jueves, 29 de agosto de 2019

CONSECUENCIAS Y FALSEDADES DE LA LEYENDA NEGRA

Los Tercios de Flandes son una de las causas de la leyenda negra, sin embargo su conducta no difiere de la de los ejércitos francés o inglés cuando dominaron Europa




 
“¡Qué poca cosa es España para los españoles!” dijo una vez Antonio Machado; sin embargo, afortunadamente no todos los españoles tienen el mismo concepto de su país. En todo caso, sí es certera la frase si se refiere a muchos españoles, no a todos. Tal cosa se demuestra en sentimientos tan frecuentes como la alergia a la bandera o al término España que muestran no pocos de sus nativos y que, en realidad, no son sino vestigios de la leyenda negra que construyeron los enemigos de este país


Un hispanista extranjero señaló que la única razón de la existencia de la leyenda negra española es que sigue habiendo muchos españoles dispuestos a creérsela; en este sentido, explicaba, hubo leyenda negra contra Napoleón en toda Europa, pero como los franceses no le hicieron el menor caso la cosa se disolvió, desapareció. De hecho, sólo refiriéndose a España sigue vigente el término y su significado. La leyenda negra antiespañola surge (aseguran la mayoría de autores) en el siglo XVI, difundida por los enemigos comerciales e imperiales de España, sobre todo Inglaterra y Holanda, pero también por españoles, como el secretario traidor de Felipe II, Antonio Pérez, o el exagerado fray Bartolomé de las Casas. La base de la leyenda hay que buscarla, sobre todo, en tres puntos: la Inquisición, la actuación de los Tercios de Flandes y la conquista de América; y en menor medida en la expulsión de musulmanes y judíos o en el poder de la Iglesia (idéntico en todas partes).

La Inquisición, sin embargo, fue un invento francés y existió en muchos lugares de Europa (Portugal, Alemania, Suiza, Francia, Italia, Polonia, amplias zonas de los Balcanes…), como también existieron tribunales similares en países protestantes como Inglaterra, es decir, no sólo España puede ser acusada de ello. Por otro lado, según las cifras aceptadas hoy mayoritariamente, en España hubo un total de 49 ejecuciones por ‘brujería’ (que son muchas), mientras que en Alemania hubo 25.000, en Polonia 10.000, en Suiza 4.000, en Inglaterra 1.000…, lo que quiere decir que la acusación de brujería apenas se tuvo en cuenta y pronto desapareció del catálogo de la inquisición española. Ésta se dedicó, sobre todo, a buscar falsos conversos y herejes (aunque de estos hubo muy pocos por aquí); pero aún con todo, tal y como asegura el escritor estadounidense Jamis A. Michener en su libro ‘Iberia’ (1968), “En Alemania se ejecutó a más personas por ser deficientes mentales que todas las ejecutadas por la inquisición española”, pues ésta jamás actuó contra judíos o musulmanes y muy poco contra ‘brujas’. Finalmente, como sostienen todos los historiadores, los delincuentes comunes pedían siempre ser juzgados por la Inquisición, considerada más fiable y clemente que los tribunales civiles.

Por otro lado, la crueldad de los tercios de Flandes hay que colocarla en su tiempo, en una época en que el estado de guerra era el habitual, de forma que sólo un ingenuo puede llegar a creerse que en el campo de batalla unos se comportan como caballeros y otros como salvajes. Sólo hay que echar un vistazo a todos los conflictos armados que asolaron Europa en esos siglos (de principios del XVI a principios del XVIII, cuando se disuelven los Tercios) y en los que no participó España. Hubo crudelísimos enfrentamientos internos en prácticamente todos los países o territorios de Europa, desde Polonia hasta el Reino Unido, y tremendas batallas, rebeliones y masacres en las que España no participó. En fin, ingenuo o malintencionado será quien piense que en la guerra hay ejércitos bondadosos y ejércitos violentos.  

Y por último, lo de la conquista, cuya base principal es la ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’ de Bartolomé de las Casas. En primer lugar es evidente que las exageraciones del fraile son colosales (cosa que él mismo admitió), empezando por cifras, tiempos y distancias imposibles, y continuando por las contradicciones en que cae; además escribió que los indios eran mansos, buenos, sin maldades, fieles, pacíficos, humildes, carentes de odio y deseo de venganza…, cuando lo cierto es que la América precolombina era tremendamente violenta, cruel y sanguinaria, los sacrificios humanos eran casi diarios (se da noticia estos días, VIII-19, del hallazgo de los restos de 227 niños sacrificados en el Perú precolombino, que se suma a muchos otros similares), las guerras eran permanentes, igual que los secuestros de jóvenes para el sacrificio o para ser devorados, de mujeres para concubinas, de hombres para esclavitud…; Bernal Díaz del Castillo achaca a de las Casas que hable “sin haber estado allí”, mientras que él fue “testigo de vista” al ir junto a Cortés en aquella primera expedición de 1519; describe Bernal cómo cuando entraban en los adoratorios (los cúes) estaba todo manchado de sangre y costras de sangre ennegrecida, y olía “peor que en los peores mataderos de Castilla”, pues allí destripaban, decapitaban y mutilaban. Igualmente se horrorizó al enterarse de que los indios que estaban en jaulas de madera eran para engordar y comer. También cuenta cómo los caciques de los pueblos sometidos por los aztecas iban llorando a Cortés para que los defendiera… Es decir, los indios no vivían en un paraíso antes de la llegada de los españoles, como falsamente escribió de las Casas y que tanto contribuyó a la leyenda negra.

Esa leyenda negra tiene vestigios y pervivencias en la actualidad, y se nota en todos los ámbitos de la sociedad. Así, exhibir u ondear una bandera española es tenido por síntoma de fascismo por gran parte de la población (no así si es bandera de nacionalistas o de otro país), hasta el punto de que la mayoría de partidos políticos jamás la tienen presidiendo sus actos (y no digamos el himno). En todos los países del entorno cualquiera puede lucir una camisa con su bandera impresa, mientras que hacer eso aquí sería correr un riesgo cierto y tener el seguro del insulto y el desprecio. No pocos sectores de la sociedad (desde los nacionalistas hasta los grupos de rock) tienen verdadera alergia a pronunciar la palabra España, que ha sido sustituida por Estado Español (el Estado es la administración, o sea, delegaciones de gobierno, ayuntamientos); por ello, bandera, himno y término España se han convertido para amplios sectores en algo indeseable per se. Asimismo, los grandes españoles de la historia son vistos con desprecio, se destacan sus errores y crueldades (sacándolos totalmente de contexto) y se niegan sus logros. Las hazañas conseguidas por cualquier Pérez o García se consideran producto de la suerte o son ignoradas e incluso negadas. Además, si España entrara en conflicto con otros países, los españoles ‘anti’ se vanaglorian diciendo que se pondrían a favor del otro… Son sólo muestras de lo que la leyenda negra (a la que se da credibilidad en contra de la evidencia) ha conseguido mantener a lo largo de los siglos. Hay que añadir que a ese mal contribuyó el franquismo, pues muchos españoles, incomprensiblemente, identifican los símbolos, costumbres, tradiciones o Historia con Franco.

En ningún país del mundo hay tantos que desprecian el lugar donde han nacido como en España, en ningún país se oculta la bandera y se pita el himno, se niegan hazañas ni se menosprecia a sus héroes tanto como en esta tierra que, por otro lado, sea tal vez la más invadida de la historia: celtas, fenicios y griegos, más tarde cartagineses y romanos, posteriormente visigodos y suevos, vándalos y alanos, e inmediatamente los musulmanes, incluso los vikingos penetraron por los ríos atlánticos en el siglo IX, y Napoleón lo intentó en el XIX. Por eso, resulta estúpido achacar a España haber invadido y conquistado, pues tal cosa ha hecho el que ha podido durante los últimos cinco mil años, incluyendo los nativos americanos antes de 1492.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 25 de agosto de 2019

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES EN TORNO AL ‘ABBEY ROAD’ DE LOS BEATLES

No es la foto de la portada, pero resulta muy fácil de identificar


En agosto de 1969 los Beatles terminaron de grabar su último álbum, el célebre ‘Abbey Road’, que se publicó al mes siguiente (el ‘Let it be’, salió después aunque se grabó antes). Resulta ciertamente asombroso que, medio siglo después, este disco no sólo no pierde atractivo, sino que sigue sonando fresco, atrevido, diferente, actual incluso. Sobre él se ha contado prácticamente todo, aunque siempre se atiende más a los hechos trascendentes que a las curiosidades y ‘pequeñeces’, que también merecen ser recordadas

Difícil resultará sorprender con algo nuevo sobre el ‘Abbey Road’ a los ‘beatlemaníacos’. Reportajes de todo tipo, investigaciones y análisis, libros, ensayos y publicaciones han desmenuzado todo lo referente a tan trascendente obra. No hay que olvidar que, casi con cada disco, los Beatles abrían caminos desconocidos, proponían innovaciones luego imitadas y abrían todos los horizontes musicales.

Como es más que sabido, a aquellas alturas de los sesenta las relaciones entre ellos estaban más que deterioradas. Ya habían grabado el ‘Let it be’ entre turbulentas discusiones, algo que alguien tan elegante y refinado como Georges Martin llevaba fatal, tanto que había decidido dejar de trabajar con los Beatles. Paul, sabedor de que Martin era el que más partido sacaba al grupo, rogó, suplicó y prometió, hasta que el veterano productor accedió; eso sí, exigió tener control total, como antaño. Luego Martin declaró que todo fue bien, ya que todos pensaban que sería el último.

Ellos dos, McCartney y Martin, tuvieron la idea de mezclar canciones a medio terminar y unirlas a modo de ‘suite’ y, aunque al principio John no estaba conforme, luego no le pareció tan mal la cosa. Y así fabricaron esa mezcla de más de quince minutos de la cara B, con temas de uno y otro combinándose. El resultado de esta novedad es indiscutible. Pero antes, decidieron quitar el ‘Her Majesty, un tema que en principio tenía intención de homenaje a la Reina, aunque luego perdió esa intención; Paul le dijo al ingeniero de sonido,  John Kurlander, que cortara y tirara ese trozo de cinta, no le gustaba y además era poco más que una prueba, pero a Kurlander le habían avisado de que jamás tirara ningún material de los Beatles, fuese lo que fuese, así que recogió la cinta y la pegó casi medio minuto después de la última canción; luego les pareció divertido eso de la pieza escondida y…, ¡otra innovación!

Pocas imágenes de todo el siglo XX serán más fáciles de identificar que la portada del ‘Abbey Road’. Lo que sorprende es que el título y esa foto surgieron por ahorrar esfuerzos: se tituló así porque el estudio estaba en esa calle y la foto se hizo allí mismo; en menos de media hora habían solucionado la cuestión de portada y título.

Pero lo distintivo de este disco, lo que verdaderamente pervive son sus canciones. Cuentan que, desde que se grabó, hubo un consenso general sobre que ‘Something’ era la mejor del álbum; y también es de sobra conocido el comentario de Frank Sinatra (que pensó que era de Lennon y Macca): “Es la mejor canción de amor de los últimos 50 años”. Por el contrario, todos menos el propio Paul pensaron que ‘Maxwel silver hammer’ era horrible; Harrison la calificó de “loca, extravagante”, Ringo dijo que era “la peor pieza que habían grabado” y que los días que les llevó le parecieron semanas; a John no le gustaba y pensaba que Paul gastaba demasiado tiempo en ella. Éste la defendió: “Sólo es una historia tonta que habla de las caídas, de que cuando todo parece ir bien, llega el martillo de Maxwel y acaba con todo”; entre los instrumentos que suenan hay un sintetizador y un yunque.

Caso distinto es el de la deliciosa ‘Oh darling’. Cuentan que John quería hacer la voz solista en este tema y que se enfadó con Paul cuando éste no se lo permitió. Y es que el bajista trabajó de lo lindo con la pieza: a lo largo de la tercera semana de julio del 69 iba media hora antes que los demás y nada más llegar grababa una primera toma de su voz; explicó que cantar temprano le daba una textura áspera a la voz: “pretendía que sonara como si hubiera estado cantando toda la semana”.

La delicada ‘Here comes de Sun’ la pensó Harrison cuando, harto de las discusiones y reuniones entre los otros tres, los managers y los ejecutivos, se fue a visitar a su amigo Eric Clapton; una mañana cogieron las guitarras y se fueron a tocar fuera, vieron la salida del sol, empezaron a tocar y George entonó el primer verso; “Era un tipo mágico”, dijo Clapton, que añadió “contemplé cómo en muy poco tiempo surgía la canción”. Su colega Tom Petty pensaba que “Ninguna canción puede hacerte sentir mejor que esta”. La grabaron sin John, que estaba convaleciente.

Lennon contó (¿quién sabe si en broma?) que soñaba con El Rey Sol (Luis XIV), y por eso escribió el tema ‘Sun King’, aunque también parece que pretendía parodiar el ‘Here comes the Sun’ de Harrison, ya que la idea era titularlo ‘Here comes the Sun King’. Incluyeron el reverb tras escuchar el tema ‘Albatros’ de Fleetwood Mac (los de aquella época, no los de los setenta).

También John es el autor de ‘Mean Mr. Mustard’, que compuso en la India sumergido en la meditación trascendental, pero inspirándose en una noticia que leyó (algo muy habitual en él) sobre un avaro que guardaba la pasta por todas partes; pero no le gustaba nada, de hecho, declaró que el siguiente tema, ‘Polythene Pan’, “terminó ese pedazo de basura que escribí en la India”.

Sabido es que Ringo nunca quiso hacer solos de batería, ni aunque fueran muy cortos. Los otros tres insistieron en esta ocasión y lo convencieron, tal vez porque él también presintió que sería el último disco; y grabó un solo para el tema ‘The end’, un solo de apenas 15 segundos. En este tema, además, las tres guitarras se grabaron en vivo y en una sola toma.

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 22 de agosto de 2019

LA ERA DEL VINILO. 42 años de la muerte de Elvis.

Un pequeño espacio de radio musical con los clásicos en singles y elepés.

 42 años de la muerte de Elvis. 

  • 'Teddy bear', 
  • 'Heartbreak hotel', 
  • 'Suspicious mind' y 
  • otros números 1 

miércoles, 21 de agosto de 2019

ESPAÑOLES QUE, EN LOS AÑOS DE LA CONQUISTA DE AMÉRICA, SE CONVIRTIERON EN INDIOS

El sevillano Gonzalo Guerrero se convirtió en indio (conservó sólo la barba) y combatió duramente a los expedicionarios españoles.


Por diversos motivos, unos pocos españoles que tomaron parte en la conquista de América se integraron en alguna de las muchas culturas con las que se iban topando en aquellas expediciones por el Nuevo Mundo. Seguro que hay más, pero la historia de tres de ellos resulta verdaderamente novelesca; uno se transformó en jefe guerrero, otro vivió como esclavo apaleado y otro más se fugó con una india y desapareció… 

No son abundantes los españoles que desembarcaron en América y terminaron integrados en algunas de las tribus que allí vivían, algo lógico, ya que en el siglo XVI el concepto de ‘cristiano viejo’ estaba tan arraigado que otras opciones ni siquiera se consideraban. Pero sí se tiene conocimiento de dos casos que tuvieron trascendencia histórica y otro más que, sin mayores consecuencias, posee un matiz romántico. En todo caso, los tres episodios tienen trama de sobra para ser novelados.

Uno de los primeros europeos que puso sus pies en México, concretamente en la península de Yucatán, fue el andaluz Gonzalo Guerrero. En 1511 iba desde lo que hoy es Panamá hacia La Española, pero un huracán caribeño hizo naufragar el barco; se salvaron docena y media y consiguieron llegar a la costa ocho; los indios mataron a todos menos a dos, Jerónimo Aguilar y Gonzalo Guerrero. Cuando ocho años más tarde Cortés llega a la isla Cozumel (al lado de Yucatán) se entera de que hay dos españoles cautivos, así que envía a buscarlos. Aguilar vuelve encantado (a cambio de rescate), pero Guerrero decide quedarse, y cuando aquel de pregunta por qué responde que no sólo está casado y tiene hijos mestizos (¿los primeros?), sino que tiene el cuerpo lleno de tatuajes y, entre otras prácticas rituales, se ha perforado las orejas y el labio inferior…, en fin, más o menos le dice que cómo se va a presentar así en su pueblo de Huelva. Los dos, Aguilar y Guerrero, habían sido esclavos y gracias a sus habilidades para el trabajo habían conservado la vida. Al parecer, Guerrero se comportó siempre de modo muy sumiso, cayendo bien a los caciques; en cierta ocasión salvó la vida de uno de ellos, el cual le dio la libertad y, con el tiempo, se casó con la hija de otro cacique. Tuvo varios hijos a los que educó según la tradición maya (se dice que llegó a ofrecer una hija para el sacrificio, pero no hay pruebas de ello) y, llegado el momento, combatió muchas veces contra los españoles como capitán de guerreros. Murió en batalla en 1536, tras recibir un tiro de arcabuz.

Si Gonzalo Guerrero renunció a su ‘nacionalidad’ de buen grado, Juan Ortiz fue cruelmente obligado. Este sevillano había participado (jovencísimo, 18 años) en la desastrosa expedición de Pánfilo de Narváez (el más inútil de los descubridores) a Florida en 1528. Capturado por los indios junto a otros compañeros, vio como éstos eran martirizados, ensartados por las flechas, quemados a fuego lento (el cacique quería ‘darles tiempo’ para sufrir) y muertos entre insufribles dolores. Aterrado esperaba la misma suerte, sobre todo cuando lo llevaron al lugar del martirio, donde vio los trozos de sus compañeros; pero cuando los indios estaban en plena faena, la esposa y la hija del cacique Hirrihigua le rogaron que lo perdonara (al parecer, seducidas por su juventud y buena planta). Le perdonó la vida, pero ésta no iba a ser fácil para Ortiz: iba desnudo y era azotado continuamente, no le dejaban dormir y comía lo que encentraba; una vez le obligaron a correr bajo amenaza de muerte si paraba, así que corrió hasta caer extenuado; otra a vigilar el cementerio, por donde pululaban los carroñeros, de modo que él mismo estuvo a punto de convertirse en comida, así que se vio obligado a volver con sus ‘anfitriones’. El cacique parece que se divertía mucho asando a la gente, así que lo dispuso todo para ‘calentar’ al pobre Ortiz, que se salvó nuevamente por las súplicas de la hija del jefe indio, quien de todos modos planeaba liquidarlo cuanto antes; esa muchacha india (que merece ser recordada) volvió a jugársela por el sevillano, consiguiendo llevarlo a otra tribu, donde se integra hasta parecer un indio más.

Casi dos años de tormento había pasado Ortiz, y otro tanto para convertirse totalmente en indio. Unos diez o doce años después, Hernando de Soto encabezaba otra expedición por esas regiones de Norteamérica cuando la avanzadilla ve a un indio todo tatuado pero con barba que se les acerca gritando “¡Sevilla, Sevilla! Señores, por Dios y Santa María no me matéis, que soy cristiano como vosotros, soy de Sevilla y me llano Juan Ortiz”. La sorpresa que debieron llevarse los soldados debió dejarlos con la boca abierta. Una vez recuperado y tras contarles sus desventuras, de Soto comprendió que Ortiz le iba a ser muy útil, pues en esos años que había pasado con diferentes tribus había aprendido varias lenguas, con lo de Soto podría comunicarse con muchos caciques. También entendieron por qué años antes en Cuba, un indio traído de Florida les repetía una y otra vez “Orotiz, Orotiz”. El desdichado Juan Ortiz murió en 1541 (seguro que de fiebres tropicales, igual que de Soto) en el largo camino que les llevó por Georgia, las Carolinas, Tennessee, Alabama, Arkansas, Texas… El pobre jamás volvió a su amada Sevilla.

Mucho menos se sabe de un tal Francisco de Guzmán que, al parecer, era hijo extramatrimonial de un hidalgo de Sevilla. Poco después de la muerte de Hernando de Soto (1542), la expedición llega hasta Texas, pero deciden regresar hacia el río Mississippi, siendo continuamente atacados por los indios y acosados por el hambre. En esas circunstancias sobrevive un soldado llamado Francisco de Guzmán, que ‘posee’ una india de la que está perdidamente enamorado; pero también está devorado por el juego y una noche se juega a su india a los dados y la pierde; el ganador le exigiría que al día siguiente le llevara a la muchacha, pero esa misma noche, el hijo ilegítimo del hidalgo sevillano deserta, se fuga con su amada, desaparece para siempre y nunca más se supo de él. Es de suponer que se integraría en alguna de las tribus de aquellas tierras y que rehuiría cualquier acercamiento a destacamentos españoles, pues la pena para el desertor era… Renunció a todo por amor.

Podría añadirse a Cabeza de Vaca, pero su historia es mucho más larga.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 18 de agosto de 2019

CLÁSICOS DEL ROCK QUE HOY SERÍAN CARNE DE JUZGADO

El clásico 'Hey Joe', que lanzó Hendrix en 1967, contiene una letra que hoy se ve como ejemplo de violencia machista


Pocas bromas, chistes o segundas intenciones se permiten a día de hoy con asuntos que puedan asociarse al machismo. Sin embargo, no pocos clásicos del rock & roll tienen letras que, en los últimos años, han adquirido un componente de perversión para gran parte de la sociedad; en su momento esas letras no fueron tan mal vistas, pero en la segunda década del siglo XXI se han convertido en auténticas herejías fácilmente denunciables

Vistas esas canciones con parámetros, valores y mentalidad de hoy se antojan intolerables, pero entonces no parecieron tanto. Es como fumar en recintos públicos, que hoy parece algo imposible de ver, mientras que en los cincuenta y sesenta se fumaba en el hospital, en el juzgado, en la universidad, en el bar… El cambio de mentalidad conlleva un cambio de valores: escenas de sexo que hoy aparecen en horario infantil en la tele hubieran sido imposibles en los cines de los 50, mientras que canciones que entonces parecían pícaras pero ingenuas se entienden como maldades sacrílegas en 2019.

Un caso atípico es el ‘He hit me (and It felt like a kiss)’ que lanzaron The Crystals en 1962. Producido por el indeseable y genial Phil Spector, esa letra disgustó incluso a las componentes del grupo, ya que el título dice “Él me pegó y fue como un beso”; sin embargo, ellas no dijeron nada entonces, sino que mostraron su disgusto mucho después. El texto lo escribió Gerry Goffin, que se basó en una niñera que lo cuidaba cuyo novio le pegaba, pero se casó con él de todos modos; la música la hizo Carole King (pareja de Goffin), quien también se sintió mal por haber ‘colaborado’: “Soy cómplice de esa canción, ojalá nunca la hubiera hecho”.

Ningún autor escribiría hoy cosas como el ‘Sweet little sixteen’ que Chuck Berry publicó en 1958 o el ‘You´re sixteen’ (1960) de Johnny Burnette. Cuando ya entonces se planteó la cuestión de relaciones con menores de 18 años, se explicó que el rock & roll estaba destinado a adolescentes, por lo que había que ponerse en la piel de un chaval de eso, de 16 años, al hacer la letra. De todos modos, Chuck ya tenía más de 30 cuando escribió sobre “los vestidos ajustados y el lápiz de labios”; y en el tema de Johnny Burnette (de los hermanos Sherman en realidad) el protagonista conduce un coche y bebe vino, es decir, su adolescencia había quedado muy atrás.   

No se salvan Los Beatles de la sospecha. Su excelente tema ‘I saw her standing there’ (1963) también ha sido mirado con lupa. El autor de la letra, Paul McCartney, explicó una vez que en principio los dos primeros versos iban a ser “Bueno, ella solo tenía 17 años / nunca había sido una reina de belleza", pero él y John pensaron que esa segunda frase resultaba “degradante”, así que la cambiaron por "sabes a lo que me refiero", una insinuación que puede resultar mucho peor. También el ‘Run for your life’ (1965) contiene versos que, hoy, pueden herir sensibilidades: “Prefiero verte muerta, nena, que con otro hombre”. En su descargo puede alegarse que ellos sí tenían veinte años.

Sus supuestos antagonistas, Los Rolling Stones, no iban a ser menos, al revés, tienen muchos más temas susceptibles de denuncia. Así el ‘Stupid girl’, el ‘Brown sugar’ o el humillante ‘Under my thumb’ (1966) que podría traducirse como ‘Bajo el dedo gordo de mi pie’, que va de una chica que era una fiera y que termina siendo obediente y servil…

El blues es un género cuyos textos caen en la violencia machista con frecuencia (según el pensamiento de hoy). El clásico ‘Hey Joe’ es un buen ejemplo, siendo imprescindible la versión que Jimi Hendrix, grabó en 1967. “¿Dónde vas con la pistola Joe? Voy a disparar a mi mujer, porque descubrí que iba con otro hombre”, y sigue “Hey Joe, oí que disparaste y mataste a tu mujer. Sí, lo hice”. Terrible historia (el asesino tratará de huir a México) tantas veces repetida.

Incluso canciones aparentemente intrascendentes pueden esconder mensajes fácilmente interpretables como machistas, como el ‘In the summertime’ que llevó a Mungo Jerry al número uno en media Europa en 1970. La letra, hoy, es casi intolerable: “Si su padre es rico llévala a comer. Si su padre es pobre simplemente haz lo que sientas”, versos que menosprecian a la chica. 

En España hay no pocos ejemplos de canciones que en su día no llamaron excesivamente la atención por unas letras que actualmente resultan pecaminosas y heréticas. Baste recordar el ‘Quince años tiene mi amor’ (1961) del Dúo Dinámico, y aunque en realidad toda la ‘perversión’ esté en ese verso, bien podrían haber cambiado el ‘quince’ por ‘veinte’, que suena igual. Ya en los años ochenta del siglo pasado se encuentran muchos otros temas de texto controvertido. En ‘Atrapados en el ascensor’ (1988), de Un Pingüino en mi Ascensor, se incluyen versos como “No trates de alcanzar el timbre de alarma (…) deja de llamar a la portera (…) yo que puse toda mi ilusión en esta violación”; tal cosa, a día de hoy, estaría denunciada, seguro. Tampoco se pusieron pegas cuando en 1983 Polanski y el Ardor publicó ‘Negra’, tema que decía jocoso: “Hoy por fin lo conseguí, tengo una negra sólo para mí”; serían acusados de machistas esclavistas. Y pueden añadirse otras que ya han sido señaladas, como ‘La mataré’ de Loquillo o el más desagradable ‘Sí sí’ de Los Ronaldos. En su día no causaron escándalo, pero el paso del tiempo las acusa.

Nunca deben juzgarse hechos, ideas y personas de otro tiempo con la mentalidad actual, pues los valores que imperan hoy no tienen nada que ver con los que había ayer; o sea, los que hoy se escandalizan con ciertas canciones ni siquiera se hubieran planteado cuestiones como esas de haber estado allí entonces. Rasgarse las vestiduras con el pasado no sólo es absurdo, sino totalmente estéril.

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 15 de agosto de 2019

LA ERA DEL VINILO. Sicodélicos de los sesenta:

Un pequeño espacio de radio musical con los clásicos en singles y elepés.

Sicodélicos de los sesenta: 
  • DONOVAN, 
  • LOVE,
  •  PINK FLOYD, 
  • BYRDS, 
  • JEFFERSON AIRPLANE

miércoles, 14 de agosto de 2019

LA MALA COSTUMBRE DE TRAGARSE TODO LO QUE TE ECHAN

Al igual que los animales en la granja, hay muchas personas que se tragan todo lo que les echen sin siquiera dudar


Es desconcertante comprobar cómo hay tanta gente que, en una sociedad en la que cualquiera tiene  todas las herramientas informativas al alcance, se traga prácticamente todo lo que le echen, sin cuestionarse nada; es algo así como los animales en una granja, que se comen todo lo que les echan sin más, sin preocuparse de qué es esa pitanza

En las sociedades occidentales actuales prácticamente todo ciudadano tiene al alcance de la mano no sólo la información, sino maneras fáciles e instantáneas de comprobación. A pesar de ello la gente es más fácil de conducir, y obedece en masa y con docilidad a las órdenes de los expertos en marketing y manipulación de masas, los cuales están al servicio de empresas u organismos nacionales e internacionales. Así, bastan las campañas de publicidad para que miles o millones de personas respondan y se peguen a la pantalla (de la tele o de cualquier dispositivo) para ver el nuevo programa, la nueva serie, el nuevo culebrón…; también funciona el método con la música, ya que de repente masas enormes consumen el producto; y, entre otros ámbitos como en el de la información (que encumbra o destruye), la fórmula también da resultado con los informes y mensajes que parten de organismos nacionales e internacionales.    

La ONU o la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevan años lanzando cada cierto tiempo campañas que afean las conductas alimentarias de los occidentales. Basándose en dudosas estimaciones, encuestas y opiniones discutibles, propalan apocalípticas afirmaciones y adivinaciones; actualmente es contra las carnes rojas, que son malísimas para el medio ambiente porque los animales expelen toneladas de metano a la atmósfera y gastan muchos recursos, y también son perjudiciales para la salud si se comen en exceso; igualmente acusa la ONU de desperdiciar comida a los que viven en lo que podría llamarse primer mundo, de tirar a la basura un tercio de la producción. ¡Y la gente se lo traga sin siquiera un atisbo de duda!, sin contrastar el informe, sin enterarse de quién lo hizo y cómo. A continuación los medios de comunicación lo absorben e inmediatamente se lo sirven al público, el cual lo interioriza como una verdad absoluta sin rechistar. En fin, que apenas pueden encontrarse voces críticas con los informes de la ONU y de la OMS.

Y es que no está claro cómo elaboran esos documentos amenazadores, cómo llegan a esas conclusiones, qué parámetros han tenido en cuenta y que imprevistos pueden aparecer… Por ejemplo cuando dicen que se tira a la basura un tercio de lo que se compra; primero dicen que son los consumidores los que lo despilfarran (aún se recuerdan anuncios de Tv que así lo afirmaban), sin embargo no aclaran cómo llegaron a esa conclusión, ¿tal vez examinaron miles y miles de bolsas de basura para comprobar cuánto era aun comestible?; pero luego señalan los expertos que esa estimación (la que dice que un tercio de lo comprado se tira) procede de encuestas a los grandes distribuidores, con lo que los ‘sabios’ de la ONU entran en contradicción y, además, el que responde puede tener mala intención o equivocarse.

Por otro lado, esos ‘sabios’ de la ONU están puestos allí por poderosos de este o aquel partido, de este o aquel país (recuérdese que la comisión de Derechos Humanos de la ONU la integran, entre otros, Cuba, China, Arabia Saudí…, todos ellos países donde se respetan escrupulosamente los Derechos Humanos), es decir, esos supuestos expertos o sabios tienen que informar según los deseos de quienes los colocaron en tan envidiables puestos de trabajo, pues en caso contrario los perderán. Por esta razón los informes de esos comités de lumbreras tienen, para unos pocos pero no para la gran masa, muy escasa credibilidad. Asimismo no hay que olvidar que los privilegiados que vegetan en todos los organismos relacionados o subsidiados por la ONU están allí por su cara bonita, o sea, nadie les ha exigido votos ni se han contrastado méritos o conocimientos; y esto vale para todos los que cobran de esta u otras instituciones, ya sean mandamases políticos o supuestos expertos.

Y luego están las previsiones, las adivinaciones, la futurología que, indefectiblemente, conduce al error. ¿Alguien recuerda las previsiones apocalípticas que lanzaron desde la ONU sobre la gripe aviar, la peste porcina o las vacas locas? Según la ONU y la OMS esas enfermedades iban a llevar a la raza humana a la hecatombe, al cataclismo global…, sin embargo, el Señor Tiempo ha desmentido aquellas predicciones. Tampoco hace mucho de sus vaticinios sobre las próximas grandes calamidades: en los años ochenta del siglo pasado vaticinaron que el petróleo se terminaría antes de 2020, y que el aumento del nivel del mar inundaría islas y ciudades costeras antes incluso de esa fecha, y que cuando India y China se incorporaran de lleno al consumo habría escasez de todo…, nada de nada, todo mentira, todo futurología biempensante y políticamente correcta. Y es que en los tiempos actuales da muchos votos (o sea, poder) ponerse el disfraz ecologista, el de animalista y el de otros muchos ‘istas’… 

Por eso hay que tomar nota de sus erróneas profecías, hay que poner a enfriar cada informe de esos organismos, hay que desconfiar de lo que dicen y, sobre todo, de lo que predicen. Lo que no significa que no exista el problema, es decir, lo que es cuestionable son las profecías.       

Pero que nadie piense en conspiraciones, son negocios, sólo negocios.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 11 de agosto de 2019

LAS CALAVERADAS Y LOCURAS DE ACE FREHLEY, GUITARRISTA DE UNO DE LOS GRUPOS MÁS DISPARATADO, KISS

Ace Frehley, guitarrista de Kiss, estuvo a punto de morir electrocutado en escena


Parece obligación de toda estrella del rock vivir en la exageración y excederse en todo: sexo y drogas, fiestas y lujos. Y aunque no son pocas las excepciones, la realidad es que son muchos, muchísimos los nombres importantes en esto del rock que podrían escribir libros sobre sus calaveradas, extravagancias y desvaríos, es más, bastantes de ellos están convencidos de que ser estrella del rock impone vivir en el filo. Uno de los grupos que más experiencia tiene en este tema del exceso es Kiss, especialmente su primer guitarrista Ace Frehley

Es Kiss, sin duda, uno de los grupos cuya imagen resulta más fácil de identificar, ya que su puesta en escena está basada en la más enloquecida exageración, en una divertida horterada. Pero también fueron maestros en el desenfreno extremo fuera del escenario. De Gene Simmons y Paul Stanley se han contado todo tipo de locuras, pero no tantas de Ace Frehley, que estuvo en el grupo desde el inicio y con el que grabó sus nueve primeros álbumes.  

Un periodista especializado, Nathan Rabin, escribió una vez que las estrellas de rock, por más hedonistas y vividores que fueran, por más drogados y borrachos que estuvieran, siempre podían consolarse pensando que, al menos, no lo estaban tanto como Ace Frehley; e igualmente, cuando pensaran que estaban al borde de la locura, al menos nunca estarían tan locos como Ace.

El chaval ya prometía desde su infancia. Lo expulsaron de varios colegios de secundaria y él mismo se largó de uno. Sí, era muy problemático, pero también (tal vez por ello) muy popular entre sus compañeros y compañeras, ya que, al parecer, el joven Paul Frehley, era un auténtico as con las chicas, así que lo apodaron así, Ace, seudónimo que mantuvo y potenció cuando entró en el rock & roll. El caso es que antes se veía fácilmente envuelto en peleas callejeras, y conoció muy bien el asiento de atrás de los coches patrulla y las comisarías. Él recuerda que le pusieron “el cañón de una pistola en la sien varias veces”, así como las peleas “locas y descontroladas en la calle”, los problemas “en que me vi y de los que pensaba que jamás saldría”, y claro, también recuerda la suerte que tuvo cuando “con trece años me apuñalaron en la barriga, pero no fue una herida profunda, aunque pudo serlo”.

También le gusta recordar a Frehley aquel día que fue pipa improvisado de Mitch Mitchell, batería Jimi Hendrix. Fue en un local de Nueva York algo más de un año antes de la muerte de éste. Resulta que estaba rondando la puerta por donde salían y entraban los grupos, así que en un momento dado se mezcló con ellos y entró. Luego alguien se dio cuenta “y me preguntó en qué grupo tocaba, yo le respondí que en ninguno, que me había colado; entonces me pidió que le ayudara con la batería de Mitch Mitchell y antes de darme cuenta estaba montado timbales, bombos y platos; lo malo es que me crucé con el propio Mitchell y no lo reconocí; fue un día surrealista”. De acuerdo.

Una de las señas de identidad de Kiss es, claro, el chocante maquillaje y los delirantes trajes. Después de un concierto en París (con toda la parafernalia encima) se produjo el final esperado: enorme borrachera que condujo a la pérdida de consciencia. Él mismo recuerda: “me desmayé sobre la cama y me dormí con todo el maquillaje; al despertar tenía los ojos tan hinchados que no podía abrirlos, me sentí aterrorizado, pues estaba convencido de que me había quedado ciego para siempre”; es más, a pesar de las palabras tranquilizadoras del médico y a causa de que los vapores etílicos no se habían disipado totalmente: “durante unos minutos pensé con total seguridad que nunca más volvería a ver, fue una locura”. La explicación es lógica: gran parte de la pintura y maquillaje con que embadurnaban sus rostros contenían polvo de plata, además de otros componentes que pueden resultar dañinos en ciertas circunstancias, como borrachera y posterior sueño sin limpiarse la cara; en fin que la plata y la pintura le entraron en los ojos y… 

Y lo que al propio Frehley no le gusta contar lo cuentan sus compis. El batería del grupo, Peter Criss, escribió en sus memorias que “Ace se ‘autocomplacía’ muy a menudo”. Al parecer, el guitarrista nunca tenía suficiente, y a la mínima oportunidad le daba al ‘amor propio’, especialmente en los primeros días de la banda, según Criss anotó en su libro. Frehley, claro, jamás ha reconocido públicamente la ‘acusación’, la cual resulta sorprendente teniendo en cuenta que Ace era un auténtico as con las mujeres.

Por su parte, el propio Frehley desveló en su autobiografía que su compañero Gene Simmons había contraído ladillas y que, además, las había contagiado al resto de los integrantes de la banda (¿); y por si fuera poco, también afirmó que el bajista tenía alergia al agua y no se duchaba nunca. Sin embargo, Simmons negó tajantemente haber estado nunca infestado, aunque no desmintió con igual rotundidad lo de la ducha: “¿Qué tiene que ver la ducha con ser una persona responsable?, ¿qué más da?, ducharte o no ducharte no te hace un imbécil”. El caso es que Frehley suelta dardos más o menos sutiles contra Simmons en cuanto tiene oportunidad: “En lo personal nos llevamos bien, pero a veces toma decisiones comerciales con las que no estoy de acuerdo, y ahí empiezan los problemas. Además, lo que más le gusta a Gene es escucharse hablar”. ¡Pues sí que se llevan bien en lo personal!

Menos risueño es lo que le ocurrió en un concierto en Filadelfia en diciembre de 1976, cuando estuvo a punto de palmar por electrocución. En cierto momento del show, Frehley se quiso bajar de un altillo del escenario, y para ello se agarró de un riel de luces, lo cual, en combinación con su guitarra, convirtió su cuerpo en conductor de electricidad. Cuenta el guitarrista que se quedó como congelado, inmóvil, hasta que cayó inerte sobre el escenario. “Me desperté detrás de los amplificadores y les dije que no creía poder seguir con el concierto; el público empezó a corear mi nombre y, aunque en aquel momento no tenía sensibilidad en las manos, me levanté y terminé el espectáculo. No sé cómo pude hacerlo”.

Y no puede olvidarse aquella vez, en 1983, cuando intentó huir de la policía cerca de Nueva York. La poli le dio el alto y le pidió los papeles, pero le habían retirado el carnet (¡qué raro!); él mismo lo cuenta: “todo empezó cuando me choqué contra el coche de delante, el agente me pidió el permiso de conducir, pero como sabía que estaba suspendido le dije que lo tenía en la guantera, y en ese momento apreté el acelerador y salí a toda velocidad esquivando a los polis”. Conducía un Delorean pero sin condensador de fluzo, así que no tardaron demasiado en darle alcance tras una veloz persecución. Fue arrestado y acusado de conducir borracho (su estado natural), de manera peligrosa y sin licencia. Pagó 500 pavos de fianza, pero no se sabe cuánto le costó finalmente la broma.

Y además de esta pequeña selección de calaveradas, no hay que olvidar que los exceso con las drogas, las cogorzas antológicas, los encontronazos con la policía y con los directores de hoteles, las descontroladas fiestas con ‘groupies’ dispuestas a todo y las situaciones más surrealistas fueron casi cotidianas en la trayectoria no solo de Ace Frehley, sino de Kiss en general.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 7 de agosto de 2019

BARCOS Y MARINOS ESPAÑOLES EN LOS CONFINES DEL MUNDO

El primer mapamundi que incluye América (en verde), hecho por un cántabro, Juan de la Cosa, en 1500. Muchos mares y territorios seguían estando por descubrir.


Cinco siglos atrás partían de los puertos españoles, casi a diario, barcos cuyo destino era la aventura, lo desconocido. Por eso la cantidad de gestas descubridoras que protagonizaron los marinos hispanos a lo largo de los siglos XVI y XVII fueron determinantes para que se encontraran y conocieran los confines del mundo.

Es, sin duda, una de las causas de la envidia infinita que Inglaterra y Holanda muestran por España cuando se habla de méritos históricos. A partir del viaje de 1492, las naves procedentes mayoritariamente de puertos andaluces emprendían peligrosísimas travesías para encontrar, situar y cartografiar lugares que nadie (aparte de los nativos) había visto jamás. Después, aprovechando los mapas e indicaciones realizadas por los cartógrafos y navegantes extremeños, vascos, andaluces, gallegos…, llegaban los veleros ingleses, holandeses y de las demás potencias marítimas y, sin reparo ni escrúpulo alguno, se apuntaban el mérito de ser los primeros, daban nombre a las tierras y, en fin, se apuntaban todos los méritos ocultando el hecho de que no hubieran llegado allí sin las indicaciones de los verdaderos descubridores.

Por todo ello parece oportuno recordar los nombres y hazañas de aquellos esforzados, valientes e intrépidos españoles que, evidentemente, los tenían más grandes que el caballo de Santiago…Podría empezarse por el extremeño Núñez de Balboa cuando, en 1513, se adelantó al resto de la expedición que buscaba otro mar al oeste, se puso todo el hierro (coraza, casco…), y con la espada en una mano y los estandartes en la otra tomó posesión en nombre de los reyes de España (hay que imaginarse esa escena, hay que visualizar al explorador metido hasta la cintura en el mar, gritando y agitando armas y banderas: digno de verse). Uno de los grandes descubrimientos del XVI fue el hallazgo de una ruta para volver de Asia a América, lo que se llamó el ‘tornaviaje’; el vasco Andrés de Urdaneta (que ya había tomado parte en expediciones extremadamente peligrosas), encontró, describió y documentó perfectamente el mejor trayecto para ir de Filipinas a México (más de 14.000 kilómetros de océano), a donde llegó en octubre de 1565; en realidad llegó un poco antes un tal Alonso de Arellano, que capitaneaba una nave de la misma flota, pero como el que documentó y cartografió fue Urdaneta…

No hay que olvidar que en aquellos años al Océano Pacífico se le llamaba el Lago Español, ya que sólo lo surcaban naves españolas; hubo que esperar unos años hasta que los ingleses se enteraran de que había que atravesar el Estrecho de Magallanes para pasar del Atlántico al Lago Español. Y tampoco hay que olvidar el coraje, la bravura y valor de los marineros que se embarcaban sin saber a dónde, sin tener claro cuánto tiempo estarían sin ver tierra, sin la menor idea de lo que se iban a encontrar (ya fueran sirenas, monstruos marinos o terrestres), sin estar seguros de llevar provisiones suficientes…, sí, sin duda les sobraban agallas.

En fecha tan temprana como 1526 el vizcaíno Toribio Alonso de Salazar, embarcado en la flota de Jofre de Loaisa, fue el primer no oceánico que vio las islas Marshall; murió aquel mismo año de una enfermedad común entre los tripulantes de aquellos barcos, el escorbuto. Antes aun, en 1511 (otros dicen que en 1505), el onubense Juan Bermúdez encontró las Islas Bermudas y les dio su nombre. El leonés de El Bierzo Álvaro de Mendaña partió de Perú y se topó, en 1567, con las islas Salomón (las llamó así porque le habían dicho que por ahí estaban las minas del rey Salomón), y también con Guadalcanal, con las Marquesas…; en expedición posterior, en 1595, murió de malaria, tomando entonces el mando su mujer, Isabel Barreto, que también tenía muchos ‘riñones’, como demostró con los marineros díscolos y levantiscos. El cartagenero Juan Fernández (que da nombre a un archipiélago de Chile) fue el primer europeo en poner los pies sobre Nueva Zelanda en 1576 y, casi con total seguridad, en Australia.  El gallego Luis  Váez de Torres navegó por el estrecho que hay entre Nueva Guinea y Australia, hoy el estrecho de Torres. ¿Y el palentino Gabriel de Castilla, que llegó más allá de los 64º Sur, es decir, fue el primero que vio tierras antárticas, en 1603? ¿Y el extremeño Francisco de Orellana, que fue el primero que descendió el Amazonas desde los Andes hasta el Atlántico en un viaje de casi 5.000 kilómetros? Tampoco se puede olvidar la expedición científica que protagonizó el toledano Francisco Hernández en 1571, quien catalogó, describió y dibujó en 38 tomos los animales, las plantas y los minerales de la Nueva España.  

Y eso sólo recordando los viajes más importantes y que alcanzaron el éxito, ya que hubo muchos otros que fracasaron, terminaron en naufragio o, por cualquier otra causa, en desastre. Y sólo ciñéndose al siglo XVI, ya que en la siguiente centuria son abundantísimas las aventuras descubridoras y documentadoras de los buques españoles. Ya en el XVIII se lleva a cabo una de las más importantes expediciones, la capitaneada por Malaspina y Bustamante (1789-1794). Y eso sólo hablando de viajes, gestas y descubrimientos marítimos y sin volver a Elcano, Cabeza de Vaca, Ojeda…

¡Qué proezas, qué hazañas tan asombrosas, qué dificultades superaron! Ninguno de los presentes vivirá jamás aventuras semejantes.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 4 de agosto de 2019

45 AÑOS DE LA SOLITARIA MUERTE DE MAMA CASS ELLIOT

Cass Elliot había dejado atrás el personaje de Mama Cass cuando su corazón falló, sólo tenía 32 años.


Hace 45 años del fallecimiento de la gran cantante Cass Elliot, conocida como Mama Cass e integrante de The Mamas & The Papas. Es fácil recordar su figura y su prodigiosa voz, su facilidad para dar vida a cualquier partitura y su eterna lucha contra el sobrepeso. Murió en Londres unas horas después de su última actuación, y siempre han corrido rumores y sospechas en torno a lo que sucedió en aquel apartamento el 29 de julio de 1974 (la muerte de cualquier rockero siempre da pie a la especulación y la sospecha)

Desde que se había deshecho el cuarteto de ‘California dreaming’, Cass Elliot trataba de que el público dejara de considerarla Mama Cass, no quería seguir siendo ese personaje. Pero aquella noche de julio del 74 terminó su brillante y corta carrera y su batalla contra el sobrepeso. Sólo tenía 32 años, pero casi nunca bajó de los cien kilos de peso y no llegaba a 1,65 metros de altura.

Dicen que Crosby, Stills y Nash cantaron juntos por vez primera en su casa de Los Angeles, lugar de encuentro de músicos (Eric Clapton, por ejemplo) y de cultura hippie en general. Y también que era tremendamente inteligente (se afirma que su cociente intelectual llegaba a 165), ingeniosa, divertida y alegre, y ello a pesar del exceso de carnes, algo que la inquietaba desde niña. Incluso John Phillips se negó en principio a que aquella chica tan gruesa entrara en su grupo (entonces New Journeyman), sin embargo, en poco tiempo se dio cuenta del gran talento de la muchacha; cuenta una leyenda que Cass (en realidad Ellen Cohen) descubrió que podía cantar mucho más alto y mejor después de atizarse un golpe en la cabeza contra una tubería (¡cosas de los sesenta!).

En 1968 Cass decide irse y The Mamas & The Papas se disuelve, así que ella inicia una meritoria y poco recordada carrera en solitario, publicando varios álbumes y logrando notables éxitos. Sin embargo, sus primeros pasos como solista no fueron los deseados. Fue contratada a finales de 1968 para actuar en Las Vegas (sitio poco recomendable según la visión hippie), pero días antes del primer concierto estuvo enferma, con fiebre y voz muy afectada, al parecer a causa de sus intentos de perder peso como fuera, de modo que la noche del estreno no estuvo bien, tanto que se disculpó allí mismo, en el escenario: “irá mejor la próxima vez”; pero no fue así, ya que la segunda actuación fue aun peor, así que la pobre Cass Elliot, desilusionada y muy afectada, rompió el contrato y se fue a casa. Pero no se rindió, sino que volvió a grabar y lanzó varios sencillos que lograron excelentes resultados, y sus conciertos volvieron a mostrarla como una cantante poderosa, dulce y muy dotada para la melodía (en Londres el público enloquecía con ella). 

Precisamente en Londres cantó por última vez. Músicos y productores coincidieron en esos conciertos y en que “Cass Elliot está verdaderamente eufórica, ahora inicia su nueva carrera”. El 27 de julio volvió a hechizar al público londinense. Al día siguiente llamó a su ex compañera de grupo Michelle Phillips, a la que le contó, exultante de alegría, el tremendo éxito que estaba teniendo en Inglaterra; poco antes había asistido a una fiesta que daba Mick Jagger en la que, según los asistentes, no probó el alcohol. Y luego se fue a casa, un  apartamento en el distrito Mayfair de Londres, aunque no está claro si pasó antes por algún otro lugar. Ya el día 29 fueron a visitarla algunos amigos, pero no insistieron al pensar que estaba dormida. Su representante, Dot McLeod, después de haberla llamado por teléfono insistentemente, fue al apartamento y abrió, y se encontró con Cass ya cadáver.

Llegaron policías, médicos y forenses. En el primer informe la policía dijo que al lado de la cama donde estaba el cuerpo había un sándwich de jamón a medio comer…, un detalle nimio que para muchos fue prueba suficiente para afirmar que la cantante había muerto atragantada por la comida. La realidad fue muy distinta: la autopsia constató que la artista había muerto por problemas cardíacos, por una acumulación de grasa sobre el miocardio (el músculo del corazón), con total seguridad a causa de su sobrepeso; además, su tráquea y su estómago estaban totalmente vacíos y, en realidad, el dichoso bocadillo estaba intacto, como afirmó el informe policial final; tampoco se encontró en su organismo resto de drogas y alcohol. Luego también se supo que había mostrado síntomas preocupantes en las semanas anteriores (vómitos, mareos), seguramente a causa de su estricta dieta; días antes del deceso había cancelado una aparición en televisión al sentirse mal repentinamente. Sus amigos y la gente con la que viajaba habían comprobado que se pasaba hasta cuatro días sin comer prácticamente nada… ¡Menuda lucha consigo misma!
Michelle Phillips, la otra de las Mamas, debió ser la última persona con la que Cass habló, unas horas antes de su muerte; afirmó que Elliot  “se sentía muy feliz por haber dejado atrás el personaje de Mama Cass, y claro, por los enormes éxitos en que se habían convertido aquellos últimos conciertos en el Palladium de Londres".

Su exceso de peso y el deseo de ser valorada fuera de los Mamas & The Papas se convirtieron en obsesión para ella, como explicó en su última entrevista: “Valoro mi libertad para vivir y amar como quiero más que cualquier otra cosa en el mundo. Nunca creé la imagen de Big Mama, el público lo hizo por mí. Mis planes son construir y no ceder ni por un momento. Realmente eso es el rock and roll. El rock and roll es implacable".

Y así se apagó una voz deliciosa y un gusto excelente por la melodía, además de unas ansias de libertad que eran todavía cosa rara en la mujer de los años sesenta. ¡Ah!, aquel maldito piso de la Plaza Curzon de Londres estaba gafado, pues apenas cuatro años más tarde, en septiembre de 1978, justo en la misma habitación murió el batería de los Who, Keith Moon, también a los 32 años; la casa maldita era propiedad de Harry Nilsson, quien tras la segunda muerte vendió el dichoso apartamento…, a Pete ‘Who’ Townshend. ¡Que cosas! (si alguien va a Londes y le ofrecen alquilar el piso 12 del número 9 de la Plaza Curzon más le valdría salir corriendo)

Tenía razón Cass Elliot, el rock & roll no perdona, es implacable.

CARLOS DEL RIEGO