Abundan las fábricas de personas para su venta en Ucrania |
En medio de la marea mediática de la
pandemia están pasando desapercibidas algunas noticias terroríficas, como el
centenar (o centenares) de niños encargados a las fábricas de bebés que hay en
Ucrania, y cuyos compradores no pueden ir a recogerlos a causa de la
cuarentena. Es algo verdaderamente aterrador que se permita la fabricación y
venta de seres humanos. Sorprendente resulta, por otro lado, que las
asociaciones feministas no muevan cielo y tierra contra estos negreros y sus
clientes, pues las mujeres que se prestan a tal práctica son, lógicamente, las
más desfavorecidas
Se sabe que en la mayor fábrica de niños
de Ucrania hay alrededor de cien que no pueden ser recogidos por quienes los
encargaron, ya que la cuarentena y las restricciones les impiden viajar; pero
hay en este país muchas otras factorías similares, de modo que no se sabe con
certeza cuántos serán los seres humanos que los compradores no han retirado en
este país. La (dudosa) legislación ucraniana y la de Moldavia son las únicas
que permiten tan aberrante práctica en Europa, aunque también es legal en otros
países, sobre todo en Usa, donde el alquiler y venta de personas es más caro.
Toda esta industria es absolutamente
inmoral, indecente, humillante, repugnante… Está montada por las compañías
negreras con el fin de ganar dinero a costa de lo que sea; reclutan a las
mujeres-vientre entre los sectores más necesitados de la sociedad, a las que
explotan como los proxenetas a las prostitutas, ya que unas y otras se ven
obligadas a alquilar sus cuerpos al mejor postor; y todo ello para satisfacer a
parejas que están dispuestas a pagar lo que sea (cuarenta, sesenta, ochenta
mil, según fábricas y países) y a pasar por encima de cualquier barrera ética y
moral para satisfacer sus presuntas necesidades. ¿Y los niños?, ¿y su dignidad
perdida al ser encargados, pagados y recogidos como si fueran automóviles? Sin
duda, el ser humano recién nacido es el último en esta sórdida y obscena
práctica, ya que primero está la fábrica que se lleva la mayor parte del
importe del bebé, luego la partera alquilada por una cantidad mínima, luego los
pagadores que están convencidos de que tienen derecho a comprar personas; y
finalmente está el niño, manejado como mercancía.
Ahora se ha presentado otro factor, el
de la cuarentena, que impide que los compradores puedan retirar el ‘género’ que
encargaron y pagaron en Ucrania. Y es que, además, seguro que habrá algunos de
estos seudo-padres que se volverán atrás y se desentenderán del inocente,
puesto que pueden haberse quedado sin trabajo y sin recursos, o haberse
separado, o uno de ellos haber fallecido…, casos nada extraños y que pueden
derivar en un cambio de opinión que conducirá a que ya no deseen el crío y se
desentiendan de él (si esto ocurre con algunas madres, también ocurrirá con las
alquiladas). ¿Qué pasará entonces con el ‘producto’ sin vender?, ¿será
desechado como defectuoso o invendible?, ¿se sacarán a subasta estos huérfanos
de nacimiento y vendidos al mejor postor?, ¿regalados?, ¿entregados a los
orfanatos?, ¿vendidos a otros esclavistas que trafican con carne humana y que
saben sacarles rendimiento económico?, ¿qué hacen con los que nacen ‘imperfectos’?
Algo que no se entiende es que las
asociaciones feministas callen ante esta evidencia del machismo más extremo,
que no se revuelvan contra el uso más salvaje e inhumano de la mujer,
convertida en animal de granja, en gallina ponedora. Y del mismo modo
organizaciones como Amnistía Internacional, Unicef o los partidos políticos que
hacen bandera de la lucha contra discriminación de la mujer. Increíblemente,
todos callan y aceptan que se explote a mujeres y se compren y vendan personas,
las más indefensas e inocentes que puedan existir.
¿Acaso el mercadeo de seres humanos no
va claramente contra lo más básico de los Derechos Humanos?, ¿O es que estos
seres son menos humanos?
CARLOS DEL RIEGO
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