viernes, 6 de junio de 2025

BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, EL EMBUSTERO MÁS ACEPTADO DE LA HISTORIA

 


 Bartolomé de las Casas mintió (como en casi todo) al ocultar los sacrificios humanos, la esclavitud o el canibalismo que había en América

Aunque no fuera esa su intención, Bartolomé de las Casas se convirtió en el más dañino, eficaz y duradero enemigo de España ‘gracias’ a su obra ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’ (1552). Todos los enemigos de la potencia entonces dominante utilizaron tal libelo para compensar su envidia, sobre todo ingleses, holandeses y franceses. Increíblemente hoy sigue teniéndose como referencia histórica (incluso para muchos españoles) a pesar de las evidencias que demuestran que ese libro es una sucesión de mentiras   

 

No hay actualmente ningún historiador, autor o especialista mínimamente riguroso que no señale como una variada exposición de mentiras, exageraciones y falsedades la ‘Brevísima’ de Bartolomé de las Casas (1474 u 84-1566). Fijándose en las más evidentes es incomprensible que aún haya criaturas que le den credibilidad y lo señalen como un historiador fiable; de hecho, todos los expertos en el asunto le niegan cualquier valor historiográfico.

 

Para empezar, el fraile luego obispo dejó escrito que los indios eran seres mansos que desconocían la violencia y se asombraban ante la de los conquistadores. Es absolutamente imposible que de las Casas no supiera que todos los pueblos de América estaban entonces en peramente guerra unos con otros; es imposible que no supiera de las redadas que daban los reinos dominantes contra los dominados en las que secuestraban hombres y mujeres; no es posible creerse que este señor, que estaba allí entonces, no supiera de los fines de esos secuestros (decenas de miles al año): esclavitud (sexual en el caso de las mujeres), sacrificios en los que se arrancaba el corazón a la víctima en vivo para ofrecerlo a los dioses, y finalmente la antropofagia, práctica muy habitual en Mesoamérica. No hay forma de que fray Bartolomé desconociera todo esto; es como si un historiador estadounidense de los años sesenta no supiera nada de la guerra de Vietnam… Es decir, ocultó deliberadamente una gran parte de la verdad, lo que convierte lo que cuenta en una gran mentira.

 

Embustes de tamaño cósmico son sus narraciones de las atrocidades y matanzas. Cuando un cronista narraba un hecho aportaba datos y detalles; por ejemplo ‘llegamos a una aldea que llamaban tal, era el día de tal (de San Lorenzo, de la Ascensión de Nuestra Señora, de Pascua, de Adviento…), íbamos al mando de tal (Cortés, Alvarado, Olid…), llovía mucho o hacía mucho calor, el cacique del pueblo se llamaba tal… Así lo hicieron todos los que vivieron y escribieron de primera mano sobre aquellos sucesos, desde Bernal Díaz del Castillo hasta fray Toribio de Benavente (Motolinía), pasando por Bernardino de Sahagún o el propio Hernán Cortés en sus ‘Cartas de relación’ dirigidas al emperador Carlos. Como es lógico, cuando alguien narra un hecho nunca deja de aportar ese tipo de datos y referencias. Sin embargo, a pesar de que de las Casas suele comenzar la ‘descripción’ de las matanzas con un rotundo “Yo vide”, es decir, “yo vi”, jamás señala dónde sucedió ni una sola de esas masacres, ni el pueblo ni la región ni sobre qué tribu o poblado se perpetró; igualmente ni una sola vez especifica cuándo, en qué fecha o temporada o estación del año vio aquello; nunca precisa quién fue el capitán que ordenó la escabechina ni proporciona ni un solo nombre de soldado, de fraile o de español que estuviera allí o tomara parte en el episodio que cuenta… Ni tampoco subraya quiénes eran los indios aliados que iban en la expedición, pues cualquier contingente de españoles viajaba siempre acompañado por cientos o miles de indios enemigos de los aztecas. Es, en fin, absolutamente incomprensible e increíble que se presente como testigo ocular y no sea capaz de especificar ni un solo detalle acerca de quién, cuándo o dónde. La conclusión es que no presenció nada, sino que se limitó a soltar mentira tras mentira, confiando en que nunca nadie lo descubriría.

 

Y como suelen hacer todos los mentirosos, a veces suelta mentiras innecesarias. Por ejemplo cuando afirmó que “en la isla la Española hay más de treinta mil ríos, doce de ellos tan caudalosos como el Duero, el Guadalquivir o el Ebro”. Esto es una trola monstruosa que no tiene ningún sentido, puesto que en esa isla (ocupada hoy por Haití y República Dominicana) no hay ni un centenar de ríos contando arroyos y cursos no permanentes. Y el más largo, el Artibonito, es un tercio del Duero y su caudal es alrededor de la séptima parte del río castellano. ¿Por qué se inventaría de las Casas una patraña semejante?..., sobre todo teniendo en cuenta que no apoyaba ninguna de sus afirmaciones y no tenía necesidad de explicar la hidrografía de la isla. Es la típica trola de un embustero terco y pertinaz que no puede dejar de mentir.

 

En cuanto a la cantidad de muertos, comienza señalando doce millones, luego lo eleva a quince millones y finalmente afirma que los españoles mataron con sus lanzas y espadas a unos veinticinco millones de indios (si el fraile trolero hubiera vivido más habría elevado la cifra a cientos de millones). Ni con ametralladoras ni con cámaras de gas, ni dedicando todo el día a matar podrían haber alcanzado tales cantidades. Además, el hecho de que en lo que fue la América Hispana la población de indios y mestizos esté hoy entre el 75% y el 90% desdice las afirmaciones de Fray Mentira. Y por último, si se dedicaron a matar, ¿por qué construir más de mil hospitales, otros tantos colegios, cincuenta universidades…?, todo abierto a indios, españoles y mestizos, como indican los estatutos de fundación de cada centro.   

 

Asimismo, Bartolomé de las Casas se comportó de un modo hipócrita y despectivo con los indios. Jamás se fue a convivir con ellos a sus poblados, nunca se interesó por aprender sobre las culturas, sus historias, sus costumbres, sus idiomas; al contrario, cuando viajaba (según otros cronistas contemporáneos que sí dan datos de cuándo, quién y dónde) llevaba no menos de una docena de indios porteadores para su gran equipaje (“viajaba como un marqués, como un gran señor”, dijo de él Motolinía) y luego ni siquiera les pagaba ni un céntimo. Además, de las Casas pidió por escrito al emperador que trajera negros de África para aliviar el trabajo de los indios…        

 

Todo esto es innegable, evidente, indiscutible. Y aun así existen muchas personas (incluyendo españoles) que lo citan como si fuera un historiador riguroso y fiable. En realidad de las Casas fue un gran embustero, falsario y manipulador, no un historiador. Fueran cual fueran sus intenciones, el fin no justifica los medios.  

 

CARLOS DEL RIEGO

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