La inusual extensión del clásico 'In a gadda da vida', 17 minutos, de Iron Butterfly se debió a que alguien grabó lo que no era más que una improvisación para pasar el rato. |
La realidad es que en el terreno del
rock hay de todo, de modo que existen no pocos casos en que canciones o discos
de gran éxito han llegado a su forma definitiva de la manera más trivial,
curiosa o sorprendente. Y es que en este planeta del rock no sirven las normas
que imperan en otros mundos.
Las letras de Los Beatles suelen ser
fácilmente inteligibles y con sentido e intención clara, sin embargo en algún
caso es todo lo contrario, como en el psicodélico e indescifrable ‘I am the
Walrus’ (1967). Cuentan que un chaval que estudiaba en el cole donde había
estudiado John Lennon le escribió diciéndole que la profe les había puesto un
trabajo que consistía en analizar las letras de Beatles. No se sabe qué le
contestó John, pero parece que eso le impulsó a escribir un absurdo…, ayudado
por el LSD. De este modo escribió frases sin sentido (“Soy él como tú eres él
como tú y yo estamos todos juntos”), se inventó palabras y sonidos guturales (“
koo, koo cuchu”), rimas ridículas y demás desvaríos que aparecen en el ‘Yo soy
la morsa’. Cuando John habló después
sobre el asunto se rió de las conclusiones que sacaba el personal, y
aclaró que “La letra no significa nada. ¿Qué quiere decir ‘I am the eggman’
(Soy el hombre-huevo)? Podría haber escrito ‘soy la taza de cereales’. El
asunto no es tan importante”. Sí, la gente ve fantasmas por todas partes.
Uno de los primeros temas que encajan en
la definición de heavy metal es el ‘In a gadda da vida’ (1968) de Iron
Butterfly; y también es uno de los primeros que se extendieron más allá (mucho
más allá) de los minutos adecuados a un disco. Pero tal innovación no fue
premeditada. Resulta que cuando se grabó, dentro del estudio se abatía una
densa niebla… El grupo tocó la pieza, pero se suponía que era un ensayo, no la
toma definitiva y, además, como el productor no llegaba, los músicos
continuaron tocando lo que les apetecía, como si de una ‘jam session’ se
tratara…; el técnico (que seguramente estaba afectado por la humareda) no dio
al ‘stop’ y el magnetofón siguió grabando. Luego, al escucharlo les gustó y… Por
otro lado, el título debería haber sido ‘En el jardín del Edén’ (como
desvelaron Los Simpsons), pero el tipo que debía apuntarlo no entendió lo que
Doug Ingle (cantante) decía y anotó eso otro; es de suponer que el anotador también debió aspirar mucha
de esa fumarata. De hecho, se suele decir que si se huele profundamente este
vinilo se notará olor a verde…
Una de las grandes obras de The Who es
el evocador ‘Tommy’ (1969), que también es de las primeras óperas-rock. Como
saben todos los iniciados, el asunto va de un chico sordo, ciego y mudo que,
sin embargo, es un fenómeno de las máquinas ‘pin-ball’ (‘del millón’ se decía
por aquí). Lo curioso es que el tema central de la ópera surgió muy al final.
Pete Townsend tenía casi todas las canciones compuestas, así que decidió
mostrárselas a un crítico amigo suyo, Nik Cohn; mientras las escuchaba, Pete
recordó que Cohn era un fanático de las maquinitas de pin-ball y, de repente,
pensó en que todo el argumento de ‘Tommy’ podía girar en torno a este
jueguecito; se lo comentó al crítico y éste le contestó que todo es fantástico si
hay pin-ball. Un rato después se puso a escribir la última canción para el
álbum, ‘Pinball wizard’. “Cuando la mostré en el estudio le gustó a todo el
mundo”, recordaba Pete, quien se vio obligado a modificar varias de las letras
de las piezas que compondrían el álbum para adaptarlas a la nueva temática. Una
idea instantánea dio lugar a todo un clásico.
Quienes ya estaban en esto del rock en
los años setenta recordarán fácilmente el ‘You ain´t seen nothing yet’ (1974),
el gran éxito de los canadienses Bachman Turner Overdrive. Y también se
acordarán de los tartamudeos del cantante, Randy Bachman, a lo largo de todo el
tema. Él mismo explicaba a qué se debía esa forma de cantar: “Mi hermano
tartamudeaba, se atascaba en cada sílaba, así que, como una broma, escribí la
canción pensando en cantarla de ese modo”. También sorprende que el tema no iba
a entrar en el álbum (‘Not fragile’) pues les parecía eso, una broma; sin
embargo, el ingeniero la oyó y le pareció muy buena y comercial y que, por
tanto, había que incluirla en el Lp. Cuando alcanzó en número 1 en Usa y en
medio mundo Bachman quedó perplejo, “sobre todo porque cuando llego el pelotazo
mi hermano dejó de tartamudear”, explicó. ¿En serio?
De gran actualidad (I-19) está el
‘Bohemian Rahapsody’ (1975) de Queen, y seguirá estándolo mucho tiempo. Y eso
que, según dicen quienes allí estaban, todo pudo irse al traste. La era digital
ni se atisbaba, o sea, todo era analógico, lo que quiere decir que para
conseguir docenas y docenas de voces sólo con los cuatro Queen había que doblar
una y otra vez cada toma: se habla de hasta 180 doblajes, de sub-mezclas, de
partes rebotadas…, pero todo tenía que caber en un mezclador de sólo 24 pistas.
El guitarrista, Brian May, recordaba que cuando se dio por buena la mezcla, el
‘master’, la cinta que contenía todo, estaba tan cargada que un ‘mamma mía’, un
coro o un arreglo más y se hubiera perdido todo. Claro que, seguramente, no les
hubiera costado mucho rehacerlo.
Sí, hay muchas curiosidades, muchas
pequeñas historias detrás de algunos de los grandes títulos del rock que los
hacen aún más interesantes.
CARLOS DEL RIEGO
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