En lugar de derribar y pintar estatuas es más fácil quemar los billetes con las efigies de los presidentes acusados de racistas |
Está bastante
extendido el convencimiento que atribuye una enorme ignorancia a gran parte de la
población estadounidense. La mayoría no sabría situar China en el mapa, hasta
hace poco pensaba que los dinosaurios y el hombre convivieron; y la necedad de
moda (después de la de afirmar que la Tierra es plana) es atacar a las
estatuas, a cualquier estatua. Basta una acusación, aunque sea falsa, para que
se exija a personas de hace siglos el cumplimiento de leyes que sólo existen en
2020, y como ya no es posible llevar al personaje al paredón, se ejecuta su
efigie. Necedad extrema
Lo peor de esta
necedad es que es contagiosa, se transmite entre ignorantes de todo el planeta
como un virus cualquiera, aunque es en Usa donde más abunda la memez y donde es
más activa. Esta clase de estúpido está convencido de que si él hubiera vivido
hace trescientos, quinientos o mil años hubiera conducido un eléctrico, comido
pizzas, bailado rock & roll y usado el ‘whatsapp’, ya sería demócrata y ya
conocería conceptos como ecología, feminismo, animalismo… Y por eso, porque el necio
cree que de haber vivido él hace medio milenio tendría asimiladas estas ideas,
se permite exigírselas a quienes sí vivieron entonces.
En realidad, la
cultura protestante (ya sea anabaptista, metodista, pietista, episcopaliana,
calvinista, presbiluterana…) siempre tiende a escurrir el bulto y culpar a
otros de sus actos, de sus problemas, de sus frustraciones. Y así, en Usa
tumban estatuas de sus fundadores y grandes personajes como si estuvieran
juzgando, condenando y ejecutando al pasado y a todos los antepasados, culpándolos
de todas las maldades que ocurren hoy. Los necios están convencidos de que
antes de que llegaran ellos todo era malo e injusto y, por tanto hay que
destruirlo, borrarlo de la Historia. Claro que, puestos a suprimir efigies de
Washington, Lincoln o Franklin, deberían empezar por quemar los billetes que
llevan en el bolsillo…; y luego pintarrajear y destruir las lápidas de sus
antepasados, abuelos, tal vez padres, que son los que han mantenido el racismo
hasta hoy.
Luego está esa cumbre
de ignorancia, ese disparate de señalar y acusar a de racismo a pioneros como
Colón o Junípero Serra, una muestra de necedad extrema. A Colón, que jamás pisó
territorio de lo que hoy son México y Usa, se le acusa de “haber iniciado el
genocidio” pues él descubrió América al resto del Mundo. Para empezar, tarde o
temprano alguien hubiera llegado, o sea, resulta difícil pensar que hoy ese continente
siguiera desconocido y sin contacto con los otros. Y en segundo lugar, es gran
majadería juzgar a un descubridor por lo que los demás hagan con su hallazgo;
por ejemplo, es tonto culpar a Alfred Nobel de los ataques terroristas
cometidos con el explosivo que él inventó, a Einstein por las bombas sobre
Hiroshima y Nagasaki o a los hermanos Wright de los accidentes aéreos. Es igual
de tonto que responsabilizar a alguien que vivió hace cinco siglos de los actos
de racismo de hoy.
Fray Junípero Serra,
por su parte, fue un benefactor, un protector de los indios. Llegó el fraile
mallorquín a América en 1749, e inmediatamente se aplicó al estudio de las
lenguas locales. A la vez que el catecismo católico enseñó al indio a usar
herramientas que mejoraran su trabajo agrícola y ganadero, textil, de
albañilería o carpintería… En octubre de 1776 fundó la misión San Francisco,
origen de la ciudad, aunque también fue quien puso los cimientos de ciudades
como San Diego, San Gabriel (hoy Los Ángeles) o Monterrey. Y cuando algunos soldados
españoles (muchas veces ex presidiarios) atacaban a indios e indias Fray
Junípero les paraba los pies, lo que le costó serios enfrentamientos con la
tropa y con los gobernadores.
Claro que el Everest
de la necedad es tachar a Cervantes de racista, cuando nunca estuvo en América,
ni dijo una palabra de indios o negros, ni hay constancia de que nunca llevara
a cabo actos de este tipo.
Además, también en
las sociedades precolombinas abundaban los esclavos. La misma Malinche fue
vendida como esclava y como esclava regalada a Cortés, que la convirtió en su
asesora y madre de su hijo Martín. De hecho, muchas veces los indios pretendían
pagar con esclavos (a veces hijos) las herramientas, utensilios, armas o ropa
que compraban a los europeos. O sea, ya traficaban con esclavos antes de ver a
un europeo. Por otro lado, se sabe que los esclavos negros huían de territorios
bajo dominio británico y se refugiaban en territorio español (La Florida),
acogiéndose a las leyes españolas que los liberaban inmediatamente si se
bautizaban (cosa que hacían encantados). Y, en fin, puede añadirse que en los
territorio españoles hubo matrimonios mixtos (blancos-negros-indígenas) desde
mediados del siglo XVI, legales a todos los efectos, mientras que en territorio
anglosajón –Usa no fueron legales hasta 1967.
El racismo que hoy se
mantiene en Usa no es culpa de los que vivieron hace cuatro o cinco siglos.
Sólo los necios conjurados, ya sean necios malintencionados, necios
subvencionados o necios-necios, acusan de sus vicios, sentimientos y
frustraciones a gentes tan alejadas en el tiempo, a las que ejecutan mediante
sus estatuas.
Parece difícil que
haya gente que no entienda que para llegar al pensamiento de hoy ha habido que
pasar por el de ayer. Del mismo modo que para llegar al último modelo de
automóvil hubo que pasar por el Ford T de 1908, y a nadie se le ocurriría
despreciar y tratara de destruir y suprimir de la historia el Ford T acusándolo
de gastar y contaminar mucho, de ser inseguro, incómodo… Las ideas y conceptos
que rigen la mente del siglo XXI no surgen de repente, sino que son producto de
la evolución del razonamiento.
CARLOS DEL RIEGO
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