miércoles, 30 de enero de 2019

CASOS BOCHORNOSOS DE MANIPULACIÓN, MENTIRA Y AMARILLISMO EN LA HISTORIA DE LA PRENSA El desgraciado suceso del niño Julen y su trágico final ha vuelto a demostrar cómo cierto sector de la prensa (sobre todo en televisión) es capaz de cualquier cosa con tal de ganar audiencia: exagerar, tergiversar, manipular, escandalizar, mentir, utilizar terminología casi apocalíptica, destacar lo más morboso por encima de lo esencial... Es el caso más reciente (I-19), pero en la historia de la prensa moderna ha habido muchos bochornosos ejemplos

'La destrucción del barco de guerra Maine fue obra del enemigo', mentira con que la prensa de Usa favoreció la Guerra de Cuba. Debajo se lee 'Oficiales de la armada piensan que el Maine fue hundido por una mina española


Cuando se les critica, los medios de comunicación suelen defenderse con la típica frase de ‘se está matando al mensajero’, queriendo decir que el mensajero, o sea, el medio, el periodista, no tiene la culpa de las malas noticias. Y así suele ser. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el mensajero no es necesariamente inocente, sino que puede tener intenciones perversas o utilizar métodos inadmisibles. El tristísimo caso del niño que cayó al pozo ha mostrado cómo ciertos editores, directores y redactores no tienen ningún escrúpulo a la hora de aprovecharse de las noticias más dolorosas para ganar cuotas de audiencia. La corta historia de la prensa moderna (desde la invención de la linotipia, en 1885) presenta abundantes muestras de la perversión del mensajero, el cual tergiversa, exagera y manipula la información o, directamente, miente.

Uno de los momentos más vergonzosos para la profesión periodística fue cuando el magnate estadounidense Randolf Hearst y su competidor Joseph Pulitzer pugnaban por vender más periódicos sin importar cómo. Hearst, como es sabido, convirtió un accidente de un barco estadounidense atracado en Cuba (1998) en una agresión de España, le dio todo el bombo, exageró y publicó gruesas mentiras que encendieron los ánimos del público y así preparó el terrero para la guerra; cuando envió a un ilustrador a Cuba para que dibujase escenas de guerra, éste le dijo que allí todo estaba tranquilo, a lo que Hearst respondió que no se preocupara, que dejara la guerra de su cuenta. Está más que aceptada la inmoralidad de este personaje, que usó la prensa como instrumento político sin ningún rubor y no dudó en mentir para vender más.

Otro caso de desvergüenza periodística lo protagonizaron varios corresponsales de Usa destacados en China. Resulta que, en 1900, cuatro enviados de otros tantos diarios de Detroit se pusieron de acuerdo para remitir a sus redacciones una monstruosa mentira: desde Nueva York se había mandado una comisión de expertos para que estudiaran el mejor método de derruir la Gran Muralla China; en realidad, esos cuatro embusteros (Lewis, Stevens, Tournay y Wilshire) sólo tenían que hacer un reportaje de viajes (trenes, hoteles…), pero les pareció que escribir una gran trola vendería más, y así lo hicieron. De este modo, los cuatro periódicos de Detroit publicaron tan sensacional noticia, incluyendo detalles como la partida de los expertos o el propósito de la demolición, que era la apertura de China al resto del mundo; lógicamente, agencias de todo el mundo distribuyeron la patraña; más aún, un diario de Nueva York recogió y amplió la ‘noticia’ con nuevas ‘informaciones’ (inventadas, claro). Incluso hay quien ha querido ver relación entre este embuste y el desencadenante de la Guerra de los Bóxers.

Las guerras son el campo abonado para verter todo tipo de manipulaciones y mentiras en los medios de comunicación. Durante la Guerra Civil Española fueron muchos los corresponsales de todo el mundo que la cubrieron sobre el terreno. Sin embargo, como algunos eran espías o agentes infiltrados por potencias extranjeras, la información casi siempre era falsa. El escritor Georges Orwell, uno de ellos, contó después que había leído crónicas sin la menor relación con los hechos, reportajes no sólo tergiversados o mentirosos, sino que eran pura invención. Un tal H. Mathews, del ‘New York Times’, proclamaba abiertamente que era una estupidez exigir objetividad. C. Cockburn enviaba a ‘The Week’ enormes ficciones, y cuando un colega le dijo que el público tenía derecho a conocer la verdad, el tal Cockburn le respondió que ¿quién le había dado ese derecho? El espía del Komintern Arthur Koestler (del ‘London News’) tuvo un gran éxito con su libro ‘Spanish testament’ (1937), sin embargo, años después confesó que lo había escrito al dictado de un comisario soviético; idearon capítulos, tergiversaron hechos, dieron la vuelta a otros… Incluso la famosa foto de Robert Cappa que muestra al miliciano recibiendo un tiro, presenta tantas dudas que muchos la dan por ‘preparada’, falsa. Además, como la mayoría de corresponsales simpatizaban con un bando,  minimizaban sus derrotas y exageraban sus victorias, con lo que parte de la prensa mostraba un escenario siempre favorable a la República, de modo que cuando ganó quien ganó, muchos no podían creer que se puedan ganar todas las batallas y perder la guerra..

Muy recordado es el episodio en el que Orson Welles radió una adaptación de la novela ‘La Guerra de los Mundos’ (de H. G. Wells); fue en 1938 y se ha contado que se produjo un gran pánico en Estados Unidos, que hubo quien acaparó comida y quien huyó a las montañas, y que fueron miles de personas las que se habían creído que lo que escuchaban era un relato cierto… Mentira. No se produjo la histeria que dicen que hubo y casi nadie se lo creyó, sino que fueron los periódicos los que hincharon la cosa inventándose sucesos y episodios dramáticos. Lo curioso es que la trola se sigue creyendo hoy.

Más actualmente se han dado casos de reporteros mentirosos, como Jayson Blair, que estuvo publicando fantásticos y sensacionales reportajes en el ‘New York Times’…, hasta que en 2003 se descubrió que todo era invento (salvo cuando era plagio), y que el tipo nunca había estado en los sitios donde se situaban sus artículos. O los fotógrafos que retocan para añadir patetismo, o cuando el ‘Post’ renunció a un ‘Pulitzer’ al descubrir que el reportaje premiado era pura fabulación.

¿Eran estos ‘mensajeros’ dignos de respeto? 

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 27 de enero de 2019

FORMAS CURIOSAS DE CONCEBIR Y DAR FORMA A GRANDES ÉXITOS DEL ROCK Cuando se escucha y se degusta una pieza musical es posible que se piense en el autor, en quien ideó esa composición de letra y música que tanto deleite produce. Así, el oyente puede pensar que el artista se pasó horas, tal vez días, dando forma a la obra, o que tal vez apenas le llevó unos minutos; y también es posible que tal pieza surgiera tras una gloriosa inspiración o a partir del detalle más nimio e insignificante. Los cánones del rock permiten que se pueda extraer un enorme éxito de la cosa más tonta, algo muchas veces demostrado.

La inusual extensión del clásico 'In a gadda da vida', 17 minutos, de Iron Butterfly se debió a que alguien grabó lo que no era más que una improvisación para pasar el rato.


La realidad es que en el terreno del rock hay de todo, de modo que existen no pocos casos en que canciones o discos de gran éxito han llegado a su forma definitiva de la manera más trivial, curiosa o sorprendente. Y es que en este planeta del rock no sirven las normas que imperan en otros mundos.

Las letras de Los Beatles suelen ser fácilmente inteligibles y con sentido e intención clara, sin embargo en algún caso es todo lo contrario, como en el psicodélico e indescifrable ‘I am the Walrus’ (1967). Cuentan que un chaval que estudiaba en el cole donde había estudiado John Lennon le escribió diciéndole que la profe les había puesto un trabajo que consistía en analizar las letras de Beatles. No se sabe qué le contestó John, pero parece que eso le impulsó a escribir un absurdo…, ayudado por el LSD. De este modo escribió frases sin sentido (“Soy él como tú eres él como tú y yo estamos todos juntos”), se inventó palabras y sonidos guturales (“ koo, koo cuchu”), rimas ridículas y demás desvaríos que aparecen en el ‘Yo soy la morsa’. Cuando John habló después  sobre el asunto se rió de las conclusiones que sacaba el personal, y aclaró que “La letra no significa nada. ¿Qué quiere decir ‘I am the eggman’ (Soy el hombre-huevo)? Podría haber escrito ‘soy la taza de cereales’. El asunto no es tan importante”. Sí, la gente ve fantasmas por todas partes.

Uno de los primeros temas que encajan en la definición de heavy metal es el ‘In a gadda da vida’ (1968) de Iron Butterfly; y también es uno de los primeros que se extendieron más allá (mucho más allá) de los minutos adecuados a un disco. Pero tal innovación no fue premeditada. Resulta que cuando se grabó, dentro del estudio se abatía una densa niebla… El grupo tocó la pieza, pero se suponía que era un ensayo, no la toma definitiva y, además, como el productor no llegaba, los músicos continuaron tocando lo que les apetecía, como si de una ‘jam session’ se tratara…; el técnico (que seguramente estaba afectado por la humareda) no dio al ‘stop’ y el magnetofón siguió grabando. Luego, al escucharlo les gustó y… Por otro lado, el título debería haber sido ‘En el jardín del Edén’ (como desvelaron Los Simpsons), pero el tipo que debía apuntarlo no entendió lo que Doug Ingle (cantante) decía y anotó eso otro; es de suponer  que el anotador también debió aspirar mucha de esa fumarata. De hecho, se suele decir que si se huele profundamente este vinilo se notará olor a verde…

Una de las grandes obras de The Who es el evocador ‘Tommy’ (1969), que también es de las primeras óperas-rock. Como saben todos los iniciados, el asunto va de un chico sordo, ciego y mudo que, sin embargo, es un fenómeno de las máquinas ‘pin-ball’ (‘del millón’ se decía por aquí). Lo curioso es que el tema central de la ópera surgió muy al final. Pete Townsend tenía casi todas las canciones compuestas, así que decidió mostrárselas a un crítico amigo suyo, Nik Cohn; mientras las escuchaba, Pete recordó que Cohn era un fanático de las maquinitas de pin-ball y, de repente, pensó en que todo el argumento de ‘Tommy’ podía girar en torno a este jueguecito; se lo comentó al crítico y éste le contestó que todo es fantástico si hay pin-ball. Un rato después se puso a escribir la última canción para el álbum, ‘Pinball wizard’. “Cuando la mostré en el estudio le gustó a todo el mundo”, recordaba Pete, quien se vio obligado a modificar varias de las letras de las piezas que compondrían el álbum para adaptarlas a la nueva temática. Una idea instantánea dio lugar a todo un clásico.

Quienes ya estaban en esto del rock en los años setenta recordarán fácilmente el ‘You ain´t seen nothing yet’ (1974), el gran éxito de los canadienses Bachman Turner Overdrive. Y también se acordarán de los tartamudeos del cantante, Randy Bachman, a lo largo de todo el tema. Él mismo explicaba a qué se debía esa forma de cantar: “Mi hermano tartamudeaba, se atascaba en cada sílaba, así que, como una broma, escribí la canción pensando en cantarla de ese modo”. También sorprende que el tema no iba a entrar en el álbum (‘Not fragile’) pues les parecía eso, una broma; sin embargo, el ingeniero la oyó y le pareció muy buena y comercial y que, por tanto, había que incluirla en el Lp. Cuando alcanzó en número 1 en Usa y en medio mundo Bachman quedó perplejo, “sobre todo porque cuando llego el pelotazo mi hermano dejó de tartamudear”, explicó. ¿En serio?

De gran actualidad (I-19) está el ‘Bohemian Rahapsody’ (1975) de Queen, y seguirá estándolo mucho tiempo. Y eso que, según dicen quienes allí estaban, todo pudo irse al traste. La era digital ni se atisbaba, o sea, todo era analógico, lo que quiere decir que para conseguir docenas y docenas de voces sólo con los cuatro Queen había que doblar una y otra vez cada toma: se habla de hasta 180 doblajes, de sub-mezclas, de partes rebotadas…, pero todo tenía que caber en un mezclador de sólo 24 pistas. El guitarrista, Brian May, recordaba que cuando se dio por buena la mezcla, el ‘master’, la cinta que contenía todo, estaba tan cargada que un ‘mamma mía’, un coro o un arreglo más y se hubiera perdido todo. Claro que, seguramente, no les hubiera costado mucho rehacerlo.   

Sí, hay muchas curiosidades, muchas pequeñas historias detrás de algunos de los grandes títulos del rock que los hacen aún más interesantes.

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 24 de enero de 2019

OTROS ASPECTOS DEL INAUDITO CASO DE LA ABOGADA QUE DEFENDIÓ A UN ASESINO Y FUE ASESINADA POR ÉL Inaudito el suceso: un hombre mata a su mujer, su abogada le consigue una pena muy benévola, luego ella sigue peleando para que el hombre logre la condicional cuanto antes, entre medias la letrada (casada) se lía con su cliente y, finalmente, éste repite crimen y la mata. Pocas veces habrá sucedido algo tan insólito. En todo caso, el asunto lleva a varias y muy particulares reflexiones

Cuando se libera a un asesino las consecuencias son fácilmente previsibles.


Ha sido un crimen atroz que ha sorprendido a todo el mundo. Sin embargo, pensándolo fríamente, no se puede dejar de tener la sensación de que este asesinato era más que previsible. Esta es una de las conclusiones a las que se puede llegar analizando cada una de las circunstancias que se dan.

El tipo confesó haber dado muerte a su esposa, a pesar de lo cual, la abogada le consiguió una sentencia muy leve y, luego, se lo tomó como algo personal al enrollarse con él, con lo que se comprende su posterior pelea para que saliera cuanto antes de la cárcel. ¿Acaso pensó la letrada que parte de la culpa de aquel asesinato fue de la víctima y que, por tanto, el asesino nunca actuaría del mismo modo con ella? Dicho de otro modo, ¿cómo una mujer informada y experta se lía con un asesino confeso de mujeres que no muestra el menor sentimiento de culpa?; es como si alguien monta en un coche cuyo conductor está borracho como una cuba y se produce el inevitable accidente: la culpa de los daños la tiene el que se pone al volante, pero los pasajeros tienen la culpa de haberse puesto en manos de un borracho. La víctima, la infortunada abogada, fue responsable de haberse puesto continuamente en peligro al compartir tanto con un pervertido, se puso al alcance de un asesino a sabiendas, se puso en sus manos consciente del riesgo y, desgraciadamente, sucedió lo inevitable.  

Pero la cosa tiene otras lecturas. Por ejemplo, la abogada hizo su trabajo perfectamente: luchó en los juzgados por su cliente hasta conseguirle la mejor sentencia posible. Desde un punto de vista profesional, una actuación impecable. Sin embargo, desde un punto de vista moral, humano, puede discutirse que sea éticamente deseable hacer todo lo posible para que un asesino confeso, irredento e insensible vuelva cuanto antes a la calle para buscar nuevas víctimas. Y dicho sea de paso, lo que no parece demasiado profesional es mantener relaciones íntimas con los clientes.

Y hay otro ángulo desde el que analizar un suceso tan terrible. Se trata de la decisión de dar la libertad (condicional, pero libertad) a un asesino en contra de los informes de todos los expertos. La defensora-amante insistió una y otra vez, e hizo uso de toda la herramienta legal, para que el juez adelantara la salida de la cárcel de su asesino-amante. En contra estaban las conclusiones de Prisiones y del fiscal, así como de los especialistas que dirigieron un cursillo contra la violencia machista al que el mata-mujeres (obligado) asistió; éstos evaluaron al matón como ‘no reinsertable’. En fin, todos los que tenían información de primera mano manifestaron su oposición a que el asesino tuviera oportunidad de convertirse en doble asesino. Sin embargo, alguien pensó que todos estaban equivocados menos él o ella, y que no existía un riesgo evidente de reincidencia. Ese alguien desoyó a los expertos (¿para qué contar con especialistas si no se les hace caso?) y dejó libre a un asesino confeso y peligroso. Y como indicaban con rotundidad los que mejor conocen a esta gentuza, este tiparraco no se iba a reintegrar en la sociedad, o lo que es lo mismo, reincidiría, volvería a matar. Y así lo hizo. ¿Tendrá algún remordimiento o le pesará en la conciencia a quien tomó esa disparatada decisión?, ¿cierto sentido de culpa por poner en la calle a un asesino ‘no reinsertable’?

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 20 de enero de 2019

VIEJOS ROCKEROS CONTRA VIEJOS ROCKEROS Es bastante corriente que la gente vaya volviéndose un tanto cascarrabias a medida que van cayendo años y décadas. En la sociedad del rock las cosas funcionan igual, e incluso podría afirmarse que el porcentaje de viejos cascarrabias es mayor que entre la población de a pie, ya que los egos de los que llevan toda la vida en este negocio suelen tener tamaños descomunales. Toda la prensa ha mencionado las peleas entre Jimmy Page y Robbie Williams, pero ha habido otros casos de inquinas entre rockeros de amplio currículo En medios de todo tipo y de todas partes se ha hablado de las últimas ‘batallas’ entre el guitarrista del Led Zeppelin y el cantante de canción melódica Robbie Williams. Pero no es el único caso de cruce de palabras gruesas, desprecios y enfrentamientos abiertos entre grandes veteranos de esto del rock que, evidentemente, se han vuelto gruñones y malhumorados.

El cantante melódico le pone al heavy, a todo volumen, canciones de grupos 'rivales' como los Purple o Pink Floyd. Dos malos vecinos.


Williams (que, realmente, nunca ha hecho rock) es vecino de Page y lleva años pidiendo licencia para hacerse una piscina, pero éste vive en un edificio singular y dice que las obras pueden dañarlo, con lo que la piscina tiene que esperar. Por ello, el cantante meloso echa chispas contra el guitarrista heavy, y ha ideado maneras muy curiosas de molestarlo: cuando ve que Page está en casa pone los altavoces mirando hacia ella y a todo volumen (que seguro que es mucho), con canciones de los grupos que fueron ‘rivales’ de Led Zeppelin, como Deep Purple, Black Sabbath o Pink Floyd, cosa que al parecer no sienta nada bien a Jimmy y, seguro, tampoco los vecinos ‘disfrutarán’ demasiado de los alaridos de Ian Gillan. La última de Williams es pasearse ante la puerta de la casa de su ‘rival’ disfrazado de Robert Plant, cantante de Led Zep y que desde hace tiempo mantiene litigios con Page. Pequeñas faenas entre millonarios que, realmente, no tienen verdaderos problemas.

Roger Waters y David Gilmour mantienen desde hace años fuertes desacuerdos a causa de lanzamientos y relanzamientos de discos de Pink Floyd; a veces se han regalado fuertes insultos y otras se tiran puyas de modo más discreto y sibilino. El batería del grupo, Nick Mason, explicaba recientemente que hay una tensión entre ellos que, a su parecer, siempre está a punto de estallar; es más, anticipó que cuando vaya a producirse otra reedición “habrá diferencias de opinión que terminarán en conflicto”. Mason añadía que le parece “una gran tontería seguir peleándose en estas etapas de la vida, y resulta decepcionante ver cómo dos tipos bastante mayores (75 Waters, 72 Gilmour)  sigan y sigan enfrentados”. Tal vez no sea tan extraño, pues es más que sabido que el bajista tiene un ego del tamaño del Everest, y siempre miró con recelo y resentimiento al guitarrista, ya que éste sabía dar una chispa especial, un fuego único a las canciones, algo que siempre estuvo lejos de las capacidades de Waters.

También son conocidas las discordias entre Crosby, Stills, Nash & Young, que como mucho se intercambian ‘saludos’ fríos como témpanos; muchas veces se ha hablado de su posible regreso, pero cada uno de ellos, unos más que otros, ha ido desarrollando un carácter avinagrado que ha impedido poner de acuerdo a estos cuatro. El más pendenciero es David Crosby, quien asumen que “todos ellos están enfadados conmigo”, sin embargo “a todos nos disgusta Trump, es como nuestro enemigo común y, por tanto, ese tendría que ser nuestra causa común”, y remata: “no nos gustamos entre nosotros, pero los cuatro detestamos a ese niño mimado que es Trump, por tanto, es posible la reunión”. Un tanto bocazas, David Crosby se ha buscado enemigos por todas partes. Por ejemplo cuando hace unos meses se metió con el rocoso Ted Nugent: “no es suficientemente bueno para entrar en el ‘Rock & roll Hall of Fame’, y nunca lo será, es bastante malo, no tiene ni idea de cantar y no escribiría una canción buena aunque su vida dependiera de ello”. Lógicamente, el agresivo guitarrista de Michigan no iba a callarse: “Debe tener razón, ya que todo el mundo sabe que los rockeros de Michigan no tienen ni idea de lo que es rock & roll, ya que votaron a Ted Nugent como el mejor guitarrista del estado. Pobre David, es la prueba viviente de que el abuso de drogas deja secuelas”. Tal para cual.

Por su parte, también despotrica lo suyo Johnny ‘Sex Pistols’ Rotten contra los grupos punk de la actualidad, a los que acusa de copiarle y apropiarse de sus modos. “Hay demasiados imitadores de Johnny Rotten”, vociferó. Y al referirse a Green Day dijo: “Es vergonzoso. Los miro y me río. Son sólo una nueva versión de un estilo que no les pertenece”. No parece ejemplo de lucidez, no.

Y tampoco pueden olvidarse los sapos y culebras que el veterano compositor y productor Quincy Jones escupió contra Michael Jackson o los Beatles; “son los peores músicos del mundo, eran puta mierda, Paul era el peor bajista del mundo, y de Ringo mejor ni hablar”. Luego, cuando se le pasó la borrachera de ego y envidia, se dio cuenta del grosor de sus palabras y se disculpó: “Ha sido inexcusable”, dijo compungido, y añadió que ya había hablado con Paul, el cual confirmó la llamada y contó que Quincy le había dicho que no sabía qué había pasado, que nunca había dicho eso, que lo amaba a él y al resto de los chicos”. El caso es que Macca tampoco quiso alimentar el fuego y desveló que, al final, terminaron riéndose, ya que le dijo: “Vaya, si realmente hubieras dicho eso de nosotros yo te hubiera contestado con un ¡vete a la mierda, maldito majara!”. Y terminaron tan amigos. Pero no es descartable que Quincy Jones (86) tenga otros ataques de demencia.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 16 de enero de 2019

TINTÍN, EL HÉROE PERFECTO CUMPLE 90 AÑOS En una de sus aventuras le llaman “Corazón puro”, apelativo que no puede ser más acertado, pues Tintín es el héroe perfecto. Es valiente y siempre dispuesto a la aventura, inteligente e intuitivo, bienintencionado y humilde, leal, íntegro y desinteresado, siempre ve los problemas con optimismo y es juicioso en sus razonamientos; Tintín irá al fin del mundo para salvar a un amigo y jamás tiene problemas para hacer amigos allá donde vaya. Han pasado noventa años desde su ‘debut’, pero sigue siendo divertido, sorprendente, fascinante

A punto de llevarse otro porrazo.
Estas cosas sólo le pasan al capitán.


Eran los primeros días de enero de 1929 cuando ‘nació’ Tintín, cuyas aventuras han viajado mucho más que él: es leído en los cinco continentes y su esencia permanece fresca a pesar del tiempo. No es una exageración decir que es el héroe perfecto. Sin embargo, como todas las creaciones geniales (epíteto que sólo otorga el señor Tiempo), no le faltan detractores, sobre todo entre los que jamás estarán a tanta altura y entre quienes se quedan en una visión superficial o contaminada por la ideología.

Por ello, a pesar de que ha luchado por causas justas y loables en todo el mundo , a pesar de que ha hecho amigos y dado la cara por tibetanos, chinos y peruanos, árabes y subsaharianos, chinos, centroeuropeos, brasileños…, sobre todo si son adolescentes como él, a pesar de todo, ha habido ‘cráneos privilegiados’ que lo han tachado de racista, basándose sobre todo en su segunda entrega (si se considera ‘En el país de los soviets’ la primera), ‘Tintín en el Congo’, cosa incomprensible si se lee con atención. Sí, es cierto que dispara contra los animales como si fueran dianas de feria, pero hay que tener en cuenta que cuando se publicó (un mes antes de que Al Capone ejecutara la matanza del día de San Valentín) no existía el concepto de conservacionismo o medio ambiente y, por tanto, no puede exigírsele algo desconocido. También se dice que ‘En el Congo’ es colonialista y paternalista, sentimientos que existían allí en aquel momento (y que todo los que hoy critican tendrían de haber vivido entonces) y que no se deben juzgar desde la mentalidad imperante noventa años después. Además, los dos episodios mencionados fueron los únicos que hizo sin documentarse exhaustivamente (lo que sí hará desde entonces), basándose en tópicos de su época y en libros de aventuras.

Otra tacha que tratan de colocarle es su presunta misoginia, o sea, la escasa presencia de mujeres en sus aventuras, cosa que se explica atendiendo a la intención del autor, que no es otra más que el héroe inmerso en el viaje y con el objetivo claro, sin que nadie lo distraiga, sin tener que dejar a alguien siempre esperando su regreso, sin enredarse en mariposear con las lugareñas; todo esto quitaría páginas a la acción y todas son absolutamente imprescindibles. También se ha llegado a llamar colaboracionista a su autor, Geroges Remi, Hergé, puesto que siguió trabajando cuando Bélgica estaba ocupada por los nazis. Sin embargo, ¿qué podía hacer?, ¿qué hicieron muchos intelectuales franceses de gran prestigio en el París ocupado?

Tintín es el viajero perfecto: inmediatamente entra en contacto con la gente y traba amistades fácilmente, adopta costumbres, ropa e incluso aprende el idioma del país anfitrión. Pero su mayor virtud reside en que siempre estará de parte de la víctima, del injustamente tratado sea quien sea; así, se enfrenta a poderosos industriales occidentales para defender a un chino que tira de una bici-taxi, a unos matones que maltratan a un niño peruano, a políticos y militares tiranuelos (incluso exige a un golpista que no haya ni una sola ejecución), a traficantes de droga y de armas, a negreros, a ladrones, asesinos e intrigantes de toda especie (incluyendo Al Capone), incluso al Yeti. Lo que sea por un amigo. Y no dudará en poner en peligro su propia vida para defender a los inocentes, intentará huir de la violencia y tratará de llevar al malo ante la justicia, pues confía en ella independientemente del lugar donde esté.   

Hergé creó un personaje cercano a la perfección, altruista hasta el límite, sin la menor intención oculta, siempre con la verdad por delante, con las ideas claras, valiente y con la cabeza fría para buscar la solución. Pero es que además, los tebeos de Tintín han resultado ser una memoria perfecta para comprender gran parte del devenir del siglo XX: por sus episodios han pasado las guerras y los logros del Hombre, la pasión por la aventura geográfica y los avances tecnológicos, las componendas de los políticos y las maldades de los grandes magnates, las crisis energéticas, las repúblicas bananeras y sus grotescas revoluciones, y  también la lucha contra injusticia, la opresión, la desigualdad.

Además, están los fabulosos acompañantes. El vociferante, borrachín y sentimental capitán Haddock, el fiel Milú, los desternillantes Hernández y Fernández, el genial y sordo profesor Tornasol, el plasta insoportable de Serafín Latón…, y los malos Rastapópulos, el coronel Mustler (nombre que surge de Mussolini y Hitler) que reaparecerá como Boris, los hermanos Pájaro, los asesinos Alonso y Ramón, el arrogante empresario estadounidense Gibbons…

Lo asombroso es que, por muy tensa que sea la situación siempre hay espacio para un toque de humor; de este modo, buenos y malos, protagonistas o secundarios, todos se llevan unos porrazos tremendos o se caen de modo hilarante en el momento más inoportuno. Son esas pequeñas historias secundarias las que proporcionan ese refrescante soplo humorístico y que tanto carácter dan a la trama principal. Por dar gusto a los ‘tintinólogos’ o despertar la curiosidad de los que aun no han descubierto a Tintín, un par de ejemplos: el fantástico e imaginativo episodio de la lupa, el papelito y el hueso de ‘El cangrejo de las pinzas de oro’ (páginas 6 y 7) o la instantánea transformación de un campo desierto en una ciudad en funcionamiento gracias al hallazgo de petróleo en ‘Tintín en América’ (pág. 29). Son sólo dos de los innumerables detalles del genio de Hergé. 

Tintín es un ejemplo. Es casi imposible estar a la altura de espíritu, del carácter, altruismo e integridad del inmortal héroe belga. Por eso y por el mérito y esfuerzo que exigió su creación, Tintín despierta la rabia y el disgusto de quienes se saben carentes de mérito y alérgicos al esfuerzo.

CARLOS DEL RIEGO
(Actualización del original aparecido en abril de 2012)

domingo, 13 de enero de 2019

GRANDES TEMAS QUE FUERON CENSURADOS POR CAUSAS RIDÍCULAS La censura (y la corrección política) siempre está vigilando, siendo la manifestación artística una de sus más apreciadas reservas de caza. El caso es que siempre hay quien escudriña y rebusca con el fin de encontrar algo con lo que escandalizarse. Desde que el rock & roll dio sus primeros pasos no son pocos los títulos que han provocado reacciones absurdas y desorbitadas, la mayoría de las cuales, vistas con perspectiva, resultan incomprensibles, risibles

El 'My generation' de The Who fue censurado en la BBC porque creyeron que se burlaba de las personas con tartamudez.


En realidad, en este negocio del rock viste mucho eso de que la censura se fije en alguno de tus temas. Proporciona un punto de rebeldía que siempre viene bien a quienes pululan por este negocio y, generalmente, muy bien de cara a la publicidad y la promoción. Casi desde sus balbuceos hubo quién se sintió ofendido, de hecho, no faltaron asociaciones, colectivos y gentes de todo pelaje protestando contra esa ‘música infernal’. Lo curioso es que los motivos de censura, prohibición, veto o investigación fueron verdaderamente ridículos.

Sí, desde los primeros momentos se pretendió criminalizar el rock & roll por una u otra razón. Por ejemplo, ya en 1957 los Everly Brothers tuvieron complicaciones con su clásico ‘Wake up little Suzie’. El tema es tan simple como una pareja de jovenzuelos que se quedan dormidos y no despiertan hasta las tantas…, pues la Iglesia de Boston clamó contra la canción, ya que, decían, se insinuaba que habían tenido ayuntamiento carnal sin estar casados. Al final todo se quedó en las quejas.  

El grupo estadounidense The Kingsmen logró un enorme éxito con su versión del ‘Louie Louie’  en 1963. Resulta incomprensible que el Fbi investigara la letra y redactara un informe de cientos de páginas, sobre todo porque no dice nada especial, es confusa y casi incomprensible; al parecer fue esa confusión lo que mosqueó a los ‘pensadores’ de la agencia, ya que dedujeron que lo embrollado del texto era ‘prueba’ de lenguaje grosero e inaceptable. Después de ¡dos años! de investigación la cosa quedó en anécdota.

El himno juvenil ‘My generation’ (1965) de The Who no podía escapar de una buena persecución. Todo comenzó cuando, al grabar por primera vez la voz, Roger Daltrey olvidó momentáneamente la letra y quedó registrado el verso con el clásico “f-f-f-fade away”; a Pete Townsend le encantó y le dijo que lo hiciera en alguna otra parte de la canción, y entonces Roger lo hizo en el “my g-g-g-generation”. Tanta f sentó mal a muchos, que tradujeron las efes como  ‘fuck’; la BBC, por su parte, entendió que se estaba burlando de las personas que se atascan al hablar y tartamudean, así que prohibió radiar de la canción… durante un tiempo. Asombra que semejante ‘gilimemez’ provocara tanto jaleo.
 
La maravillosa ‘Brown eyed girl’ (1967) de Van Morrison también estuvo en el ojo de los puritanos por la frase “hacer el amor en la verde hierba”, que fue demasiado para las emisoras estadounidenses, las cuales la boicotearon hasta que consiguieron una grabación alternativa en la que se sustituía tan pecaminoso verso por otro de la propia canción que decía “correr y saltar…”. El irlandés no tenía entonces tan mala leche y se la envainó.

The Beatles estuvieron siempre bajo el microscopio de la censura. Sus letras  fueron revolucionarias, pioneras, y varias veces la prohibición amenazó sus canciones. La magnífica y siempre estimulante ‘Happiness is a warm gun’ (1968) estuvo bajo amenaza por la BBC, cuyo departamento de censura  entendió que eso de ‘La felicidad es una pistola caliente’, escrita por Lennon, era una ‘clara’ referencia a su pene, a la felicidad que obtiene con su deseo sexual…, ¡hay que tener imaginación retorcida! Al final, nada: nadie compartió la visión de la emisora inglesa. Entre otras, también fue analizada ‘Lucy in the sky with diamonds’ (1967), cuyo sentido aun es objeto de debate. Lennon dijo inspirarse en dibujos de su hijo y que la confluencia de las iniciales LSD fue casual; pero la BBC (más papista que el papa) prohibió su difusión por su ‘evidente’ referencia a la droga. Décadas más tarde Paul confesó que la referencia a las drogas era ‘obvia’, tanto en la música como en la letra.

También The Kinks pueden ‘presumir’ de haber estado en el punto de mira de los censores gracias a su ‘Lola’ (1970). El texto cuenta una relación sentimental entre un chico y un travesti, argumento que ya provocó que algunas emisoras se negaran a radiarlo; sin embargo, el motivo por el que fue vetado terminantemente en la BBC es por incluir el nombre de una marca comercial, Cocacola, ya que la radio pública inglesa es alérgica a toda publicidad aunque lo exija el guión. Ray Davis tragó y cambió Cocacola por ‘cherrycola’. Sorprende que se ponga a la BBC como ejemplo. 

Los seminales MC5 pagaron peaje por su agresividad (pre-punk) y por lenguaje grosero. En su tema ‘Kick out the jams’ (1969) se atrevieron a decir un taco: ‘motherfucker’ (‘hijoputa’ o ‘gilipollas’ o así), y no sólo en la canción, sino que también lo escribieron en los créditos. Ante las protestas, amenazas y riesgo de prohibición, el álbum fue retirado y sustituido por otro sin palabrotas (aunque el original se siguió vendiendo de tapadillo). Aun así hubo almacenes y tiendas de discos que se negaron a vender no sólo el Lp, sino todas las referencias de su discográfica, por lo que ésta despidió a MC5. ¡Con todo lo que se vomita hoy ante un micrófono!    

El ‘God sabe the Queen’ (1977) de Sex Pistols estaba destinado al escándalo. En la portada se mofa de la Reina, compara la monarquía inglesa con un régimen fascista, lanza mensajes como “no hay futuro en el sueño de Inglaterra”… Parecía que buscaban provocar a la censura, y lo consiguieron, pues la pacata BBC prohibió su difusión. Aun así llegó al número 1. Como es sabido, las provocaciones les acarrearon enormes beneficios. 
   
Y la lista podría alargarse más y más. Por ejemplo, el ‘Walk like an Egyptian” (1986) las Bangles fue censurado y prohibido por la BBC (¡cómo no!) y otras cadenas porque, dijeron, podría ofender a los egipcios y provocar disturbios en Oriente Medio; desternillante. Los Rolling Stones han visto muchas veces las orejas del inquisidor: su ‘Let´s spend the night together’ (1967) porque eso de pasar la noche juntos se vio como algo impuro, obsceno; igual que el ‘Satisfaction’ (1965), pues lo de conseguir satisfacción fue visto como alusión sexual (claro) y, por tanto, algo a evitar; y el ‘Brown sugar’, y ‘Bitch’… 

En España la censura también actuó, por ejemplo con el ‘Heroin’ de Lou Reed (por la alusión explícita a la droga), el ‘Cortez the Killer’ de Neil Young (por tildar de asesino al conquistador)…

Seguro que, quien más quien menos, tiene en su memoria rock & roll censurado. Lo curioso es que cuanto más se prohíbe más interés se despierta.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 9 de enero de 2019

EL PERRO QUE ESPERÓ UN AÑO Y OTRAS PEQUEÑAS HISTORIAS DE LA EXPLORACIÓN ESPAÑOLA DEL MUNDO Varias e importantes efemérides relacionadas con la exploración y descubrimiento de tierras de todo el planeta tendrán lugar en el presente año 2019, como el inicio de la expedición que por primera vez circunnavegó el mundo o la llegada de Cortés a tierras mexicanas. Sin embargo, junto a los grandes y trascendentales sucesos de esta increíble epopeya, también se sucedieron pequeñas historias, anécdotas cercanas y detalles curiosos

Además de los hechos trascendentales, en la exploración del mundo hubo mucha pequeñas historias.


Las aventuras que protagonizaron los exploradores españoles por todo el mundo a lo largo de (sobre todo) los siglos XVI al XVIII sirvieron, entre otras cosas, para demostrar empíricamente cómo es la Tierra y cómo están dispuestas las tierras y mares que la conforman. En el presente año 2019 se van a celebrar los quinientos años de algunos de aquellos episodios. Momento oportuno para recordar pequeños incidentes, situaciones divertidas y circunstancias chocantes de aquellos inciertos y peligrosos viajes.

Mucho han hablado los cronistas de Indias sobre el perro que perdió una expedición española durante una exploración y que esperó un año a que volvieran los barcos. El can era un lebrel (una ‘lebrela’ dicen los testigos e historiadores) que desembarcó en una isla junto a los exploradores. Unos autores dicen que el hecho se produjo durante la expedición de Hernández de Córdoba (1517) y otros que el perro iba con la de Grijalva (1518). El caso es que, nada más poner pata a tierra, el lebrel salió disparado hacia el interior de la isla, donde abundaba la caza menor. Llegado el momento de partir, el barco no esperó al can, ya fuera porque tardaba o porque la marea era propicia o, simplemente, porque nadie reparó en que el animal no estaba; en todo caso, se quedó en tierra. En 1519 un navío de la flota de Cortés se apartó y se vio obligado a protegerse en esa isla. Cuentan los cronistas (incluido el propio Hernán Cortés), que desde el mar vieron a la perra que, al borde del agua, saltaba, agitaba la cola enloquecida, ladraba sin parar y mostraba gran contento al ver el barco. Al bajar a tierra, la ‘lebrela’, que estaba “gorda y lucida”, se les ponía de pie y les hacía mil carantoñas y, por supuesto, no se separó de ellos y con ellos embarcó. Había estado uno, quizá dos años esperando a que volvieran a recogerla y, seguro, se habría pasado horas y horas en la playa oteando el mar esperando ver un barco. La anécdota la narran muchos autores (incluso siglos después), unos con más adorno y otros más escuetamente, pero nadie señala cómo se llamaba aquella fiel ‘lebrela’ que esperó y esperó hasta que volvieron por ella. Es la ‘lebrela de Términos’.

De los indios se han contado también, más allá de batallas y sucesos de gran trascendencia, infinidad de curiosidades que llamaron la atención de quienes las presenciaron. Por ejemplo, les sorprendió cómo los indígenas comprendieron pronto la importancia de los documentos escritos. Cuenta Bernal Díaz del Castillo (en su Verdadera Historia…, capítulo 141) cómo habitantes de pueblos sometidos por los aztecas pidieron a Cortés que los protegiera contra éstos; el conquistador se lo prometió, pero no contentos con ello, le rogaron que les diera cartas que acreditaran la alianza para mostrárselas a los mexicanos. Lógicamente no sabían leer ni, por tanto, entendían lo escrito en los papeles, pero al ver que entre los españoles se tenían muy en cuenta los documentos escritos, ellos los pidieron para enseñarlos a los pueblos vecinos, ya fueran amigos o enemigos; y se sabe que, al verlas, muchos se pusieron de su parte para luchar contra los aztecas. Por otro lado, cuando tras una batalla los españoles se curaban las heridas, un tal Juan Catalán iba de herido en herido santiguando y ensalmando cada herida, cada tajo, de modo que al verlo, los aliados tlaxcaltecas se pusieron en cola para que Catalán les santiguara y bendijera sus heridas, “y eran tantos que en todo el día tenía harto que curar” (Bernal, capítulo 151).

Después de la costumbre de sacrificar y de comerse a los vencidos, una de las prácticas que más sorprendió y horrorizó a los primeros europeos en América fue la práctica de la sodomía, muy común y extendida. En el capítulo 159 de dicha obra se refiere a los habitantes del Pánuco: “… no hay gente más sucia y mala en toda La Nueva España (…) todos eran sométicos y se embudaban por partes traseras”. El que fuera explorador y luego gobernador Nuño de Guzmán (uno de los más crueles, sanguinarios, codiciosos y perversos conquistadores) contó, y así lo reproduce Bernal (capítulo 218), que en las zonas cálidas de costa se veían “muchachos en hábito de mujeres” (…) todos sométicos (…). Tenían eccesos carnales hijos con madres y hermanos con hermanas y tíos con sobrinas”, y a continuación explica: “se embudaban por el sieso (ano) con unos cañutos y se henchían los vientres con vino del que entre ellos se hacía”… (Uf). Y otra anécdota de tipo sexual; cuando Moctezuma estaba preso en sus palacios, con el tiempo la vigilancia se fue relajando; para dormir se le ponía un único guardia, pero en una ocasión el rey azteca pidió a Cortés que se lo cambiara, puesto que ese en concreto se pasaba la noche dándole “a sus naturas” y claro, le resultaba incómodo escuchar tanta actividad solitaria.

Lejos de América también se produjeron otras sorprendentes situaciones. Así, cuando en septiembre de 1526 uno de los barcos de la expedición de Jofre de Loaisa arribó a la isla de Guam (en las Marianas, al sur de Japón), vieron una flota de canoas llenas de nativos desnudos que se les acercaban rápidamente. Entonces, uno de ellos se puso de pie y, en perfecto castellano con acento gallego, dijo algo así como “Buenos días señor capitán y la buena compañía”. Los marineros debieron quedar boquiabiertos, asombrados, pasmados. Hasta que el hombre empezó a contar su odisea; se llamaba Gonzalo de Vigo y tripulaba la nave ‘Trinidad’ de la flota de Magallanes que, averiada cerca de Filipinas en 1521, pretendía volver a América, pero las tempestades y la falta de alimento les llevó a las Marianas; allí, el marinero gallego desertó junto con otros dos, los nativos mataron a los otros pero él se salvó y convivió con ellos cinco años. Como ya dominaba las lenguas de las islas, rápidamente le fue perdonado su delito y pasó a formar parte de la expedición.  

¡Cuántas anécdotas sorprendentes, cuántos sucesos increíbles podrían contar quienes protagonizaron aquellas fabulosas aventuras! 

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 6 de enero de 2019

¿Y SI SER UNA ESTRELLA DEL ROCK NO FUERA TAN MARAVILLOSO Y TUVIERA SU CRUZ? Está más que asentada y aceptada la idea de que ser una estrella de rock & roll es una de las mejores cosas que pueden sucederle a uno. ¿Quién no envidia a las grandes figuras del espectáculo?, son famosos, triunfadores, influyentes, millonarios, hacen lo que quieren, tienen casi todo lo que se puede tener… Sin embargo, las cosas no son tan de color de rosa. Hay una cruz

Muchos han de estar permanente de gira y como si una banda de tributo a sí mismos para sobrevivir.


Casi todo el mundo ha soñado alguna vez con ser un famoso y triunfador músico de rock. Y es que se tiene por cierto que componer canciones, grabarlas, venderlas, ganar pasta gansa, salir en los medios y actuar por todo el mundo es una de las mejores vidas que se pueden tener. Pero las cosas no son tan simples ni tan matemáticas, ya que, como en todas las actividades profesionales que se puedan emprender, ser estrella de rock también tiene su cruz, sus caras ocultas, su reverso tenebroso.  

En este negocio del rock, como en todos, el dinero tiene papel protagonista. El músico incipiente sueña con firmar un contrato con una gran discográfica, y está convencido de que a partir de ahí todo será fama y fortuna. Pero no es tan fácil. Sí, la disquera adelanta pasta a la firma, pero de esa cantidad descontará grabación, promoción, viajes, distribución…, con lo que el músico apenas se llevará unos billetes. Luego, con el disco a la venta, podría esperarse sentado la llegada del parné, pero los derechos (los royalties) que van al artista son un porcentaje ridículo, además, siempre habrá que pagar infinitos gastos (promoción, viajes), de modo que puede darse la situación de tener un número uno y apenas ver aumento en la cuenta corriente; con el soporte digital la cosa es peor, ya que un millón de descargas apenas se transforman en unos pocos cientos de pavos. No extraña que siempre estén en pleitos con discográficas o managers. Y cuando acaba la promoción, ni esos cientos. Lo malo es que vivir como estrella del rock es muy caro.

Cuando se está de gira ingresan elevadas cantidades, pero hay que pagar viajes y camiones, músicos, asistentes y empleados de toda clase. Además, en la carretera, como entra pasta casi a diario, se duerme en hoteles de lujo, se come de lujo, se bebe de lujo, se organizan fiestas de lujo y se ‘consume’ de lujo, con lo que al acabar la gira la cuenta corriente sigue como estaba antes de empezarla. Sin contar con que la ‘tourné’ dura diez o doce meses y, aunque el rockero esté agotado, tiene que empezar a pensar en el próximo disco, composición, grabación, promoción y gira; y si se toma un descanso comprobará que la gente lo olvida rápido, ya que hay mucha oferta (se estima que sólo el 10% de profesionales del rock puede vivir como una estrella).

En cuanto a la parte artística, a los pocos años de carrera empezará a pasar por la cabeza lo de ampliar horizontes musicales, o sea, hacer algo más comercial, un estilo que llegue a todo tipo de público, en fin, canciones que vendan más. Esta no tiene por qué ser una mala decisión, pero sí que es un precedente, una ‘primera vez’ que dará la posibilidad de, posteriormente, picar en cualquier estilo musical en pos de mayores ventas. Se pensará que tal vez se pierdan algunos de los primeros fieles, pero se ganará masa. Y es fácil convencerse a sí mismo de que es una buena estrategia… Sin embargo, los fans no desean demasiadas novedades ni demostraciones de creatividad, de hecho, los grupos más duraderos apenas cambian su propuesta y siempre llenan y venden. En todo caso, el rocker duradero siempre dudará entre hacer lo de siempre para contentar a muchos y ser tildado de viejo dinosaurio por otros, o explorar otros caminos que producirán mayor satisfacción personal pero causarán el rechazo de los viejos puristas y que los novatos le señalen como ‘viejo que quiere parecer moderno’.       

Ah!, los fans, los fanáticos que pueden volverse locos. La mayoría se contentan con la música, pero los hay que se creen con derechos sobre la estrella del rock a la que aman locamente; cuentan que una fan cogió ropa de deporte del bajista de Red Hot Chili Peppers, la escurrió y se bebió el sudor…, delante de él. Y existe la figura del fan-acosador que envía mensajes amenazantes al músico, acecha su casa e incluso entra; un fanático enloquecido intentó enviar a la islandesa Bjork una bomba y luego se suicidó y lo grabó en vídeo. También podrían preguntar a George Harrison o John Lennon, que conocieron fans chiflados y peligrosos. Hoy este tipo de incondicional está en las redes, exigiendo información, imágenes y, claro, interacción con el artista, o sea, que  conteste todos sus mensajes, que sea un colega. Y se haga lo que se haga, siempre dirán que los primeros discos fueron mejores y más auténticos.

Tampoco debe ser plato de gusto que la prensa sensacionalista esté siempre encima, escudriñando qué haces, indagando en tu vida privada, interrogando a la cocinera sobre relaciones con este o esta, siendo objeto de cotilleo o foco de burla en las redes. Ah!, y siempre hay que tener aspecto de estrella del rock, así como disimular los efectos avejentantes de una vida de excesos.

Después está el asuntillo de ir cumpliendo años, algo letal para las grandes figuras del rock que, hay que recordarlo, siempre tienen la obligación de parecerlo. En los conciertos el artista veterano verá un público con muchas canas, calvicies, achaques…, un público que querrá escuchar exclusivamente lo que bailaban cuando eran jóvenes, algo que (suelen decir los músicos) es bastante frustrante. Y por si fuera poco, la presencia en los medios o en las redes va disminuyendo (salvo contadas excepciones), es decir, el viejo rockero cada vez será menos relevante, cosa que, seguro, tampoco resultará gratificante, sobre todo si los nuevos discos no funcionan.

Y cuando los años se han echado encima, el que tuvo unos éxitos hace dos, tres o cuatro décadas y vendió cifras respetables, el que fue un tiempo gran estrella, se puede dar cuenta de que hoy apenas tiene lo puesto; gastó a manos llenas y pensó que siempre sería época de vacas gordas, o sea, nada de planes de pensiones, inversiones o ahorros. Sólo le quedará estar permanentemente de gira, cantando su viejo repertorio, repitiendo gestos, posturas y maneras, imitándose una y otra vez en escenarios de pequeño aforo. Claro que, bien mirado, no parece mejor opción morirse ‘a tiempo’ y ser un cadáver bien parecido, o sea, es preferible ser un venerable cantante en un pequeño escenario que un héroe del ‘club de los 27’.

En fin, quienes no lo son están convencidos de que las estrellas de rock son los seres más envidiables y afortunados de la naturaleza, pero hasta esto tiene sus inconvenientes, su cruz, aunque aun así muchos darían un brazo por serlo.

CARLOS DEL RIEGO