Aunque no fuera esa su intención,
Bartolomé de las Casas se convirtió en el más dañino, eficaz y duradero enemigo
de España ‘gracias’ a su obra ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’
(1552). Todos los enemigos de la potencia entonces dominante utilizaron tal
libelo para compensar su envidia, sobre todo ingleses, holandeses y franceses.
Increíblemente hoy sigue teniéndose como referencia histórica (incluso para
muchos españoles) a pesar de las evidencias que demuestran que ese libro es una
sucesión de mentiras
No hay actualmente ningún historiador,
autor o especialista mínimamente riguroso que no señale como una variada
exposición de mentiras, exageraciones y falsedades la ‘Brevísima’ de Bartolomé
de las Casas (1474 u 84-1566). Fijándose en las más evidentes es incomprensible
que aún haya criaturas que le den credibilidad y lo señalen como un historiador
fiable; de hecho, todos los expertos en el asunto le niegan cualquier valor
historiográfico.
Para empezar, el fraile luego obispo
dejó escrito que los indios eran seres mansos que desconocían la violencia y se
asombraban ante la de los conquistadores. Es absolutamente imposible que de las
Casas no supiera que todos los pueblos de América estaban entonces en peramente
guerra unos con otros; es imposible que no supiera de las redadas que daban los
reinos dominantes contra los dominados en las que secuestraban hombres y
mujeres; no es posible creerse que este señor, que estaba allí entonces, no
supiera de los fines de esos secuestros (decenas de miles al año): esclavitud
(sexual en el caso de las mujeres), sacrificios en los que se arrancaba el
corazón a la víctima en vivo para ofrecerlo a los dioses, y finalmente la
antropofagia, práctica muy habitual en Mesoamérica. No hay forma de que fray
Bartolomé desconociera todo esto; es como si un historiador estadounidense de
los años sesenta no supiera nada de la guerra de Vietnam… Es decir, ocultó deliberadamente
una gran parte de la verdad, lo que convierte lo que cuenta en una gran
mentira.
Embustes de tamaño cósmico son sus
narraciones de las atrocidades y matanzas. Cuando un cronista narraba un hecho
aportaba datos y detalles; por ejemplo ‘llegamos a una aldea que llamaban tal,
era el día de tal (de San Lorenzo, de la Ascensión de Nuestra Señora, de
Pascua, de Adviento…), íbamos al mando de tal (Cortés, Alvarado, Olid…), llovía
mucho o hacía mucho calor, el cacique del pueblo se llamaba tal… Así lo
hicieron todos los que vivieron y escribieron de primera mano sobre aquellos
sucesos, desde Bernal Díaz del Castillo hasta fray Toribio de Benavente
(Motolinía), pasando por Bernardino de Sahagún o el propio Hernán Cortés en sus
‘Cartas de relación’ dirigidas al emperador Carlos. Como es lógico, cuando
alguien narra un hecho nunca deja de aportar ese tipo de datos y referencias.
Sin embargo, a pesar de que de las Casas suele comenzar la ‘descripción’ de las
matanzas con un rotundo “Yo vide”, es decir, “yo vi”, jamás señala dónde
sucedió ni una sola de esas masacres, ni el pueblo ni la región ni sobre qué
tribu o poblado se perpetró; igualmente ni una sola vez especifica cuándo, en
qué fecha o temporada o estación del año vio aquello; nunca precisa quién fue
el capitán que ordenó la escabechina ni proporciona ni un solo nombre de
soldado, de fraile o de español que estuviera allí o tomara parte en el
episodio que cuenta… Ni tampoco subraya quiénes eran los indios aliados que
iban en la expedición, pues cualquier contingente de españoles viajaba siempre
acompañado por cientos o miles de indios enemigos de los aztecas. Es, en fin,
absolutamente incomprensible e increíble que se presente como testigo ocular y
no sea capaz de especificar ni un solo detalle acerca de quién, cuándo o dónde.
La conclusión es que no presenció nada, sino que se limitó a soltar mentira
tras mentira, confiando en que nunca nadie lo descubriría.
Y como suelen hacer todos los
mentirosos, a veces suelta mentiras innecesarias. Por ejemplo cuando afirmó que
“en la isla la Española hay más de treinta mil ríos, doce de ellos tan
caudalosos como el Duero, el Guadalquivir o el Ebro”. Esto es una trola
monstruosa que no tiene ningún sentido, puesto que en esa isla (ocupada hoy por
Haití y República Dominicana) no hay ni un centenar de ríos contando arroyos y
cursos no permanentes. Y el más largo, el Artibonito, es un tercio del Duero y
su caudal es alrededor de la séptima parte del río castellano. ¿Por qué se
inventaría de las Casas una patraña semejante?..., sobre todo teniendo en cuenta
que no apoyaba ninguna de sus afirmaciones y no tenía necesidad de explicar la
hidrografía de la isla. Es la típica trola de un embustero terco y pertinaz que
no puede dejar de mentir.
En cuanto a la cantidad de muertos,
comienza señalando doce millones, luego lo eleva a quince millones y finalmente
afirma que los españoles mataron con sus lanzas y espadas a unos veinticinco
millones de indios (si el fraile trolero hubiera vivido más habría elevado la
cifra a cientos de millones). Ni con ametralladoras ni con cámaras de gas, ni
dedicando todo el día a matar podrían haber alcanzado tales cantidades. Además,
el hecho de que en lo que fue la América Hispana la población de indios y
mestizos esté hoy entre el 75% y el 90% desdice las afirmaciones de Fray Mentira.
Y por último, si se dedicaron a matar, ¿por qué construir más de mil
hospitales, otros tantos colegios, cincuenta universidades…?, todo abierto a
indios, españoles y mestizos, como indican los estatutos de fundación de cada
centro.
Asimismo, Bartolomé de las Casas se
comportó de un modo hipócrita y despectivo con los indios. Jamás se fue a convivir
con ellos a sus poblados, nunca se interesó por aprender sobre las culturas,
sus historias, sus costumbres, sus idiomas; al contrario, cuando viajaba (según
otros cronistas contemporáneos que sí dan datos de cuándo, quién y dónde)
llevaba no menos de una docena de indios porteadores para su gran equipaje
(“viajaba como un marqués, como un gran señor”, dijo de él Motolinía) y luego
ni siquiera les pagaba ni un céntimo. Además, de las Casas pidió por escrito al
emperador que trajera negros de África para aliviar el trabajo de los indios…
Todo esto es innegable, evidente,
indiscutible. Y aun así existen muchas personas (incluyendo españoles) que lo
citan como si fuera un historiador riguroso y fiable. En realidad de las Casas fue
un gran embustero, falsario y manipulador, no un historiador. Fueran cual
fueran sus intenciones, el fin no justifica los medios.
CARLOS DEL RIEGO
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