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miércoles, 30 de diciembre de 2020

EL BOCHORNOSO CASO DE LOS BARCOS QUE ESPAÑA COMPRÓ A RUSIA EN 1817

 


Así eran los barcos de guerra a comienzos del siglo XIX, nada que ver con lo que colocó Rusia a España (pintura de Carlos Parrilla Penagos)

Poco conocido es el timo que sufrió el pueblo español a manos del rey Fernando VII, su secretario personal, el embajador de Rusia y el propio Zar, quienes acordaron que España compraría barcos de guerra a Rusia. Cuando las naves llegaron se vio que estaban en condiciones lamentables y que el vendedor no había cumplido ninguno de los requisitos estipulados en el contrato. No se sabe cuánto costaron pero sí quiénes se llevaron el dinero 

En España y en cualquier país del mundo siempre ha habido políticos y gentes con poder que aprovechan su situación privilegiada para trincar, defraudar, sustraer, expoliar. En 1817 el rey Fernando VII y sus ministros decretaron la compra a Rusia de barcos de guerra para la maltrecha Armada Española. Del negocio se encargaron el favorito del monarca, Ugarte, y el embajador de Rusia, Tatitscheff, que se ocuparon de llevar todo en el más absoluto secreto y de borrar todo rastro de la operación…

Se contrató la compra de cinco barcos de 64 cañones y tres fragatas de 44; además, debían estar todos debidamente equipados, armados, cargados con munición y provisiones para la tripulación, herramientas, utensilios… Los navíos empezaron a llegar a finales de 1818, siendo recibidos por una comisión de ingenieros navales, oficiales de la Armada e incluso el ministro de Marina. Los buques venían vacíos, sin munición ni provisiones y, lo que es peor, todos tenían el caso podrido, de modo que tras hacer la inspección se concluyó que sólo dos de los ocho eran relativamente recuperables. Un auténtico timo. El ministro de Marina (Vázquez de Figueroa) entregó personalmente el informe al rey, quien ordenó su detención esa misma noche y su deportación a Santiago de Compostela; luego, cuando los comandantes nombrados para cada barco quisieron conocer a fondo el estado de los mismos, fueron destituidos inmediatamente e incluso algunos dados de baja de la Armada.

Los barcos, que fueron rebautizados como ‘España’. ‘Numancia’, ‘Fernando VII’ o ‘Ligera’, apenas pudieron hacerse a la mar. En tan mal estado estaban que, tal vez avergonzados, los rusos enviaron otras tres fragatas de regalo…, que estaba en unas condiciones tan calamitosas como el resto.

Dos de aquellos navíos estaban tan mal que jamás salieron de puerto y fueron desmantelados. Cuatro pasaron por el arsenal y salieron a la mar, pero hacían tanta agua que tuvieron que volver de inmediato, siendo calificados como inútiles y desguazados. Uno partió para América, pero tuvo que regresar antes de mitad del camino totalmente inundado y nunca volvió a navegar, pues acabó en el desguace. Uno de ellos consiguió llegar a Perú, pero fue apresado tras combate y quedó definitivamente inservible. Algo parecido ocurrió con los otros tres, que consiguieron llegar a duras penas a América para ser inmediatamente deshechos. En total, once barcos de guerra que deberían haberse entregado en perfecto estado y listos para el servicio pero que eran incapaces de mantenerse a flote.

¿Y cuánto le costó a España aquella operación? Los principales implicados (el rey, su favorito Ugarte y el embajador ruso Tatistcheff) se cuidaron mucho de que trascendieran las cantidades. Sólo se sabe que se manejaron (no se sabe si entregaron como primer plazo o se repartieron) 400.000 libras esterlinas (que Inglaterra había pagado a España como indemnización por abandonar el tráfico de esclavos y dejárselo sólo a ellos), pero el resto será siempre un misterio. La cantidad pagada en libras equivaldrían a más de 90 millones de pesetas o a 360 millones de reales (moneda utilizada entonces, pues la peseta se adopta como moneda unos 50 años más tarde). En todo caso una cantidad astronómica para la época y, sin duda, muy superior al valor de los barcos aun cuando hubieran estado en perfectas condiciones. Ugarte, Tatitscheff, Fernando VII y el zar Alejandro I fueron los que se llevaron la parte del león.

La catastrófica y ruinosa operación fue terrible, puesto que entonces se iniciaban los movimientos de independencia en América y España estaba sin Marina de guerra para defenderse; como consecuencia (junto a otros hechos y factores) los territorios americanos acabaron en poder de los criollos ricos y poderosos, que se encargaron de arrebatar a los indios todos los derechos que les garantizaban las leyes españolas y erigirse así como los auténticos dueños de cada nuevo país.     

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 30 de septiembre de 2020

LOS POLÍTICOS Y LOS PARTIDOS HAN PERVERTIDO EL SISTEMA DEMOCRÁTICO

 


Circula por las redes una imagen que describe perfectamente la situación

La actual situación de emergencia en las democracias occidentales, especialmente en España, demuestra que el sistema que ordena y administra se ha pervertido y necesita revisión y modificación.

Por un lado los partidos políticos. Se han convertido en estructuras piramidales cuyos objetivos son ganar elecciones, pescar subvenciones, hacer política y colocar en puestos apetecibles a cuantos más de sus adeptos mejor. Lo de buscar y procurar el bien común es tan ajeno a un partido político como la rueda a un trineo. Es una certeza matemática que las políticas de partidos, es decir, las políticas partidistas, son eso: por y para el partido. Por eso se ha repetido tantas veces que las luchas partidistas y los mismos partidos políticos, según está montado el sistema actualmente, son inevitablemente perjudiciales para el bien público. Y es que cuando un partido (cualquiera) desea el poder no dudará en aliarse con quien le haga falta y cueste lo que cueste, aunque lo que conceda signifique perjuicio para otros. Esto es política y a esto dedican los partidos todos sus esfuerzos.

Por otra parte el político en sí. Es evidente que, en la actualidad, la figura del político es la de quien sólo piensa en la política, quien sólo hace política. Todo su tiempo, sus ilusiones, anhelos, energías tienen como único fin la propia política. Así, tanto en sus manifestaciones públicas como en sus intervenciones en el parlamento todo es política: “Exigimos la dimisión de…”, dicen unos, y otros contestan: “Apoyen incondicionalmente nuestras maniobras”, y luego, “Son ustedes unos irresponsables”, “Ustedes dijeron esto y hacen lo otro”, “Ustedes son unos tal y unos cual”…, y así sucesivamente. En otras palabras, el 99.99% del tiempo están tratando asuntos políticos, asuntos que les interesan a ellos y a sus partidos, de modo que no les queda tiempo para afrontar los verdaderos problemas, es decir, no se busca el bien común ni siquiera en situaciones de emergencia sanitaria y económica como la presente. Lo que importa es conservar el poder unos, y ganarlo otros. Nada más.

Si no hay reformas de fondo la cosa irá a peor, de modo que los partidos se convertirán en sectas (si no lo son ya) en las que el líder manda sin que nadie le discrepe y los fieles obedecen pase lo que pase, se diga lo que se diga y se haga lo que se haga. Buena cosa sería limitar la estancia en política a ocho años (más o menos el diez por cien de la vida de una persona) para que el ciudadano metido a labores políticas sepa la fecha en que se extingue su tiempo en esa tarea y se dedique a aquello por lo que se le paga, no a hacer política y medrar para ir para ir ascendiendo. Otra medida útil sería que los cargos específicos se otorgaran tras oposición y no por amiguismo, enchufismo y nepotismo, que es como se hace ahora. Lo mismo habría que hacer con los destinos en que se suele colocar a los políticos que ya están amortizados, a los que se sienta en poltronas que exigen muy poco pero están muy bien pagadas, como los puestos en consejos de administración de empresas públicas o en organismos como el Consejo del Reino y similares. Y qué se puede decir de esa norma que  le da una jugosa paga vitalicia a quien ha estado dos legislaturas en función pública.

Todo esto se ha propuesto, se ha repetido infinidad de veces, pero lo malo es quien tiene que tomar la decisión de acabar con todas estas perversiones es el mismo político que está disfrutándolas, con lo que la cosa no pinta bien, o sea, que de momento todo seguirá igual, pues ellos, los políticos profesionales y vitalicios, no querrán ni hablar de privarse de todos los privilegios que ahora disfrutan. Además, es fácil deducir que cualquiera de los presentes, llegado el caso, haría lo mismo que los políticos, puesto que ¿quién se resiste a ganar mucho, a ejercer poder y a ser protagonista en los medios sin tener realmente ninguna obligación?

¿Alguien piensa que los actuales gobernantes y grandes cargos políticos (se incluye diputados y senadores) tendrían éxito dependiendo exclusivamente de su trabajo, de su mérito y de su esfuerzo? ¿Alguien sabe de algún político que haya vuelto al trabajo después de dejar de serlo? En fin, según están las cosas hay que ser muy ingenuo, crédulo o fanático para creer hoy en los políticos vitalicios. Y sin entrar en algo tan propio e inseparable del político como la corrupción, pues no hay partido que no tenga su lista de casos.

El sistema está pervertido, podrido, es carísimo e ineficaz. ¿Qué hacer?

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 11 de junio de 2020

CUANDO MAX GOA FUE ARROJADO BAJO LA ORUGA DE UN TANQUE DURANTE LA LIBERACIÓN DE PARÍS


Varios monstruos como este, de más de 30 toneladas, pasaron por encima del cuerpo de Max Goa, linchado en las calles de París junto a su esposa

El 19 de agosto de 1944 las tropas aliadas entraron en París, liberándola de los nazis tras cuatro años de ocupación. Durante varios días los ejércitos victoriosos desfilaron por las calles entre gritos de júbilo de los parisinos. Se temía, sin embargo, que quedaran francotiradores para sembrar el pánico. El día 25 Max Goa y su esposa, Madeleine, fueron confundidos con los tiradores, apaleados y linchados; a Max lo echaron bajo las cadenas de un tanque, a Madeleine la tirotearon.  
La alegría por la liberación convivía en aquella Francia con el odio y deseo de venganza contra los que habían colaborado (mucho o poco, directa o indirectamente) con el invasor. Las llamadas Fuerzas Francesas del Interior (FFI) se habían formado en los meses anteriores a la liberación para apoyar a los ejércitos aliados; el problema es que muchos presos comunes, ladrones, asesinos y matones de todo tipo habían encontrado en ellas acomodo e incluso redención. Una vez que se fueron los nazis, las FFI se dedicaron a buscar sospechosos de colaboracionismo, y era suficiente cualquier acusación para que el presunto se convirtiera en culpable, no había que probar ni juzgar. A veces lo tiroteaban sin más, otras veces los fusilaban después de torturas y palizas; también se dieron casos de acusados que fueron juzgados legalmente y absueltos de todo cargo, pero a los que las FFI asesinaron de todos modos. Evidentemente, gran cantidad de aquellos linchamientos fueron por causas que nada tenían que ver con los alemanes, y también se probó la falsedad de muchas acusaciones después de la muerte de los desdichados.
Un caso espantoso, atroz, bestial, fue el del matrimonio Max y Madeleine Goa. Él era técnico dental y ella regentaba un café en París. El día 25 también ellos celebraban el acontecimiento en su piso de la avenida de Italia. Entonces sonó lo que parecían tiros. Max tomó su telescopio, salió al balcón y empezó a mirar, buscando al tirador. Abajo, alguien vio el aparato, lo confundió con un fusil y gritó “¡allí, es él, el tirador!”. Los FFI levantaron la vista y divisaron el objeto negro y largo. Entraron en el edificio y subieron las escaleras enfurecidos. Entraron en casa de los Goa y, antes de que pudieran decir nada, les cayó tal paliza que apenas podían abrir la boca. No se necesitaba ninguna prueba o testimonio: eran traidores asesinos. Los bajaron a la calle, recibiendo patadas, puñetazos y escupitajos de todos los que esperaban su paso al bajar las escaleras. Una vez en medio de la multitud el odio se multiplicó, no había superficie corporal suficiente para recibir todo lo que les caía. Entonces, los FFI arrojaron el maltrecho cuerpo de Max, aún vivo, bajo las cadenas de un tanque Sherman que pasaba a gran velocidad. Luego pasó otro, y otro… Allí quedó una horripilante ‘sanguinolenta papilla humana’, según un testigo.
¿Y Madeleine? Fue llevada al centro de tortura que se había montado en el Instituto Dental Georges Eastman. Un grupo de FFI se constituyó en tribunal de una burda mascarada a la que llamaron juicio; la condenaron a muerte, pero ella, a pesar de haber recibido palos y palos, insultos y todo tipo de vejaciones, no perdía la cara a sus agresores, les devolvió los insultos, se burló, se rio de ellos. Algunos la tildaron de loca. Finalmente, unos días después del asesinato de su marido, la colocaron frente al pelotón de ejecución. Madeleine les sacó la lengua y les dio la espalda segundos antes de recibir tres balazos.    
El piso del matrimonio fue registrado concienzudamente mientras eran linchados. Un FFI informó que no se había encontrado ni rastro de armas, municiones, cartucheras o cualquier cosa relacionada.
Luego se supo que Max pertenecía al SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera), que él y ella formaban parte del servicio médico del Frente Nacional, que habían acogido, escondido y cuidado a numerosos judíos y a aviadores aliados derribados durante la ocupación. Incluso Max formaba parte de las mismísimas FFI. Eran patriotas y miembros de la resistencia.
Este vergonzoso episodio (tan parecido a los sucedidos durante la Revolución Francesa) está bastante oculto, de hecho no tiene entrada en Wikipedia. Y a pesar de este y muchos otros sucesos similares de franceses contra franceses, jamás se han acusado a sí mismos de cainitas, a diferencia de otros…
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 6 de mayo de 2020

CÓMO LA IDEOLOGÍA ESCLAVIZA A LA PERSONA

La ideología termina por convertirse en un tirano que dicta a la persona lo que hay que pensar, hacer y decir


En situaciones excepcionales, como la presente, se manifiestan de modo más evidente las emociones, las inquietudes y, más que nada, las ideologías políticas. Éstas, sin embargo, independientemente del momento y la situación,  terminan por apoderarse de la mente de la persona hasta esclavizarla, de modo que el individuo se regirá por su ideario político, pensará y hablará en función de la doctrina política
Vuelve a ser oportuno aquel pensamiento del alemán Ernst Jünger (1895-1998) que señala: “El primer paso para alcanzar la libertad es sacudirse las ideologías políticas”; y no debía estar lejos de la verdad dicho escritor, filósofo y naturalista, puesto que los soviéticos lo acusaron de protonazi y los nazis de anarcomarxista. Esta reflexión viene a decir que la ideología política llega a convertirse en un dictador que domina a la persona y la obliga a pensar, actuar y hablar según los parámetros de la creencia. En otras palabras, el hombre cede su capacidad de opinión y su libertad de decisión al dogma político, que piensa y decide por él.
Pueden mencionarse infinidad de ejemplos que muestran cómo la ideología impune su criterio. En agosto de 1939 se firmó el pacto Ribbentrop-Molotov, mediante el cual Hitler y Stalin ‘se hicieron amigos’. Los ultraderechistas y los comunistas de toda Europa quedaron anonadados al conocer el acuerdo nazi-comunista. Pero sólo hubo desconcierto en los primeros momentos, pues en poco tiempo lo asumieron y lo defendieron. Así, aunque unos días antes de la firma los pronazis echaban pestes con toda violencia contra comunistas, socialistas y ‘rojos’ en general, ahora hablaban con indulgencia e incluso simpatía de los compañeros soviéticos. Igualmente, los comunistas de Europa occidental que hasta ese momento odiaban a muerte a nazis y a cualquiera con pensamiento conservador, ahora se la ‘envainaban’ y en sus periódicos más combativos pintaban al führer como un amigo; por eso los comunistas franceses no se opusieron a la invasión nazi de su país (Sartre, Beauvoir, Aragón, Picasso no fueron molestados por la Gestapo a pesar de manifestarse  abiertamente comunistas). Sin la menor duda, tanto los ideólogos del comunismo y del fascismo como sus militantes y simpatizantes debieron vivir un gran dilema, ya que la ideología les dictaba hasta ese momento que ‘los otros’ son los malos, pero tras el sorprendente pacto la ideología les dijo que ahora ya no son los malos, y que ahora es obligatorio obedecer a los que mandan (los guardianes de la ideología), que dicen cómo hay que pensar. Y como manifestar dudas o críticas (aunque íntimamente las sintieran) iría contra la idea y, además, sería muy mal visto por el grupo, la persona se sometió al nuevo modo de pensar. En definitiva, la ideología los había esclavizado.
Otro ejemplo más cercano. Un tipo mató a otro porque llevaba la bandera española en los tirantes. Quienes comparten ideología con el matón apenas dijeron nada, apenas condenaron el hecho, si acaso lo justificaron, aceptaron los ‘razonamientos’ del agresor y se expresaron con frases como “nadie tiene derecho a matar a nadie, pero…”, utilizando ese ‘pero’ para disculpar, para excusar, para justificar. Puede imaginarse que la cosa hubiese sido al contrario, que un tipo matara a otro porque llevaba la bandera republicana en los tirantes; entonces quienes comparten ideología con la víctima jamás hubieran utilizado el ‘pero’, sino que hubieran calificado el hecho como intolerable, criminal…, sin peros Es, en fin, la ideología quien dicta cómo pensar y hablar de ese hecho.
En el momento actual (V-20), la doctrina vuelve a ser la que decreta que hay que defender a un gobierno a pesar de que su gestión de la epidemia haya disparado la cifra de contagiados y muertos hasta los veintitantosmil (reales serán bastantes más) así como la cifra de sanitarios infectados y muertos (récord mundial); hay que defenderlo a pesar de las dudosas compras de material que bien pueden calificarse, al menos, de chapuceras; a pesar de la ruina económica a la que ha conducido al país por su pésima gestión… A pesar de todo, los que tan mal han hecho las cosas (los números son los que son) cuentan con que sus correligionarios obedezcan sin rechistar a lo que les diga la ideología, que es la que rige su pensar, decir y hacer.
Si hoy estuviera el partido contrario en el gobierno, los que defienden al actual se rasgarían las vestiduras, se quedarían sin palabras insultantes ante esas mismas cifras. ¿Por qué?, porque es la fe ciega en la idea la que les dicta lo que tienen que decir en cada caso. Dicho de otro modo, si el microbio hubiera llegado con un gobierno de otro color, quienes lo comparten se hubieran sentido obligados por dictado de su ideología a defenderlo a pesar de los miles de muertos, mientras que la ideología de los del color contrario les impondría revolverse. Y todos obedecerían (obedecen) como corderitos sumisos a la dictadura que ordena y manda en pensamiento.        
Los militantes y simpatizantes acérrimos de los partidos políticos perdonan las mentiras de sus líderes (en mayor o menor medida según el grado de ideologización en que esté el individuo), de manera que a pesar de que dichos líderes mientan, se corrompan, digan hoy blanco y mañana negro, a pesar de todo, esos militantes obedecen, pues la idea política, tirana de su mente, les dice:”tu a callar y aplaudir”.  
Es propio del hombre tener ideas, códigos morales, pero controladas, sujetas por la razón y la moralidad, porque si las ideas no están bajo control, si no tienen contrapesos éticos, terminan por convertir al hombre en esclavo. Así lo pensaba un pensador odiado por los dos extremos políticos.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 6 de noviembre de 2019

80 AÑOS DEL ATENTADO CONTRA HITLER A COMIENZOS DE LA II GUERRA MUNDIAL QUE PUDO CAMBIAR LA HISTORIA

Hitler vomitando sus soflamas aquel 8 de noviembre de 1939 poco antes de la explosión de la bomba colocada en la columna que está detrás de él
Así quedó la cervecería


Desde que Adolf Hitler tomó el poder en 1933, cada año se celebraba en una cervecería de Múnich el aniversario del llamado ‘putsch de Múnich’, el fallido golpe de estado que ‘proporcionó’ a los nazis sus primeros ‘mártires’ y condujo a Hitler a la cárcel. En 1939 un carpintero llamado Georg Elser colocó una potente bomba en ese local para acabar con Hitler; sin embargo, el atentado se vio frustrado porque el führer acortó su discurso y se marchó antes de tiempo…, unos doce minutos antes de que la bomba explotase. Si su sermón se hubiera alargado esos minutos, la historia habría cambiado radicalmente
El 8 de noviembre de 1939, poco más de un mes después del comienzo de la II Guerra Mundial, Hitler y su cohorte acudieron a celebrar el aniversario del fallido ‘putsch’ de Múnich, aquel intento de golpe de estado con el que el NSDAP, el partido nazi, trató hacerse con el poder en Alemania en 1923. Aquella celebración se convirtió en obligada para el partido y para el führer, de modo que, desde entonces, cada año los días 8 y 9 de noviembre se celebraba un gran mitin allí mismo, en la ‘bürgerbräukeller’ (algo así como la cervecería municipal) de la capital bávara. Toda la aristocracia nazi acudía con gran devoción a escuchar el discurso de Hitler en aquella especie de gigantesco bar con capacidad para más de 2.000 personas. Estar presente en ese  acto, convertido ya en una especie de rito ceremonial, era un honor y una obligación para los devotos del partido, pues celebraba su ‘heroico nacimiento’.
El Tercer Reich atravesaba su momento más glorioso, por lo que casi 3.000 nazis escogidos abarrotaban el local esperando ansiosos el largo y encendido discurso de su supremo líder Hacia las 20 horas del día 8 de noviembre de 1939 Hitler comenzó a gritar sus acostumbradas soflamas. Lo normal era que el discurso se alargara hasta la hora y media contando las interrupciones para los enfervorizados aplausos y vítores, sin embargo, en aquella ocasión apenas superó los tres cuartos. No está muy claro por qué, pero los especialistas señalan que Hitler parecía nervioso y cansado, tal vez porque deseaba volver a Berlín cuanto antes por estar ya necesitado de las múltiples drogas que le administraba su médico personal, el doctor Morell. Fuera lo que fuera, Hitler salió muy rápido de la cervecería, casi sin pararse a saludar a los familiares de los ‘mártires de 1923’, de modo que entre las nueve y ocho y las nueve y diez el führer y su estado mayor abandonaban la sala.
Exactamente a las nueve y veinte, cuando la mayoría de los asistentes continuaba la celebración, se produjo una potentísima explosión que destrozó el establecimiento. La bomba, colocada dentro de la columna más cercana al atril del orador, echó abajo el techo y parte de los pisos superiores, causando siete muertos en el acto, otros cinco poco después a causa de las heridas y decenas de heridos. Pero ningún gran gerifalte nazi se vio afectado.
El autor del atentado fue un lobo solitario, un carpintero aficionado a la relojería llamado Georg Elser. La Gestapo al principio pensó en una conspiración de las potencias enemigas, pero resulta que Elser fue detenido a pocos kilómetros de la frontera suiza y, mientras la radio daba la noticia del suceso, le encontraron una postal de la dichosa cervecería... Fue sometido a los más atroces interrogatorios para que cantara quiénes habían sido sus cómplices e instigadores, pero a pesar de los ‘convincentes métodos’ de la Gestapo, Elser no se desdijo: lo había hecho todo él solo. Era un carpintero tendente al comunismo, pero no militante, de Wurtemberg, solitario y callado, taciturno, más bien vulgar y escaso de dinero. Confesó que su intención era acabar con Hitler y sus principales lugartenientes para evitar la guerra.
Georg Elser reconoció que llevaba más de un año planeando el atentado y fabricando la bomba (aunque probablemente estuviera años informándose). Empezó dejando su ebanistería para emplearse en una cantera, donde robó, muy poco a poco, explosivos que iba almacenando; también adquirió conocimientos sobre su manejo y peligros al dejar ese trabajo por el de obrero en una fábrica de armas. Una vez que tenía los cartuchos comenzó a pensar en el mecanismo de relojería, especialidad a la que era aficionado. Aseguran los historiadores que el artilugio que fabricó era eficaz pero demasiado complicado, es decir, no contó con asesoramiento de expertos, ya que cualquiera especialista hubiera construido un aparato mucho más sencillo. Con la máquina explosiva montada, el siguiente paso fue trasladarse a Múnich y colocarla en la ‘bürgerbräukeller’. Ya en la capital de Bavaria, se empleó en una carpintería, pero por la noche entraba en la popular cervecería, que en horario diurno estaba casi siempre llena de alegres bebedores; parece ser que el vigilante nocturno, a cambio de unos marcos, dejaba pasar a parejas de jóvenes... Elser horadó la columna central del recinto, tapando el agujero cada noche y abriéndolo a la siguiente. A principios de noviembre empezó a colocar su artefacto en el boquete, y el día 5 ajustó todo para que explotara el día 8 a las nueve y veinte minutos de la noche, ya que calculó que Hitler estaría vociferando sus consignas y saludando a sus acólitos al menos hasta las diez. El día antes de la explosión abandonó Múnich.
Y a la hora prevista la bomba detonó, pero desgraciadamente Adolf Hitler y sus jefes se habían ido unos minutos antes. Se especuló que todo lo había orquestado la Gestapo para poder proclamar que Hitler estaba protegido por la Providencia, pero parece demasiado arriesgado que el führer estuviera tanto tiempo al lado de la bomba. También que si habían sido los servicios secretos británicos, e incluso organizaciones comunistas, pero jamás se encontró indicio de que no fuera Elser en solitario. Condenado a muerte, claro, el propio Hitler ordenó que no se le ejecutase para tener algo así como la prueba viviente de que su destino estaba protegido por los dioses. Internado en un campo de concentración, Georg Elser fue ejecutado en Dachau al final de la guerra.  
Lo que nunca se ha sabido es la causa de que Hitler acortara tanto su diatriba y se fuera tan rápido. Doce minutos más de cháchara antisemita más y la historia hubiera cambiado radicalmente, pues la II Guerra Mundial hubiera terminado en el acto. Casi seguro.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 30 de octubre de 2019

EL MURO DE BERLÍN. ALGUNAS FUGAS CÉLEBRES

Así salvó el muro la familia Holzapfel. Ilustración de los cómics 'Berlin geteilte Stadt' (Berlín, ciudad dividida) de S. Buddenberg y T. Henseler


El muro de Berlín (Die Berliner Mauer) dividió Alemania y su capital durante 28 años, 2 meses y 26 días. El nueve de noviembre se cumplen treinta años de su caída, pero mientras estuvo en pie fueron muchos los que sintieron el impulso de atravesarlo, de huir del ‘paraíso’ comunista que los mantenía encerrados. Algunos los consiguieron, mientras que no pocos dejaron la vida en el intento 
Cuando se estaba construyendo, multitud de berlineses del este se agolparon a ver las obras, pero se encontraron con gran cantidad de soldados con armados  que lo custodiaban. Ante las protestas de los ciudadanos, los oficiales que mandaban la tropa les dijeron que estaban allí para ‘protegerlos de la ‘perfidia capitalista’; sin embargo, desde la multitud se escuchó una voz de mujer: “Entonces ¿por qué estáis apuntando hacia este lado?”. Las cifras oficiales señalan que desde su construcción, el 13 de agosto del 61, hasta su derribo, el  9 de noviembre del 89, más de 100.000 ciudadanos de la extinta RDA intentaron huir a través de la vergonzosa pared. Lo lograron poco más de 5.000, pero alrededor de 600 murieron en el intento (hay autores que elevan la cifra a 700, pues hay decenas de los que no se supo más), unos 140 en Berlín. La fuga más numerosa fue a través de un túnel, que proporcionó la libertad a más de 50 alemanes. 
Günter Litfin,de 24 años, fue la primera víctima abatida al intentar cruzar la inmensa muralla, pues fue muerto a tiros cuando intentaba volver a Berlín Occidental, donde tenía trabajo y casa, ya que sólo habían pasado once días desde la construcción del muro: era el 24 de agosto de 1961.
El 17 de agosto de 1962, poco más de un año después de la construcción, lo intentó Peter Fechter, que junto a su amigo Helmut Kulbeik decidieron arriesgarse y dejar atrás la República Democrática Alemana. El plan era muy simple: esconderse en un alto cerca del muro para observar el movimiento de los guardias y, en el momento oportuno, saltar desde una ventana hasta el que se conocía como ‘corredor de la muerte’, la franja de tierra entre el muro principal y un muro paralelo que se había empezado a construir por aquellos días. Pero la cosa no salió bien, al menos para Fechter, pues la Deutsche Grenzpolizei (policía de frontera alemana) disparó enrabietada; Kulbeik logró pasar al otro lado, pero Fechter fue alcanzado en el vientre a la vista de cientos de testigos. Cayó en el lado este del corredor de la muerte, a la vista de los berlineses occidentales (entre los que había periodistas); el pobre Peter Fechter gritaba de dolor, pero nadie se atrevía a socorrerle, pues los guardias de uno y otro lado temían que los ‘enemigos’ abrieran fuego a quien pisara el mencionado corredor. Una hora más tarde murió desangrado. Tenía 18 años. Aquella noche fue recogido su cadáver por los del este, y poco después los guardias que lo abatieron fueron condecorados.
El 4 de septiembre de 1962 lo intentó un carpintero de 41 años llamado Ernst Mundt, cuya madre vivía en el otro lado y con la que se carteaba a diario. Ese día Mundt se decidió, cogió su bicicleta y pedaleó hasta el cementerio de la Bergstrasse, que tenía una parte a cada lado del muro. Se aupó sobre su bici y caminó sobre el borde de la tapia del cementerio. Cuando estaba a menos de 50 metros del oeste un guardia lo vio y disparó un tiro de aviso. La gente que estaba en el cementerio le gritaba que no hiciera tonterías, que volviera o lo matarían, pero Ernst estaba decidido y no iba a dar marcha atrás. El policía no se atrevía a dispararle pero, de repente, cuando apenas estaba a dos o tres pasos de poder saltar al oeste, desde un edificio cercano un francotirador no tuvo tantos escrúpulos y disparó, le dio en la cabeza y Mundt cayó en el lado este, donde fue recogido para fallecer unas pocas horas después. Sólo su gorra logró pasar. 
Tal vez la fuga más elaborada fuera la protagonizada por la familia Holzapfel. Corría el verano de 1965 cuando un ingeniero de Leipzig, Heinz Holzapfel, decidió jugárselo todo e intentar escapar junto a su esposa Jutta y su hijo Günther. Lo planearon todo a la perfección y todo salió a la perfección. La noche del 28 al 29 de julio entraron en el edificio de los Ministerios de la RDA, que estaba a apenas unos metros del muro. Se encerraron en un lavabo, colocaron en la puerta un letrero de ‘fuera de servicio’ y esperaron. A llegar la noche y cuando en el gigantesco edificio (que era de la época nazi) sólo quedaban los vigilantes, salieron de su escondite y con gran sigilo (incluso se quitaron los zapatos y se pusieron unos calcetines previamente preparados) caminaron hasta la azotea. Allí, Heinz ató un extremo de un cable de acero al asta de la bandera y el otro a un martillo pintado con pintura fosforescente; lanzó el artefacto que, sin mayor problema, cayó al otro lado, donde esperaban los familiares de los Holzapfel. Éstos fijaron el cable a la trasera de una camioneta y lo estiraron. Entonces Heinz colocó una polea sobre el cable a modo de teleférico y sujetó a su hijo a la misma mediante unos arneses (todo hecho a mano en casa); Günther se deslizó por el cable perfectamente, y poco antes de ‘tomar tierra’ sus tíos y abuelos lo sujetaron para amortiguar la velocidad. Luego fue el turno para Jutta, que viajó sin problemas sujetada por su funicular casero. Y, finalmente y tras algunas dificultades técnicas, Heinz tocó suelo occidental. Lo curioso es que los ‘Sowjetische beobachtungsposten’, los vigilantes soviéticos, vieron el vuelo de Heinz, pero pensaron que era uno de los suyos, un espía que cruzaba al otro lado para cumplir alguna misión secreta, así que no hicieron nada (¿qué pasaría con ellos cuando sus superiores descubrieran la fuga?). Fue, sin duda, una fuga de película con final feliz.
Chris Gueffroy, de 21 años, fue tiroteado hasta la muerte en febrero de 1989, nueve meses antes de la caída del muro. Fue el último muerto a tiros, pero hubo otro después, Winfried Freudenberg, de 32 años, que lo intentó en marzo de aquel año subido en un globo que él mismo había fabricado; terminó en  la Alemania libre, pero estrellado contra el suelo. Con él se cerró la negra lista.
Hace ya treinta años que el muro de aquella cárcel fue derribado.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 26 de diciembre de 2018

LA BUENA POLÍTICA UNE, LA QUE BUSCA SEPARAR ES INDESEABLE En épocas navideñas se reparten indiscriminadamente felicitaciones, abrazos y buenos deseos (al menos en las sociedades occidentales). Y aunque algunas veces se hace de modo maquinal, lo más habitual es que el saludo sea sincero y bienintencionado. Lo que está detrás de ese ambiente es, ante todo, una especie de unidad, un sentimiento del que participa casi todo el colectivo social; es decir, esa tradición, este rito se convierte en nexo, en punto de unión que se impone (parcialmente, momentáneamente) sobre otras cuestiones. Es una buena muestra de que la política basada en la cohesión siempre será preferible a la que busca la disgregación

La mala política es la que busca la ruptura y la separación.


Dijo un filósofo de la Grecia Clásica que la buena política es la que une, mientras que la política que busca separar, disgregar, enfrentar, es como una plaga que sólo trae miseria e infelicidad. Es una reflexión plenamente acertada y que muchos (desde políticos a ciudadanos de a pie) deberían sopesar y tener en cuenta. Actualmente se están observando muchas actuaciones políticas cuyo objetivo es desunir. La España actual (XII-18) afronta un problema de desunión: una parte importante de políticos y ciudadanos de Cataluña se ha fijado como principal objetivo, como única meta a la que supeditar todo, la segregación, la separación del resto del país. Estas ansias de alejamiento, estas ganas de división y encierro en la propia tribu son también actualidad en Inglaterra, donde el ideal aislacionista ha penetrado en el sentir de una proporción significativa de la población. En ambos lugares, los que tienen el cisma como bandera buscan el enfrentamiento, intentan culpar de todos los males a los demás, a “ellos”, a la vez que se presenta la división como única solución para “nosotros”.

Son dos casos evidentes y cercanos, pero podrían señalarse otros muchos. Y en todos, en todos, quienes meten el veneno de la separación y el enfrentamiento son los dirigentes políticos, que tienen sus propios intereses como verdadero motor. En realidad, estos gobernantes pretenden hacer y deshacer a su antojo, sin tener que dar cuentas a nadie, y por eso buscan separarse de estancias políticas superiores. De este modo, esos pésimos dirigentes dividen a las personas entre “nosotros” y “ellos”, entre buenos y malos, y mucha gente les compra tan odioso pensamiento. Aunque el contexto histórico y las circunstancias son totalmente diferentes, la metodología es la misma que la que se usó en la Hispanoamérica del siglo XIX, donde los que mandaban (hijos de españoles nacidos allí) no soportaban las restricciones de poder que les imponía la metrópoli, o sea, pretendían no tener que rendir cuentas, hacer y deshacer a su antojo y de modo casi siempre dictatorial (los indios veían los enfrentamientos como ‘guerras entre españoles’; además, las mayores matanzas de indígenas se produjeron después de las independencias).

Lo que buscan los políticos que proclaman la desunión como ideal perfecto, como si fuera la fórmula mágica que curará todas las dolencias de la sociedad y del individuo, es precisamente eso: un territorio en el que ejercer el poder y manejar todo sin verse obligados a dar explicaciones. 

Sí, tantos años después el pensador griego sigue en lo cierto: la política deseable es la que busca unir, amigar, aproximar, mientras que la que trata de aislar, separar, enfrentar resulta verdaderamente odiosa.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 12 de diciembre de 2018

LA POLÍTICA DE APACIGUAMIENTO NO FUNCIONÓ CON EL NAZIONALSOCIALISMO NI FUNCIONARÁ CON EL NACIONALISMO Quienes han de tomar decisiones trascendentes lo hacen, en muchas ocasiones, pensando que cediendo aplacarán al que vocifera y amenaza; sin embargo, con tal política, con cada cesión, el agitador refuerza su postura y se convence más de estar en lo cierto. Así se ha visto en la historia europea reciente y así se ve hoy en España, donde los gobiernos centrales (débiles y pusilánimes) creen que consintiendo y tragando con todo apaciguarán a los cada vez más envalentonados separatistas

El timorato y necio Neville Chamberlain creyó que bajándose los pantalones aplacaría a la bestia, pero fue al revés, la bestia se envalentonó y pasó lo que pasó.


Hay políticos que con el brabucón, con el que amenaza o delinque adoptan una postura firme y toman las medidas oportunas, mientras que hay otros que ceden pensando que es mejor evitar la confrontación aunque haya que consentir ante el que trata de intimidar; y lo hacen pensando que de este modo el agresor se conformará. Sin embargo, siempre sucede todo lo contrario, pues quien busca pelea, al ver que el rival se acobarda, él se envalentona e incluso piensa que cuando el otro cede y trata de apaciguar es que le está dando la razón, o sea, se convence más de que tiene derecho a su exigencia y a ponerse como se pone. La cosa no es nueva, de hecho hay en la historia reciente de Europa (y de España) no pocos ejemplos de dirigentes políticos que optaron por no enfadar al agresor, por transigir para evitar problemas; pero la realidad es obstinada, y cada vez que un político ‘se baja los pantalones’ ante quien amenaza, se verá obligado a volver a meter el rabo entre las piernas una y otra vez, hasta que un día la cesión sea total y ganen los que más gritan, amenazan y usan la violencia. El apaciguamiento muestra inseguridad, miedo, indecisión.

Durante la Revolución Francesa, en aquel parlamento llamado La Convención, los diputados más exaltados, jacobinos, amenazaban e incluso organizaban al pueblo contra sus rivales políticos; entre los moderados o girondinos hubo quien optó por tratar de calmar a los jacobinos, creyendo que así dejarían de perseguirlos. Pero fue al revés: muchos girondinos terminaron en la guillotina (claro que después también acabaron sin cabeza muchos jacobinos).

Unos meses antes del comienzo de la II Guerra Mundial tuvieron lugar los Acuerdos de Munich, por el que los primeros ministros Daladier (Francia) y Chamberlain (Inglaterra) aceptaron ceder a Hitler una parte de Checoslovaquia (los Sudetes) para evitar la guerra. Así, volvieron a sus países muy ufanos y declarando que “Hitler es un hombre razonable”, o que de esa conferencia vendría “paz para nuestros tiempos”. Churchill, contrario a ceder ante el posible enemigo, dijo de Chamberlain que “pudo elegir entre la humillación y la guerra, prefirió humillarse, pero eso no evitará la guerra”. El astuto estadista británico estaba en lo cierto, puesto que al poco de tomar la región de los Sudetes, Hitler se sintió fuerte al comprobar que las potencias occidentales preferían arrodillarse antes que una guerra, así que rápidamente invadió el resto de Checoslovaquia y, antes de un año, Polonia, dando inicio así a la guerra que Winston Churchill había anunciado; además, se mantuvo siempre contrario a concesiones o pactos con la Alemania nazi. Finalmente quedó comprobado que el hombre pegado a un puro tenía razón, de modo que, seguramente, una postura diferente de Inglaterra y Francia en aquella reunión de Munich hubiera cambiado la historia y, tal vez, evitado una guerra.          

Aquí, en España, se trató de apaciguar a terroristas, se negoció con ellos mientras ponían bombas y se les avisaba de redadas…, o sea, se bajaron muchos pantalones para que ‘fueran buenos’. No se consiguió nada, claro.

Y es que el resultado de plegarse a la postura del agresor es siempre el contrario al deseado, pues éste se alimenta de la debilidad del agredido (¿acaso la mujer maltratada consigue mejor trato de su pareja o marido mostrándose sumisa?, nada de eso, lo enfurece más). En la película ‘Mars attacks’ (Tim Burton, 1996), hay una secuencia que demuestra en qué acaba la política de apaciguamiento: el jefe marciano y su séquito se reúnen con los senadores terráqueos para parlamentar, pero repentinamente sacan sus armas y pulverizan a todos los presentes; en medio de la batalla, el personaje interpretado por Pierce Brosnan (el profesor Kessler), esquivando disparos láser se dirige al marciano: “pero señor embajador, esto es una locura, le ruego considere su postura, piense en lo que está haciendo”. Lógicamente, estas palabras de auto-humillación no surten efecto y dicho profesor acaba perdiendo la cabeza.

Con esa postura que adoptan los gobiernos nacionales ante los separatistas se obtendrán parecidos resultados.

CARLOS DEL RIEGO
(Actualización del texto de 20.VI-12)

miércoles, 5 de diciembre de 2018

LAS NUEVAS JUVENTUDES HITLERIANAS Existe un número significativo de españoles que están convencidos de que la libertad y la democracia consiste en decir, hacer y votar lo que ellos quieren que se diga, se haga y se vote, de modo que, piensan, quienes discrepen pueden ser legítimamente amenazados, insultados y agredidos

Adoctrinados desde niños, luego estarán dispuestos a todo.


Un joven de 19 años ha sido apaleado en Vitoria por quince valientes que estaban en inferioridad numérica. ¿Su delito?, formar parte de una asociación que, pacíficamente, pedía la unidad de España; terrible pecado que, para esa parte de españoles, justifica cualquier acto en su contra, paliza incluida. Mientras le pateaban la cara entre los quince le llamaban ‘español de mierda’ y ‘facha’…, aunque él ya estaba inconsciente y no oía. Es como si, mientras las ‘Hitlerjugend’, las Juventudes Hitlerianas, aporreaban a judíos y comunistas en las calles del Berlín nazi, acompañaran los palos con gritos de ‘nazi de mierda’ o ‘fascista’. ¿Quién es el nazi?, ¿quién el facha?, ¿el que recibe una panadera por ejercer su libertad de expresión y asociación, o los que se juntan en manada para aporrear a quien piensa distinto? Y eso sin contar la muestra de gran valentía que supone ir quince encapuchados contra uno; es como en la sabana: si aparece una hiena no hay mucho peligro, pero existe riesgo de muerte cuando se juntan quince, sólo entonces son muy valientes.

Tampoco parece muy democrático salir a la calle a insultar, amenazar  y protestar por los resultados de unas elecciones limpias y legítimas. Y es que esto es lo ‘malo’ de la democracia, que a veces surgen grupos políticos con los que se está en total desacuerdo (los buenos resultados de un extremo son la rabia del otro, y viceversa), pero hay que aceptarlo como se aceptó que los que justifican la sangre vertida por los terroristas vascos entren en las instituciones democráticas. En fin, parece hipócrita escandalizarse con la aparición del emergente partido de extrema derecha, aunque no haya cometido violencias o ilegalidades, y callarse o incluso sonreír cuando se impide a otros la elemental libertad de expresión, cosa ocurrida muchas veces cuando los oradores son de ideas contrarias.

Lo que está detrás de las agresiones por causa política o detrás de la coacción y la amenaza a quien expresa otras ideas (amparadas por la legalidad) es el deseo absoluto, irrefrenable y fanático de imponer el pensamiento único. Puede afirmarse que ese deseo de imposición de uniformidad ideológica es lo más fascista que existe, ya que esa tendencia a perseguir hasta la agresión (o la muerte) a quien no esté de acuerdo con ese único pensamiento válido se ha visto perfectamente en todos los regímenes fascistas; en realidad en todos los totalitarismos, ya sean capitalistas o comunistas.

Si por un agujero en el continuo espacio-tiempo hubieran aparecieran un par de escuadras de las Hitlerjugend cuando esa manada de quince valientes vapuleaba a uno, se hubieran unido a los agresores sin preguntar, pues se hubieran reconocido inmediatamente en los modos y números.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 21 de noviembre de 2018

LAS MENTIROSAS PREDICCIONES APOCALÍPTICO-MEDIOAMBIENTALES Las ridículas predicciones que a décadas vista proclaman ciertos gobernantes con voz campanuda y tono apocalíptico tienen tanto valor como las que vaticinaban el fin del mundo en el año mil o el caos de los ordenadores en el dos mil. Echando un vistazo a los vaticinios de algunos ‘expertos’ ecologistas y comparándolos con la realidad que el tiempo ha mostrado puede deducirse que era evidentemente exagerados, cuando no auténticas mentiras

Según auguraron ciertos expertos en 1994, en el año 2010 sería imposible esquiar en el sur de España, sin embargo, esta foto de junio de 2018 muestra un muro de cuatro metros de nieve (foto, websierranevada).


Hay ocasiones en que la obsesión por una causa justa lleva a sus defensores a pasar por encima de la realidad, de la verdad, ya sea consciente o inconscientemente. De este modo se conducen muchas bienintencionadas criaturas preocupadas por el medio ambiente y los excesos contaminantes, las cuales no dudan en proponer futuros cercanos casi apocalípticos; sin embargo, cuando se cumplen los plazos anunciados y las cosas no son como habían predicho, algunos de los que creyeron aquellas profecías catastrofistas empiezan a dudar, a sentirse engañados y manipulados y, fácilmente, a pasarse al lado negacionista.

Eso de anunciar grandes catástrofes a escala planetaria viene de muy antiguo.  Una de las herejías altomedievales es el mito milenarista, que predecía, más o menos, el fin del mundo con la llegada del año mil; lo curioso es que con la llegada del año dos mil (el último año del siglo XX y del segundo milenio) se produjo un mito semejante, ya que se habló del colapso de todos los ordenadores en caso de que hubiera algunos no preparados para el cambio de dígito. Sobra decir que no pasó nada. Sin embargo, por curioso y sorprendente que parezca, y a pesar de que todos los vaticinios de enormes catástrofes fallan, se siguen anunciando, y muchas veces desde organismos científicos.

Cuando en el año 1994 se suspendió el Campeonato del Mundo de Esquí en Sierra Nevada por falta de nieve, voces autorizadas y conocedoras del asunto del clima publicaron en revistas especializadas artículos sensacionalistas en los que afirmaban que, para el año 2010, sería imposible esquiar en el sur de España por falta permanente de nieve; igualmente se dijo que, alrededor de dicho año el río Ebro perdería un gran porcentaje de su caudal, mientras que algunas poblaciones costeras del Mediterráneo serían inundadas. Poco antes, a principio de la década de los noventa, otros ‘expertos’ anunciaron que en torno al año 2020 el petróleo empezaría a dejar de utilizarse por la simple razón de que apenas quedaría, y que su extracción ya no sería rentable; la principal razón era que el acceso masivo de chinos e indios al automóvil terminaría rápidamente con las reservas mundiales. Son apenas un par de ejemplos, pero podría elaborarse una larguísima lista de augurios de enormes calamidades enunciadas en el último medio siglo que, evidentemente, no se han cumplido ni de lejos. En todo caso, como es sabido, Sierra Nevada ha recibido copiosísimas nevadas en los últimos años y el petróleo no parece escasear.

Es imposible negar la contaminación de los mares (desde plásticos hasta combustibles), de las tierras (desde desechos tecnológicos hasta residuos nucleares), del aire, de los ríos y subsuelos. No cabe duda, se esquilman los recursos naturales mucho más allá de la lógica, se destruyen estúpidamente ecosistemas sin calcular las consecuencias y, en fin, no se hace un uso racional de esos recursos. Pero anunciar cataclismos, predecir escenarios cercanos a las plagas bíblicas o hecatombes a escala global de aquí a unas décadas es acercarse no ya a la adivinación, sino a la simple mentira. Claro que hay creencias aun más disparatadas, como la que sostienen quienes están convencidos de que ‘nos estamos cargando el planeta’, sin tener en cuenta que el planeta ha pasado por episodios infinitamente más catastróficos y duraderos que el actual (la gran extinción del Pérmico duró un millón de años) y que la Tierra tiene mucho tiempo para regenerarse. En otras palabras, todos esos excesos los pagarán las personas, pero lo que sucede ahora es para la Tierra apenas un rasguño.    

No cabe duda de que mucha gente sinceramente convencida y comprometida con el medio ambiente prefiere pasarse, exagerar, elegir siempre el peor de los escenarios sin valorar las infinitas e imprevistas variables. Pero esta postura, a la larga, resulta contraproducente, pues creará escépticos.

En realidad, sólo tipos de la talla de Julio Verne o Isaac Asimov fueron capaces de ‘adivinar’: aquel predijo el viaje a la luna, y este anunció que un día todos los humanos estarían intercomunicados permanentemente.

CARLOS DEL RIEGO




miércoles, 14 de noviembre de 2018

COLÓN, DEFENESTRADO CON CARÁCTER RETROACTIVO. ¿IGUAL SUERTE PARA LAS PIRÁMIDES O EL COLISEO? Es delirante cómo hay criaturas que juzgan personas, hechos y pensamientos del pasado según los códigos morales de la actualidad, es decir, aplican una retroactividad ética y legal a todo aquello que no coincide con su ideología, con las legislaciones y mentalidades del siglo XXI. En otras palabras, hay quien exige respeto a los Derechos Humanos y la Democracia incluso cientos de años antes de que esos conceptos se ‘inventaran’. Por eso, porque hay quien cree que sus ideas deben ser aplicadas en cualquier momento de la Historia, Colón ha sido degradado

Usando el mismo argumento con el que retiran la estatua de Colón, también deberían retirarse las pirámides aztecas, símbolos de crudelísimos sacrificios.


Se ha cumplido la sentencia y la estatua de Cristóbal Colón que se mostraba en Los Ángeles, Usa, ha sido retirada por “su contribución al genocidio”. En otras palabras, el almirante ha sido juzgado, condenado y sentenciado (sin juicio y sin defensa, claro), pero aplicándole leyes de hoy, exigiéndole valores de hoy, con códigos éticos y morales de hoy. Y eso además del hecho de que el verdadero genocidio (planificado y sistemático) se perpetró al norte del Río Bravo (Río Grande en Estados Unidos)  y fue consumado por los antepasados de los que hoy se rasgan las vestiduras ante el protagonista de la gran aventura que mostró al mundo cómo es en realidad..

Si se trata de conservar o destruir los monumentos, representaciones u objetos históricos en función de la conducta y trayecto vital de las personas a ellos asociados, y sin tener en cuenta cada contexto histórico, habrá que ir preparando la herramienta, pues será mucho, muchísimo lo que haya que echar abajo. Y es que nadie es perfecto, nadie está libre de culpas, manchas y errores, De este modo habría que empezar por derruir las pirámides de Egipto, ya que son un evidente símbolo de absolutismo tiránico, despiadado y sanguinario. Asimismo los restos de las construcciones de las diversas culturas de Mesopotamia, siempre brutales y en las que los poderosos sometían violentamente al pueblo. Luego habría que demoler el Coliseo, un edificio  específicamente construido para albergar violencia, crueldad, sangre y muerte. Las pirámides mayas y aztecas tampoco pueden dejarse en pie, pues en sus altares fueron sacrificados miles y miles de personas (hombres, mujeres y niños) con una crueldad aterradora. Y palacios y jardines (como Versalles), estatuas, castillos, murallas y otras construcciones antiguas, medievales, renacentistas…, todo lo cual puede verse como símbolo de la opresión y la desigualdad. Así podría continuarse durante horas, recordando piezas históricas que, vistas bajo el prisma del pensar actual, no superarían un examen moral. Por tanto, ¡abajo con todo!  

En la misma línea de razonamiento deberían prohibirse textos y narraciones históricas como la Ilíada (machista, belicista), la Guerra de las Galias y la Guerra Civil de Julio César (genocida), las obras de Shakespeare (machistas, misóginas, racistas) o Madame Bovary (heteropatriarcal)… y la cosa podría alargarse hasta el infinito, sobre todo si se empiezan a revisar con los mismos parámetros películas, teatro, música… Siempre se encontrará algo incompatible con la corrección política que guía tantas seseras de hoy.

Parece oportuno recordar, por otra parte, que el pensamiento de las personas de hace quinientos años estaba muchísimo más cerca del pensamiento de la Roma Antigua que del de la actualidad; es lo mismo que la tecnología, la del año 1.500 no sorprendería demasiado a Arquímedes, mientras que cualquier artilugio de hoy sería inexplicable para alguien nacido dicho año. Para hacerse una idea de cuál era la mentalidad de Colón y los que cruzaron el Atlántico poco después que él, baste recordar que estaban convencidos de que en los nuevos territorios iban a encontrar los restos del Paraíso Terrenal, la Fuente de la eterna juventud, la ciudad de El Dorado, las tribus perdidas de Israel o la tribu de las Amazonas      

En fin, quienes juzgan sumariamente el pasado según las leyes y mentalidades actuales estarán seguros de que, de haber vivido hace quinientos, mil o dos mil años, vestirían vaqueros, escucharían rock & roll, verían series en la tele y su escala de valores y su pensamiento serían idénticos a los que tienen hoy..

¡Cómo se podrá ser tan simple e ignorante!!

CARLOS DEL RIEGO




miércoles, 7 de noviembre de 2018

EL GOBIERNO DA MÁS DINERO PARA SUBVENCIONAR LA MUERTE QUE LA MATERNIDAD En medio de la vorágine política, judicial y económica que inunda los medios, parece haber pasado totalmente desapercibida una noticia que es (XI-18) de lo más preocupante: el Gobierno de España dedica 34 millones de euros a subvencionar el aborto y sólo 3.5 millones a la maternidad, es decir, hay diez veces más dinero para apoyar la muerte que la vida

Hay quien cree que lo mejor para frenar la despoblación es subvencionar diez veces más el exterminio de no nacidos que la maternidad.


Por increíble que parezca, el Gobierno de España entiende que es más beneficioso para la sociedad subvencionar la muerte de seres humanos antes de que nazcan que beneficiar, apoyar y proteger los nacimientos, y por eso destina 34 millones de euros a las madres que deseen acabar con la vida de su hijo no nacido y sólo 3.5 millones a las que dan a luz.

Siendo esta realidad algo terrible, aun más desconcertante es que muchos de los que apoyan incondicionalmente el aborto claman contra la despoblación que sufren muchísimos territorios en España. Con toda seguridad, habría menos despoblación si se beneficiara más la maternidad y menos la liquidación de no nacidos.

Hay que recordar que el término abortar es un eufemismo que se usa para no pronunciar la palabra matar. Es decir, cuando una mujer conduce al ser que lleva dentro al matadero, ese ser (que pertenece a la especie humana) está vivo, mientras que cuando la mujer se va, ese ser está muerto; por tanto, lo que en realidad se ha hecho es matar. Sencillamente. Dicho sea de paso, ¿alguien se ha preguntado cómo es el procedimiento?, o sea, ¿primero se saca y luego se mata o primero se mata y luego se saca?, o ¿qué ocurriría si el que va a practicar el aborto le dice a la madre que él le saca al bebé de su barriga, pero que lo mate ella? Hay que tener en cuenta que a los dos meses de embarazo ya están formados todos los órganos y el corazón lleva dos o tres semanas latiendo.

Por otro lado, los que defienden el derecho de la mujer a decidir sobre la vida del más inocente de los seres vivos (ni siquiera puede gritar) suelen utilizar el argumento de que la mujer ‘está decidiendo sobre su propio cuerpo y por tanto ella es la única que tiene derecho a dejar que viva o a matar a la criatura que está en su seno’. Pero este es un argumento falso, ya que el ser que la embarazada lleva dentro no es uno de sus órganos, no es como si fuera su corazón o su hígado, sino que ese ser tiene genes y ADN propios y distintos a los de su madre. Dicho de otro modo, vive dentro de ella, vive a costa de ella, pero no es ella, no es su cuerpo y, por tanto, ella no tiene derecho a decidir sobre la nueva vida. Asimismo empuja a reflexión el hecho de que haya mujeres que apoyan incondicionalmente el aborto basándose en la afirmación de que ‘no se trata aun de un ser humano’, sin embargo, cuando esas mismas mujeres desean dar a luz, increpan a los que fuman cerca y les piden que tengan consideración con su hijo no nacido; en otras palabras, se están adjudicando el derecho a decir quién es persona y quién no, quién vive y quién muere. Es aterrador leer que de cada cien embarazos (sanos, pues hay causas que imponen el aborto) veinte terminan a manos de un ejecutor.

Se mire como se mire, la despoblación continuará avanzando si se apoya con más dinero el exterminio de seres humanos que la maternidad. Esto es una certeza matemática.

CARLOS DEL RIEGO