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sábado, 8 de diciembre de 2012

PURPLE WEEKEND 2012 (III), UNA ELECCIÓN MUY PERSONAL Esta cita anual cuenta con una legión de fieles seguidores que disfrutan con el encanto de una época

El Purple Weekend es para gente con mucha personalidad

Cuando se está presente en alguna de las propuestas del Purple Weekend se está en otra parte, en otro momento. En días como los presentes en que todo adquiere carácter provisional debido a la velocidad extrema a la que todo sucede, este festival tan especial sirve como ancla, como recordatorio del origen de lo que hoy deslumbra. No es que quienes llenan los recintos en todos los eventos no quieran nada con lo nuevo (sobre todo por lo que se refiere a tecnologías y a música), sino que sabiendo de las bondades y virtudes de lo actual, gustan más de aquello que se hizo en otro tiempo; es una simple cuestión de preferencia, una elección. De este modo, las en torno a 10.000 personas que cada año participan en la aventura púrpura, están al tanto del momento presente pero disfrutan más con el sonido analógico en un disco de vinilo que con la canción bajada de Internet directamente a su dispositivo electrónico; e igualmente la propia música, aquella ya convertida en histórica gracias a sus melodías y carencia de artificios, en contraposición a la impersonal y basada en el truco que copa las listas de éxito hoy; y también los afines al púrpura se ven mejor con elegante ropa mod antes que con los pantalones ridículamente caídos, con aspecto cuidado y no con el zarrapastroso, con la minifalda de cuadros y medias de colores que con falda y pantalón simultáneamente; por no hablar de la comodidad y limpieza de una Lambretta comparada con la siempre grasienta y pesada moto de corte aerodinámico.

No es el Purple Wekend, sin embargo, una reunión en torno a la nostalgia de una época, no se trata de que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’, nadie piensa en que ayer era todo bueno y hoy todo malo. Nada de esto, simplemente es que lo que ofrece la actualidad se ve muy masificado, prefabricado, calculado por los dominadores de los mercados, de modo que quien prefiere algo que destaca por sus propios méritos (o sea sin el apoyo de la propaganda masiva y agresiva) encuentra en esta cita su hábitat ideal, el lugar donde vive mejor todo aquello que le hace feliz.   
Hay que tener en cuenta que el fin de semana púrpura de León no es producto de un trabajo en cadena de montaje en una gran factoría, esto es todo artesanal y hecho desde la afición personal, ya que todos los que antes o después han trabajado en la organización del festival son, antes que otra cosa, fans, seguidores del pop, del rock, de los grandes y pequeños grupos que hicieron de la música una ilusión que compartir; igual que el público.

Y la oferta cuenta siempre, todos los años (incluyendo los que más austeridad exigen), con un público fiel que se va más convencido que cuando llegó. En las colas ante taquillas o entradas todos hablan, todos opinan y comentan lo bien que estuvo el concierto de anoche o lo divertido que fue el ‘allnighter’ posterior. Todos comparten la pasión por el púrpura, por un fin de semana que da mucho más que música.  

¡Y qué delicia en los escenarios!, ocupados por iniciados, por conocedores, por lo que raro es el grupo que no regala un par de versiones de temas emblemáticos, refrescantes, evocadores. Sin la menor duda, el Purple Weekend es una especie que hay que conservar a toda costa, pues es imprescindible para mantener el equilibrio.

CARLOS DEl RIEGO
                                                                                               




jueves, 6 de diciembre de 2012

PURPLE WEEKEND 2012 (II), UN FESTIVAL ÚNICO, UNA FORMA EXCLUSIVA DE PENSAR Más allá de los grupos, de la música, de los conciertos, el festival leonés propone lugares de encuentro en los que compartir modos y afinidades, aunque sólo sea durante tres días




Cartel Purple
Este curioso y singular festival de música pop admite prácticamente todos los géneros, como demuestra la interminable lista de artistas que han desfilado por sus escenarios desde aquella edición inicial, en 1988, aunque todos ellos tienen sólidos nexos. Asimismo es único por no ser ‘de verano’, sino que se hace en el crudo invierno de León, y también por atraer a un público mayoritariamente homogéneo, con gustos y preferencias muy definidos y comunes, tanto en música como en aspecto, tanto en el momento histórico favorito como en las formas ideales de diversión y cultura; o sea, se diferencia de los grandes festivales de verano, entre otras muchas cosas, en que estos son multitudinarios y ofrecen carteles con cien artistas de todo tipo y con público de la misma especie, es decir, se propone una saturación, una congestión, un ‘mogollón’, con grupos excelentes, pero donde parece importar más la cantidad, lo que obliga a perderse la mitad. El Purple Weekend tiene otra forma de pensar y de actuar, puesto que aquí todos los asistentes son iniciados, todos conocen al detalle música, ambiente, moda y cultura mod-sixtie, por lo que uno se puede comunicar con cualquiera sabiendo que son muchos y muy profundos los puntos en común, todos son cómplices, afiliados, adeptos, compañeros, amigos.

Esta auténtica reunión de camaradas sugiere muchos lugares para el encuentro además de los conciertos y fiestas con diyéis donde resulta más difícil charlar, por lo que son los espacios para los mercadillos y para las exposiciones, son los guateques vespertinos y los paseos en moto los momentos indicados para hablar de todo lo que comparten esos singulares personajes vestidos y peinados al gusto de los años sesenta del siglo pasado. Pero lo mejor de esa atmósfera que se crea en el Purple es que, ya sean viejos colegas veteranos del festival o desconocidos que hablan por primera vez, jamás se conversa de otra cosa que no sea del propio fin de semana púrpura o de música, grupos y discos añejos; es decir, a nadie se le ocurre en ningún momento opinar sobre la crisis o poner pingando a los políticos, jamás se escuchará un diálogo en el que se apunten ingeniosas soluciones al problema del paro, serían imposibles corrillos donde se discutiera sobre fútbol o hubiera lamentaciones por el medio ambiente y el calentamiento global. Nada de eso, el Purple Weekend no lo permite, no lo facilita, no estimula esas fuentes de conflicto y mala sangre.

El Purple Weekend, en fin, tiene sus modos y procesos, su propia forma de pensar y actuar. Es un auténtico oasis, apenas tres días en los que unos cuantos colegas procedentes de todas partes se juntan en asamblea musical, cultural, para compartir unas cuantas horas de pasión, estética y satisfacción. Es algo entrañable y cercano, y no se tiene noticia de que jamás se haya producido cualquier clase de violencia. Nada de eso, el Purple es amable y muy amistoso.

CARLOS DEl RIEGO
                                                                                               



miércoles, 5 de diciembre de 2012

XXIV PURPLE WEEKEND, REFERENCIA DEL MOD-POP EN TODA EUROPA El ya veterano festival cuenta este año 2012 con el legendario Rocky Ericson, Nick Waterhouse, The Rezillos, Los Mockers y otra docena de grupos de gran calidad; no faltarán sus encantadoras y seductoras actividades paralelas. En los primeros días de diciembre hay que ir al oeste, al noroeste de España

El legendario Rocky Ericson
Hace ya 24 años que Alejandro Díez (Álex Flechazo, hoy embarcado en Cooper) ideó y puso en marcha en León (España) un pequeño festival que miraba a la música y estética de los años sesenta del siglo pasado; era algo artesanal, hecho con ilusión y sin medios, entre amigos y sin mayores pretensiones. Pero con el paso del tiempo la cosa fue creciendo, evolucionando cómo ocurre con las buenas ideas apoyadas por voluntades, de forma que el evento se hizo mayor y exigió trabajo profesional. Así, ya sin Alejandro a los mandos (aunque respetando el ‘feeling’ inicial), el Purple Weekend ha llegado a convertirse en el festival de referencia en Europa en su género. Por eso, no es casual que hayan visitado los escenarios leoneses artistas que ya están en la Historia del pop, el rock y otros subgéneros, grupos que jamás habían tocado en España a pesar de llegar directos desde aquellos emblemáticos años. Característica del evocador certamen es su distribución por pequeños escenarios de la pequeña ciudad de León, aunque las veladas estelares tienen lugar en un espacio de capacidad media, es decir, sigue teniendo algo de entrañable, de cómplice, y nadie se imagina el Purple Wekend en un recinto para miles de personas; no, esto es otra cosa.


Sería ocioso recordar a los nombres históricos que han visitado la capital del Viejo Reino (esa información está al alcance de cualquier interesado), baste subrayar que han sido tan sonoros que han conseguido mover a jóvenes de toda España (algunos a bordo de sus Vespas y Lambrettas), e incluso de varios países europeos (también se han visto rasgos asiáticos), que tienen señalada la fecha en el calendario y acuden fielmente a la llamada púrpura. De este modo la ciudad se convierte en un gran escenario, pues además de conciertos por sus plazas y pequeños locales, los visitantes disfrutan con las numerosas y atractivas actividades paralelas, como los mercadillos de vinilos y ropa, las excelentes exposiciones, las cabalgadas en ‘scooter’por la ciudad y la provincia o los siempre multitudinarios ‘allnighter’, esas fiestas interminables donde sólo se pincha música escogida especialmente y que resultan tan irresistibles que muchos casi las prefieren a los directos. Asimismo, esta singular cita con la música y el ambiente de aquellos años ha calado en León, al menos entre amplios sectores de la juventud y mediana edad (pues los que estuvieron en las primeras ediciones, ahí siguen), y sin embargo ha conseguido contenerse lo suficiente como para no crecer en exceso, para no volverse festival multitudinario y monstruoso; afortunadamente sigue siendo un pequeño gran certamen musical en una monumental pequeña ciudad. Y por eso es habitual que los jubilados aparten temporalmente la vista de la obra de turno para mirar, con expresiones de extrañeza, a esos chavales que van vestidos y peinados como ellos cuando tenían veinte años.
Para la edición de 2012 del Purple Weekend (la XXIV) se ha confeccionado, como siempre, un cartel atractivo y original, cargado de sorpresas, de nombres emblemáticos, de grupos que están en el Olimpo de los que cardan la lana sin llevar la fama. Todos ellos tienen personalidad, carácter y razones suficientes para subirse a los escenarios púrpura, pero si hubiera que subrayar a cuatro, se pueden escoger al legendario Rocky Ericson, a los uruguayos Los Mockers, al guitarrista Nick Waterhouse y a los escoceses The Rezillos.

Rocky Ericson es una leyenda. Fue líder de uno de los grupos que puso en marcha el rock psicodélico, 13th Floor Elevator, facturando canciones excelentes que exceden cualquier género, y con el paso del tiempo se ha convertido en referencia admirada por infinidad de estrellas de la música o el cine. Su leyenda negra lo coloca en el pabellón de los esquizofrénicos y achaca el problema al exceso de alucinógenos en su juventud, pues incluso proclamaban las bondades lisérgicas; claro que tal vez el origen de todo fuera aquel picapleitos que, en su juventud, le recomendó declararse desequilibrado mental para eludir la cárcel tras ser sorprendido con un porro. Eran los años sesenta. Pero lo importante es que actúa en exclusiva en León un artista superlativo (tiene talento, voz, pasión…, y sabe cómo transmitir) que no falta en ninguna enciclopedia.

Rythm & blues finísimo, exquisito, y aderezado con ingredientes del mejor rock, es lo que propone el gran guitarrista y cantante norteamericano Nick Waterhouse. Y a diferencia del anterior, Nick es lo que se dice un debutante, un joven que acaba de llegar al mercado, pues su primer disco es de este mismo año. Sin embargo, su clase parece mostrar otra cosa, pues en vivo atrae como hechicero. Y atención a su magnífico grupo, saxo incluido.
Desde Uruguay, por primera vez en España, llegan Los Mockers, apodados los ‘Stones sudamericanos’ no sin razón (¿tocarán su versión del ‘Paint it black’?). Esta espléndida banda ya funcionaba en los años sesenta y se presenta con su formación original. Hay que verlos para entender que en todas partes cuecen habas, en todos los rincones del mundo han comprendido qué es el rock y lo han interiorizado, por lo que ya no puede sorprender tanta calidad, tanta agudeza como la que muestran estos históricos del rock y el rythm iberoamericano.

Los Rezillos fueron de los primeros grupos en todo el mundo que hicieron música punk, allá por el año 1976 en Edimburgo, Escocia. En realidad casi siempre estuvieron entre el punk y el pop-new wave, es decir, velocidad vertiginosa y pocos acordes, buenas melodías y voces gritonas e instigadoras, estupendas versiones y sólidos temas propios, letras agresivas y a la vez divertidas. Al igual que otros de su época, parecería que Rezillos estaban esperando a que ocurriera algo para salir, para irrumpir, para sacar y mostrar toda la energía juvenil que llevaban dentro, y eso que ocurrió fue el punk. A pesar del paso del tiempo (han sido Rezillos y también Revillos), siguen empujando al público al salto y el baile, propiciando que se olviden totalmente los problemas y depresiones cotidianas. Y vienen con sus voces auténticas, Fay Fife (se llama Sheilagh) y Eugene Reynolds (en realidad, Alan), además de su batería original, Angel Patterson. Bien podría decirse que no hay nada mejor contra el mal rollo que un par de pastillas de dos minutos del Dr. Rezillo; su principio activo es punk-pop hipervitaminado y supermineralizado, y su eficacia está absolutamente probada. ¡Ah, aquel inolvidable concierto en Rockola (Madrid) en los primeros años ochenta del siglo pasado!  

  
Pero todo esto es sólo la punta de un enorme iceberg que hay que ver de cerca. Purple: no cambies de color, no te sentaría bien.

CARLOS DEL RIEGO