domingo, 28 de junio de 2020

JOY DIVISION, CUATRO DÉCADAS DE ‘CLOSER’, UN DISCO ÚNICO

Nunca se ha hecho un disco como este, ni antes ni después


En julio de 1980 se lanzaba un disco absolutamente incomparable, ya que ni antes ni después se ha editado nada que pueda compararse a ‘Closer’, el segundo y último Lp de Joy Division. Su cantante, Ian Curtis, como todo interesado sabe, había muerto un par de meses antes, es decir, cuando salió el álbum el grupo ya no existía
Cuarenta años han pasado desde que el punk, el rock, el pop, la ‘new wave’ quedaron petrificados ante lo que mostraba ‘Closer’ (‘Más cerca’). Sonido y atmósferas únicas, desconcertantes, voces cargadas de profundidad y pasión, entornos románticamente inquietantes, ausencia de cualquier indicio de alegría y felicidad…, algo totalmente diferente, absolutamente singular, sin nada que se le pareciese ni antes ni después. Y nunca más habría discos de Joy División. ‘Closer se grabó’ la segunda quincena de marzo de 1980, y apenas una semana después Curtis se quitó la vida. Esas sesiones de grabación debieron ser los clavos ardiendo a los que intentó agarrarse al final.
Sin embargo, sus compañeros de banda nunca pensaron que los problemas de salud de Curtis (epilepsia, depresión…) lo conducirían a la desesperación que finalmente acabó con él. Según cuenta el guitarrista, Bernard Sumner, “No hablábamos mucho sobre las letras que Ian traía, de hecho tampoco hablábamos de la música. Llegábamos al ensayo y charlábamos un rato de nada importante, luego cogíamos los instrumentos y tocábamos, y grabábamos en un cassette”.
De todos modos, lo oscuro y tormentoso de las letras de Curtis, vistas a posteriori, parecen señalar su deteriorado estado mental. Sumner recordó una conversación con Curtis: “Trabajábamos en Closer. Ian me dijo sentirse muy extraño, me explicó que tenía la sensación de que todos los versos, todas las palabras se escribían ellas mismas, sin que él pudiera hacer nada. Y también que a veces le parecía estar en medio de un remolino, derrumbándose, ahogándose”. Pueden parecer palabras muy reveladoras, pero unos colegas de veintitantos no suelen ser expertos en psicología.
Peter Hook, batería, definió perfectamente, tajantemente, qué fue Joy Division: “Fue algo muy puro. Joy Division  mantuvo intacta su mística y su corazón. Y por eso pudimos hacer New Order, a quien no afectó el éxito. Al contrario, la música mantuvo la potencia original. La popularidad o el dinero no modificó nunca la idea originada en Joy Division”. Y es cierto, ya que éste mantiene en perfecto estado su status de ‘grupo de culto’, puesto que nunca ha sido ‘domesticado’ por la industria, nunca jamás se le escucha como música ambiental en el banco o el súper. Sigue siendo otra cosa.
Uno de los artífices de la magia de ‘Closer’ fue su productor, Martin Hannett, quien ya había logrado algo distintivo con ‘Unknow pleasures’, el primer disco del cuarteto. Cuentan que las sesiones de grabación no fueron fáciles (en alguna ocasión Hannett bajó la temperatura del estudio para que todo el mundo respirara más despacio), y que se produjeron choques (típico), pero el resultado final fue un álbum inclasificable, inconfundible hoy a pesar de ser ya cuarentón. Básicamente Joy Division tenía más de punk que de cualquier otra cosa, pero cuando Hannett reestructuró sonido, ritmo, instrumentos, ambientes, efectos, voces…, apareció una novedad absoluta e irrepetible.
Y eso que, al menos en principio, no todos quedaron contentos con lo que el productor había hecho. El bajista, Peter Hook, tocó la guitarra en el tema ‘Atrocity exhibition’, pero cuando escuchó la mezcla final se cogió un gran cabreo, pues se hizo sin que él estuviera presente y la guitarra había perdido potencia: “De repente me di cuenta de que estaba pasando lo mismo que en el disco anterior, en el que Martin había atenuado mucho el sonido. Ahora había derretido la guitarra, que sonaba como si alguien estuviera estrangulando a un gato…, en mi opinión destrozó la canción. Me reuní con él y le expliqué lo que pensaba, pero él se dio la vuelta y me mandó a la mierda”.
Siempre se ha asociado a Joy Division, y especialmente este ‘Closer’, a algo absolutamente triste, pesimista, desesperado, sin embargo, también tiene un matiz liberador, como si anunciara un renacimiento… Evidentemente lo que no contiene es alegría, no hay nada en todo el Lp que mueva a la sonrisa, desde la icónica y mortuoria portada hasta el último sonido de la apabullante ‘Decades’, que cierra el disco. ‘Closer’ es un álbum oscuro, cierto, pero no se conforma y busca la luz, la esperanza…, y es que desde su torbellino mental Ian Curtis ansiaba felicidad. 
Han pasado cuarenta años, se han sucedido muchas y muy diversas modas, tendencias, innovaciones y variaciones, pero este disco se mantiene como una pieza inimitable, como un momento majestuoso en el devenir de la música popular surgida a mediados del siglo XX. La prueba es que cada vez que se escucha sacude las entrañas, provoca sensaciones únicas, impone…, es imposible escucharlo con indiferencia. Posee una belleza desgarrada que jamás se marchita, impasible al paso del tiempo. Y la catarata de emociones que provoca va en aumento, de modo que la cara B transmite más que la A, desde la entrada de bajo con que se abre hasta el último sintetizador de la aterradora ‘Decades’; los cuatro temas de esta segunda cara son de una belleza casi dolorosa.
Nunca antes se había hecho un disco como este, nunca la música pop-rock había sonado así, y nunca nadie se ha atrevido a intentar algo mínimamente parecido a este monumento sonoro. Es ‘Closer’ una obra maestra que cuatro décadas después sigue brillando con una luz oscura pero irresistible.
Un mes antes de salir este Lp, pero un mes después de la muerte de Curtis, se editó la incontenible ‘Love will tear us apart’, que es…, indescriptible. Quienes la conocen pueden sentirla al recordarla, quienes aun no la han descubierto sentirán algo nuevo cuando la escuchen.
Es Joy División. No hay parecidos.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 24 de junio de 2020

LOS NECIOS SE CONJURAN CONTRA LAS ESTATUAS

En lugar de derribar y pintar estatuas es más fácil quemar los billetes con las efigies de los presidentes acusados de racistas


Está bastante extendido el convencimiento que atribuye una enorme ignorancia a gran parte de la población estadounidense. La mayoría no sabría situar China en el mapa, hasta hace poco pensaba que los dinosaurios y el hombre convivieron; y la necedad de moda (después de la de afirmar que la Tierra es plana) es atacar a las estatuas, a cualquier estatua. Basta una acusación, aunque sea falsa, para que se exija a personas de hace siglos el cumplimiento de leyes que sólo existen en 2020, y como ya no es posible llevar al personaje al paredón, se ejecuta su efigie. Necedad extrema
Lo peor de esta necedad es que es contagiosa, se transmite entre ignorantes de todo el planeta como un virus cualquiera, aunque es en Usa donde más abunda la memez y donde es más activa. Esta clase de estúpido está convencido de que si él hubiera vivido hace trescientos, quinientos o mil años hubiera conducido un eléctrico, comido pizzas, bailado rock & roll y usado el ‘whatsapp’, ya sería demócrata y ya conocería conceptos como ecología, feminismo, animalismo… Y por eso, porque el necio cree que de haber vivido él hace medio milenio tendría asimiladas estas ideas, se permite exigírselas a quienes sí vivieron entonces.
En realidad, la cultura protestante (ya sea anabaptista, metodista, pietista, episcopaliana, calvinista, presbiluterana…) siempre tiende a escurrir el bulto y culpar a otros de sus actos, de sus problemas, de sus frustraciones. Y así, en Usa tumban estatuas de sus fundadores y grandes personajes como si estuvieran juzgando, condenando y ejecutando al pasado y a todos los antepasados, culpándolos de todas las maldades que ocurren hoy. Los necios están convencidos de que antes de que llegaran ellos todo era malo e injusto y, por tanto hay que destruirlo, borrarlo de la Historia. Claro que, puestos a suprimir efigies de Washington, Lincoln o Franklin, deberían empezar por quemar los billetes que llevan en el bolsillo…; y luego pintarrajear y destruir las lápidas de sus antepasados, abuelos, tal vez padres, que son los que han mantenido el racismo hasta hoy.
Luego está esa cumbre de ignorancia, ese disparate de señalar y acusar a de racismo a pioneros como Colón o Junípero Serra, una muestra de necedad extrema. A Colón, que jamás pisó territorio de lo que hoy son México y Usa, se le acusa de “haber iniciado el genocidio” pues él descubrió América al resto del Mundo. Para empezar, tarde o temprano alguien hubiera llegado, o sea, resulta difícil pensar que hoy ese continente siguiera desconocido y sin contacto con los otros. Y en segundo lugar, es gran majadería juzgar a un descubridor por lo que los demás hagan con su hallazgo; por ejemplo, es tonto culpar a Alfred Nobel de los ataques terroristas cometidos con el explosivo que él inventó, a Einstein por las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki o a los hermanos Wright de los accidentes aéreos. Es igual de tonto que responsabilizar a alguien que vivió hace cinco siglos de los actos de racismo de hoy.
Fray Junípero Serra, por su parte, fue un benefactor, un protector de los indios. Llegó el fraile mallorquín a América en 1749, e inmediatamente se aplicó al estudio de las lenguas locales. A la vez que el catecismo católico enseñó al indio a usar herramientas que mejoraran su trabajo agrícola y ganadero, textil, de albañilería o carpintería… En octubre de 1776 fundó la misión San Francisco, origen de la ciudad, aunque también fue quien puso los cimientos de ciudades como San Diego, San Gabriel (hoy Los Ángeles)  o Monterrey. Y cuando algunos soldados españoles (muchas veces ex presidiarios) atacaban a indios e indias Fray Junípero les paraba los pies, lo que le costó serios enfrentamientos con la tropa y con los gobernadores.      
Claro que el Everest de la necedad es tachar a Cervantes de racista, cuando nunca estuvo en América, ni dijo una palabra de indios o negros, ni hay constancia de que nunca llevara a cabo actos de este tipo.
Además, también en las sociedades precolombinas abundaban los esclavos. La misma Malinche fue vendida como esclava y como esclava regalada a Cortés, que la convirtió en su asesora y madre de su hijo Martín. De hecho, muchas veces los indios pretendían pagar con esclavos (a veces hijos) las herramientas, utensilios, armas o ropa que compraban a los europeos. O sea, ya traficaban con esclavos antes de ver a un europeo. Por otro lado, se sabe que los esclavos negros huían de territorios bajo dominio británico y se refugiaban en territorio español (La Florida), acogiéndose a las leyes españolas que los liberaban inmediatamente si se bautizaban (cosa que hacían encantados). Y, en fin, puede añadirse que en los territorio españoles hubo matrimonios mixtos (blancos-negros-indígenas) desde mediados del siglo XVI, legales a todos los efectos, mientras que en territorio anglosajón –Usa no fueron legales hasta 1967.
El racismo que hoy se mantiene en Usa no es culpa de los que vivieron hace cuatro o cinco siglos. Sólo los necios conjurados, ya sean necios malintencionados, necios subvencionados o necios-necios, acusan de sus vicios, sentimientos y frustraciones a gentes tan alejadas en el tiempo, a las que ejecutan mediante sus estatuas.     
Parece difícil que haya gente que no entienda que para llegar al pensamiento de hoy ha habido que pasar por el de ayer. Del mismo modo que para llegar al último modelo de automóvil hubo que pasar por el Ford T de 1908, y a nadie se le ocurriría despreciar y tratara de destruir y suprimir de la historia el Ford T acusándolo de gastar y contaminar mucho, de ser inseguro, incómodo… Las ideas y conceptos que rigen la mente del siglo XXI no surgen de repente, sino que son producto de la evolución del razonamiento. 
CARLOS DEL RIEGO

lunes, 22 de junio de 2020

LA LECCIÓN ANTIRRACISTA DE LOS BEATLES EN USA EN 1964

Los Beatles en aquel concierto en Florida en 1964, cuando se convirtieron en el primer grupo en exigir que la audiencia no fuera separada, que los negros se colocaran donde les diera la gana


El indeseable pensamiento racista en Usa viene de muy atrás. Hoy, a pesar de las innegables muestras de racismo que aún perviven en aquella sociedad, la mayoría de la población se manifiesta en contra abiertamente y sin temor. No hace tan tiempo, en los años sesenta del siglo pasado, las declaraciones o actos antirracistas protagonizados por blancos eran la excepción. En 1964 Los Beatles se negaron a tocar ante una audiencia segregada
Hacía unos meses que gran parte de las leyes de separación racial habían sido abolidas, aunque eso no borró el racismo de la sociedad estadounidense. De hecho, apenas se producían iniciativas antirracistas entre la población blanca, entre otras cosas por la presión de los muchos grupos supremacistas que existían (existen). En este contexto, en septiembre de 1964, Los Beatles tenían que actuar en Jacksonville, Florida, pero al enterarse de que los blancos estarían en una parte del recinto y los negros en otro, los cuatro dijeron que no, que en esas condiciones no tocaban. Había que ser muy valiente…
La decisión fue instantánea y unánime: “No vamos a aparecer en el escenario si no se permite a los negros colocarse donde les dé la gana”, dijeron tajantemente en un comunicado unos días antes del 11 de septiembre de 1964, fecha del  concierto. “Jamás hemos actuado para audiencias segregadas y no vamos a empezar ahora. Preferimos perder el dinero”. A pesar de que los organizadores se tiraban de los pelos, no se podía decir más claro. Y es que, además de sus sentimientos absolutamente contrarios a la discriminación, los cuatro Beatles eran unos vehementes y abiertos admiradores de los grandes músicos negros, a los que tenían por sus principales referencias artísticas. La idea de menospreciar al negro era para ellos inconcebible.   
Un locutor de radio llamado Larry Kane acompañaba al grupo en aquella gira. “Dijeron muy claramente que si el público iba a estar separado no se presentarían. Los cuatro fueron rotundos y se mostraron inflexibles en este aspecto. Fue muy sorprendente que cuatro chicos tan jóvenes tuvieran tan fuertes convicciones. Y también que lo mostraran tan abiertamente a pesar de que sabían que tal postura irritaría a muchos estadounidenses”, dijo Kane.
Una mujer negra, la doctora Kitty Oliver, tuvo la (inmensa) suerte de asistir a aquel histórico concierto siendo adolescente. Al entrar pensó que le iban a ordenar ir el sitio desde el que ver la actuación (siempre el peor, claro), pero nadie se le acercó, nadie le dijo nada. “Entré con los codos pegados al cuerpo para no rozar a nadie; pues me vi sola en un mar de caras blancas. Pero me coloqué donde quise. Al empezar el concierto el público, blanco y negro, se puso en pie al unísono, gritando y saltando. Empezó a sonar el ‘She loves you’. Me olvidé de todo y canté todo lo fuerte que pude A mi lado había un chico blanco muy joven que bailaba y cantaba a la vez que yo. Cantamos juntos, sólo existían los Beatles. A la salida vi a otros negros, nos miramos sorprendidos porque nadie nos había dicho nada por estar mezclados con los blancos”.    
El concierto estuvo envuelto en la tormenta. Literalmente, porque el huracán Dora azotaba las costas de Florida, y aunque había pasado lo más fuerte el día del concierto, aun había terribles ráfagas de viento, así que los timbales y tambores de Ringo fueron clavados al suelo. Además, alguien dijo que el batería era judío y recibió amenazas de muerte. Sin embargo, no se produjo ningún incidente de carácter racista durante el concierto. Tocaron después de dos grupos de negros y otros dos de blancos, media hora, doce temas.
Aquello fue un precedente, pues a partir de ese momento sus contratos incluirían una cláusula antirracista. En el año 2011 se subastó el contrato del concierto de Beatles en San Francisco en 1965 en el que se especificaba en uno de sus puntos: “No se obligará a los artistas a actuar ante una audiencia segregada" (el documento se vendió 23,000 dólares).
Años después Paul recordaba: “Carecíamos totalmente de prejuicios raciales. No íbamos a tocar ante audiencias segregadas. Los cuatro compartíamos esta actitud, y por eso jamás nos planteamos actuar en Sudáfrica o en cualquier otro país donde los negros fueran discriminados. Nuestra forma de pensar era muy simple, ¿por qué separar blancos y negros?, eso es una estupidez”. Y añadía: “Creo que fuimos inteligentes e hicimos lo correcto. En Liverpool, tocábamos muchas veces con grupos negros y con público blanco y negro”.   
Hace apenas unos días, Macca recordaba aquel episodio: “Nos enteramos de que la organización iba a separar a los negros de los blancos en aquel concierto de Jacksonville de 1964. Nos sentimos mal y nos dijimos que no íbamos a transigir con eso. Creo que aquel fue el primer concierto para un público no segregado. Luego nos aseguramos de que nuestros contratos incluyeran una cláusula que impidiera separar. Nos parecía de sentido común”.
El otro ‘beatle’ superviviente, Ringo Starr, apoyó a Macca: “Como ha dicho mi hermano Paul, Los Beatles siempre defendieron la igualdad de derechos y la justicia, siempre trabajaron por la paz y el amor. Envío mi amor y toda la paz a los que defienden la justicia y un mundo mejor”.
Hoy puede parecer que aquel gesto de los Beatles en 1964 fue poca cosa, pero había que ser muy valiente para situarse frente de los abundantes y muy poderosos grupos racistas que había entonces allí. Es este otro aspecto en el que los Beatles se adelantaron a todos, incluso a su tiempo.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 17 de junio de 2020

NI EL ARTE ES HISTORIA NI LA OBRA DE ARTE RACISTA AUNQUE EXPRESE O MUESTRE RACISMO

Una película o cualquier obra de arte no es un libro de Historia ni una guía moral, ni tampoco racista


Nuevamente vuelve a primera plana el asunto del racismo en el cine (concretamente se señala ‘Lo que el viento se llevó’), pero parece que esto es sólo el principio. Así, no deberá extrañar que pronto muchas obras de arte sean acusadas de racistas, machistas, homosexfóbicas… Sin embargo, la pieza artística no puede ser racista o machista, ya que no es un ente pensante, pero sí puede expresar esos sentimientos, lo cual no quiere decir que la película o la novela se sientan superiores a personas negras o a mujeres
La obra de arte no puede ser racista ni antirracista. Sí puede reflejar o manifestar racismo, pero eso no equivale a que sea racista, principalmente porque no será decisión de la obra de arte (como si fuera un ente pensante que elige ser esto o aquello), sino de su autor, es decir, el autor puede expresar racismo en sus obras sea él racista o no, pero éstas no tendrán culpa ni podrán ser acusadas de ese delito. Por otro lado, una novela, una película, una pieza musical o una pintura no es un libro de Historia ni una guía moral, no tiene la obligación de mantener fidelidad histórica respecto a los hechos que narra ni ser ejemplo ético. Es por tanto un disparate con tintes inquisitoriales la calificación de ‘Lo que el viento se llevó’ como película racista o amable con la esclavitud, entre otras cosas porque la trama principal va por otro lado. 
El arte siempre estará sujeto a interpretación. Así, cuando el rock & roll hizo su aparición fue tachado de música demoníaca, e incluso algunos grupos como Iron Maiden fueron acusados de incluir mensajes satánicos en sus discos, juzgados por ello y absueltos. Tanto en la Alemania Nazi como en la Unión Soviética se quemaban en hogueras públicas obras de arte calificadas como ‘arte degenerado o ‘arte burgués capitalista’ y, por tanto, peligroso para la única verdad admisible, nazi en un caso y comunista en otro. De igual modo ocurrió en los tiempos de la Inquisición, cuando muchos libros fueron repudiados por heréticos, prohibidos, quemados. Y todo esto sucedió (sucede) porque alguien interpreta la manifestación artística según sus criterios y mentalidad, y decide que es una grave amenaza para la Humanidad.
En realidad cada uno ve e interpreta la película, la novela o la pintura según lo que lleve dentro. Por ejemplo, cuando una persona normal ve unas fotos de unos niños jugando en la piscina lo interpreta como imágenes familiares, sin embargo, para un pederasta se trata de fotos pornográficas… Así, quien califica de racista, machista u homosexfóbica una película es que, de alguna manera, alberga esos sentimientos, ve en ella lo que lleva dentro, y se manifiesta más fervorosamente combativo contra la pieza sospechosa para no resultar él mismo sospechoso; es como los judíos conversos en la España del XVI, que eran mucho más intransigentes contra los sospechosos de herejía que los ‘cristianos viejos’ para evitar que las sospechas cayeran sobre ellos. 
‘Lo que el viento se llevó’ se estrenó en 1939, hace más de ochenta años. Muchos de los que hoy la acusan de racismo o de presentar una visión edulcorada del racismo son personas de edad que vieron la película hace veinte, treinta o cuarenta años, sin embargo, aunque la habrán visto muchísimas veces, nunca antes habían dicho que era un filme racista ni tolerante con el racismo, nunca se les había ocurrido tal cosa, jamás lo habían pensado; en otras palabras, parecen haber descubierto ahora sus pecados, sólo ahora, cuando la ola de puritanismo inquisitorial dice cómo hay que pensar y, así, la juzga y la sentencia. Lo mismo ocurre con las pelis de dibujos de Disney, que después de millones de visionados han sido halladas culpables de machismo; choca que nadie se diera cuenta de ello hace cuarenta años, y que los acusadores, aunque la vieran mil veces, no encontraran antes el delito. Sí que hubo racismo cuando en la entrega de los Óscar colocaron detrás a Hattie McDaniel, la criada negra, para que no se la viera mucho.
Los guardianes de la verdad absoluta, los espíritus puros y libres de todo defecto se piensan los únicos legitimados para decidir qué es malo y qué bueno, qué peli u obra de arte no es suficientemente antirracista o feminista. Y quien lo discuta es un…
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 14 de junio de 2020

GUITARRAS DE LEYENDA, ICONOS DEL ROCK


La guitarra de cinco mástiles de Rick NIelsen, de Cheap Trick, se antoja pesada y muy difícil de manejar
Esa 'Strato' que el propio Hendrix pintó y quemó en Monterrey es una de las guitarras icono del rock
Gene Sommons exhibiendo su hacha

Podría decirse que la guitarra eléctrica es el instrumento-icono del rock. Todo guitarrista, ya sea estrella o no tanto, siente pasión por la ‘seis cuerdas’, la busca, se enamora de una o de varias, la consigue y, en muchas ocasiones, llega a sentir una verdadera y total identificación con ella. A lo largo de la historia de este negocio han sido muchas las guitarras que, por una u otra razón, adquieren personalidad, nombre, y se quedan para siempre en el mundo de la leyenda. Elegante o extravagante, la guitarra de rock se adapta a todo 
Uno de los grandes vicios de los que se dedican profesionalmente o como aficionados a esto del rock es hacerse con más instrumentos; así, el batería no se conformará sólo con una, sino que deseará tener varias con diversas características; igualmente el teclista, que se hará con pianos, órganos, sintes… Y lo mismo pasa con el guitarrista (y el bajista), que no podrá jamás resistir la tentación de comprar otra y otra, cada una distinta, cada una única. Sin embargo, siempre hay una favorita, a la que muchas veces pone nombre y que termina por convertirse en parte de su figura. Algunas guitarras, en fin, ocupan ya su propio puesto en la historia del rock.
Guitarra de pura leyenda es la Fender Stratocaster que Jimi Hendrix quemó en su actuación del Festival de Monterrey en 1967. Ya es conocida como la ‘Strato’ de Monterrey que él mismo pintó específicamente para aquel iniciático festival. Como todo aficionado a esto sabe, al final de su concierto la roció con gasolina y le aplicó fuego mientras gesticulaba sobre la pira. Es una de las imágenes inmortales de la corta historia del rock & roll. Claro que la que tocó en Woodstock (1969) también es pieza única.
Inolvidable, inconfundible es la rectangular de Bo Diddley, la ‘Twang Machine’. Cuenta la historia que durante un concierto Bo se golpeó la ingle con su Gibson L5 tras un salto, así que pensó en una con cuerpo más pequeño. El gran pionero diseñó el mismo, junto a los expertos de la firma Gretsch en 1958, esta pieza única inspirándose en las guitarras caseras que hacía la gente humilde usando cajas de puros. Si se piensa en Bo Diddley se piensa en esta guitarra.
¡Cuánto asombro provocó la aparición de las primeras guitarras con varios mástiles! Una de las más emblemáticas es la Gibson EDS-1275 ‘Double Neck’ con la que Jimmy Page tocaba en vivo el monumental ‘Stairway to heaven’. Uno de los mástiles es de doce cuerdas y el otro de seis, pues como todo iniciado sabe, la canción precisa alternativamente de una y otra posibilidad.
Claro que después de la de dos mástiles aparecieron las de tres, cuatro…, hasta que hubo quien llegó al extremo de fabricarse una de cinco. El guitarrista de Cheap Trick Rick Nielsen dejó al personal boquiabierto cuando se presentó con una Hamer de cinco mástiles. Lógicamente el cuerpo es enorme, muy pesado y difícilmente practicable. Nielsen había pensado en una guitarra de cuerpo circular con los cinco mástiles alrededor con el fin de cambiar de uno a otro con un simple movimiento; sin embargo Hamer Guitars desechó el invento por imposible. La guitarra ha sido restaurada varias veces, pues alguno de los mástiles se rompía fácilmente cuando el fervor rockero alcanzaba su cénit.
Y ya que la cosa va de extravagancias, imposible no mencionar a Kiss, cuyos instrumentos no son lo que se dice discretos. Para ejemplo ahí está el bajo con forma de hacha de Gene Simmons. Lo pensaron en 1978 como elemento complementario al personaje demoníaco que él incorporaba en escena, el cual echaba fuego por la boca o escupía sangre. El prototipo del bajo-hacha lo hizo un artesano (Steve Carr) según la indicación de Simmons. Puro Kiss.
‘Lucille’ es el nombre de la guitarra de BB King. La cosa tiene su historia. El ‘bluesman’ tocaba una noche en un club cuando se originó una pelea a causa de una mujer; la gresca terminó en incendio, de modo que King salió por pies…, hasta que se dio cuenta que había olvidado su Gibson a merced de las llamas, así que regresó y logró rescatarla. Entonces le puso ese nombre, ‘Lucille’, que es el de la mujer por cuya causa se originó el suceso. Luego tuvo muchas otras guitarras a las que llamó así. Durante la década de los ochenta la casa Gibson diseñó una guitarra según las indicaciones de BB King, una Gibson 335, que es la que se ha quedado definitivamente el nombre.
Absolutamente inconfundible es el bajo-violín de Paul McCartney. No es necesario recordar que cada uno de los Beatles tiene maravillosos instrumentos  asociados a su figura. Pero tal vez sea ese bajo Höfner 500/1 el que se reconoce al primer golpe de vista. Paul tocaba el piano en la prehistoria de la banda, pero al marcharse el primer bajista, Stu, él se hizo cargo del puesto, así que se compró ese modelo en una modesta tienda a principios de los sesenta; le gustó que fuera tan simétrico, perfecto para las modificaciones de zurdo. Al terminar esa década algún desaprensivo robó la pieza, así que tuvo que hacerse con otro idéntico que es el que toca desde entonces.
Uno de los sonidos de guitarra más fácilmente reconocibles es el de la de Brian May, ‘Red special’, que dota a Queen de un algo especial, ya que a veces semeja mucho más que una simple guitarra. Casi cada vez que la voz de Freddy cedía el protagonismo era para prestárselo a esa guitarra. Ésta fue diseñada y construida por Brian y su padre, Harold, de modo totalmente artesanal, en 1963; utilizaron la madera de una vieja chimenea (por eso uno de sus nombres es ‘The fireplace’, la chimenea). Cuenta que no tenía pasta suficiente para hacerse con una Gibson o una Fender, así que la hicieron de modo barato (unas 18 libras) y al gusto Tiene características de semi-acústica, interruptor para cada pastilla y otras particularidades. Eso sí, ha precisado continua restauración, así que Brian se ha hecho fabricar varias réplicas.
Al menos hay que mencionar también la Jaydee SG roja de Angus Young (imposible imaginárselo sin ella y a ella sin él). La Fender Telecaster ‘Micawber’ de Keith Richards de 1953, con afinación ‘G abierta’ en la sexta cuerda. La Gibson Les Paul ‘Old Black’ de Neil Young, que lleva 40 años apareciendo en conciertos y discos… Y tantas otras maravillas con distorsión que han dado tanto rock.
CARLOS DEL RIEGO

jueves, 11 de junio de 2020

CUANDO MAX GOA FUE ARROJADO BAJO LA ORUGA DE UN TANQUE DURANTE LA LIBERACIÓN DE PARÍS


Varios monstruos como este, de más de 30 toneladas, pasaron por encima del cuerpo de Max Goa, linchado en las calles de París junto a su esposa

El 19 de agosto de 1944 las tropas aliadas entraron en París, liberándola de los nazis tras cuatro años de ocupación. Durante varios días los ejércitos victoriosos desfilaron por las calles entre gritos de júbilo de los parisinos. Se temía, sin embargo, que quedaran francotiradores para sembrar el pánico. El día 25 Max Goa y su esposa, Madeleine, fueron confundidos con los tiradores, apaleados y linchados; a Max lo echaron bajo las cadenas de un tanque, a Madeleine la tirotearon.  
La alegría por la liberación convivía en aquella Francia con el odio y deseo de venganza contra los que habían colaborado (mucho o poco, directa o indirectamente) con el invasor. Las llamadas Fuerzas Francesas del Interior (FFI) se habían formado en los meses anteriores a la liberación para apoyar a los ejércitos aliados; el problema es que muchos presos comunes, ladrones, asesinos y matones de todo tipo habían encontrado en ellas acomodo e incluso redención. Una vez que se fueron los nazis, las FFI se dedicaron a buscar sospechosos de colaboracionismo, y era suficiente cualquier acusación para que el presunto se convirtiera en culpable, no había que probar ni juzgar. A veces lo tiroteaban sin más, otras veces los fusilaban después de torturas y palizas; también se dieron casos de acusados que fueron juzgados legalmente y absueltos de todo cargo, pero a los que las FFI asesinaron de todos modos. Evidentemente, gran cantidad de aquellos linchamientos fueron por causas que nada tenían que ver con los alemanes, y también se probó la falsedad de muchas acusaciones después de la muerte de los desdichados.
Un caso espantoso, atroz, bestial, fue el del matrimonio Max y Madeleine Goa. Él era técnico dental y ella regentaba un café en París. El día 25 también ellos celebraban el acontecimiento en su piso de la avenida de Italia. Entonces sonó lo que parecían tiros. Max tomó su telescopio, salió al balcón y empezó a mirar, buscando al tirador. Abajo, alguien vio el aparato, lo confundió con un fusil y gritó “¡allí, es él, el tirador!”. Los FFI levantaron la vista y divisaron el objeto negro y largo. Entraron en el edificio y subieron las escaleras enfurecidos. Entraron en casa de los Goa y, antes de que pudieran decir nada, les cayó tal paliza que apenas podían abrir la boca. No se necesitaba ninguna prueba o testimonio: eran traidores asesinos. Los bajaron a la calle, recibiendo patadas, puñetazos y escupitajos de todos los que esperaban su paso al bajar las escaleras. Una vez en medio de la multitud el odio se multiplicó, no había superficie corporal suficiente para recibir todo lo que les caía. Entonces, los FFI arrojaron el maltrecho cuerpo de Max, aún vivo, bajo las cadenas de un tanque Sherman que pasaba a gran velocidad. Luego pasó otro, y otro… Allí quedó una horripilante ‘sanguinolenta papilla humana’, según un testigo.
¿Y Madeleine? Fue llevada al centro de tortura que se había montado en el Instituto Dental Georges Eastman. Un grupo de FFI se constituyó en tribunal de una burda mascarada a la que llamaron juicio; la condenaron a muerte, pero ella, a pesar de haber recibido palos y palos, insultos y todo tipo de vejaciones, no perdía la cara a sus agresores, les devolvió los insultos, se burló, se rio de ellos. Algunos la tildaron de loca. Finalmente, unos días después del asesinato de su marido, la colocaron frente al pelotón de ejecución. Madeleine les sacó la lengua y les dio la espalda segundos antes de recibir tres balazos.    
El piso del matrimonio fue registrado concienzudamente mientras eran linchados. Un FFI informó que no se había encontrado ni rastro de armas, municiones, cartucheras o cualquier cosa relacionada.
Luego se supo que Max pertenecía al SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera), que él y ella formaban parte del servicio médico del Frente Nacional, que habían acogido, escondido y cuidado a numerosos judíos y a aviadores aliados derribados durante la ocupación. Incluso Max formaba parte de las mismísimas FFI. Eran patriotas y miembros de la resistencia.
Este vergonzoso episodio (tan parecido a los sucedidos durante la Revolución Francesa) está bastante oculto, de hecho no tiene entrada en Wikipedia. Y a pesar de este y muchos otros sucesos similares de franceses contra franceses, jamás se han acusado a sí mismos de cainitas, a diferencia de otros…
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 7 de junio de 2020

EL ROCK CONTRA LA VIOLENCIA RACISTA

Neil Youn ha escrito grandes canciones contra la discriminación racial

Estados Unidos tiene desde su fundación un problema con el racismo. En las últimas décadas ha sido causa de periódicas violencias y enfrentamientos callejeros, pues gran parte de su población (negros y blancos) se rebela contra la ferocidad de policías y la impunidad con que se resuelven estos casos. El rock ha escrito muchas grandes piezas que denuncian ese inhumano sentimiento
El racismo es una de las más odiosas perversiones (no hace falta añadir más, pues sólo hay una especie animal que puede ser perversa). Aunque las leyes de prácticamente todos los países del mundo lo combaten, la realidad es que el trato discriminatorio sigue estando presente en Usa (donde hay mucho orgullo ‘wasp’, blanco, anglo-sajón y protestante, y por tanto racista) y otros países; está en las calles, en las comisarías, tribunales o gobiernos. La música rock, negra y blanca desde su nacimiento, siempre lo ha denunciado y aborrecido.
Muchas de los mejores versos creados para integrarse en una partitura surgieron como expresión de la rabia producida por la injusticia y la discriminación racial. Por ejemplo el ‘Blackbird’ del álbum blanco de los Beatles; Paul la escribió pensando en la lucha por los derechos civiles que sostenían los negros estadounidenses en aquellos momentos, concretamente la concibió después de leer noticias sobre los disturbios raciales que tuvieron lugar en Little Rock, Arkansas, en 1968, después de que las autoridades locales se negaran a admitir estudiantes negros en la mismas clases que los blancos. “Tuve la idea de usar un mirlo como símbolo para una persona de raza negra, pero pensaba sobre todo en una mujer negra que vive inmersa en ese problema”, explicó McCartney. Sólo una acústica y voz dan forma a esta brillante melodía inspirada en una pieza de Bach.
Bob Marley solía escribir textos profundos e intencionados, como en el gran clásico ‘Buffalo soldier’. Marley se refiere a los regimientos de caballería de Usa integrados exclusivamente por soldados negros (creados en 1861); el nombre se lo pusieron los indios kiowas, puesto que una de estas unidades fue obligada a combatir y expulsar de sus tierras a los pieles rojas para que pudieran ser ocupadas por los rostros pálidos; algunos de esos soldados-búfalo habían sido esclavos. Con esta canción Marley acusó a Estados Unidos de discriminación contra los nativos y contra los negros: “Robado de África, traído a América (…) pisoteado a través de la tierra (…) gana la guerra para América”.  
El recordado Sam Cooke, emblema del soul, rythm & blues, funk o pop, cantaba sobre temas intrascendentes hasta que la muerte de su hijo (ahogado en una piscina) le volvió más profundo e introspectivo, y comenzó a preocuparse por otros asuntos, como el racismo que padecía el estadounidense negro. Al poco escuchó el ‘Blowin’ in the wind’ de Dylan y, según dijo, le costó mucho creer que no estaba escrita por un negro, así que pensó que él tenía que hacer letras en términos similares. La primera que ideó con ese sentimiento fue ‘A change is gonna come’, una canción protesta que pretendía apoyar el movimiento de derechos civiles, la lucha de los negros por la igualdad; parte de su letra alude a un suceso que sufrieron el propio Cooke y sus amigos, que habían sido acusados de provocar  disturbios en una ciudad de Louisiana al negárseles la entrada a un hotel por ser negros. Lo terrible es que Sam Cooke murió tiroteado en 1964 por la dueña de un hotel para blancos en el que el cantante había entrado (ella declaró primero que la había atacado, y luego que había violado a una blanca…). Tenía 33 años. La letra de ‘A change is gonna come’, publicada después de su muerte, habla del drama del racismo, pero no pierde la esperanza: “Ha tardado mucho tiempo, pero sé que un cambio llegará (…) voy al cine, voy al centro, pero aun hay quien me dice que no ande por ahí (…) pero sé que un cambio llegará”.
El ‘Southern man’ del eterno Neil Young también hablaba de racismo en los estados del sur de Usa, de esclavitud e incluso del Ku Klux Klan; sin embargo, a pesar de que tiene el pulso y el genio de Young, él mismo renegaba de ella en 2012: “Cuando la escucho no me gusta esa letra, es acusatoria y condescendiente, no está bien pensada y es muy fácil de malinterpretar”. Habla de cruces ardiendo, de látigos y de gritos: “Vi el algodón y a los negros (…) ¿Cuánto durará?, ¿cuánto durará?”. Y no hay que olvidar la intención acusatoria y antirracista de su magnífica ‘Alabama’.
Aunque no pueden ser etiquetadas como rock, otras piezas de estilos cercanos merecen ser recordadas. Nina Simone escribió ‘Mississippi Goddam’ en respuesta al asesinato del líder de derechos civiles Medgar Evers en Mississippi en junio de 1963, y también para denunciar el bombardeo de una Iglesia Baptista en Birmingham, Alabama, en el que murieron 4 chicas negras ese mismo año. Contaba ella misma que estuvo tentada de buscar una pistola y…, pero finalmente prefirió encerrarse en una habitación y escribir esa canción. El desgarrador ‘Strange fruit’ que cantaba Billye Holliday fue escrito por un maestro de escuela judío, quien quedó tan horrorizado al ver en una foto de 1930 a dos jóvenes negros colgando de un árbol, que escribió esta terrible ‘Fruta extraña’: “Árboles del sur con futas extrañas, sangre en las hojas y en las raíces, cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur”. Contra la ‘justicia’ que los negros pueden esperar en el profundo sur también escribió Leadbelly su ‘The Scortsboro boys’ en 1939; nueve chicos negros (varios menores) fueron acusados de violar a dos blancas en Alabama…, todos menos uno de 12 años fueron ejecutados tras una farsa a la que llamaron juicio; irónicamente, el propio Leadbelly no tendría quejas contra la justicia, pues apenas pasó unos pocos años en la cárcel a pesar un largo historial delictivo: asalto a mano armada, homicidio, apuñalamientos…, pero siempre salió bien parado.
El índice de canciones que han tratado sobre esta inmoralidad se extendería varias páginas. Ciertamente, la música rock y estilos cercanos no han dejado de mostrar la existencia del racismo, de denunciar la violencia y de acusar a los racistas; lo viene haciendo con insistencia desde hace… El hecho de que gran parte de ellas estén situadas en Estados Unidos muestra dos cosas: que esa perversión del pensamiento llamada racismo aun tiene mucho arraigo allí, pero también que los mejores del género se han involucrado y tomado partido por los que padecen esta insufrible, imperdonable injusticia.    
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 3 de junio de 2020

LA TRADICIÓN WASP, RACISTA Y PROTESTANTE, SE MANTIENE MUY VIVA EN ESTADOS UNIDOS

Asesinar negros es práctica muy arraigada en USA, donde abunda el orgullo wasp, de raza blanca, cultura anglo, religión protestante


Un nuevo caso de racismo asesino se ha producido en Estados Unidos, donde cada poco tiempo la policía mata a un negro en la calle, sin causa justificada y de forma extremadamente violenta. Pero lo que evidencia la presencia de racismo en aquella sociedad es el hecho de que los policías homicidas nunca son condenados o sus sentencias son muy leves. Este racismo es heredero directo del que llevó Inglaterra a América en el siglo XVII. El racismo y el protestantismo están indisolublemente asociados, es un sentimiento definido como Wasp (blanco, anglosajón, protestante), cuyo antecedente histórico es Inglaterra. Y Holanda
La muerte violenta, terrible y asquerosamente racista de George Floyd es otra en la lista; podría recordarse a Rodney King (1991), a Trayvon Martin (2012), Eric Garner (2014) y muchos otros negros que fueron muertos por policías racistas, fiel reflejo del sentimiento racista de gran parte de la sociedad estadounidense. Es una  evidencia que el racismo existe en este país desde el mismo momento de su fundación: nació racista. Es más, su antepasado directo, Inglaterra, ya había mostrado su racismo brutal desde que se inició la época del colonialismo. Y a la misma altura, Holanda. Ambos países siempre fueron la punta de lanza del protestantismo, probando la relación entre protestantismo y racismo.
La Historia lo muestra sin la menor duda. Inglaterra fue dueña de la India, donde impuso durante los siglos XIX y XX sus condiciones comerciales, que llevaron a muchos episodios de hambrunas generalizadas, destacando la de mediados del siglo XX (con Churchill como primer ministro), que produjo millones de muertos por inanición. También puede recordarse cómo llegó a provocar las Guerras del Opio con China (siglo XIX), ya que los británicos pretendían (y consiguieron durante un tiempo) ‘pagar’ las mercancías chinas con la droga, lo que fue catastrófico para la población china y muy beneficioso para los ingleses. Inglaterra y Holanda llevaron el más puro racismo a Sudáfrica; la palabra ‘apartheid’ es ‘afrikáner’, derivado del neerlandés; allí, donde los blancos eran propietarios del 90% de las tierras, la segregación racial era la ley, y la crueldad y discriminación contra los no blancos cotidiana y sangrienta. Sudáfrica fue el paraíso del racismo y la segregación racial.
Desde el siglo XVI al XIX, los holandeses pusieron sus manos en varias islas de Indonesia, obligando a los nativos a sembrar exclusivamente especias, con lo que se produjeron grandes hambres; además, para tener el monopolio, arrasaron campos de cultivo de otras islas, lo que produjo levantamientos, matanzas y hambrunas; promulgaron leyes de cultivos obligatorios que prohibían sembrar arroz, con lo que se vuelve a la falta de alimentos y muerte por hambre. Cuando finalmente se fueron, de su estancia allí sólo quedó sangre, violencia, muerte… Fieles a su tradición.
Descendiente directo de Inglaterra, Estados Unidos llevó a cabo el exterminio sistemático y subvencionado de los indios hasta llevarlos a la desaparición (los que quedan están recluidos en reservas, alcoholizados, presa fácil de cualquier enfermedad, desarraigados…). El racismo era propio de la nueva sociedad, de un país que nació cien por cien racista, como se comprobó en los años de la esclavitud legal, a la que se dio fin tras la Guerra de Secesión (1861-65). Pero el racismo se quedó en el ser estadounidense blanco, manteniéndose bandas asesinas como el Ku Klux Klan, el linchamiento de negros, o las leyes racistas que separaban blancos y negros en todo espacio público… Sólo a mediados de la década de los sesenta del siglo pasado el racismo dejó de ser ley, pero sigue hoy inamovible en la mente de gran parte (tal vez la mayor parte) de los blancos estadounidenses, como queda demostrado con la muerte de negros a manos de policías blancos, los cuales casi nunca reciben condenas proporcionadas. La existencia del orgullo ‘Wasp’ (‘blanco, anglosajón, protestante’), es prueba irrefutable de un racismo generalizado que se siente superior a los no blancos, no anglos y no protestantes..
Otro heredero de Inglaterra es Australia. La llegada de los británicos produjo, nuevamente, devastación y matanzas, sobre todo durante las llamadas Guerras de Frontera (final del siglo XVIII hasta el XX), pues los ingleses hicieron lo mismo que en América: ganar terreno ‘limpiándolo’ de gente. Terrible es lo que se conoce como ‘Generaciones robadas’: durante siglo y medio los descendientes de los ingleses arrebataban niños y niñas aborígenes de los brazos de sus padres para obligarlos a trabajar como meros esclavos. Igualmente, existía un verdadero pánico al mestizaje, una aversión a que ‘la sangre pura’ se mezclara. Hasta 1960 el aborigen no tuvo derecho al voto.
Desde la Antigüedad, descubrimientos y conquistas siempre han costado sangre y vidas. La gran diferencia es el trato dado luego al conquistado, si hubo mestizaje, si se redactaron disposiciones legales para su protección, si al irse el conquistador dejó cultura, organización, construcciones públicas…  Ninguno de los países conquistadores protestantes hizo jamás nada de esto. La otra gran potencia conquistadora, España, promulgó leyes de protección al nativo (Testamento de Isabel de Castilla, Leyes de Burgos de 1512, Leyes Nuevas de 1542), organizó simposios y conferencias para tratar el tema (Controversia de Valladolid, 1550-51), contó con autores que denunciaron los excesos de algunos conquistadores (de las Casas, Motolinia), se mezcló sin problemas con la población nativa…Ni Holanda ni Inglaterra perdieron un segundo jamás en tratar el asunto del indígena, ni redactaron una ley que lo protegiera, nunca tuvieron escritores que denunciaran sus excesos. Y el mestizaje, impensable.
Otra muestra es que, después de su paso por territorios americanos o asiáticos, Inglaterra y Holanda no dejaron ningún edificio público, ya fueran universidades, hospitales o infraestructuras, mientras que en el norte, centro y sur de América quedaron universidades en Perú, República Dominicana, México, Argentina (fundadas en el XVI y XVII)…; y catedrales, colegios, hospitales… Edmund Burke dijo en 1783: “Inglaterra no ha construido iglesias ni hospitales,  escuelas, palacios, puentes, carreteras… Cualquier conquistador deja algo tras él. Si nosotros fuéramos expulsados de la India nada quedaría para testimoniar nuestra presencia durante nuestro ignominioso dominio”.   
¿Por qué Holanda e Inglaterra trataron siempre, siempre, a los nativos como seres inferiores?, ¿qué tienen en común esos países?, la respuesta es fácil, su común denominador es protestantismo y racismo. Es evidente concluir que uno y otro ‘ismo’ están indisolublemente unidos. Gran parte de la población estadounidense de hoy, la orgullosa de ser ‘wasp’, lo prueba.
CARLOS DEL RIEGO