miércoles, 27 de abril de 2022

LAS MUJERES Y LOS NIÑOS EN EL GULAG SOVIÉTICO

 


Prisioneros trabajando en una mina, hacia 1935


Barracón de prisioneros en Siberia, como puede verse no se quitaban ni las botas

Todo el mundo podría citar los nombres de los campos de concentración nazis, pero muy pocos serían capaces de mencionar un par de los que integraban el Gulag soviético. La explicación es que los nazis fueron derrotados y sus campos liberados e investigados, mientras que la Unión Soviética y sus campos de concentración no. Gran parte de los millones de deportados y muertos en el Gulag eran mujeres y niños

Una de las primeras obsesiones de Stalin al tomar el poder era la rápida industrialización de la Unión Soviética, y para ello recuperó una vieja tradición de sus odiados zares: el trabajo esclavo. Así, pensó en los campos de concentración siberianos, a donde podía enviar a quien quisiera (las deportaciones aumentaban cuando había que reponer mano de obra). A pesar de que  Rusia nunca ha permitido que investigadores independientes examinaran campos y archivos, son bastante conocidas las condiciones en que vivían (es un decir) los condenados. Pero, en general, quienes más sufrieron en las prisiones siberianas fueron mujeres y niños, que conocieron mejor que nadie aquel terror rojo y helado (con mínimas de hasta 80 bajo cero).

Según el sacerdote e historiador ucraniano Ivan Lebedovych: “Nada puede ser más aterrador y peligroso que una ventisca siberiana. Los lobos mueren y los perros no pueden ni olfatear los rastros más frescos”. Perfecta descripción de lo que era aquel lugar; puede añadirse que a los guardias no les importaba nada que murieran los presos, de hecho preferían que murieran de frío que de un tiro, de hambre, enfermedad o accidente, puesto que si los mataba el frío apenas tenían que hacer papeleo.

Cualquiera podía ser enviado a Siberia durante la existencia de la URSS. Su código penal enumera muchas ‘violaciones de la ley’ que son absolutamente indefinidas y en las que cabe prácticamente todo. Y es que todo puede ser calificado de ‘sabotaje contra-revolucionario’ o ‘traición capitalista’, desde llegar tarde al trabajo hasta desafinar durante un ensayo de la banda del pueblo. Todo podía ser considerado traición o antirrevolucionario por los ‘jueces’ soviéticos. Por ejemplo ser gay era considerado un crimen de alta traición al Estado y las relaciones homosexuales se castigaban con penas de prisión de entre tres y cinco años en Siberia. Pero en realidad, cualquier cosa podía cabrear a Stalin y su jauría: una joven de 18 años (Lyudmila Khachatryan) se casó con un yugoslavo, algo que no era peligroso porque Yugoslavia era país amigo, pero cuando surgió el choque entre Stalin y Tito (dictador yugoslavo), los esbirros estalinistas se lanzaron sobre ella, la violaron, la torturaron y la mandaron a Siberia (sin siquiera un juicio-farsa) durante ocho años.

Legalmente las mujeres de la Unión Soviética tenían casi los mismos derechos que los hombres. Pero la igualdad legal estaba a miles de kilómetros de la igualdad real, condición que se multiplicaba en los campos siberianos. Y es que, además de todo lo que debía sufrir el preso en el Gulag (hambre, frío, violencia, frío, enfermedad, frío…) la mujer tenía que soportar una degradación mayor, con abusos sexuales y físicos diarios, incluyendo palizas masivas y violaciones en grupo, perpetradas tanto por los guardias como por sus compañeros presos; en fin, las pobres desdichadas no estaban seguras nunca, ni aun cuando se iban los carceleros. Todo infeliz enviado a Siberia era humillado, vejado y despojado de su dignidad, pero la degradación que sufrieron las mujeres fue mayor, inimaginable, aterradora.    

No extraña que muchas de ellas trataran de encontrar algo de protección vendiéndose a cambio de más comida, mejor trato, mejores condiciones de vida… Lógicamente se produjeron muchísimos embarazos (era inimaginable que se proporcionaran anticonceptivos), la mayoría de los cuales no llegaban a término, principalmente a causa de que las embarazadas no tenían ningún privilegio: su trabajo y condiciones eran igual que los de las demás. Y cuando se llegaba al parto, lo habitual era que los funcionarios se llevaran al bebé, de modo que casi todas las que fueron madres en esa sucursal del infierno jamás volvieron a saber de sus hijos cuando (las más afortunadas) pudieron salir. 

También hubo niños en los campos de trabajo del Gulag, los cuales sufrieron severa desnutrición, frío, continuos abusos, violencia, frío, abandono... La experiencia tuvo que ser tan traumática que los pocos supervivientes arrastraron el resto de sus vidas graves lesiones y serios problemas psicológicos. Una investigadora inglesa descubrió que muchos niños y adolescentes ni siquiera eran capaces de hablar, sino que se comunicaban con aullidos y sonidos guturales. Lógicamente, la mortalidad infantil era elevadísima, y la violencia era constante por parte de los guardias y los propios compañeros de infortunio; y no faltaban espías ni chivatos. A partir de 1935 la presencia de chiquillos aumentó enormemente, puesto que ese año se modificó la ley para que los mayores de 12 años pudieran ser juzgados y condenados como adultos. Según el libro ‘Children of the Gulag (Frierson & Vilensky, 2010), de los casi veinte millones de condenados a los campos de trabajo en esa década, casi el 40% eran niños o adolescentes; muchos de ellos eran chicos de la calle, huérfanos sin hogar, mendigos a los que nadie jamás reclamó.

No ha sido fácil averiguar qué pasó allí, puesto que hasta décadas después, hasta el fin de la URSS, los ex prisioneros del Gulag tenían prohibido hablar de ello, y los castigos por contarlo los hubieran devuelto a Siberia. Es casi seguro que nunca se sepa el número de deportados ni el de muertos, pero hay indicios: ‘la carretera de los huesos’ se llama así porque a sus lados, a poca profundidad, están los huesos de los miles de esclavos que murieron al hacerla; hasta hace unos años, cuando un verano venía caluroso en Siberia y se descongelaba el suelo (el permafrost), por el río Kolimá bajaban flotando camisas, pantalones, chaquetas, abrigos, ropa interior…

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 24 de abril de 2022

JIMI HENDRIX CASI ENTRÓ EN EMERSON LAKE & PALMER, IGGY POP CASI SUSTITUYE A JIM MORRISON

 


Esto estuvo a punto de ser realidad

Parece disparate, dos enormes disparates, sin embargo estuvieron a punto de convertirse en realidad. ¿Un mago del blues y la guitarra junto a un grupo de rock sinfónico? ¿Un proto-punk en lugar de una leyenda del rock sicodélico? Imposible podría decirse, pero si no ocurrió fue por el notable inconveniente de que Hendrix murió y porque Iggy tuvo que volver a la clínica de desintoxicación

Dentro de las fronteras del rock & roll existen infinitas modalidades, incluso algunas aparentemente incompatibles con otras; por ejemplo, resulta difícil imaginarse a Garfunkel cantando con los Sex Pistols lo de ‘God save…’. Aun así, hay veces en que, contra toda lógica, lo que parece incompatible encuentra punto de encuentro. En la corta historia del rock hubo intentos que fusión que hoy se antojan disparatados y que, sin embargo, estuvieron a punto de hacerse realidad.

¿Sería posible integrar la guitarra indómita de Jimi Hendrix en el denso rock sinfónico de Emerson Lake & Palmer? A finales de los sesenta, Keith Emerson y Greg Lake buscaban un batería para poner en práctica una novísima idea que se conoció como rock progresivo o rock sinfónico; se lo propusieron a Mitch Mitchel, de Jimi Hendrix Experience, pero no aceptó, sin embargo sí que se lo comentó a Hendrix, quien ya deseaba buscar nuevos caminos, nuevas experiencias… En 1970 Emerson Lake & Palmer y Jimi Hendrix ya se habían puesto en contacto, tanto que se especulaba con la posibilidad de que el nuevo supergrupo se llamara HELP. Del 26 al 30 de agosto de aquel año el trío del guitarrista estadounidense y ELP participaron en el festival de la Isla de Whigt, de modo que uno y otros acordaron que al terminar el festival empezarían a ensayar y tocar juntos y, si la cosa funcionaba, convertirían el trío en cuarteto. Desgraciadamente todo se vino abajo cuando, apenas un par de semanas después, Jimi Hendrix fallecía. De todos modos se puede especular: ¿el fuego de la guitarra de Hendrix se adaptaría al virtuosismo barroco cargado de recursos clásicos de ELP?, o ¿éstos caerían bajo el encanto del blues y ‘bailarían’ al son del inmortal guitarrista?, o tal vez el resultado hubiera aiso algo distinto e imprevisible. Nunca se sabrá qué hubiera pasado, pues Jimi Hendrix entró en el trágico club de los 27.

En julio de 1971 moría en París Jim Morrison, quedándose The Doors sin su carismático y singular solista, pero con ganas de que la banda continuase, de modo que aun sin Jim publicaron un par de álbumes con pobres resultados. Por otra parte, en 1974 Iggy Pop rompió con su grupo The Stooges, por lo que estaba ‘libre’. Ese mismo año, meses después, Iggy estaba en Los Angeles, así que a  Manzarek y los otros dos Doors se les ocurrió que sería bueno hacer unos ensayos con él para ver si podía tomar el puesto de Jim; además, era notorio que Morrison había sido una de las principales referencias de Iggy, por lo que tal vez la cosa podía funcionar. Se pusieron en contacto con él y acordaron verse en la casa-estudio de Ray Manzarek, pero el ex Stooges no se presentó, debió perderse u olvidar la cita, pues por aquellos años era una máquina de consumir drogas. Acordaron otro encuentro, pero cuando ya lo estaban esperando alguien les llamó y les dijo que estaba en la cárcel; allí se presentaron y la policía les dijo que lo cogieron drogado hasta las cejas, vestido de mujer y montando un enorme escándalo; pagaron la fianza y se lo llevaron, pero antes de que pudieran enchufar las guitarras Iggy tuvo tiempo de coger otra merluza incapacitante. Aún así hubo ensayos (aseguran que caóticos, desquiciantes), e incluso un concierto de Iggy & The Doors en un conocido local de LA (el ‘Whiskey a go-go’); desgraciadamente aquello no se grabó, aunque sí se hicieron fotos, pero dicen que Iggy hizo un ‘LA Woman’ para la leyenda y, en general, un magnífico concierto. Podía haber surgido algo nuevo, pero el proyecto no tuvo más recorrido porque unos días después Iggy, tras su enésima sobredosis, tuvo que pasarse una temporada en una clínica de desintoxicación. ¿Habría sido posible encerrar el espíritu autodestructivo de la Iguana tras las Puertas de la más elegante sicodelia?

Nunca se sabrá qué hubiera pasado en caso de materializarse aquellas chocantes uniones, pero se puede especular.

CARLOS DEL RIEGO

sábado, 23 de abril de 2022

AÑO 1135, LOS REYES, CONDES Y NOBLES DE LA PENÍNSULA Y MÁS ALLÁ RINDEN VASALLAJE A ALFONSO VII EL EMPERADOR

 



                              Extensión del imperio de Alfonso VII de León 


En la cuarta línea se lee, Ego adefonsus hispanie imperator, y debajo la lista de condes (comes) que confirman (la cf al final de cada raya)

El más desconocido de todos los reinos significativos que ha habido en la Historia de España es el Reino de León. Y ello a pesar de que fue el más importante de todos reinos cristianos durante siglos o de que protagonizó el gran impulso reconquistador. En el año 1135, el rey Alfonso VII de León se hizo coronar emperador en la Catedral de León (la antigua, románica), con la presencia de reyes, condes y nobles que le rindieron vasallaje

El blasón de León aparece en uno de los cuarteles del escudo de España, junto a los de Castilla, Aragón y Navarra, que fueron los reinos principales de una larguísima etapa en la Historia de España. De todos ellos el reino más ignorado es el Reino de León (910-1230) que, sin embargo, fue el dominante de la Hispania cristiana durante muchos años (de su prestigio da cuenta el hecho de que, incluso cuando ya estaba incorporado a la corona de Castilla, los sucesivos reyes jamás olvidaban decir que lo eran también de León).

Uno de los momentos en que el poder del Reino de León era indiscutible en toda la península fue cuando nobles, aristócratas, reyes, obispos y arzobispos  viajaron a León para rendir pleitesía y acatamiento al Rey de León, Alfonso VII, en el acto en que fue proclamado Imperator Totius Hispaniae.

El 26 de mayo de 1135 fue el día señalado. En la catedral románica, que está situada donde hoy está la gótica y que había sido consagrada en el año 1073 reinando Alfonso VI, se reunió una inmensa multitud de leoneses para presenciar los actos y ver a todos los magnates que se allí congregaron. Así, llegaron a León para rendir vasallaje a Alfonso VII: el rey de Navarra García Ramírez y su hijo y sucesor Sancho Garcés VI, el rey musulmán Ibn Hud al Mustansir Saif al Daula conocido como Zafadola, el almorávide Abengania (Ibn Ganiya), el caudillo de Córdoba Abenfandi (que recuperó su trono años después gracias a Alfonso), el célebre rey Lobo de Murcia, el rey de Aragón Ramiro II el Monje, el primer rey de Portugal Alfonso Enríquez, el conde de Barcelona y príncipe de Aragón Ramón Berenguer IV (hermano de doña Berenguela, la esposa de Alfonso VII) el conde  de Montpeller Guillermo de Montepesulano, el de Tolosa Alfonso Jordán y muchos otros condes, duques y nobles tanto de la península como de más allá de los Pirineos: Poitiers, el Ródano, Gasuña… También abades, obispos y arzobispos estuvieron presentes en tan imponente acto.

Todos cumplieron con las ceremonias por las que reconocían la potestad y autoridad de Alfonso VII de León. Aquel día, en la catedral, sentado en su trono y con una túnica roja, mientras el rey García de Navarra sujetaba su brazo derecho y el obispo Arias el izquierdo, y tras escuchar el ‘consejo divino’, pusieron una corona de oro y piedras preciosas sobre su cabeza y el cetro en sus manos. Luego los obispos lo condujeron al altar, cantaron el ‘Te Deum laudamus’ y terminaron proclamando ¡Vivat Adefonsus Imperator! Uno tras otro, todos se acercaron al emperador y, en un acto de sumisión, se declararon jefes de los ejércitos imperiales, tocaron su mano derecha y le prometieron obedecerle en todo. A cambio, él les concedió el honor, que podía ser oro, tierras, ciudades…

Para conmemorar tan singular acto, Alfonso VII otorgó donaciones a obispos, abades y monasterios, y también se repartieron abundantes limosnas, vestidos y alimentos entre el pueblo; y hubo banquetes y convites reales tanto en palacios como en plazas para que todos celebraran día tan señalado.

Como puede deducirse, el Reino de León ostentaba de hecho la primacía no sólo sobre ‘totius Hispaniae’, sino que su poder llegaba más allá de la península, hasta Poitiers y el río Ródano. Castilla seguía siendo una dependencia de León.     

Empieza el Himno a León: “Sin León no hubiera España”.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 17 de abril de 2022

EL ‘MÍRATE A TI MISMO’ VISTO POR EL ROCK

 


El pionero del rock & roll Bo Diddley ya trató el tema en 1958.

De la Grecia Clásica viene la expresión ‘Gnothi seautón’, que viene a significar ‘conócete a ti mismo’ y que, repetida infinidad de veces, ha mantenido su vigencia a lo largo de los siglos. Y ello porque es extremadamente difícil conocerse a sí mismo, analizarse, pensarse, mirarse, criticarse e incluso reírse de sí mismo. Aun así, hay canciones en clave rock que tratan este filosófico asunto: el clásico ‘Before you accuse me (take a look at yoursef)’ y el más heavy ‘Look at yourself’  

Generalmente resulta muy fácil ver los defectos de los demás sin dar importancia a los propios. Es una especie de vicio muy extendido en el mundo y en el tiempo: se echa en cara al otro la paja que tiene en su ojo sin atender a la viga que hay en el propio, y sucede por cualquier cosa: política, dinero, fútbol. Por eso los filósofos griegos decían que hay que mirarse a uno mismo antes de juzgar al otro. La música rock, que siempre trata de expresar sentimientos, emociones o situaciones, también ha sabido mostrar lo difícil que resulta mirarse a uno mismo. Los más sonados títulos que tratan este tema podrían ser el sensacional y pionero ‘Before you accuse me’ de Bo Diddley (publicado en 1958) y el potente ‘Look at yourself’ (1971) de Uriah Heep.     

El pionero del rock & roll Bo Diddley lanzó su inmortal ‘Antes de acusarme (mírate a ti mismo)’ en 1958. Entre las muchas veces que ha sido revisada sobresalen las versiones de los Creedence y de Eric Clapton, pero la original tiene ese encanto del rythm & blues que inconscientemente muta hacia el rock. La letra es totalmente explícita: “Dices que he estado gastando mi dinero en otras mujeres, pero tú has estado saliendo con alguien más. Antes de acusarme mírate a ti misma (…) Ahora dices que he comprado ropa para otras, pero tú has estado trincando dinero de otras personas”. Es decir, el protagonista del texto le pide a su pareja que no acuse tanto porque tiene tanto que reprocharse como él. Sin embargo, al final el acusado se rinde con un “vuelve a casa nena”. Cuentan que John Fogerty no eligió por casualidad versionar este tema para su Lp ‘Cosmo´s Factory’ (1970); el grupo vivía momentos de tensión extrema, puesto que los otros tres querían meter mano en la composición (el autor cobra más), aunque ha quedado demostrado que sólo las piezas de John Fogerty tienen esa chispa que las distingue; así, al optar por grabarla, John parecía decirles a sus compañeros: “antes de acusarme y exigirme miraos a vosotros y considerad vuestro talento, vuestra aportación, vuestros resultados”. Y se lo dijo mediante esta canción, aunque no dio resultado y un par de años después grabaron su último y peor Lp, que contenía composiciones del bajista y el batería; tras la desbandada, seguro que entonces los otros le hicieron caso y se miraron a sí mismos… Ya sea la original o la de los Creedence, resulta muy reconfortante volver a escucharla.

La otra canción que lanza el imperativo ‘mírate a ti mismo’ es el ‘Look at yourself’ que el grupo británico Uriah Heep (una de las mejores bandas de heavy-hard de la historia) editó en 1971; la portada del Lp, de idéntico título, es como un espejo en el que mirarse a uno mismo. Su autor, Ken Hensely, teclista, guitarrista y voz (murió en Alicante hace un par de años), explicaba que la canción se refería a sí mismo en un momento en que no sabía por dónde ir, tanto en su vida personal como en su carrera profesional; trataba de mirarse a sí mismo, a su interior, para hallar respuestas. Ese ejercicio de auto análisis es el que subyace en el mensaje de la canción y es perfectamente válido para todos. La letra dice: “Te veo corriendo y no sé de qué estás huyendo (…) Mira hacia atrás y verás que nadie viene”, versos en los que explica que es inútil huir de uno mismo, y por eso recomienda “Mírate a ti mismo, no tengas miedo”; y termina “Si necesitas ayuda no te escondas, sólo mírate, mírate a ti mismo”. El poderoso sonido (esa combinación de guitarra y teclado resulta apabullante) y la magnífica voz de David Byron completan una pieza magistral desde cualquier punto de vista. Dicho sea de paso, en el Lp la voz es la de Hensley, pues Byron estaba entonces enfermo, pero éste la cantó siempre en vivo. 

Antes de increpar, juzgar o despreciar al de al lado, es preciso mirarse a uno mismo, y se puede hacer escuchando el mejor rock & roll.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 13 de abril de 2022

EN SÓLO 200.000 AÑOS EL SER HUMANO PASÓ DE ANIMAL EN LA NATURALEZA A VIAJAR POR EL ESPACIO

 


Una de las primeras veces que el Hombre se pintó a sí mismo, mostrando así su pensamiento simbólico, a pesar de que aun (hace unos 13.000 años) era un animal más en la naturaleza.

Ante guerra, violencia y crimen la mente de la persona suele tender al pesimismo, que se expresa con frases como ‘¿a dónde va el mundo?’ o ‘si es que no aprendemos’. Sin embargo, es innegable el avance tanto en ciencia y técnica como en pensamiento que viene protagonizando el ser humano desde que apareció, muy lentamente al principio pero cada vez más deprisa. Lo que parece mucho tiempo, en la escala geológica de la tierra es un parpadeo

Sólo hace unos 200.000 años que el homo sapiens, única especie viva del género homo, pisa la tierra. Pudiera parecer mucho, pero comparado con la historia de la tierra es un instante; además, las especies suelen existir entre dos y tres millones de años antes de extinguirse (hay excepciones, como los tiburones, que llevan unos trescientos millones de años nadando). Aquellos remotos individuos no tenían grandes garras, colmillos o cuernos, ni eran rápidos ni fuertes, y aunque contaban con la inteligencia, tenían que aprender a sacarle partido, pues apenas habían empezado a obtener ventajas, como el dominio del fuego, la fabricación de herramientas de piedra y, sobre todo, el incipiente lenguaje (que sólo incluiría unas cuantas palabras de objetos básicos, y cada grupo tendría el suyo).

Durante los siguientes 190.000 años (más o menos) el ser humano fue un animal más incorporado a la naturaleza, con sus presas y sus depredadores, con su hábitat, su nicho ecológico y sus competidores, pues existían otras especies del género homo. Tenía la inteligencia, sí, pero también todo por imaginar y por hacer, era como un recién nacido, que tiene potencial pero ni siquiera lo sabe. Fue avanzado en tecnología de armas (el arco, la primera máquina), herramientas, vivienda… y poco a poco fue apareciendo el pensamiento simbólico e incluso el sentimiento de trascendencia, como demuestran el arte rupestre o los enterramientos con objetos representativos que van más allá de lo puramente animal.

Hace unos diez mil años el hombre ya domina su entorno lo suficiente para no depender de lo que la naturaleza da, es decir, aprende a cultivar y a estabular animales, con lo que se asienta cerca de sus posesiones, así que también empieza a construir en piedra. Con el paso de los milenios van apareciendo nuevos conceptos como propiedad, sociedad, ciudad, autoridad… Y hace unos cinco mil años, en Mesopotamia, y con el fin de saber cuánto y quién había pagado impuestos al templo y al palacio, alguien ‘inventó’ la escritura. Casi al mismo tiempo en el mismo lugar otro inventó la rueda y el carro. Y poco a poco las armas, utensilios y herramientas dejan de fabricarse en piedra y se pasa al uso del metal. Hacia el año dos mil antes de Cristo (también en Mesopotamia), aprovechando que el invento de la escritura se extendía imparable, algunos reyes promulgan las primeras legislaciones de que se tiene noticia, los primeros códigos morales que afectan a la persona, los más remotos antecedentes de conceptos como el derecho de la persona.

En definitiva, el ser humano ha necesitado unos 196.000 años para poder pensar y divulgar las primeras normas, obligaciones y derechos. Y como viene siendo habitual desde los primeros pasos, cada avance posibilita otros y cada vez más rápidamente. Es decir, desde la aparición del primer código de leyes, los avances en el terreno del pensamiento se han sucedido mucho más deprisa, del mismo modo que ha ocurrido con los avances en tecnología, medicina o transportes. Hasta que a mediados del siglo XX se redactan y socializan los Derechos Humanos (con antecedente en las ‘verdades evidentes’ que se mencionan en la Declaración de Independencia de EEUU en 1776).

Dos mil siglos ha necesitado homo sapiens para llegar a esa base legislativa que, al menos teóricamente, todo el mundo acepta. Desde la perspectiva del individuo ha sido un largo viaje que partió de cero. Pero es evidente que con cada paso, con cada siglo, todo ha ido mejorando para la persona; cierto que se han producido retrocesos y que siempre ha habido y seguirá habiendo injusticias y quien tenga menos humanidad que aquellos homo de hace doscientos mil años, pero es innegable que la mayoría de la población vive mejor y disfruta de más medios, más derechos y libertades que nunca.

A pesar de todo, cuando suceden guerras y calamidades se escuchan frases como ‘¡que paren el mundo que me bajo!’ o ‘estamos peor que nunca’ o ‘es que no aprendemos, tropezamos una y otra vez en la misma piedra’. Sin embargo, parece más saludable abrir la perspectiva y entender que sí, que hay y habrá unos pocos sin escrúpulos y con mala intención para amargar a los demás, pero eso no quiere decir que ‘vamos patrás’ ni que ‘no tenemos arreglo’, pues la mayor parte de la población es razonablemente decente y razonablemente respeta las normas.

Hace 200.000 años el ser humano no era más que un animal más compitiendo en la naturaleza. Sus descendientes, desde entonces, nunca dejaron de buscar la mejora de su pensamiento, cultura, tecnología o esperanza de vida. Habrá calamidades originadas por la mano humana (la que puede matar y salvar), pero siempre serán contrarias a la tendencia general.

(A Juan José del Riego Fernández, 1927-2022)

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 6 de abril de 2022

LA DESGRACIADAS ESPOSAS Y AMANTES DE STALIN, A LOS CIEN AÑOS DE SU ASCENSO AL PODER TOTAL EN LA URSS


La primera esposa de Stalin, Yekaterina Svanidze.

En abril de 1922 el camarada Iosif Dzhugashvilli, Stalin, se hizo con el poder absoluto de la URSS. Comenzaban entonces más de tres décadas de dictadura brutal, sangrienta, enloquecida. El dictador ordenó la detención, tortura, deportación y ejecución de millones de ciudadanos y altos cargos. Y de su sed de sangre no se libraron sus esposas y amantes, la mayoría de las cuales sufrieron en sus propias carnes la ferocidad del tirano

Stalin (1878-1953) está considerado, con toda razón, uno de los más detestables asesinos de la Historia. Las terribles purgas, los juicios en masa con la sentencia ya escrita, las detenciones y ejecuciones sin juicio, los millones de condenados a trabajos forzados al ‘gulag’ de Siberia… no fueron suficientes para el genocida georgiano, pues en la intimidad del hogar reprodujo parecidos procedimientos con sus esposas y amantes.

La primera mujer en la vida de Iosif se llamaba Galina Spandaria. No tendría ni veinte años pero ya era un revolucionario dispuesto a todo. Galina se enamoró locamente de él, pero el futuro dictador no le hacía el menor caso, aunque sí trató de aprovecharse de ella del modo más cruel. Como él y su grupo necesitaban dinero para sus acciones revolucionarias, le pidió que aceptara la invitación de un viejo verde llamado Orbeliani, el cual pagaba muy bien por los favores de jovencitas, y también le pidió que le entregara el dinero que el viejo le diera. Galina, humillada y terriblemente desengañada, jamás volvió a ver a aquel miserable que la utilizó como el más despreciable proxeneta. Aun no poseía poder político, pero ya era inhumano, despiadado.

En 1903 (con 25 años) se casó con Yekaterina Svanidze. Al año siguiente nació su primer hijo, Yakov, de triste destino. Ya metido de lleno en la política, Stalin casi nunca estaba en casa y apenas se preocupaba por su mujer y su hijo; algunos amigos de la familia aseguraron que él veía a Yekaterina como otra más, y la casa familiar como una buena guarida donde esconderse. Cuatro años después de la boda murió Yekaterina de tifus, quedando el niño Yakov al cuidado de sus abuelos maternos, puesto que Stalin jamás se preocupó por su hijo, nunca le prestó la más mínima atención. Eso sí, cuando Yakov se casó, su padre detuvo a su esposa y la envió a Siberia. Sin contacto con el dictador, alcanzó el grado de teniente en el ejército y combatió contra los nazis hasta que fue capturado; usaba el apellido de su madre, pero lo delataron sus compañeros, por lo que, al enterarse de que tenían al hijo de su enemigo, altos jerarcas nazis como Goering o Ribbentrop le propusieron que declarara en contra de su padre. Yakov siempre fue fiel a su país y a su ingrato padre. Y cuando a Stalin le propusieron un canje (su hijo por el general Paulus y otros prisioneros), el dictador despreció a su vástago por haberse dejado capturar en lugar de morir en su puesto, y ni siquiera contestó. Yakov fue acribillado cuando se lanzó de modo suicida a las alambradas del campo de concentración.

En 1921 Iosif Stalin se casó con su secretaria, Nadeshda Alliluyeva, Nadia, que lo idolatraba. Tuvieron dos hijos, Vassili, que llegó a comandante de la Fuerza Aérea (murió alcoholizado en 1962), y Svetlana, la niña mimada que en 1967 huyó a Estados Unidos. Muy pronto comprendió Nadia con quién se había casado. En fiestas y recepciones oficiales Stalin contaba chistes soeces en su presencia y dedicaba a ella y a sus hijos palabras humillantes delante de altos cargos y dignatarios extranjeros. Nadia sufría profundamente al conocer las aventuras amorosas de su marido, quien no se preocupaba por ocultarlas. Pero el horror se hizo infinito cuando le contaron las detenciones, los fusilamientos, torturas y deportaciones ordenadas por Stalin. En 1932 se enteró del hambre que éste había provocado en Ucrania y le rogó que terminara con todos esos sufrimientos, pero él le gritó “¡Te prohíbo que hables de política, no tienes ni idea!”. Hubo más discusiones hasta que en noviembre de ese año Nadia, aterrorizada por la infinita maldad de su esposo, se suicidó con una pistola.

La muerte de su esposa no le preocupó gran cosa, de hecho ya tenía otra amante oficial antes del suicidio, Lisa Kassanova, miembro del Comité Central, con quien ya se dejaba ver en diciembre de ese mismo año de 1932, cuando anunció su próxima boda. Pero a los gerifaltes del partido no les gustaba, así que propagaron rumores de que ella tramaba  una conjura contra él como jefe del partido. Stalin reaccionó como siempre: la destituyó de todos sus cargos y la envió a Siberia. Finalmente Lisa Kassanova se suicidó.

Según muchos de los que estaban cerca del dictador, en sus últimos quince años de vida (del 38 al 53) cambiaba de compañera de cama casi a diario, y muchos de los que habían sido sus colaboradores afirmaron que llegó a usar a la policía para perseguir a las que se le resistían o no eran suficientemente ‘amables’ con él. Mikhail Mechlis, que fue su secretario, contó que las hacía pasar a su despacho y las obligaba a bailar ante él, casi siempre desnudas, mientras él las contemplaba sentado en su sillón. Lavrenti Beria (jefe del NKVD, antecedente del KGB) explicó que la cosa casi nunca se quedaba en el baile y que, cuando se iban, él mismo tenía que advertir a las chicas que más les valía no abrir la boca. Y circulaban por el Kremlin rumores de que Stalin, a veces, gustaba de desnudar a dos o tres mujeres y azotarlas.

La mayoría de aquellas amantes forzosas del déspota son desconocidas, pero algunos nombres se han recuperado. María Demshenko, piloto, aceptó una invitación de Stalin, pero la cosa le resultó tan horrible que, en cuanto pudo, se presentó para una misión casi suicida cuando los alemanes estaban cercando Moscú; nunca más se volvió a saber de ella. Yevgeniya Paulova Movchina vivió un año junto a Iosif, pero se enamoró del jefe de la seguridad personal del dictador, el cual un día regresó antes de lo acostumbrado y los pilló. Mechlis, el secretario de Stalin, contó que desde la habitación contigua se escuchaban los tacos e insultos a la vez que las bofetadas y puñetazos que repartía el ‘engañado’, hasta que se abrió la puerta y “vi como Stalin los arrastraba cogidos por los pelos, desnudos y sangrando abundantemente por la nariz y la boca”; acto seguido mandó llamar a Beria (director del NKVD) y le ordenó que le quitara de su vista esas “dos serpientes”, y que no quería volver a saber de ellos; unos días después Beria informó que había llevado a la Lubianka a los dos delincuentes y que estaba “todo arreglado”, o sea, los había fusilado. Mikhail Mechlis también explicó que, después de aquello, Stalin le obligó a hacer una lista de todas la mujeres que trabajaban en el Comité Central, de modo que cada día una chica, siempre muy joven, pasaba por su despacho…

Muchas otras mujeres ‘conocieron’ a Stalin (María Kuzakova, Vera Davidova, Lidia Perepriguina, Olga Lepeshinskaia, Valentina Istomina…), pero casi ninguna, esposa o amante, se libró de la infinita vileza del camarada Stalin.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 3 de abril de 2022

‘INOLVIDABLES’ ESCÁNDALOS EN LOS ESCENARIOS ESPAÑOLES DE LOS LOCOS AÑOS 80

 

El guitarrista de Dr. Feelgood Gypie Mayo, que siempre tenía aspecto de recién levantado tras borrachera, protagonizó un disparatado episodio en Gijón.

Todos los que asisten o asistieron a conciertos de rock recordarán escándalos y disparates perpetrados desde el escenario aunque ajenos al guión. De los profesionales del rock se pueden esperan excesos y extravagancias, pero a veces la situación los supera incluso a ellos. Dr. Feelgood, Damned, Revillos y Chuck Berry protagonizan sonoros altercados

No han sido pocos los conciertos de rock en los que se ofrecen espectáculos muy diferentes a los esperados, puesto que cualquiera que se sube a un escenario corre el riesgo de quedar mal, de resultar irrisorio, de defraudar a los incondicionales. De hecho, seguro que no hay músico de rock que no haya pensado alguna vez eso de ‘tierra trágame’. Un buen ejemplo es la espantada de Lou Reed en Madrid en 1980, cuando después de que le tiraran una lata (otros dicen que algo más) se fue del escenario y, al ir los organizadores al camerino para calmarlo y que volviera, se encontraron con que se había marchado a la francesa con todo su equipo; el resultado fue un multitudinario follón. Aquí van otros incidentes, recuerdos de primera mano que, según se miren, pueden resultar cómicos, delirantes o dramáticos. 

Por aquellos mismos años (ochenta del XX), los sudorosos y etílicos Dr. Feelgood tocaban en Gijón. Poco después de la hora prevista, se anuncia que antes saldrá un grupo de zíngaros que iban a hacer el número de la cabra, literalmente. En principio la cosa resultó graciosa para el público, que se divirtió de lo lindo e hizo no pocas chanzas con el cáprido subiendo y bajando por una escalera al ritmo de tambor y trompetilla, pero después de un par de ‘performances’ de los gitanos y su bestezuela, el personal empezó a mosquearse, luego a silbar y finalmente a gritar amenazadoramente. En esto, se apagan las luces y salen los músicos. Desde el principio se ve que algo no funciona: el guitarrista, Gypie Mayo tenía tal curda que era incapaz de sostenerse en pie, de modo que el cantante Lee Brilleux le sujetaba y animaba, “¡C´mon Gypie!”; pero el guitarrista, con su eterna cara de recién levantado de la cama tras colosal borrachera, estaba tan beodo que hasta la púa se le iba de los dedos. Ante la imposibilidad de seguir, se fueron de escena en medio de un escándalo más que notable. Parte del público, rabioso e indignado, se encaramó al escenario y empezó a romper todo lo que se encontró. Tras unos minutos de ira destructora (y la aparición de uniformados) la gente enfiló la salida haciéndose bocas de todo lo sucedido en aquella inolvidable noche.

El exceso etílico en escena no es inusual en esto del rock, aunque tampoco norma. La histórica sala madrileña Rock Ola fue (como es sabido) uno de los centros de la movida, del punk y la nueva ola; su escenario acogió centenares de conciertos de los máximos exponentes del rock nacional e internacional. Los británicos The Damned, excelente banda de la primera hornada punk que supieron evolucionar con inteligencia, tocaron allí hacia el 83-84. Como en el caso anterior, uno de ellos, el batería Rat Scabies, manejaba algo más que cajas y platos, de hecho, las baquetas se le escapaban debido al licor trasegado previamente. Así las cosas, empezaba la canción y a los pocos segundos sus compañeros paraban y se volvían hacia él, que a su vez también dejaba de tocar; después de dos o tres intentos se le acercaron y le dijeron algo, se dirigieron al público solicitando un minuto y, con la basca enfurecida, desaparecieron…, para volver poco después y con el batería aun afectado pero en condiciones. El concierto transcurrió sin otros incidentes. “Le habrán dado algún tipo de poción mágica”, se maliciaba el personal entre sonoras mofas.  

En la misma sala unos meses antes o después actuaron los escoceses Revillos. Algunos militantes del punk más destructivo tenían la asquerosa costumbre de escupir, de modo que los tipos con cresta de las primeras filas empezaron a lanzar sus horribles esputos hacia músicos y coristas, que repentinamente se vieron literalmente chorreando. Paran y piden al público que deje de escupir, que en todo caso esa era una costumbre punk y ellos ya no lo son (lo habían sido cuando se llamaban Rezillos), que el punk ya está pasado, y que no envíen más salivazos o se van; tras la amenaza, “one, two, three” y la música vuelve a sonar…, y los escupitajos a volar. El grupo vuelve a parar y se retira; silbidos y gritos; unos minutos después regresan, suplican el cese del bombardeo y retoman los instrumentos. Nada más empezar, los dos cantantes reciben sendos impactos en el rostro, pero no se detienen sino que retroceden y continúan. Pocos después debió terminarse la munición, puesto que la artillería cesó su ataque. El concierto terminó más o menos, pero sin bises y con mal rollo.

El imprescindible Chuck Berry ha estado varias veces en España y ha dado más de una espantada. Debía ser el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona, 1992, cuando se organizó en el campo de fútbol de León un superconcierto de rock & roll con nada menos que Jerry Lee Lewis, Bo Didley y Chuck Berry. El primero sufrió un infarto días antes y se cayó del cartel para disgusto de ‘rockabillys’, pero los otros dos merecían cualquier esfuerzo. Después de actuar Didley con su típica guitarra rectangular, debía subir a escena el viejo Chuck, pero la música de ambiente no dejaba de sonar. ¿Pasaba algo?, sí. El caso es que Berry tocaba exclusivamente con su amplificador de válvulas marca tal, pero resulta que, según explicaba él mismo al organizador, se le había estropeado; por fortuna, continuaba, él tenía uno de repuesto que gustosamente alquilaría a la organización por la módica cantidad de cinco de los grandes; el promotor se negó en redondo a pagar, añadiendo que nada se especificaba en el contrato sobre el asunto. El padre del r&r se planta: “pues no toco”, dice mientras sujeta a una rubia vestida de leopardo, e incluso sube al escenario y trata de explicar al público qué está pasando, aunque la mayoría no se entera. “¿Que no?, espera. ¡Pepe, vete a buscar a la Guardia Civil”, ordena el empresario. Minutos después aparecen los uniformes; Chuck Berry, leyenda de la música, autor de tantos títulos inmortales, los vio, abrió mucho los ojos, tomó la guitarra y voló al escenario. Primero tocó el ‘Sweet little sixteen’ y luego una buena parte de su colección; fue un gran concierto. Del incidente se deducen dos cosas: una que Chuck era tan pesetero como genial (pasó mucha necesidad), y dos, que tenía verdadero pavor a cualquier roce con la ley, pues era gato escaldado.

Todo el que haya sido público tendrá en mente anécdotas, lances e incidentes similares. 

CARLOS DEL RIEGO