoles de diverso pelaje fueron retenidos sin acusación, sin juicio ni motivo, o sea, secuestrados, por la URSS En los inciertos y violentos años treinta y cuarenta del siglo pasado

 

El régimen estalinista de la Unión Soviética fue uno de los más los más extremos, paranoicos y deshumanizados totalitarismos del siglo XX. Allí todo el mundo era sospechoso: altos cargos del partido, militares, poderosos funcionarios, ciudadanos a pie…, cualquiera podía ser detenido, juzgado o no, y enviado al paredón o a Siberia; no importaba si había acusación, pruebas o testigos, lo que nunca había era abogado defensor. Y si el que era señalado por el NKVD o cualquier otra policía política era, además, extranjero, las sospechas se convertían automáticamente en condena, como pasó con muchos españoles republicanos e incluso comunistas.

 

Trágica y a la vez ridícula es la desventura padecida por un grupo de comunistas españoles que, al terminar la Guerra Civil Española, se fueron al exilio en Francia; cuando ésta fue ocupada por los nazis fueron capturados y deportados a Alemania como mano de obra forzosa. Luego, en 1945, al entrar los rusos en Berlín, aquellos españoles, viéndose libres de los nazis, crecidos y envalentonados, deciden esperar al Ejército Rojo en la ya abandonada Embajada de España, donde, henchidos de orgullo, izaron una bandera republicana y otra roja. Pero al llegar los oficiales soviéticos los tomaron por el embajador español y los demás componentes de la legación, todos acompañados por sus esposas e hijos. Aquellos desgraciados españoles trataron de explicar que eran comunistas, que eran republicanos, que no eran diplomáticos franquistas y que si estaban en la embajada era porque la habían ocupado para recibir, como se merecían, a sus camaradas del Ejército Rojo que acababan de derrotar a los nazis. No hubo forma de convencer a los militares y a los funcionarios soviéticos, así que, de entrada, fueron enviados a un campo de concentración cerca de Moscú, y luego a otro, y luego a otro… Veinte años después, aquel grupo de desdichados republicanos españoles que quisieron agasajar a los soldados soviéticos seguían secuestrados en la URSS aunque no pesaba sobre ellos  ninguna acusación. Claro que, con total seguridad, Moscú ya sabía que aquellos no eran diplomáticos franquistas.

 

Durante los tres años de la Guerra Civil, la República envió muchos barcos a recoger material bélico a los puertos de la Unión Soviética. Pero no pocos de  aquellos barcos fueron incautados con los pretextos más peregrinos (errores en la documentación, papeles, permisos, embarques…), de manera que para julio de 1939 eran nueve los buques que la principal aliada del bando republicano se había quedado: el Cabo San Agustín, el Juan Sebastián Elcano, el Cabo Quilates, el Inocencio Figueredo, el Mar Blanco, el Isla Gran Canaria, el Marzo, el Ciudad de Tarragona y el Ciudad de Ibiza. La mayoría de sus tripulantes fueron repatriados rápidamente, pero hubo otros, alrededor de cincuenta, que fueron retenidos en Unión Soviética; ¿por qué a unos se les dejó marchar sin problemas y a otros no?, ¡quién sabe! El caso es que la policía política, llegado el momento, les preguntó qué opción escogían: quedarse a vivir en la URSS y adoptar su nacionalidad, volver a España o irse a terceros países. Los que eligieron quedarse fueron enviados a los koljós (granjas colectivas) y de ellos nunca más se supo, quienes dijeron que preferían irse a México o Francia siguieron retenidos (en realidad, secuestrados), pues los rusos entendieron como un desprecio que quisieran vivir en esos países antes que en la Rusia que los había acogido; y los que se atrevieron a pedir volver a España fueron repatriados sin más, pues la policía política pensaba que serían represaliados por el aparato franquista. Al pasar el tiempo, los que no pudieron salir fueron detenidos y enviados de un campo de concentración a otro; a varios se les perdió la pista para siempre (por ejemplo al capitán del Mar Blanco, Ángel Leturia, y otros cuatro marineros), mientras que al resto se les embarcó en el río Yeniséi (frontera entre Siberia Occidental y Central) hasta el Círculo Polar Ártico para construir carreteras. Luego fueron enviados a otro campo del Gulag para, unos dieciocho años después, ser finalmente repatriados. Al igual que los anteriores, no habían sido ni acusados, ni juzgados, ni condenados: fueron secuestrados. Al regresar ya eran profundamente anticomunistas. 

 

Durante 1938 el Gobierno Republicano envió muchos estudiantes a la escuela de pilotos de Kirovabad (hoy Ganja), en Azerbaiyán. Al terminar la Guerra Civil quedaban allí unos doscientos. Las autoridades soviéticas les hicieron la misma pregunta, ¿quedarse o irse? Un tercio, más o menos, decidió quedarse, y el resto pidió irse a Argentina, Chile, México… Pasado un tiempo y tras presiones y promesas, otros cuarenta comunican su deseo de adoptar la nacionalidad rusa, mientras que algunos optaron por quedarse sólo hasta que terminara la II Guerra Mundial. El resto fue recluido en una ‘residencia’ llamada Monino; de ésta, a principios de 1940 fueron fusilados cinco de ellos, los que con más insistencia exigían su liberación. Los pilotos republicanos, entonces, deciden pedir ayuda a las embajadas de los países aliados de la URSS, pero sólo tres de ellos consiguieron salir de allí al acreditar tener familiares en otros países. Después de meses de retención y vigilancia (ya en 1941) aquellos aviadores españoles que habían resistido casi lo irresistible para conservar su dignidad y nacionalidad, son finalmente detenidos, iniciando el consabido viaje por el Gulag, de un campo siberiano a otro. Fueron repatriados en 1954 (ya muerto Stalin) echando pestes del comunismo y los comunistas…

 

Todo el mundo conoce las atrocidades cometidas por los nazis en Auschwitz, Mauthausen o Treblinka, pero apenas se sabe de las perpetradas por los soviéticos en Jarkov, Cherepovets o Kolimá. Ambas dictaduras están a la par.

 

CARLOS DEL RIEGO