Cuando se libera a un asesino las consecuencias son fácilmente previsibles. |
Ha sido un crimen atroz que ha sorprendido a todo el
mundo. Sin embargo, pensándolo fríamente, no se puede dejar de tener la
sensación de que este asesinato era más que previsible. Esta es una de las
conclusiones a las que se puede llegar analizando cada una de las
circunstancias que se dan.
El tipo confesó haber dado muerte a su esposa, a
pesar de lo cual, la abogada le consiguió una sentencia muy leve y, luego, se
lo tomó como algo personal al enrollarse con él, con lo que se comprende su
posterior pelea para que saliera cuanto antes de la cárcel. ¿Acaso pensó la
letrada que parte de la culpa de aquel asesinato fue de la víctima y que, por
tanto, el asesino nunca actuaría del mismo modo con ella? Dicho de otro modo,
¿cómo una mujer informada y experta se lía con un asesino confeso de mujeres
que no muestra el menor sentimiento de culpa?; es como si alguien monta en un
coche cuyo conductor está borracho como una cuba y se produce el inevitable
accidente: la culpa de los daños la tiene el que se pone al volante, pero los
pasajeros tienen la culpa de haberse puesto en manos de un borracho. La
víctima, la infortunada abogada, fue responsable de haberse puesto
continuamente en peligro al compartir tanto con un pervertido, se puso al
alcance de un asesino a sabiendas, se puso en sus manos consciente del riesgo y,
desgraciadamente, sucedió lo inevitable.
Pero la cosa tiene otras lecturas. Por ejemplo, la
abogada hizo su trabajo perfectamente: luchó en los juzgados por su cliente hasta
conseguirle la mejor sentencia posible. Desde un punto de vista profesional,
una actuación impecable. Sin embargo, desde un punto de vista moral, humano,
puede discutirse que sea éticamente deseable hacer todo lo posible para que un
asesino confeso, irredento e insensible vuelva cuanto antes a la calle para
buscar nuevas víctimas. Y dicho sea de paso, lo que no parece demasiado
profesional es mantener relaciones íntimas con los clientes.
Y hay otro ángulo desde el que analizar un suceso
tan terrible. Se trata de la decisión de dar la libertad (condicional, pero
libertad) a un asesino en contra de los informes de todos los expertos. La
defensora-amante insistió una y otra vez, e hizo uso de toda la herramienta
legal, para que el juez adelantara la salida de la cárcel de su asesino-amante.
En contra estaban las conclusiones de Prisiones y del fiscal, así como de los
especialistas que dirigieron un cursillo contra la violencia machista al que el
mata-mujeres (obligado) asistió; éstos evaluaron al matón como ‘no
reinsertable’. En fin, todos los que tenían información de primera mano
manifestaron su oposición a que el asesino tuviera oportunidad de convertirse
en doble asesino. Sin embargo, alguien pensó que todos estaban equivocados
menos él o ella, y que no existía un riesgo evidente de reincidencia. Ese
alguien desoyó a los expertos (¿para qué contar con especialistas si no se les
hace caso?) y dejó libre a un asesino confeso y peligroso. Y como indicaban con
rotundidad los que mejor conocen a esta gentuza, este tiparraco no se iba a
reintegrar en la sociedad, o lo que es lo mismo, reincidiría, volvería a matar.
Y así lo hizo. ¿Tendrá algún remordimiento o le pesará en la conciencia a quien
tomó esa disparatada decisión?, ¿cierto sentido de culpa por poner en la calle
a un asesino ‘no reinsertable’?
CARLOS
DEL RIEGO
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