miércoles, 30 de octubre de 2019

EL MURO DE BERLÍN. ALGUNAS FUGAS CÉLEBRES

Así salvó el muro la familia Holzapfel. Ilustración de los cómics 'Berlin geteilte Stadt' (Berlín, ciudad dividida) de S. Buddenberg y T. Henseler


El muro de Berlín (Die Berliner Mauer) dividió Alemania y su capital durante 28 años, 2 meses y 26 días. El nueve de noviembre se cumplen treinta años de su caída, pero mientras estuvo en pie fueron muchos los que sintieron el impulso de atravesarlo, de huir del ‘paraíso’ comunista que los mantenía encerrados. Algunos los consiguieron, mientras que no pocos dejaron la vida en el intento 
Cuando se estaba construyendo, multitud de berlineses del este se agolparon a ver las obras, pero se encontraron con gran cantidad de soldados con armados  que lo custodiaban. Ante las protestas de los ciudadanos, los oficiales que mandaban la tropa les dijeron que estaban allí para ‘protegerlos de la ‘perfidia capitalista’; sin embargo, desde la multitud se escuchó una voz de mujer: “Entonces ¿por qué estáis apuntando hacia este lado?”. Las cifras oficiales señalan que desde su construcción, el 13 de agosto del 61, hasta su derribo, el  9 de noviembre del 89, más de 100.000 ciudadanos de la extinta RDA intentaron huir a través de la vergonzosa pared. Lo lograron poco más de 5.000, pero alrededor de 600 murieron en el intento (hay autores que elevan la cifra a 700, pues hay decenas de los que no se supo más), unos 140 en Berlín. La fuga más numerosa fue a través de un túnel, que proporcionó la libertad a más de 50 alemanes. 
Günter Litfin,de 24 años, fue la primera víctima abatida al intentar cruzar la inmensa muralla, pues fue muerto a tiros cuando intentaba volver a Berlín Occidental, donde tenía trabajo y casa, ya que sólo habían pasado once días desde la construcción del muro: era el 24 de agosto de 1961.
El 17 de agosto de 1962, poco más de un año después de la construcción, lo intentó Peter Fechter, que junto a su amigo Helmut Kulbeik decidieron arriesgarse y dejar atrás la República Democrática Alemana. El plan era muy simple: esconderse en un alto cerca del muro para observar el movimiento de los guardias y, en el momento oportuno, saltar desde una ventana hasta el que se conocía como ‘corredor de la muerte’, la franja de tierra entre el muro principal y un muro paralelo que se había empezado a construir por aquellos días. Pero la cosa no salió bien, al menos para Fechter, pues la Deutsche Grenzpolizei (policía de frontera alemana) disparó enrabietada; Kulbeik logró pasar al otro lado, pero Fechter fue alcanzado en el vientre a la vista de cientos de testigos. Cayó en el lado este del corredor de la muerte, a la vista de los berlineses occidentales (entre los que había periodistas); el pobre Peter Fechter gritaba de dolor, pero nadie se atrevía a socorrerle, pues los guardias de uno y otro lado temían que los ‘enemigos’ abrieran fuego a quien pisara el mencionado corredor. Una hora más tarde murió desangrado. Tenía 18 años. Aquella noche fue recogido su cadáver por los del este, y poco después los guardias que lo abatieron fueron condecorados.
El 4 de septiembre de 1962 lo intentó un carpintero de 41 años llamado Ernst Mundt, cuya madre vivía en el otro lado y con la que se carteaba a diario. Ese día Mundt se decidió, cogió su bicicleta y pedaleó hasta el cementerio de la Bergstrasse, que tenía una parte a cada lado del muro. Se aupó sobre su bici y caminó sobre el borde de la tapia del cementerio. Cuando estaba a menos de 50 metros del oeste un guardia lo vio y disparó un tiro de aviso. La gente que estaba en el cementerio le gritaba que no hiciera tonterías, que volviera o lo matarían, pero Ernst estaba decidido y no iba a dar marcha atrás. El policía no se atrevía a dispararle pero, de repente, cuando apenas estaba a dos o tres pasos de poder saltar al oeste, desde un edificio cercano un francotirador no tuvo tantos escrúpulos y disparó, le dio en la cabeza y Mundt cayó en el lado este, donde fue recogido para fallecer unas pocas horas después. Sólo su gorra logró pasar. 
Tal vez la fuga más elaborada fuera la protagonizada por la familia Holzapfel. Corría el verano de 1965 cuando un ingeniero de Leipzig, Heinz Holzapfel, decidió jugárselo todo e intentar escapar junto a su esposa Jutta y su hijo Günther. Lo planearon todo a la perfección y todo salió a la perfección. La noche del 28 al 29 de julio entraron en el edificio de los Ministerios de la RDA, que estaba a apenas unos metros del muro. Se encerraron en un lavabo, colocaron en la puerta un letrero de ‘fuera de servicio’ y esperaron. A llegar la noche y cuando en el gigantesco edificio (que era de la época nazi) sólo quedaban los vigilantes, salieron de su escondite y con gran sigilo (incluso se quitaron los zapatos y se pusieron unos calcetines previamente preparados) caminaron hasta la azotea. Allí, Heinz ató un extremo de un cable de acero al asta de la bandera y el otro a un martillo pintado con pintura fosforescente; lanzó el artefacto que, sin mayor problema, cayó al otro lado, donde esperaban los familiares de los Holzapfel. Éstos fijaron el cable a la trasera de una camioneta y lo estiraron. Entonces Heinz colocó una polea sobre el cable a modo de teleférico y sujetó a su hijo a la misma mediante unos arneses (todo hecho a mano en casa); Günther se deslizó por el cable perfectamente, y poco antes de ‘tomar tierra’ sus tíos y abuelos lo sujetaron para amortiguar la velocidad. Luego fue el turno para Jutta, que viajó sin problemas sujetada por su funicular casero. Y, finalmente y tras algunas dificultades técnicas, Heinz tocó suelo occidental. Lo curioso es que los ‘Sowjetische beobachtungsposten’, los vigilantes soviéticos, vieron el vuelo de Heinz, pero pensaron que era uno de los suyos, un espía que cruzaba al otro lado para cumplir alguna misión secreta, así que no hicieron nada (¿qué pasaría con ellos cuando sus superiores descubrieran la fuga?). Fue, sin duda, una fuga de película con final feliz.
Chris Gueffroy, de 21 años, fue tiroteado hasta la muerte en febrero de 1989, nueve meses antes de la caída del muro. Fue el último muerto a tiros, pero hubo otro después, Winfried Freudenberg, de 32 años, que lo intentó en marzo de aquel año subido en un globo que él mismo había fabricado; terminó en  la Alemania libre, pero estrellado contra el suelo. Con él se cerró la negra lista.
Hace ya treinta años que el muro de aquella cárcel fue derribado.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 27 de octubre de 2019

GRANDES FIGURAS DEL ROCK QUE POR DIVERSAS CAUSAS PERDIERON MILLONES

Lemmy Kilmister ataviado con piezas de su colección de memorabilia nazi sin que nadie lo tenga por tal


En el mundo del espectáculo el éxito casi siempre viene acompañado de grandes cantidades de dinero, premisa que sirve para el mundo del rock & roll. Pero de igual modo que se ingresa puede evaporarse, puesto que existen casi infinitas maneas de perderlo, sobre todo en un ambiente tan traicionero y con tantos sinvergüenzas y aprovechados como este del rock & roll; y también puede desaparecer la pasta por ser un manirroto, por engañar al fisco, por pensar que la ley está para los demás…
Cuando un grupo o solista vende millones de discos (sea en el formato que sea) y llena grandes recintos se tiene la seguridad de que nadará en la abundancia. Es más, la estrella de rock tiene que parecerlo, y por eso ha de gastar a manos llenas y, en fin, hacer exhibición de poderío y de tener a su disposición cuentas corrientes inagotables. Pero, como es lógico, no siempre es así, sino que hay muchas grandes figuras del rock con tan mala cabeza que la pasta se les escabulle entre los dedos como si fuera agua. Problemas con el fisco como Jerry Lee Lewis o con la ley como David Crosby (que se hartó de pagar multas y sanciones), estafados por su compañía discográfica o su representante como Tom Petty, John Fogerty o Meat Loaf, o simples manirrotos que gastan a manos llenas sin el menor control como Ted Nugent. En fin, no todos los que triunfan manejan la pasta con cabeza
No muy conocido en España incluso en sus momentos de máximo éxito, Sly Stone está considerado como un auténtico precursor, un músico que combinó a la perfección el rock, el funk, la sicodelia; su ‘Higher & higher’ de Woodstock es una explosión de ritmo y pasión. Pero casi desde sus comienzos con Sly & The Family Stone (finales de los sesenta), su vida fue un continuo de conflictos familiares, pelas internas en el grupo con abandonos y odios viscerales, demandas y juicios con managers y discográficas…, y drogas, muchas drogas. A pesar de todo, hacia 2007-08 aun vivía como una estrella, con gran casa, terrenos, automóviles de lujo…, pero en 2011 lo había perdido todo y estaba viviendo en una caravana. Él dijo que disfrutaba de esa vida de nómada, que se sentía más libre, pero quienes vieron cómo eran las cosas realmente señalaron que sí, que era tan libre como lo es un mendigo. El enfrentamiento permanente con su disquera y, sobre todo, con su representante, Jerry Goldstein, y las drogas lo condujeron a la furgoneta. Resulta que demandó en 2010 al tal Goldstein por 50 millones, pero la causa fue desestimada, además, el manager presentó otra demanda por calumnias; lógicamente tuvo que pagar a los abogados y, de paso, se metía más y más polvo. En 2015 un jurado le dio la razón y obligó a Goldstein a pagarle cinco millones, pero a finales de ese año otro tribunal superior falló en su contra… Por suerte para Sly y muchos otros, en 2018 se promulgó la ‘Music Modernization Act’ que puso orden y razón a la ley de derechos de autor y acabó con esos agentes estafadores, lo que mejoró la situación del pionero Sly Stone’, que habrá aparcado ya la caravana.
Aunque ha vendido en todo el mundo, es en USA donde Billy Joel ha alcanzado sus mayores logros, con ventas millonarias y llenos a reventar en los recintos más grandes. O sea, el tipo ha ganado muchos millones, lo que no quita que ‘se moleste’ cuando le guindan los cuartos. Al parecer (según cuenta la prensa estadounidense, tanto especializada como generalista) a finales de los años ochenta del siglo pasado su representante, Frank Weber, presentó un balance de cuentas ridículo que llevó a Billy Joel a presentar una demanda contra él por malversación de unos cien millones de dólares. El mánager trincón otorgaba, a interés cero, préstamos a sus propias empresas con la guita de Joel, y para colmo lo enterraba en ruinosas inversiones; no contento con este desfalco, Weber hipotecó los derechos de autor del cantante y pianista sin, lógicamente, decir una palabra a su representado; eso sí, puntalmente presentaba cuentas y balances al artista en los que todo iba de maravilla. Finalmente, para completar la estafa, el desleal administrador se embolsó no menos de veinte millones por el cobro de diversas comisiones que, legalmente, correspondían al músico. En total, entre lo que es seguro y lo que se supone que robó (imposible saberlo con exactitud) el cálculo llega a los 200 millones. Aunque hayas ganado 500, seguro que fastidia que te roben 200. 
Parecido es el caso del cantautor canadiense Leonard Cohen. Durante los años noventa del siglo XX vivía de las rentas de sus éxitos pasados, sacando discos cada cinco o seis años y tomándose las cosas con mucha calma (incluso se retiró a un monasterio), pues estaba convencido de tener un buen remanente. Pero un día, a principios de siglo, se enteró de que le quedaban unos cien mil dólares y bajando. Su manager Kelley Lynch se había apropiado de un montón de pasta, e incluso había vendido derechos de los temas de Cohen embolsándose los beneficios. Acusaciones, demandas, insultos… Lynch se defendió acusando al músico de vivir a todo lujo y, como no grababa discos nuevos, había fundido el dinero; sin embargo, Cohen demostró que el agente cargó infinidad de facturas a su cuenta, la última apenas una semana antes de descubrirse el pastel. Lógicamente lo despidió, pero el estafador aun intentó sacar pasta de la cuenta de Cohen. Los abogados del demandante (que tuvo que hipotecar su casa para pagarlos) calcularon en unos 9 millones de dólares lo que Lynch había trincado. Así que se declaró en quiebra y, en 2005, ya con 71 años, se vio obligado a volver a grabar y a actuar para tratar de levantar cabeza. Murió diez años más tarde.
Elton John no ha estado nunca verdaderamente necesitado. Sin embargo, también es cierto que ha despilfarrado millones y millones a lo largo de los años. Según cuenta la prensa especializada de USA, el pianista y cantante siempre ha sido un gran derrochador, alguien que parecía disfrutar gastando y malgastando enormes cantidades (drogas, fiestas, lujos, amigos, caprichos…). El artista no lo negó, pero señaló que muchos de los que trabajaban para él y, sobre todo, los expertos en negocios que manejaban su dinero, llevaron a cabo una gestión desastrosa tanto de sus cuentas como de sus no pocas y variopintas empresas. Y luego estaban los recaudadores de hacienda, a quienes no les importaba un pimiento el estado de su economía, sino que exigía sus porcentajes por los ingresos; Elton contó que estuvo varios años trabajando exclusivamente para pagar sus deudas con el fisco. Todo empezó a mejorar cuando su marido, David Furnish, se hizo cargo de la contabilidad. De todos modos, por mucho que haya derrochado, no da la impresión de que esté o haya estado necesitado. Su aspiración, explicó, es tener lo suficiente para una cómoda jubilación y para atender las necesidades de sus hijos adoptivos. Con toda seguridad, no tendrá problemas financieros el resto de su vida.  
Decir Lemmy Kilmister es decir Motörhead, que estuvo en el negocio del rock & roll desde 1971, cuando militó en Hawkwind; es decir, hasta su muerte en 2015 llevaba unos 45 años trabajando, componiendo, grabando, actuando y, claro, cotizando. Cualquiera diría que tendría un patrimonio más que abundante, sin embargo, el Metal Insider desveló que su herencia apenas era de unos 640.000 dólares, cuando debería superar los nueve millones…Dejó bastante a sus herederos, pero mucho menos de lo que esperaban tras tantos años de ‘curro’. ¿Y en qué se fueron los millones? En nada del otro mundo: excesos de todo tipo durante décadas, alcohol y sustancias sin tiento, despilfarro sin control, mujeres, muchas mujeres (él presumía de 1.200)…, y su conocida pasión de objetos de la II Guerra Mundial, sobre todo alemanes, que conforman una importante (y seguramente valiosa) colección. Cuando le acusaban de posar con memorabilia nazi, él replicaba que había tenido muchas novias negras y que era “el peor nazi de la historia”. En fin, nada raro en un tipo como Lemmy.
Las estrellas del rock ganan muchísimo y lo normal es que gasten otro tanto, por lo que no es raro que, cuando quieren hacer balance, las cuentas les den sustos importantes.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 23 de octubre de 2019

LAS NUEVAS ‘RELIGIONES’ CON LAS QUE LOS NUEVOS FIELES HAN SUSTITUIDO A LAS TRADICIONALES

Tal vez el ecologismo vegano y animalista haya encontrado ya a su ''jesusa' o a su 'virgen'


Desde que el Hombre toma conciencia de sí mismo empieza a cavilar sobre un más allá, y a desarrollar un pensamiento de trascendencia, es decir, desde hace decenas de milenios, el Hombre ha convivido con la creencia en algo que debe haber después de esta vida. Sin embargo, en las sociedades avanzadas del siglo XXI, esas creencias han mutado, de manera que muchas personas ya  no creen en divinidades, pero no por eso han dejado de creer, ya que han aparecido otras ‘religiones’ llamadas ecologismo, veganismo, animalismo y muchas otras con idénticas características que las religiones tradicionales
Ya en el Paleolítico varias especies del género Homo dejaron constancia de algo parecido a una creencia, a una sensación de trascendencia. Esto queda demostrado en los enterramientos: se depositaba el cadáver cuidadosamente en lugar y postura específicos y a su lado se colocaban ofrendas, herramientas, armas, adornos… El motivo de tal conducta es, inequívocamente, la convicción en un más allá, en algo ‘espiritual’ que trasciende a la persona. Ya en época histórica, los sumerios y los egipcios, asirios y babilonios, luego griegos y romanos, y a la vez las cosmogonías y divinidades nórdicas, célticas, americanas precolombinas y, en fin, todas las culturas que han ido apareciendo, todas las civilizaciones y pueblos han contado con su panteón de deidades. Hasta la llegada de la Ilustración (siglo XVIII) apenas existía el concepto de ateísmo. Pero a partir de ese momento la idea ha ido creciendo, sobre todo en las sociedades occidentales avanzadas, hasta llegar al siglo XXI en que grandes masas de población de estos territorios se proclaman fieles a la fe del ateísmo. Sin embargo, paradójicamente, contradictoriamente, una gran mayoría de los que se dicen ateos lo que han hecho es mutar la creencia, ya que han cambiado las creencias ‘clásicas’ por nuevos conceptos como el veganismo, el animalismo, el feminismo, la ecología, la ideología política…, conceptos que se han convertido en auténticas religiones que ya profesan millones de personas.
No es que todos los que hayan optado por esos principios los hayan convertido en objetivos absolutos, pero sí que la gran mayoría de los que militan en estos ‘ismos’ los han interiorizado como auténticos dogmas, los han asumido como su verdadera religión. Y así, todos los fieles de los nuevos credos están continuamente haciendo proselitismo, erigen a sus sacerdotes y han ideado sus símbolos y preceptos. O sea, repiten todo lo que tradicionalmente ha caracterizado a la religión.
Por ejemplo, el ecologismo de trinchera ya tiene su propia ‘virgen’, Greta Thunberg, esa adolescente escandinava que va riñendo a diestro y siniestro y que cuenta con miles de discípulos y apóstoles en todo el mundo dispuestos a ‘difundir la palabra’. La joven tiene sus propios ‘joséymaría’ que le organizan y la guían en sus sermones, apariciones y homilías. Y en la más añeja tradición, los profetas expresan sus profecías apocalípticas sobre el fin del mundo y las grandes catástrofes que se avecinan si no se siguen los preceptos de esta especie de Iglesia de la Santa Madre Tierra.
El veganismo militante y combativo, que bien podría reunirse en torno a la Congregación de las Sagradas Lechugas, tiene su propia inquisición y sus prosélitos, que califican de ‘asesinos’ a los que comen carne y denuncian que se están cometiendo ‘genocidios’ con los animales. Por todas partes proliferan héroes y profetas que anuncian ‘esta nueva verdad’. Muy cerca de esta confesión está el animalismo ciego, empeñado en exigir derechos humanos para los irracionales, y que ya cuenta con sus ‘mártires’ (los que simulan en la calle ser animales en el matadero o los que buscan el ‘martirio’ ante las plazas de toros), e incluso sus sacerdotisas (las chicas de las gallinas, por ejemplo).
El feminismo exagerado y agresivo cuenta con su propio sanedrín, llamado ‘Me too’ (pero bien podría ser la Iglesia Reformada de las Santas Mujeres Hembras de Condición Femenina), que no necesita pruebas, testigos, tribunales ni abogados para condenar por los ‘pecados’ cometidos sólo por individuos de sexo masculino: si ella mata a él es ‘pecado venial’, pero si es él quien mata a ella es pecado mortal y sumo sacrilegio. Además, dicha curia siempre está a la caza y captura de blasfemos y herejes que hayan caído en la perversión y agresión que supone enviar un beso por teléfono sin el consentimiento de ella.
La corrección política es ya una doctrina con muchos adeptos. Y posee sus propias tablas de la ley, que incluyen mandamientos como ‘no llamarás negro a una persona con la piel de este color’, o ‘no llamarás ciego a una persona privada del sentido de la vista’, o ‘no cederás el paso o el asiento a una persona de sexo femenino si eres de sexo masculino, y siempre creerás antes en la palabra dicha por mujer’, o ‘no consentirás la apropiación de tradiciones y elementos culturales de pueblos y culturas no occidentales para creación artística (en sentido inverso no es pecado)’, o ‘nunca te disfrazarás porque siempre ofenderás’... Esta Orden Suprema de Correctores de Conductas y Apóstoles de la Única Verdad está en permanente busca de infieles que no se expresan o actúen como dicen los expertos en Verdadología.    
No faltan feligreses para las confesiones de origen político, cada una de las cuales cuenta con sus propios evangelios, sus seres supremos y sus sumos sacerdotes, que mandan y son obedecidos ciegamente. Los parroquianos de cada una de estas Iglesias Reformadas del Modelo Único se dan tanto a escala global como local, y siempre son celosamente ortodoxos.
En fin, es una evidencia que estos nuevos movimientos (que no son cuestionables por sí mismos, sino sólo cuando llegan al extremo, al fanatismo), se dan casi exclusivamente en las sociedades menos necesitadas: Estados Unidos y Canadá, Europa Occidental, Australia…, donde grandes masas de personas sin verdaderos problemas necesitan encontrar una fe, un dogma, una creencia con la que llenar el hueco que antaño ocupaban las religiones más espirituales y menos terráqueas.
Sí, desde siempre el Hombre ha tendido a creer en divinidades e ideas superiores e inabarcables para el limitado cerebro humano, pero hoy hay quien se conforma con ideas y conceptos visibles, simples y fáciles de entender.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 20 de octubre de 2019

REVUELTAS E INCENDIOS CALLEJEROS Y ROCK & ROLL

La foto de contraportada del primero de los Clash es de la manifestación que originó el tema 'White riot', disturbio blanco


Los disturbios, algaradas o revueltas callejeras se han convertido en algo habitual en muchas sociedades occidentales; de hecho, no hay semana en la que no lleguen imágenes de enfrentamientos entre policía y manifestantes alborotadores en las calles de grandes ciudades. Este fenómeno también ha sido tratado por el rock, e incluso hay canciones que tienen su origen en una de esas protestas que terminan con sangre y violencia  
Los motivos de las revueltas son casi infinitos: económicos, raciales, políticos, organismos internacionales (como el FMI)…, hay gran variedad. Resulta curioso observar (dicho sea de paso) que casi siempre las quemas de contenedores, coches o tiendas tienen lugar en países desarrollados. El caso es que la protesta callejera ha movido a muchos autores de rock a escribir sobre ello. Los grupos punk son muy dados a llamar al personal a quemar la calle, pero en realidad se trata el tema desde cualquier género del rock. Y también hay canciones  cuyo origen está en alguna manifa-algarada concreta.  
Imposible no acordarse de los Clash y su debut discográfico, titulado precisamente ‘White riot’, que viene a ser ‘Revuelta blanca’, 1977, su primer single. El tema tuvo su controversia y varias historias que contar. Joe Strummer y sus colegas estuvieron presentes en unos disturbios con carreras y palos en Londres en agosto de 1976; era una especie de carnaval caribeño y todo iba bien hasta que alguien denunció que un carterista le había robado, la policía registró al caco y el registro fue ‘positivo’, así que lo detuvo y se lo llevaba a comisaría; pero entonces alguien gritó que la ‘policía racista’ se llevaba a un hermano, con lo que se montó una bien gorda: jóvenes blancos y negros atacaron a los polis al grito de ‘racistas’. Tras las carreras y mamporros, la cosa terminó con más de 150 heridos (la foto de contraportada del primero de los Clash es de aquella movida).
En esta canción Joe Strummer (que escribió otras letras incendiarias contra gobiernos, discográficas y el sistema en general) trata de decir que los jóvenes blancos tendrían que ser más combativos contra el gobierno, al que califica (independientemente de cuál sea) de represivo, es decir, anima a los blancos a echarse a la calle como lo hacen los negros y llevar a cabo ‘acciones directas’. En todo caso, el malogrado cantante y guitarrista se vio obligado a declarar que el tema no exaltaba la violencia y de ningún modo era racista. “Quise decir que los blancos no son tan contundentes como los negros porque están más acomodados y viven mejor”, explicó. Sin embargo, cada vez que sonaba en directo este ‘Motín blanco’ el público (siempre punk) respondía con peleas, estragos y violencia, por lo que los dueños de los locales donde actuaban les rogaban que no tocaran esa canción, pero Strummer la tenía fija en el repertorio. Así, al terminar un concierto, Strummer dijo que tocarían ‘White riot’ como primer bis, pero entonces Mick Jones (coautor) protestó en voz alta diciendo que estaba harto del tema y de las peleas que siempre ocasionaba, la discusión entre uno y otro aumentó de tono, se calentaron e insultaron hasta que Joe estampó un potente e inesperado directo en el rostro de Mick…, poco después éste se colgó la guitarra y calladamente volvió a escena; a los pocos segundos de empezar el bis, Mick, con un ojo vendado y la nariz hinchada,  los dejó colgados, se largó y dejó que sus compañeros terminaran el concierto como pudieran…
Pero ¿qué dice este tema que tanto dio de sí? Repite varias veces “Disturbio blanco, quiero disturbio, disturbio blanco, mi propio disturbio”. Y también: “Los negros tienen muchos problemas y no les importa tirar ladrillos (‘brick’), pero los blancos van a la escuela donde les enseñan a ser lerdos” (‘thick’). Todos hacen lo que les dicen porque no quieren ir a la cárcel”. Sorprende que esta letra ocasionara pelea dentro y fuera del escenario.
El ‘Street fighting man’ (‘Luchador callejero’) de los Rolling Stones tiene un origen parecido. Jagger y compañía acudieron a una manifestación contra la guerra de Vietnam en Londres en 1968, pero los ánimos se caldearon, la gente se envalentó y cundieron los típicos palos, destrozos y carreras; los músicos ahuecaron el ala, claro, aunque dijeron que no fue por cobardía sino para no distraer al personal (¿). Lo más sustancioso de la letra dice: “Es la hora de la lucha en la calle (…) pero qué puede hacer un pobre chaval sino cantar en una banda de rock & roll”. En fin, el tema también une ánimos para el combate callejero con la experiencia vivida.
Casi todos los grupos surgidos en la primera oleada punk (durante la segunda mitad de los setenta) estimularon la lucha callejera en las letras de sus canciones, que vomitaban letras encendidas en tono iracundo y actitud desafiante. Buen ejemplo son los norirlandeses Stiff Little Fingers, que más o menos significa Deditos Tiesos y, seguro, se refiere al típico y desafiante gesto… Ya en su primer Lp, ‘Material inflamable’ (1979) hablaban de incendiar la calle o de los choques violentos en ciudades como Belfast, y siempre con modos gruesos y excitados. El tema que abre el disco es ‘Suspect device’, dispositivo sospechoso, el cual dice explícitamente: “El material inflamable está implantado en mi cabeza, es un dispositivo sospechoso que dejó 2000 muertos, sus soluciones son nuestros problemas (…) Asegúrate de que nos jodan a todos (…) nos la meten hasta el fondo (…) No les creas, no les creas (…) Es hora de que caigan esos bastardos ¿Por qué no podemos tomar el control?”. Y al final deja bien claro: “Somos un dispositivo sospechoso si hacemos lo que nos dicen. Soy un dispositivo sospechoso que el ejército no puede desactivar. Eres un dispositivo sospechoso que no pueden rechazar. ¡Les estallaremos en la cara!”. En realidad, casi todos aquellos punks venían a decir lo mismo de modo simple y directo. Hoy ya no se ven tan escandalosos.
La misteriosa e hipnótica ‘Gohst town’ (1981) de The Specials surge de una gira del grupo por Inglaterra en la que vieron cómo estaban quedando las ciudades más importantes (Londres, Liverpool, Bristol…) por la crisis y después de los violentos disturbios callejeros. El autor, Jerry Dammers, quiso reflejar esa situación triste y desoladora con el ambiente enigmático e incluso siniestro de esta ‘Ciudad fantasma’. La letra también es muy elocuente: “Esta ciudad parece una ciudad fantasma (…) los grupos ya no tocan, demasiadas peleas en la pista de baile (…) ¿Por qué la juventud tiene que luchar contra sí misma? (…) Ya no se puede seguir, la gente se está cabreando”. Casualmente el single alcanzó el número uno en Inglaterra el mismo día que la policía usó gas para disolver una protesta violenta en Liverpool.
Hay más, claro, y cada iniciado en el tema podría recordar varias.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 16 de octubre de 2019

LOS PRIMEROS CULPABLES DE LA NAZIFICACIÓN DE UNA PARTE DE LA SOCIEDAD CATALANA


Sin el consentimiento e incluso el apoyo de estos no sucedería lo que sucede hoy en Cataluña

Los culpables de la caótica, esperpéntica y sectaria situación que se vive actualmente (2019) en Cataluña son, lógicamente, los que la han promovido. Sin embargo, pueden señalarse a otros culpables, los culpables ‘de fondo’, los que permitieron que todo esto se pusiera en marcha, son los culpables por omisión, principalmente los presidentes de Gobierno González, Aznar, Zapatero y Rajoy
El independentismo catalán es una secta, una secta que ha venido creciendo desde hace décadas. Y, si se analiza con perspectiva, tiene como precedente lo ocurrido en Alemania a partir de 1933. Salvando las distancias, allí  entonces y hoy en Cataluña se producen hechos prácticamente idénticos: desde la primera escuela se adoctrina a los niños, de manera que en aquella Alemania los niños de ocho años insultaban a los judíos y les hacían ese gesto tan elocuente que consiste en pasarse el dedo gordo de un lado a otro de la garganta; del mismo modo, niños de ocho años en Cataluña llaman nazis a los que hablan castellano, a los que no pertenecen a la secta, a los hijos de guardiaciviles…, y amenazan, insultan, realizan pintadas para meter miedo. En ambos casos el proceso de fanatización sigue las mismas pautas y, lógicamente, consigue el mismo resultado: tras el adoctrinamiento llega la adhesión incondicional a los líderes de la secta y la obediencia ciega a sus órdenes, todo lo demás carece de importancia. La violencia ya se ha instalado en la mente del fanático como herramienta imprescindible.
Y el segundo recurso principal para mantener la creencia en los dogmas (basados en la superioridad de la raza aria o catalana) es la propaganda. En la Alemania nazi estaba Goebbels, que manejó los recursos a su alcance con una diabólica maestría, ya fueran la radio, la prensa o el cine; en la Cataluña de 2019 está TV3, que se ha convertido en el medio de propaganda principal de este intento de alzamiento, pero que cuenta con apoyo en colegios y universidades, en ambientes culturales, empresariales, ciudadanos…, generalmente bien subvencionados. La maquinaria propagandística es imprescindible para lograr la total manipulación de los adictos a la secta.
Sin embargo, todo este montaje no se consigue en unos días, ni siquiera en unos años, pues para alcanzar tales grados de fanatización se precisan décadas de propaganda y sectarismo: “los judíos son subhumanos”, decían los periódicos nazis (como ‘Der Stürmer’, ‘Völkische Beobachter’), “los españoles son animales, bestias taradas”, afirman sin atisbo de vergüenza destacados personajes de la política, el deporte, la cultura, la prensa o la propia ciudadanía de Cataluña Y así durante años y años. En ambos casos es evidente el racismo que mueve a estos y movió a aquellos.
De todo esto los culpables son los políticos o directores generales que lo han promovido, ya fueran los presidents y sus machacas o los directores de los medios afines al régimen. Pero también hay otros tanto o más culpables de lo que está sucediendo (y lo que pueda suceder), que son los que vieron cómo empezaba y, pudiendo detener el proceso, miraron a otro lado y no hicieron nada. Felipe González y José María Aznar pactaron abiertamente por cuestión política con Jordi Pujol, y por cuestión política permitieron no sólo que el President robara a manos llenas (el 3 por ciento y Banca Catalana, por no extenderse), sino que consintieron que en los colegios se distorsionara la Historia, se promoviera el odio contra todo lo español y, en fin, se amaestrara convenientemente a los chavales. Y ellos, González y Aznar, sabían perfectamente lo que estaba sucediendo y lo que había organizado el tal Pujol, puesto que ni uno ni otro eran imbéciles, podían ser cualquier cosa menos tontos que no se enteran. Así, por mantener el poder permitieron el desarrollo del sectarismo que ha derivado en odio.
Luego llegó Rajoy, que cobardemente, apocadamente, timorato y asustadizo, apenas movió un dedo por detener lo que se venía encima; es decir, tuvo oportunidad de suspender la autonomía catalana, pero decretó un ‘155’ sin intervenir la educación ni los medios de comunicación públicos, o sea, sin atacar las raíces del problema, con lo cual éstas han vuelto a desarrollar el tronco del fanatismo y las ramas del odio. Y posteriormente fue el turno para Zapatero, quien autorizó “cualquier cosa que venga del parlamento de Cataluña”…, sin embargo, Zapatero es el que menos culpa tiene de los cuatro, puesto que no se puede exigir demasiado a los disminuidos mentales, a cortos de entendederas, a tontos integrales. Y eso a pesar de que este tipo de político es el más peligroso, puesto que en su escasez mental es incapaz de calcular las consecuencias de sus actos, y por eso este necio quiso ganar la Guerra Civil, para lo cual se inventó una manera de dividir y enfrentar.
En todo caso, los cuatro presidentes (en menor medida Zapatero dada su evidente discapacidad intelectual), así como todos sus altos cargos, son culpables directos de lo que sucede en Cataluña, son colaboradores necesarios, incluso cómplices, puesto que sabían qué estaba pasando y lo permitieron por cuestión política. O sea, el motivo político fue para ellos más importante que España y los españoles, catalanes incluidos.
Desgraciadamente, y ojalá no suceda nunca, pronto llegarán los primeros muertos.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 13 de octubre de 2019

TRES ESTRELLAS DEL ROCK SIN ESTRELLA: CADÁVERES NO MUY BIEN PARECIDOS

Una de las contadas fotos de Ian Curtis sonriendo, o casi
La naturaleza fue cruel con Ian Dury (en la foto un ayudante lo sube al escenario)
Roy Orbison tuvo que pasar por la muerte de su primera esposa y, luego, de dos de sus hijos


En escena y ante los focos eran estrellas del rock con todo su encanto, pero cuando volvían a casa eran básicamente infelices, les perseguían las desgracias o no eran capaces de vivir con un mínimo de orden. Dentro de la larga lista de rockeros muertos, Roy Orbison e Ian Dury alcanzaron la madurez combinando el éxito con la desgracia personal, mientras Ian Curtis apenas tuvo tiempo de nada, sólo de convertirse en mito
La historia de la música pop y rock muestra no pocos músicos que han sufrido todo tipo de calamidades o han muerto prematuramente. Según un estudio publicado hace unos años, más de mil músicos y cantantes de renombre dentro del universo rock dejaron este mundo antes de tiempo. Las causas son variadas, aunque una importante mayoría se fueron a causa de los excesos con drogas y alcohol sobre todo; accidentes de todo tipo, asaltos, suicidios, enfermedades y desgracias varias completan la larga lista de ‘pretextos’ utilizados por los muertos del rock para irse. Durante los años del punk y siguientes cundió la frase “vive deprisa, muerte pronto y tendrás un cadáver bien parecido” y, desgraciadamente, tanto antes como después de acuñarse dicha consigna muchos siguieron el consejo, la mayoría sin pretenderlo. Brillaron mucho durante muy poco tiempo, lo que les sirvió para tener un cadáver (o sea, un recuerdo) siempre cargado de atractivo. Pero también hay otro tipo de caídos por la causa, esos que vivieron una vida de estrella sobre el escenario y de padecimientos y calamidades lejos de los focos, como Roy Orbison e Ian Dury, y también otros que apenas tuvieron tiempo de brillar en vida pero se convirtieron en iconos tras su adiós definitivo, pues fue entonces cuando se entendió y difundió su obra, como Ian Curtis, de Joy División.
Roy Orbison (1936-1988) estuvo en esto del rock desde el primer momento, pues fundó su primer grupo con apenas 13 años y en 1956 (cuando el rock atisbaba su primera luz) ya saboreó el éxito con ‘Ooby dooby’. Durante los cuarenta años que estuvo en el escenario (con mayor o menor repercusión pero siempre con la admiración de sus colegas) Roy regaló rock & roll y rockabilly, pop, rock y canción melódica con una clase excepcional, con un gusto delicioso, un estilo inconfundible y una voz alta, fina y cristalina. ‘Only the lonely, ‘Oh pretty woman’ o ‘You got it’ son algunos de sus muchos títulos imperecederos. Aquejado de problemas en la vista, Roy vivió los años sesenta entre el triunfo profesional y la catástrofe personal: en el 66 su primera mujer murió en accidente de tráfico; poco más de dos años después se incendió su casa mientras él estaba de gira, muriendo entre las llamas dos de sus tres hijos, uno de nueve y otro de seis años. Su familia se desintegró pero él siguió poniendo buena cara (el espectáculo debe continuar) hasta que a finales de los ochenta, cuando había vuelto al estrellato (dentro del supergrupo Travelling Wilburys), su corazón falló. Era diciembre de 1988 cuando, tras cumplir con una agotadora agenda promocional en la que quedó patente su deteriorado aspecto, murió de un fulminante infarto. ¡Qué amargura tendría que sentir cada vez que volviera a casa y recordara a los que ya no estaban!
Ian Dury (1942-2000) lo tuvo mal desde niño. Contrajo la polio a los siete años cuando se bañó en un estanque contaminado; tras larguísima convalecencia se quedó raquítico y con brazo y pierna izquierdos casi paralizados. Como era habitual, padeció todo tipo de burlas, acoso y maltrato en todos los colegios donde fue matriculado, donde sus compañeros lo tenían como al último mono; en los internados el pobre Ian debió pasar las de Caín, recibiendo palos y humillaciones a diario por ser el más débil y el de más fácil menosprecio. Todo ello lo convirtió en un tipo amargado y con más taras y minusvalías morales que las que mostraba su físico. Pero tras infinitos avatares y adversidades (cuando iba a publicar su primer disco quebró la discográfica) alcanzó el triunfo con canciones extraordinarias, llenas de intensidad, descaro, personalidad, rabia, intención, con ambientes de pub-rock, punk y new wave; ‘Hit me with your rythm stick’, ‘Sex & drugs & rock & roll’, ‘Sweet Gene Vincent’, ‘Wake up and make love with me’ son una muestra de su larga lista de grandes canciones…, aunque él solía afirmar que sólo había escrito siete buenas letras. Mientras, su vida cotidiana era cualquier cosa menos feliz y satisfactoria, pues bebía y se ponía agresivo, rabioso, frustrado, brutal, golpeaba a su compañera (a todas las que tuvo) y faltaba al respeto, insultaba y se metía con todo el que se le ponía por delante (entonces su bastón era un arma), de modo que más de una vez se llevó un buscado puñetazo. Al final se tranquilizó, el cáncer que se le diagnosticó disipó su amargura y, afirman, cambió su humor. Su vida intensa, dolorida y luminosa al tiempo, terminó tranquilamente, serenamente en su casa en marzo de 2000. Dicen que acababa de iniciar una autobiografía, aunque sólo escribió unl escueto comienzo: “Hola zoquetes” (el nombre de su grupo, ‘Blockheads’, equivale a zoquetes). Puede deducirse que cuando no estaba haciendo rock fue profundamente infeliz.
Ian Curtis (1956-1980) padecía epilepsia con fuertes convulsiones y espasmos (a veces en pleno concierto), pérdidas de conocimiento, depresión, agorafobia (miedo al desamparo, temor al propio miedo), además sufrió tratamientos médicos inadecuados y (pobre hombre) intentó suicidarse varias veces. En plena efervescencia punk formó el grupo Warsaw, que aunque no era punk sí utilizaba recursos punk y también poseía la energía rabiosa del género. Luego, con Joy Division, alcanzó la plenitud artística. Con la voz siempre grave y profunda de Ian, el grupo hablaba de desesperación, abandono, pesimismo, oscurantismo, desánimo, amargura.., en sus letras jamás aparece un atisbo de alegría o ilusión. Sin embargo, las canciones de Curtis en Joy Division resultan hipnóticas, impactantes, inconfundibles, inimitables y mil veces imitadas. Sólo publicó dos discos (el segundo póstumo) y sus éxitos comerciales llegaron tras su muerte, sobre todo con la bellísima y descorazonadora ‘Love will tears us apart’; además, piezas como ‘Heart & soul’, ‘Decades’, ‘Atmosphere’ o ‘She´s lost control’ siguen asombrando y estremeciendo por su singularidad, su oscuridad, su romanticismo desesperado y tortuoso. En mayo de 1980 estuvo viendo la película ‘Stroszek’ del alemán Werner Hertzog (que trata de un artista que se suicida), luego puso el disco ‘The Idiot’ de Iggy Pop y acto seguido se ahorcó en la cocina de su casa con la cuerda de tender. Sus enfermedades y la separación de su mujer, Deborah, fueron los detonantes de la fatal decisión. Dicen que era muy raro verlo sonreír y más ver felicidad en su rostro. ¿Es posible vivir así?
Como en todas partes y en todo momento, a veces se tiene estrella y otras uno se estrella. Aunque seas una estrella.
CARLOS DEL RIEGO
(Actualización de texto de febrero de 2013)

jueves, 10 de octubre de 2019

RUSOS ANTICOMUNISTAS QUE COMBATIERON EN LA GUERRA ESPAÑOLA

Popes venidos de otros lugares de Europa oficiaban misas por el rito ortodoxo para los rusos blancos que combatían en España. Se ven la bandera de la Rusia presoviética y la española


Es indudable que la Guerra Civil Española adquirió una importancia global a pesar de que la acción bélica nunca traspasó sus fronteras. De ello dan prueba tanto el espacio que el conflicto ocupaba a diario en la prensa internacional como la cantidad de extranjeros que, por los motivos que fuera, vinieron a luchar a favor de uno u otro bando. Incluso hubo rusos anticomunistas (‘rusos blancos’) que acudieron para combatir a sus eternos enemigos
Al imponerse los bolcheviques en la Guerra Civil Rusa (1917-20, aunque hubo combate hasta 1923), alrededor de cien mil soldados y oficiales del ‘ejército blanco’ huyeron al exilio, gran parte de ellos a Francia. Algunos de esos ‘rusos blancos’ parecían estar esperando la oportunidad de volver a enfrentarse a los ejércitos comunistas, de modo que cuando estalló el conflicto en España no dudaron en acudir para enrolarse en las filas del bando nacional. Y aunque en realidad fueron unos pocos, pues no llegaban al centenar, su presencia en la península confirma la dimensión internacional de la Guerra de España, ya que, como es sabido, en los campos de batalla de Teruel, el Ebro, Belchite, el Jarama… combatieron voluntarios y no tan voluntarios de muy diversas nacionalidades a favor de unos y otros.
Fueron un total de 96 los rusos derrotados por los bolcheviques en los años veinte los que se enrolaron en el bando franquista a partir de 1936. Compartían con éste su rechazo total al comunismo y sus creencias religiosas, y por eso la mayoría fueron encuadrados en Tercios Requetés (el ‘Doña María de Molina’ y el ‘Zumalacárregui’). No puede sorprender, por tanto, que cuando un oficial requeté explicaba a estos voluntarios que combatir por el Requeté y la Cruz de Borgoña significaba hacerlo por ‘Dios, Patria y Rey’, uno de ellos (Nicolás Boltin, ex coronel del ejército imperial) se levantase emocionado diciendo que lo entendían perfectamente, ya que su lema era ‘Dios, Patria y Zar’. En fin, la mayoría de estos rusos blancos vieron la guerra en España como una nueva oportunidad para derrotar a los bolcheviques, a los que acusaban de las mayores atrocidades; de hecho todos tenían escalofriantes experiencias que contar. El general imperial Eugenii Miller animó desde París a los ex integrantes del ejército blanco a acudir a pelear a España; en 1937 fue secuestrado por agentes soviéticos, llevado a la URSS y ejecutado.
Algunos de aquellos inagotables combatientes habían luchado en la Primera Guerra Mundial, luego en la Guerra Civil Rusa, después en la Guerra de España e incluso los hubo que también estuvieron en los frentes rusos en la Segunda Guerra Mundial. Hasta cuatro guerras los vieron tirar de fusil…, y alguno vivió para contar su experiencia en las cuatro. Por ejemplo Vladimir Doichenko, coronel de caballería del Zar, que participó en esas cuatro contiendas, y aunque recibió dos tiros en España, no dejó de ir a pelear al frente ruso al estallar la II Guerra Mundial.
Apenas un par de meses después del 18 de julio, un antiguo oficial del ejército zarista llamado Pavel Rachevsky, procedente de Francia, se presentó en Zaragoza con intención de enrolarse en cualquier unidad y luchar contra los simpatizantes del ejército rojo. Bragado y experto en batalla, pronto logró los galones de sargento con mando sobre dos ametralladoras; luchó en Calamocha (Teruel) y recibió un balazo que le atravesó un pulmón; viéndose cerca de la muerte, pidió… ¡una bota de vino!, echó un larguísimo trago, rezó en ruso, se santiguó al estilo ortodoxo y se preparó para morir; los médicos comentaban en voz baja la gravedad de su estado y la casi seguridad de su muerte, pero el durísimo Rachevsky, que les oyó, sacó fuerzas para decir en español: “que no, que el ruso no se muere” (¿qué tendría aquel vino?). Y no murió entonces, sino que se recuperó a tiempo para irse a su querida Rusia a combatir a los comunistas; volvió a España y murió en 1944 en Pamplona.
Con sesenta años llegó Anatol Fok, antiguo general de artillería del Zar; se batió como soldado raso con tanto valor que fue ascendido; en agosto de 1937, en Quinto del Ebro, al verse rodeado y en situación desesperada, se pegó un tiro. Nicolai Otoff recibió ¡cinco balazos!, pero sobrevivió y murió en Madrid años después de la guerra. Constantin Goncharenko demostró tal valentía que ascendió hasta capitán; al terminar la guerra española se enroló en la División Azul y murió en el frente ruso en 1943. El georgiano Constantin Goguionahvilly también alcanzó galones de oficial tras recibir tres balazos en los frentes españoles, uno le costó un ojo cuando combatía en Asturias. El capitán Bronovich, de la Guardia del Zar, peleó bravamente como soldado raso en el frente de Teruel, donde encontró la muerte: cuando fue encontrado su cuerpo se comprobó que tenía no menos de una docena de bayonetazos. Jacques Poulokin fue herido de extrema gravedad en Quinto del Ebro, pero consiguió llegar a la Iglesia de Belchite, donde fue acorralado y, agonizante, rematado a tiros. El ex general de caballería Nicolai Sinkarenko, que también logró el grado de teniente, recibió ¡seis tiros!, uno en la cabeza, pero sobrevivió…, para ser atropellado por un camión en San Sebastián muchos años después. El aviador Marchenko Larinoff estaba en Madrid en julio de 1936, pues había venido en los años veinte como instructor de vuelo y se había nacionalizado español en 1927; en cuanto pudo huyó a zona nacional y combatió hasta que fue derribado en alguno de los frentes aragoneses en 1937, se lanzó en paracaídas pero fue capturado y fusilado..
La mayoría de los rusos blancos que sobrevivieron a la guerra se quedaron en España. Unos ejercieron la profesión que tenían antes o entre las guerras, otros siguieron en el ejército, y no pocos de los supervivientes, un total de 22,  se organizaron para llevar espectáculos de canto y danza tradicional rusa por los pueblos de España.
En cualquier caso, no cabe duda, eran auténticos tipos duros.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 6 de octubre de 2019

BOSTON, EL GRUPO MÁS LENTO DE LA HISTORIA DEL ROCK: 5 ELEPÉS EN MÁS DE 40 AÑOS

Tom Scholz, cerebro de Boston, y Brad Delp, su inconfundible vocalista


Cuando un grupo de rock entra en la rueda de la industria del entretenimiento, suele adaptarse fácilmente a los tiempos y compromisos que ésta impone. Así, tanto por contrato como por el impulso creativo del artista, lo más habitual es que el grupo o solista componga, grabe y publique un álbum al año, y luego lleve a cabo la correspondiente promoción y la imprescindible gira de presentación. Pero existe un caso en que la banda ha dilatado el ciclo dejando pasar cuatro, seis u ocho años entre Lp y Lp, la estadounidense Boston
Disco y gira anual es lo más corriente, aunque ha habido fenómenos capaces de publicar dos e incluso más álbumes al año, y otros que se retrasan en la entrega. El caso de Boston es único: ¡cinco elepés en más de cuarenta años de trayectoria! (además de un recopilatorio y otro hecho con  grabaciones preexistentes); la media es un nuevo disco cada más de ocho años. La principal causa de tan escasa producción es, sobre todo, la obsesión perfeccionista de su líder, guitarrista y compositor Tom Sholtz, que nunca estaba contento con el resultado final y siempre deseaba trabajar más cada canción, perfeccionarla, arreglarla, pulirla más y más…
Cuando hablando de rock & roll se dice Boston, es imposible no recordar la maravillosa ‘More tan a feeling’, un superéxito global, rotundo, eterno, una de esas canciones cercanas a la perfección y que jamás ha dejado de sonar; sus primeras notas tienen tal poder de atracción que quien las escucha arrincona todo pensamiento y sólo atiende a esa melodía. Pero Boston es mucho más.
Tom Sholz era ingeniero de una empresa de fotografía, pero su verdadera pasión era el rock, por lo que construyó un estudio de grabación en el sótano de su casa. Allí pasaba horas y horas, componía, tocaba trozos, solos, partes, grababa, recomponía, unía piezas… Eran los últimos años sesenta y Tom solía frecuentar ambientes de rock & roll, donde conoció Brad Delp. Sin embargo, el tipo ni siquiera sopesaba la posibilidad de formar una banda y publicar discos, se conformaba con su sótano-estudio porque, además, eso de tocar en vivo no le entusiasmaba: demasiado riesgo de error, y para alguien que tiene la perfección como único objetivo... Para entonces Bar Delp ya era el encargado de poner voz a las composiciones de Sholz,que comenzó a enviar algunas de sus maquetas a las discográficas, aunque con nulo resultado.
Entre los muchos proyectos en los que, totalmente en solitario, trabajaba en su ‘cueva’ estaba una canción, ‘More tan a feeling’, a la que no paraba de darle vueltas y más vueltas; de hecho, la empezó a escribir hacia 1970 y durante más de cinco años la fue puliendo, limando, arreglando, depurando, refinando cada sonido, cada arreglo, acorde, instrumento, adorno… La exquisita voz de Brad Delp era la corona de ese diamante oculto que esperaba ser descubierto. El texto de la canción no va de amor, sino del sentimiento que se experimenta cuando se escuchan aquellas canciones que te hacen sentir, recordar, emocionar. El caso es que, después de años de obsesivo trabajo de perfeccionamiento, Tom envió esta canción a las discográficas (aunque pensaba que se podía mejorar).Los productores de Epic se dieron cuenta inmediatamente  de que estaban ante algo especial, así que se pusieron en contacto con Tom Sholz y Brad Delp, no con un grupo, sino con un par de músicos que tenían algo prometedor.
Firmaron el contrato, pero como en realidad no eran un grupo, no pudieron hacer una demostración en vivo a los tipos de la compañía, de modo que a toda prisa contrataron a viejos camaradas; incluso tuvieron que pensar rápidamente en un nombre, Boston. A continuación, los ejecutivos les reservaron estudio para grabar lo que sería su primer Lp, pero Sholz se negó: él trabajaba en su casa, arreglaba, grababa, mezclaba todo él solito, y no iba a consentir que otros pusieron sus ‘manazas’ o manipularan sus obras, no quería productores, ni arreglistas, ni ingenieros. Pero la disquera pretendía, lógicamente, que se hiciera una grabación profesional en un estudio profesional y con técnicos profesionales. ¿Cómo salir del atolladero? El productor John Boylan dio con la solución: Tom grabaría casi toda la instrumentación en su sótano, mientras en el estudio profesional se grabaría la voz, la batería y poco más, pero a los de la discográfica se les diría que todo se había hecho donde ellos querían.  Tom y John engañaron a Epic, y todos contentos.
Y tan contentos. A las dos semanas sonaba en todas las emisoras y las tiendas se quedaron sin ‘More tan a feeling’ en horas a pesar de ser de un grupo desconocido. En una semana ‘cayeron’ más de 50.000 copias, en quince días la cifra se disparó: ¡medio millón! Más de dos años permaneció en las listas y el álbum vendió casi veinte millones. Hoy sigue escuchándose y comprándose.
Tom seguía trabajando en su cueva-estudio, pero nunca estaba satisfecho con lo que le salía. La discográfica, sin embargo, pedía rápidamente otro elepé con otro single superventas. Pero Tom se negaba a las prisas: si trabajar durante años un tema había dado tan buen resultado no había motivo para cambiar. Pero tanto y tanto le presionaron y amenazaron que no le quedó otra que enviar una maqueta…, que Epic convirtió en disco de inmediato  para disgusto del solitario creador. Habían pasado dos años pero todo el mundo seguía escuchando el ‘More tan a feeling’, pues seguía en listas. Entonces salió ‘Don´t look back’, segundo de Boston, que contenía nuevamente piezas magníficas, pero ‘sólo’ vendió más de siete millones de copias y colocó número 1 al tema homónimo. Tom Sholz les dijo a los ejecutivos que ese ‘mal’ resultado se debía a que las canciones no estaban perfectamente terminadas. 
Discusiones, contratos, amenazas, managers aprovechados…, todo hace que el creador perfeccionista retrase más y más la entrega de lo que ha de ser el tercer elepé, pues no quería que se publicasen canciones ‘sin terminar’. Al final, Tom y Brad, cabezas de la banda, deciden cambiar de discográfica y firman con MCA, con la que lanzan ‘Third stage’ después de retocar, regrabar, modificar, arreglar, reajustar y refinar hasta la saciedad cada pieza, ¡en 1986!, ocho años después del álbum anterior. El sonido era el de siempre y las canciones excelentes, pero tuvo ‘peores’ resultados, ‘sólo’ menos de tres millones de discos y poco tiempo en el número uno…
Para el cuarto disco no contaría con Brad Delp que, cansado de la tiranía artística de Tom, abandonó la banda. Éste contrató a otro vocalista y, ya en 1994, otros ocho años después del anterior, lanzó su cuarto álbum, ‘Walk on’. Habían pasado dos décadas, ya eran los noventa y los gustos habían mutado, pero Boston seguía teniendo algo, el público los mantenía en su memoria, así que no les resultó difícil vender por encima del millón.
De todos modos, a Sholz no le afectaba el momento, sino que seguía trabajando y trabajando en su sótano para dar forma a otro elepé, para el que regresaría el vocalista de siempre, Bradley Delp. Eso sí, hubo que esperar otros ocho añazos para que se publicara, en 2002, ‘Corporate America’. No entró entre los diez primeros de las listas y no llegó al millón de ejemplares vendidos a pesar de que, nuevamente, contenía canciones sobresalientes y un sonido tan potente como siempre. Es, en todo caso, su último disco, ya que ‘Life, love & hope’, publicado en 2013, está hecho de tomas antiguas. Y Brad Delp se suicidó en 2007.
Cinco elepés en más de cuarenta años de carrera. Sin duda puede calificarse a Boston como el grupo más lento de la historia del rock. Pocos discos, pero desbordan tanta calidad y carisma que son más que suficientes.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 2 de octubre de 2019

ALÍ BABÁ, PRESIDENTE DE LAS FEDERACIONES DE ATLETISMO Y FÚTBOL, Y DEL COI

Por qué llevar un Mundial de Atletismo a donde no interesa lo más mínimo. Porque pagan por ello


Excepto en el terreno estrictamente deportivo, el Mundial de Atletismo Doha 2019 no sólo es un continuo despropósito, sino una muestra evidente de la corrupción absoluta que impera en los grandes estamentos deportivos. Bien puede afirmarse que tanto la Federación Internacional de Atletismo como la de Fútbol o el Comité Olímpico Internacional tienen el mismo jefe y consejo directivo: Alí Babá y los Cuarenta Trincones
En realidad todo centro de poder, ya sea local, nacional o internacional, es también un centro de corrupción. No hay que olvidar esa máxima que dice ‘el poder corrompe’ y que se cumple a rajatabla independientemente de que el poder sea mucho o poco. Por eso no puede extrañar que las grandes organizaciones deportivas internacionales acumulen denuncias, evidencias y detenciones por las infinitas y variadísimas corruptelas de la mayoría de quienes las integran (hay que suponer que habrá alguien que no esté pringado, ¡que ya es suponer!).
El Mundial de Atletismo de Doha, excepto en lo estrictamente deportivo, es una calamidad, un bochorno que provoca vergüenza ajena. Para los anales quedarán las carreras de largo aliento que se celebran fuera del estadio, marcha y maratón, que han tenido que disputarse de madrugada, ya que a otra hora las condiciones serían más que peligrosas, y aun así se han visto abandonos multitudinarios, marcas y registros malísimos o atletas retirados en silla de ruedas a mitad de carrera; además, lógicamente, a las dos de la madrugada apenas hay público; “resultaba descorazonador que hubiera más jueces que espectadores” dijo un atleta.
Lo de la ausencia de espectadores y la apatía de los pocos que acudían al estadio es también bastante desagradable, irritante a veces; así, cuando se celebró la siempre apasionante prueba de los cien lisos, en el estadio no había ni ocho mil personas, peor aún, cuando el ganador comenzó a celebrar su triunfo, más de la mitad ya habían enfilado las salidas. Igualmente, las gradas vacías (a pesar de que tapó con lonas más de la mitad de las plazas) propician que una brillante actuación de un atleta (un lanzamiento larguísimo, un salto estratosférico, una carrera emocionantísima) no levantaran ni el más leve murmullo…, daba la impresión de que los pocos que había estaban para hacer bulto y sin tener idea de qué estaban viendo. Y eso que invitaron a miles de obreros africanos y asiáticos a presenciar las pruebas en el estadio, y que las taquillas no estaban abiertas, y que prácticamente hubo entrada libre desde el tercer o cuarto día de competición. En resumen, el atletismo interesa tanto en Catar como las carreras de camellos en Europa.
Pringados hasta las cejas, preocupados exclusivamente por llevarse su parte, los que rigen las organizaciones deportivas internacionales las han convertido en empresas que venden un producto y se rigen por parámetros estrictamente  empresariales, lo que implica que el producto se venda al mejor postor, al que más pasta ponga encima de la mesa. El inolvidable velocista estadounidense Michael Johnson dijo: “Sebastian Coe (presidente de la Federación Internacional de Atletismo) está lleno de mierda”, afirmación más que contrastada y que se queda más bien corta, ya que están impregnados no sólo el presidente, sino la práctica totalidad de los que integran su camarilla directiva. De otro modo no se puede entender que se haya llevado el Mundial de Atletismo a un lugar donde no existe la mínima tradición, donde las condiciones climáticas son contrarias a los atletas y donde el atletismo no interesa lo más mínimo; y, por si fuera poco, allí rige un absolutismo dictatorial y discriminatorio. Y que se hayan relajado sus costumbres para la ocasión no oculta todo lo que pasa allí a diario con las mujeres, los homosexuales, los disidentes o los obreros inmigrantes.     
Por otro lado, si no hubo problema a la hora de pagar lo que fuese para conseguir la sede de este Mundial, no lo iba a haber para tratar de deslumbrar al público televisivo (que es en realidad lo único que interesa a los dueños de Catar); por eso, dentro del estadio había aire acondicionado (cosa que no debe ser barata), y por eso las presentaciones de las finales se hacen en unas carísimas y vistosas pantallas, y por eso se ofrecen gráficos y datos muy novedosos, y la pista es fantástica, y los juegos de luces son espectaculares, y no hay problemas de transporte de atletas ni de recursos ni de ‘voluntarios’. En fin, si sólo cuesta pasta, no hay problema para los jeques, y como un mundial de lo que sea se puede comprar…
Pero, en realidad, este calamitoso Mundial de Atletismo (excepto en lo puramente deportivo) no es una excepción sino la regla. En las últimas décadas se ha hecho evidente que el Comité Olímpico Internacional atiende exclusivamente a cuestiones dinerarias a la hora de designar sede para los Juegos; no pocos de sus integrantes han sido acusados y, tras quedar demostrada la venta de su voluntad, condenados por corrupción. Esa codicia, esa visión estrictamente empresarial del COI es indiscutible cuando se comprueba que no se han tenido en cuenta otros parámetros que los económicos a la hora de designar sede. Y también cuando anuncian nuevos ‘seudodeportes’ para próximos programas olímpicos, como el monopatín o los mal llamados ‘e-sports’, que no son deportes sino competiciones no deportivas…, salvo que se admita el ‘sillón-vol como deporte; como pretexto, estos figurones aseguran que su intención con estas inclusiones es atraer al público juvenil, cuando lo único que quieren atraer es pasta a sus cuentas (¡lo que pagarían las empresas de vídeo juegos para entrar en los JJ OO!).
Y si se habla de las federaciones internacionales de fútbol (la europea, la americana, la africana, la mundial…) el olor a corrupción resulta insoportable, nocivo para la salud. Raro es el año que no aparecen en la prensa casos  escandalosos y demostrados de corruptelas, cohechos, sobornos que afectan directamente incluso a los más altos jerifaltes de cada organización. Evidente y comprobada fue la venta del Mundial de Fútbol de Rusia 2018, e incontestable es que Catar será sede del próximo Mundial de Fútbol 2022 porque puso más parné que nadie encima de la mesa.
El poder corrompe siempre. En mayor o menor medida, pero siempre acaba por descomponer la integridad de la persona. Siempre. Y da igual que el poder sea político, económico o deportivo. Quien tiene poder será corrupto, inevitablemente. Lógicamente, a más poder mayor corrupción. Y cuanto más tiempo se ostente el poder más profundamente ahondará la inmoralidad. Los que manejan los hilos del deporte tienen mucho poder y llevan muchos años, por lo que todos terminan llamándose Alí Babá y los Cuarenta…
CARLOS DEL RIEGO