La ideología termina por convertirse en un tirano que dicta a la persona lo que hay que pensar, hacer y decir |
En situaciones
excepcionales, como la presente, se manifiestan de modo más evidente las
emociones, las inquietudes y, más que nada, las ideologías políticas. Éstas,
sin embargo, independientemente del momento y la situación, terminan por apoderarse de la mente de la
persona hasta esclavizarla, de modo que el individuo se regirá por su ideario
político, pensará y hablará en función de la doctrina política
Vuelve a ser oportuno
aquel pensamiento del alemán Ernst Jünger (1895-1998) que señala: “El primer
paso para alcanzar la libertad es sacudirse las ideologías políticas”; y no
debía estar lejos de la verdad dicho escritor, filósofo y naturalista, puesto
que los soviéticos lo acusaron de protonazi y los nazis de anarcomarxista. Esta
reflexión viene a decir que la ideología política llega a convertirse en un
dictador que domina a la persona y la obliga a pensar, actuar y hablar según
los parámetros de la creencia. En otras palabras, el hombre cede su capacidad
de opinión y su libertad de decisión al dogma político, que piensa y decide por
él.
Pueden mencionarse
infinidad de ejemplos que muestran cómo la ideología impune su criterio. En
agosto de 1939 se firmó el pacto Ribbentrop-Molotov, mediante el cual Hitler y
Stalin ‘se hicieron amigos’. Los ultraderechistas y los comunistas de toda
Europa quedaron anonadados al conocer el acuerdo nazi-comunista. Pero sólo hubo
desconcierto en los primeros momentos, pues en poco tiempo lo asumieron y lo
defendieron. Así, aunque unos días antes de la firma los pronazis echaban
pestes con toda violencia contra comunistas, socialistas y ‘rojos’ en general,
ahora hablaban con indulgencia e incluso simpatía de los compañeros soviéticos.
Igualmente, los comunistas de Europa occidental que hasta ese momento odiaban a
muerte a nazis y a cualquiera con pensamiento conservador, ahora se la
‘envainaban’ y en sus periódicos más combativos pintaban al führer como un
amigo; por eso los comunistas franceses no se opusieron a la invasión nazi de
su país (Sartre, Beauvoir, Aragón, Picasso no fueron molestados por la Gestapo
a pesar de manifestarse abiertamente
comunistas). Sin la menor duda, tanto los ideólogos del comunismo y del
fascismo como sus militantes y simpatizantes debieron vivir un gran dilema, ya
que la ideología les dictaba hasta ese momento que ‘los otros’ son los malos,
pero tras el sorprendente pacto la ideología les dijo que ahora ya no son los
malos, y que ahora es obligatorio obedecer a los que mandan (los guardianes de
la ideología), que dicen cómo hay que pensar. Y como manifestar dudas o
críticas (aunque íntimamente las sintieran) iría contra la idea y, además, sería
muy mal visto por el grupo, la persona se sometió al nuevo modo de pensar. En
definitiva, la ideología los había esclavizado.
Otro ejemplo más
cercano. Un tipo mató a otro porque llevaba la bandera española en los tirantes.
Quienes comparten ideología con el matón apenas dijeron nada, apenas condenaron
el hecho, si acaso lo justificaron, aceptaron los ‘razonamientos’ del agresor y
se expresaron con frases como “nadie tiene derecho a matar a nadie, pero…”, utilizando
ese ‘pero’ para disculpar, para excusar, para justificar. Puede imaginarse que
la cosa hubiese sido al contrario, que un tipo matara a otro porque llevaba la
bandera republicana en los tirantes; entonces quienes comparten ideología con
la víctima jamás hubieran utilizado el ‘pero’, sino que hubieran calificado el
hecho como intolerable, criminal…, sin peros Es, en fin, la ideología quien dicta
cómo pensar y hablar de ese hecho.
En el momento actual
(V-20), la doctrina vuelve a ser la que decreta que hay que defender a un
gobierno a pesar de que su gestión de la epidemia haya disparado la cifra de
contagiados y muertos hasta los veintitantosmil (reales serán bastantes más) así
como la cifra de sanitarios infectados y muertos (récord mundial); hay que
defenderlo a pesar de las dudosas compras de material que bien pueden
calificarse, al menos, de chapuceras; a pesar de la ruina económica a la que ha
conducido al país por su pésima gestión… A pesar de todo, los que tan mal han
hecho las cosas (los números son los que son) cuentan con que sus
correligionarios obedezcan sin rechistar a lo que les diga la ideología, que es
la que rige su pensar, decir y hacer.
Si hoy estuviera el
partido contrario en el gobierno, los que defienden al actual se rasgarían las
vestiduras, se quedarían sin palabras insultantes ante esas mismas cifras. ¿Por
qué?, porque es la fe ciega en la idea la que les dicta lo que tienen que decir
en cada caso. Dicho de otro modo, si el microbio hubiera llegado con un
gobierno de otro color, quienes lo comparten se hubieran sentido obligados por
dictado de su ideología a defenderlo a pesar de los miles de muertos, mientras
que la ideología de los del color contrario les impondría revolverse. Y todos
obedecerían (obedecen) como corderitos sumisos a la dictadura que ordena y
manda en pensamiento.
Los militantes y
simpatizantes acérrimos de los partidos políticos perdonan las mentiras de sus
líderes (en mayor o menor medida según el grado de ideologización en que esté
el individuo), de manera que a pesar de que dichos líderes mientan, se
corrompan, digan hoy blanco y mañana negro, a pesar de todo, esos militantes
obedecen, pues la idea política, tirana de su mente, les dice:”tu a callar y aplaudir”.
Es propio del hombre
tener ideas, códigos morales, pero controladas, sujetas por la razón y la
moralidad, porque si las ideas no están bajo control, si no tienen contrapesos éticos,
terminan por convertir al hombre en esclavo. Así lo pensaba un pensador odiado
por los dos extremos políticos.
CARLOS DEL RIEGO
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