miércoles, 29 de julio de 2020

LOS VERDADEROS GENOCIDAS FUERON EL GOBIERNO Y LA POBLACIÓN DE EE UU

El gobierno de EE UU también pagaba por exterminar búfalos para matar de hambre a los indios. La foto (1892) muestra una montaña de cráneos de búfalo


Continúan en Estados Unidos derribando estatuas y mintiendo reiteradamente acerca de los verdaderos responsables del genocidio de los indios norteamericanos. Así, culpan a personas que vivieron hace cuatro o cinco siglos de crímenes que sucedieron mucho después, de hecho, cuando se perpetraron las grandes y continuadas masacres sólo había estadounidenses e indios entre México y Canadá
Alguien dijo que la mentira no se combate sólo con la verdad, sino que antes de hacerla evidente hay que desenmascarar las razones por las que se miente. En Estados Unidos se viene mintiendo acerca de racismo y genocidio desde hace mucho, ¿por qué?, la respuesta es fácil: aunque es evidente que hubo un exterminio sistemático y financiado por el gobierno estadounidense, la mentalidad del WASP (blanco, anglosajón, protestante) jamás admite culpa, sino que busca sistemáticamente un culpable, un cabeza de turco al que acusar de sus crímenes. Esa es la causa principal de su mentira, sacudirse la culpa. Es característico del blanco protestante puritano: jamás admitir un delito que ponga en duda su superioridad moral, su supremacismo ético y genético.
Que las masas descerebradas, ciegas y violentas se lancen a romper creyéndose la trola es hasta cierto punto comprensible (la masa no piensa), lo que resulta difícil de descifrar es que universidades, historiadores y expertos no tengan interés en explicar la verdad. Esa complicidad en la mentira, ese silenciar los hechos comprobables sólo puede entenderse como esencia WASP (white, anglo-saxon, protestant), algo de lo que no pueden desprenderse como tampoco de su complejo de superioridad.
No será preciso convencer a nadie de que el racismo fue ley en Estados Unidos hasta los años sesenta del siglo XX, ni que hasta ese momento se ahorcaba, apaleaba o quemaba a los negros a la luz del día, ni que los fundadores del país (Jefferson, Washington o el mismo Lincoln) poseían esclavos, ni que existió el Ku Klux Klan y otros grupos supremacistas de blancos, protestantes y anglosajones que mantuvieron esa ‘tradición’. Sin embargo, contra quienes cargan ahora es contra personajes históricos españoles, a los que acusan del exterminio de los apaches, comanches, kiovas, navajos…, a pesar de que cuando se produjeron las matanzas ya existía Estados Unidos y allí no quedaba un solo español.
Cuando EE UU se anexionó California (en 1848), lo primero que hizo el senado fue anular todos los derechos de propiedad que, hasta ese momento, tenían los indios de aquel territorio. Entre los escasos historiadores que se han atrevido a decir la verdad está Benjamin Madley, que en 2016 publicó ‘An american genocide’, en el que señala: “Cientos de lugares en los que se mató indios manchan California (…) Individuos, grupos privados, milicias del estado, soldados del ejército de Estados Unidos llevaron a cabo estos crímenes, en apariencia para proteger a los no indios o para castigarlos por sus presuntos crímenes. Pero los responsables sólo buscaban la aniquilación de los indígenas entre 1846 y 1873”; se calcula que entre esos años los indios de California pasaron de 150.000 a 30.000. El congreso admitió una serie de medidas legales que incluían la transferencia “de grandes extensiones de tierra de los indios a los no indios y al gobierno del nuevo Estado”. Un congresista dijo:”La ley española garantizaba a los indios sedentarizados el derecho a la propiedad de la tierra que ocupaban más allá de lo que está permitido por este gobierno”. Son palabras de John Fremont, que da nombre a ciudades y colegios y no le faltan estatuas.
En todo el territorio estadounidense se produjo la persecución y matanza subvencionada. Se vendían bonos del estado para financiar expediciones de exterminio. El periódico Daily Alta California publicó en enero de 1851: “Como no hay más oeste a donde se les pueda expulsar, el gobierno y el pueblo de California no tiene más que una alternativa en relación con los supervivientes de lo que fueron tribus numerosas, a saber, exterminio o domesticación”. Hay muchos editoriales y artículos similares en la prensa de la época. En marzo de 1853 el senador de Arkansas explicó en el senado: “Quince mil indios californianos han perecido de absoluta inanición durante esta estación”. Habían sido empujados a las tierras más pobres, continuamente atacados y siempre huyendo, con lo cual no podían cultivar.
Lo de cortar cabelleras parece que fue un ‘invento’ para no tener que cargar con la cabeza del indio, que debía ser presentada para cobrar la recompensa (el primer documento donde se habla de esta práctica es holandés, de 1641). Esta barbaridad se hacía abiertamente, presumiendo incluso, era legal y muy bien vista. Ya consta que el asentamiento inglés de Massachussetts (1628) pagaba 40 libras por cabellera de adulto y 20 por la de mujer o niño. Hacia 1700 el precio había subido a 100 libras; muchos hicieron fortuna así, como uno que montó una industria sobre la cabellera india y llegó a contar con cincuenta trabajadores.
En California está la Universidad Stanford, fundada por un empresario y político llamado Leland Stanford. Empezó su fortuna construyendo el ferrocarril, para lo que se trajo mano de obra esclava de China; los ‘importados’ pagaban el viaje, herramienta, alojamiento y víveres con lo que ‘ganaban’ construyendo vías, pero no cobraban en dinero sino en vales sólo canjeables en la tienda de la compañía de Stanford (este trabajo no lo quería ningún blanco, ninguno). Evidentemente, jamás salían de esa situación de esclavitud. Luego, en 1870, cuando casi no había trabajo, los chinos fueron perseguidos y muchos linchados en plena calle. No tenían derecho a denunciar, ni siquiera a testificar. Cuando fue senador propuso y sacó adelante una ley para impedir que ningún chino pudiera tomar nacionalidad estadounidense, y para prohibir la llegada de más chinos. También prohibían las leyes casarse con gentes de otras razas, e incluso tener relaciones sexuales con ellas era delito. Stanford hablaba en la cámara de “razas inferiores”, de “pueblos degradados”. El tal Stanford (racista hasta la médula, despiadado, criminal, político) no sólo tiene una universidad con su nombre, sino que estatuas y placas lo recuerdan como benefactor.  
Son sólo algunas pequeñas muestras, porque si la búsqueda se amplía a otros estados serían precisas miles de páginas (recomendable la película ‘Soldado azul’). Pues a pesar de las pruebas documentales y evidencias concluyentes, los blancos protestantes anglosajones siguen culpando a otros del genocidio que ellos perpetraron.
Lo próximo será decir que Colón montó el Ku Klux Klan, que fray Junípero Serra exterminó tribus indias, que Cortés mató a Kennedy o que Oswald era de Albacete. La prioridad del estadounidense blanco protestante es aparecer siempre como el bueno, y que el malo culpable sea siempre otro.    
CARLOS DEL RIEGO
(Con información tomada de la obra ‘Fracasología’, de Mª Elvira Roca Barea)

domingo, 26 de julio de 2020

ALGUNOS GESTOS Y MOVIMIENTOS TÍPICOS DE ESTRELLAS DEL ROCK

Sólo es preciso verlo bailar para saber de quién se trata
No es necesario ver el rostro, ese paso es identificativo


El concierto de rock tiene su liturgia, sus ritos. Y entre ellos están los gestos y movimientos que un día empezó a hacer alguno de los pioneros y, a fuerza de repetirlo, terminó por reconocerse como algo propio del artista, como otra marca de identidad. Por ejemplo, los caderazos de Elvis, el paso del pato de Chuck Berry o el brazo como aspa de molino tan propio de Pete Townshend 
Si se tapa el rostro del músico y se quita el sonido, pero se ve cómo ejecuta alguno de esos pasos que con el tiempo se han convertido en seña de identidad, cualquier aficionado lo reconocería. Son en realidad formas personales de convertir el rock & roll en movimiento, y el público siempre las espera y las agradece. Forman parte del ‘show’ y han sido imitados hasta el infinito.
Todos los ademanes, aspavientos o posturas de Evis Presley han sido estudiados e imitados por sus ‘impersonators’, sus imitadores. Entre los pasos de baile más fáciles de reconocer de toda la historia del rock están, sin la menor duda, los caderazos de Elvis. En la segunda mitad de los cincuenta del siglo pasado el rey dio a conocer a todo Estados Unidos esos giros de cadera imposibles; nunca se había visto nada igual, nadie sabía qué significaban ni por qué lo hacía, así que fueron entendidos como algo sucio, ofensivo para muchos, como demuestra el hecho de que en su primera aparición en el programa de Ed Sullivan se prohibió filmar de cintura para abajo. Un periódico de Nueva York, el Heradl Tribune, dijo sobre ese modo de bailar: “…indescriptiblemente vulgar y sin el menor talento”; otros dijeron que era igual que un striptease. Todo comenzó en 1954, en una de sus primeras actuaciones: estaba tan nervioso que su pierna empezó a temblar, así que él trató de coordinar esos temblores con el ritmo, y luego los amplió a la cadera; cuentan que las chicas empezaron a gritar desaforadamente, tanto que él pensó que lo estaban abucheando; al acabar preguntó por qué los gritos, y le contestaron que eran las jovencitas enloquecidas con sus movimientos.  El resto es más que conocido.
Caminar con las piernas flexionadas y moviendo la cabeza de delante atrás mientras se toca la guitarra…, sí, es el ‘paso del pato’ de Chuck Berry. En realidad, además de ese ‘paso’, Berry solía alegrar a su audiencia con otros movimientos que todo aficionado reconocería en el acto. Él mismo contaba: “Actuando en Nueva York se me ocurrió hacer aquello, y un periodista lo describió así, ‘el paso del pato’. En realidad ese movimiento empecé a hacerlo cuando era niño, porque vi que mi familia lo encontraba divertido. Un día se me ocurrió hacerlo en escena y comprobé que a la gente le encantaba, por lo que se convirtió en parte del show”.
También se han vuelto imprescindibles en sus conciertos los ‘pasitos’ como pisando huevos de Mick Jagger; aun hoy, 26 de julio de 2020, día de su 77 cumpleaños, es capaz de hacerlo. “Es muy halagador que aquellos movimientos que empecé a hacer en los años sesenta siguieran siendo reconocibles y aplaudidos en los setenta, ochenta…, hasta hoy. Es casi como una conexión entre varias generaciones”, explicó el solista de los Stones.
¿Quién no se quedó pasmado la primera vez que vio cómo los ZZ Top hacían girar sus guitarras 360 grados? La primera vez que se vio fue en el vídeo de su tema ‘Legs’ (1984), y gustó tanto  que, a partir de entonces, no dejaron de incorporar este número a todos sus conciertos (incluso lo exhiben en su escena de la película ‘Regreso al futuro III).La cosa tiene su historia; Bill Gibbons le envió, desde Escocia, unas pieles de oveja al constructor Dean Zelinsky para que les hiciera unas guitarras a medida y recubiertas de esa lana; luego, además, un técnico ideó un dispositivo para hacerlas girar sin esfuerzo: colocó un soporte en la parte posterior de la guitarra unido a las correas por unos ganchos. Al parecer, hacerlas girar tan rápido, tan coordinadamente y de modo tan preciso requiere muchas horas de práctica… ¿y guitarras recubiertas de lana? 
Otro gesto identificativo es ese en el que el guitarrista rasga las cuerdas moviendo su brazo como aspa de molino. Como es sabido, The Who no reparaba en nada cuando de ofrecer espectáculo se trataba, y por eso eran capaces de destrozar su propio equipo: lo que sea por el ‘show’. Pete Townshend explicó cómo empezó el asunto: “Tocábamos de teloneros de los Rolling Stones y, nada más empezar ellos, vi cómo Keith Richards hacía ese movimiento de molino sobre las cuerdas de su guitarra; pensé que era genial y parte de su estilo, de su forma de tocar. Sin embargo, un par de semanas después, en Londres, cuando también abríamos para ellos, estuve todo su concierto observándolo, esperando que repitiera aquel gesto, pero no, nunca más volvió a hacerlo”. Así que Pete lo convirtió en algo propio y lo ‘perfeccionó’; pero no es un aspaviento fácil, de hecho, Townsend  ha contado que muchas veces terminó con los dedos ensangrentados de tanto molinete…
Hay muchos más gestos característicos, como el palmo de lengua que Gene Simmons, de Kiss, es capaz de sacar y menear durante minutos (muchas veces la saliva gotea como un grifo); hoy se enseña lengua casi en cada concierto. También es típico eso de tocar la guitarra con los dientes o colocándola tras la cabeza, posturas que nadie había visto hasta que llegó Jimi Hendrix; lo malo es que murió tan pronto…Jerry Lee Lewis aporreaba las teclas encaramado al piano. Angus Young, AC DC, es capaz de tocar sacudiéndose espasmódicamente y pateando violentamente: “Pura excitación” explicaba él.
Ritos y gestos que son ya protocolarios e identificativos. También de esto hay en el rock & roll.  
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 22 de julio de 2020

TRIUNFADORES EN LA DERROTA EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS

Dorando Pietri es ayudado a entrar en meta por Conan Doyle
Metcalfe vence a Owens en las pruebas estadounidenses de calificación para los juegos (2)
Long y Owens, una amistad de oro


Por estas fechas los atletas estarían ya en la villa olímpica de los Juegos de Tokio 2020, puesto que la inauguración debería ser el 24 de julio, sin embargo, como es sabido y por las causas conocidas, todo se ha aplazado un año. Este retraso puede entenderse como una derrota, ya que un microbio ha conseguido modificar los planes de los humanos. Es buen momento para recordar a algunos atletas que fueron derrotados, pero no por ello perdieron la gloria, es más, de algún modo en su derrota hay triunfo. Es de justicia reconocerlos con la misma admiración que los que sí vencieron
Parecen las corrientes buenas fechas para hablar de Juegos Olímpicos, pero desgraciadamente no se habla de los que deberían comenzar en Tokio, pospuestos (derrotados) por un virus. Pero ciñéndose a los Juegos, la realidad es que ha habido muchos más derrotados que triunfadores, sin embargo algunos de los que no triunfaron entraron en esa leyenda romántica de quien fue maltratado por la fortuna. De todos ellos, tres nombres merecen ser recordados: el italiano Dorando Pietri, el estadounidense Ralf Metcalfe y el alemán Luz Long, atletas vencidos pero merecedores del oro olímpico.
Dorando Pietri es tal vez el más conocido de las tres. Fue hace nada menos que 112 años, en los Juegos de Londres 1908. La prueba del maratón (cuya distancia se fijó aquí) ya tenía gran prestigio y por eso levantó enorme  expectación. Tras una carrera de menos a más, el menudo fondista italiano Dorando Pietri empezó a perder la cabeza unos kilómetros antes de llegar al estadio. Justo antes de entrar se quedó sin energía, ya dentro cayó exhausto, aturdido, desorientado…, tanto que se puso a correr erráticamente y en dirección contraria a la meta. El público (que siempre admira y valora el esfuerzo del atleta) le gritaba que diera la vuelta, pero él no se enteraba, viviendo todo el estadio unos instantes de angustia hasta que los jueces le indicaron el camino correcto. Pietri dio la vuelta, pero absolutamente agotado. El estadio contemplaba la escena en un silencio estremecedor e intuyendo la tragedia. Más caminando que corriendo, Pietri caía, se levantaba, caminaba unos metros y volvía a caer; cinco veces se fue al suelo en los últimos setenta metros, tropezando, sin que las piernas le obedecieran, perdido…, hasta que viéndolo incapaz de llegar a meta, los jueces lo sujetaron por los brazos (uno de ellos era el escritor Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes) y lo llevaron hasta la cinta de llegada. Aquella noche estuvo en un punto de morir en el hospital y, lógicamente, fue descalificado. Curiosamente, el aficionado sabe de Dorando Pietri, pero no de Johnny Haynes, el verdadero vencedor. De hecho, al perder de aquel modo (“gané, pero perdí la victoria”, dijo el propio Pietri), su nombre ha pasado a la historia del olimpismo, mientras que si hubiera ganado sin más, estaría tan olvidado como el triunfador.
El velocista estadounidense Ralph Metcalfe posee cuatro medallas olímpicas (1-2-1) logradas en los juegos de Los Ángeles 1932 y Berlín 1936. En los primeros fue segundo en los 100 metros tras su compatriota Eddie Tolan después de interminables deliberaciones de los jueces, pues llegaron a la meta en la misma décima de segundo (10,3) y ninguna foto conseguía separarlos; los árbitros decidieron que ganaría quien antes hubiera pasado por la vertical de la meta todo el torso, pero como Metcalfe era más fuerte su pecho tardó más en pasar, con lo que se quedó sin un oro que sin duda merecía. Peor fue lo de los 200 metros. Quedó tercero, pero se demostró que, debido a un error de los jueces al medir las compensaciones, su calle tenía 201 metros, mientras que la del ganador sólo 198. El potente atleta de Atlanta iba a presentar la reclamación, pero como los tres primeros eran estadounidenses (el segundo fue Simpson), los entrenadores y directivos lo convencieron para que dejara las cosas como estaban, pues si reclamaba, la carrera se repetiría y era posible que no ganaran las tres medallas. Además, le explicaron que era muy joven, que ya ganaría su ansiado oro en los siguientes juegos. Y sí, en Berlín 36 ganó el oro, pero sólo en relevos, puesto que en los 100 lisos tuvo que ceder ante el gran Jesse Owens. Injustamente, increíblemente, un atleta de su talla se quedó sin su mayor anhelo: deseaba por encima de todo que el himno de su país sonara sólo para él. Su nombre apenas destaca en el palmarés olímpico, pero es sin duda uno de los mejores sprinters de su época y, por lo que puede deducirse, fue una gran persona que demostró un admirable espíritu deportivo.
Precisamente Owens, el fabuloso velocista que hizo torcer el gesto a Hitler en aquel Berlín de 1936, estuvo al lado de otro perdedor en el más estricto sentido de la palabra. Luz (Ludwig) Long, un excelente saltador de longitud alemán, era la gran esperanza del Führer para derrotar a aquel hijo de esclavos que recogían algodón. Sin embargo, Long era lo que se dice un buen tipo, por lo que rápidamente se hizo amigo de Jesse Owens. Durante la calificación de salto de longitud, Owens llevaba dos nulos, mientras el alemán ya estaba clasificado para la final. Antes de iniciar la carrera de su último intento, el rubio se acercó al negro y le dijo que no arriesgara y que el último apoyo lo hiciera mucho antes de la tabla de batida, pues sospechaba que los jueces, amenazados por los nazis, querrían echarlo de la prueba a toda costa. Owens así lo hizo y se clasificó sin problemas. Ya en la final, la competencia entre uno y otro puso a todo el estadio en pie varias veces, pues cada salto del chico de Arizona era igualado inmediatamente por el de Leipzig, hasta que en su último intento, el siempre sonriente Owens alcanzó los 8,06 metros. Long, desafiando a los jerarcas nazis, fue el primero en acercarse y felicitar sinceramente a su rival y ya amigo.
Tres años después de los juegos empezó la guerra, y desgraciadamente Long fue abatido en la batalla de San Pietro, Sicilia, en 1943. Al terminar la contienda, Owens fue a visitar a su mujer e hijo a Alemania, y cuenta la leyenda que se encargó de costear parte de la educación del hijo de su amigo. “Todo el oro de mis medallas y trofeos no vale lo que la amistad que hice con Long en aquel momento”, proclamó; también se cuenta que cuando fue encontrado muerto (por cáncer de pulmón en 1980) a su lado había una carta sin terminar dirigida a Erika, la viuda de su amigo. Muchos años después, el Comité Olímpico Internacional distinguió el gesto de Long, concediéndole la medalla Pierre de Coubertin (máximo galardón olímpico fuera del estadio) como paradigma de los valores deportivos. Luz Long ha pasado a la historia como uno de los grandes modelos de espíritu olímpico, deportividad y elegancia en la derrota. Su amistad con Owens era a prueba de nazis.
Tres grandes atletas que fueron derrotados, pero su grandeza en la derrota les mantiene en el olimpo de los dioses del estadio.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 19 de julio de 2020

LA EXTRAÑA ESPECIE DEL BATERÍA CANTANTE Y LOS ÉXITOS QUE LOGRARON ESCONDIDOS AHÍ DETRÁS

Don Henley llevando el ritmo y cantando el tema más universal de Eagles


Para los profanos en la interpretación musical, una de las cosas más difíciles desde un punto de vista puramente físico es cantar a la vez que se toca la batería; así, un brazo hace una cosa y el otro otra, y con cada pierna lo mismo, y además hay que entonar, entrar correctamente, no olvidar la letra, estar atento a cambios, coros… No son mayoría, pero en la corta historia del rock sí que aparecen algunos baterías que son también cantantes solistas, lo demuestran en directo y en ocasiones lograron sonoros éxitos ‘escondidos’ tras bombos y timbales
Cualquiera puede intentarlo: mover cada extremidad por separado y al mismo tiempo cantar. Es extremadamente difícil, exige una coordinación extrema y una enorme concentración para conseguir una eficaz disociación de movimientos. Aun así, algunos baterías se han atrevido a ejercer también, y a la vez, de voz solista. De hecho, enormes éxitos que han traspasado barreras temporales y culturales tienen al percusionista como dueño del micro principal.
Uno de los primeros superventas durante décadas cuya voz solista procedía de detrás de la batería es el recurrente ‘I´m a believer’ de The Monkees. Escrita por Neil Diamond, la versión de The Monkees (un grupo ‘prefabricado’) fue un bombazo instantáneo, número 1 en Estados Unidos el último día de 1966 y más de un millón de copias vendidas a lo largo del siguiente año; desde entonces sigue escuchándose, sigue vendiéndose, sigue sonando. La voz es la del batería del grupo, Micky Dolenz, quien se presentó a las pruebas que se hacían para formar un grupo que diera réplica a los Beatles. Gustó su voz y fue elegido cantante, pero también batería a pesar de que nunca había tomado las baquetas; el propio Dolenz lo recordaba: “Yo me presenté para guitarrista y cantante, y toqué el ‘Johnny B good’ de Chuck Berry, de modo que me llevé una gran sorpresa cuando vinieron y me dijeron que me habían elegido… para batería; entonces respondí: Ok, ¿donde aprenderé? A partir de ese momento me puse a estudiar y practicar”. Como la idea era hacer una serie de televisión en torno al grupo, parece que buscaban imagen más que otra cosa, sin embargo, la ocurrencia de que el cantante fuera el batería dio resultado.
Una de las mejores voces femeninas de la historia del pop fue la de Karen Carpenter, la excelsa cantante de The Carpenters. Dotada con una capacidad fuera de lo común, daba impresión de entonar sin el menor esfuerzo, con una naturalidad encantadora y una musicalidad exquisita. Al comenzar la carrera del grupo, junto a su hermano Richard, Karen era la solista, pero también la baterista; sin embargo, se dieron cuenta de que apenas se la veía allí detrás, sentada y medio tapada por los elementos de percusión, de modo que decidieron que otro tocara la batería y ella se dedicara sólo al micrófono. Aun así no fueron pocas las veces en que Karen demostró que no sólo poseía una voz privilegiada, un rango vocal asombroso y un talento desbordante para el canto, sino que también tenía pulso de gran baterista. Hal Blaine, un músico que tocó con Carpenters, decía que ella “tenía verdadera pasión por los tambores”; tocaba desde niña y aprendió por sí misma redobles, ritmos o secuencias concretas por muy difíciles que fueran. Puede vérsela cantando y machacando parches en temas como ‘Dancing in the street’. 
Casi nadie discutirá que Ringo Starr no tenía lo que se dice una bonita voz ni grandes capacidades canoras. A pesar de ello, el batería de Los Beatles se convierte en solista en algunos de los temas más célebres del cuarteto. Sentado en su banqueta contribuyó decisivamente al sonido y éxito de la banda; hay que tener en cuenta que a principios de los sesenta no existía la figura del batería de pop o rock, es decir, Ringo no tuvo ninguna referencia dentro del género (en realidad igual que sus tres compañeros), de modo que se vio obligado a ir aprendiendo, inventando, probando. Al final, su estilo, su técnica han sido elogiados por otros grandes profesionales del timbal. Él comentó: “Creo que técnicamente no era demasiado bueno, aunque sí que hacía cosas poco convencionales para la época y era capaz de meter cosillas divertidas… No hay que olvidar que yo soy un zurdo que ha tocado siempre con baterías montadas para diestros”. Su voz fue la primera que grabó la eterna ‘With a little help from my friends’ (se acepta que Joe Coquer la cantaba mejor), y eso que durante las sesiones de grabación estuvo a punto de abandonar, pero la ayuda de sus amigos le convenció. ‘Submarino amarillo’ o la deliciosa ‘Octopus garden’ son otros títulos emblemáticos de Beatles en los que Ringo ejerce las dos funciones.
Don Henley sí que tenía una voz limpia, perfectamente modulada, bonita, armónica… El batería de los Eagles, como se demuestra en infinidad de vídeos, tocaba con gran elegancia a la vez que entonaba a la perfección y sin que una cosa perjudicara a la otra. Su fina textura vocal da vida a algunos de los máximos éxitos del grupo, incluyendo el eterno ‘Hotel California’. Como baterista siempre cita a Ringo entre sus principales influencias, y reconoce que de él aprendió que no hace falta ser exuberante para ser bueno. Por desgracia hoy casi nunca toca, pues padece fuertes dolores de espalda que se lo impiden. Una vez habló de la conciliación entre el micro y las baquetas: “La batería me ha ayudado a escribir canciones, me da un sentido del ritmo, me enseña a medir la letra. Cuando en vivo tocaba y cantaba al tiempo, cantaba alrededor de mi forma de tocar…, pero había veces que tocaba a partir de la melodía que cantaba”.     
Gran batería y gran cantante es Roger Taylor, de Queen. Admite influencias de Keith Moon y John Bonham, aunque fue autodidacta. Cuando en directo hace las dos cosas no pierde ni una nota, jamás se sale de tono ni pierde el ritmo. Tiene esa aptitud: “Cantar y tocar la batería nunca me resultó difícil, aunque sé de baterías que tienen problemas si hacen coros a la vez. Cuando tocaba en un grupo en el colegio el cantante se largó justo antes de un concierto, así que no me quedó más remedio que ocuparme de las dos cosas. Desde entonces me resulta muy natural”.
No se puede olvidar a Phil Collins, quien empezó a aporrear parches de niño, tratando de imitar lo que sonaba por la radio y veía en la tele, no tiene una gran voz pero se le reconoce en el acto; también padece problemas de salud que le imposibilitan para sentarse a la batería. Otro gran cantante y batería es Levon Helm, de The Band, muy fino en ambos puestos. En España pueden destacarse dos baterías cantante: Julián Hernández, de los gallegos Siniestro Total, y Macario Pérez, inolvidable voz y toque de los leoneses Cardiacos.
Si alguien quiere comprobar la dificultad de cantar y dirigir el ritmo…
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 15 de julio de 2020

13 DE JULIO DE 1936: SE ENCIENDE LA MECHA DE LA GUERRA

Recreación del asesinato de José Calvo Sotelo, sucedido una semana antes del comienzo de la guerra


Por estas fechas hace 84 años España atravesaba una situación política y social extrema, con violencia callejera casi diaria y casi en cada ciudad, con los políticos a la gresca y gran parte de la población enfrentada abiertamente. El día 13 es asesinado José Calvo Sotelo, líder del partido opositor al gobierno republicano, a manos de policías, dando así ‘el pistoletazo de salida’ a la Guerra Civil Española
Desde meses antes, el general Mola enviaba continuos mensajes al general Franco instándole a que sublevara el ejército ya, inmediatamente. Pero Franco, que podía ser cualquier cosa menos un tonto imprudente, siempre le contestaba “geografía poco extensa”, dando así a entender que el pronunciamiento no contaba con los apoyos suficientes en las capitanías generales, con lo que la intentona fracasaría lo mismo que fracasó la ‘sanjurjada’; es decir, mientras Franco no viera posibilidades de éxito no daría ese paso, no quería verse solo, sin el respaldo necesario en una acción tan arriesgada, nunca correría el riesgo de que su intentona se convirtiera en otro descalabro ridículo (de hecho el golpe fracasó). Y hasta ese día los jefes militares consultados le negaron mayoritariamente su apoyo. Pero el 13 de julio policías legítimos asesinan a José Calvo Sotelo, líder del partido derechista Ceda, con lo que la situación cambió radicalmente; así, muchos de los altos mandos militares que le habían manifestado a Franco su total lealtad a la República ahora estaban indecisos (tal vez esperando a ver cómo iba el golpe para adherirse o rechazarlo), y casi todos los hasta entonces indecisos le prometieron respaldar la acción militar. Y así llegó el 17 de julio. ¿Cómo se llegó a esa situación?
Desde el triunfo del Frente Popular a comienzos de 1936 (los resultados de aquellas elecciones fueron dudosos desde el principio), la situación en toda España era absolutamente caótica. Hay fuentes que señalan que de febrero a julio se habían producido cerca de 300 asesinatos por motivos políticos (casi 250 están documentados); y es que eran diarios los motines, asaltos a comisarías, asesinatos y venganzas, allanamientos sangrientos, palizas a representantes públicos y a simpatizantes de este o aquel partido, manifestaciones y huelgas extremadamente violentas, ataques a centros públicos, linchamientos a la vista de todos, enfrentamientos callejeros entre falangistas y socialistas, entre comunistas y anarquistas, entre sindicalistas y comunistas... El clima era insoportable y así lo denunció Calvo Sotelo en el parlamento en las encendidas sesiones de aquellos días de junio y julio, remarcando sobre todo la absoluta inacción del gobierno, que al no perseguir los desórdenes los estaba alentando. Y a los líderes del Frente Popular no les gustaba la foto que mostraba el líder opositor, quien afirmó allí: “se puede vivir en dictadura o democracia, en república o monarquía..., pero no se puede vivir en la anarquía”, pues el gobierno había hecho total dejación de sus funciones como garante del orden público y permitía todo tipo de violencias, incluso ordenaba no investigar ni detener culpables.
Cada intervención de Calvo Sotelo solía provocar gritos y amenazas, así que cuando presentó los datos de la situación la amenaza se hizo explícita. El que fuera Presidente de la Generalitat Josep Tarradellas contó varias veces que “Pasionaria dijo en una de aquellas turbulentas sesiones: este hombre ha hablado por última vez”. Igualmente el parlamentario socialista Ángel Galarza: “pensando en Calvo Sotelo encuentro justificado el atentado contra su vida”. Y otra vez Dolores Ibárruri: “Hay que arrastrarlos”. Dentro de una de sus últimas intervenciones, el político gallego afirmó tener “anchas espaldas” para soportar lo que le ‘prometían’.
Semanas antes del atentado se cambió a sus escoltas por agentes encargados “de vigilarle”, (alguno masón y abierto partidario del Frente Popular), los cuales también fueron cambiados ante la insistencia del interesado, pero no le asignaron hombres de su confianza. El día 12 de julio es asesinado el teniente Castillo por terroristas falangistas o carlistas, así que algunos de sus amigos organizan (¿habría ya algo planeado?) el asesinato de Gil Robles y Calvo Sotelo. El primero no estaba en Madrid, así que fueron a por el segundo. El aterrador relato de cómo con engaños lo sacaron de su casa de madrugada está minuciosamente explicado en ‘Cómo y por qué mataron a Calvo Sotelo’ de Luis Romero (y en ‘Cara y cruz de la República’, del mismo autor). Al parecer, reticente y desconfiado, el político sólo accedió a salir de su casa al ver a los guardias civiles, al ver los uniformes y coches oficiales; su esposa, de todos modos, le rogaba que no se fuera, pues presentía algo, sin embargo, él la tranquilizó (¿) diciendo “no pasará nada, salvo que estos señores piensen pegarme cuatro tiros”; antes de marchar arrancaron el cable del teléfono. Lo que pasó después está perfectamente documentado: guardias de asalto, guardias civiles, varios militantes del Psoe y el pistolero Luis Cuenca, hombre de confianza de Indalecio Prieto, iban en la camioneta fatídica (la número 17) en la que Cuenca, sentado detrás, le pegó dos tiros en la nuca al diputado; el resto de ocupantes del vehículo ni siquiera miró. Sorprende que aun haya políticos y ciudadanos que aplaudan este asesinato.
Después del crimen, los autores fueron a ver o llamaron a líderes del Psoe para preguntar qué hacer, si entregarse o esconderse, a los que los políticos les dijeron que lo segundo, cosa que dejaron escrito abiertamente en sus memorias, lo que indica cómo era la política en aquella España. Tras el estallido de la guerra algunos de los matarifes obtuvieron puestos de responsabilidad. Al poco del asesinato, integrantes de las Juventudes Socialistas robaron de las oficinas del Tribunal Supremo el escueto informe sobre el atentado. Sea como fuere, ninguno de los asesinos fue nunca siquiera interrogado.
Esa era la atmósfera que se respiraba en las calles españolas aquellos días de 1936. Parecía inevitable que, tarde o temprano, llegara el 17 de julio. Y llegó.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 12 de julio de 2020

‘STAIRWAY TO HEAVEN’ Y ‘BOHEMIAN RHAPSODY’, AÑOS DE TRABAJO CONDENSADOS EN UNOS MINUTOS

Freddie empezó a trabajar 'Bohemian' en 1969, y la terminó en 1975
Dos años de trabajo precisó el clásico de Led Zep


Cuando suenan las canciones que más gustan lo normal es dedicar todo el seso a disfrutarlas, sin más. Son apenas tres, cuatro o seis minutos, sin embargo, rara vez se piensa en todo el tiempo que han necesitado los autores, intérpretes, productores, técnicos…, para condensar meses o años de trabajo en esos escasos minutos. Como en esos dos temas  
Muchas veces se ha acusado al rock & roll de ser simple, fácil de hacer y al alcance casi de cualquiera. Evidentemente no es así. De hecho, todos los profesionales o aficionados que han formado en grupos, grabado y ensayado saben que todo cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Dos títulos ya legendarios, cabeceras de capítulo en el libro del rock, son ‘Stairway to heaven’ y ‘Bohemian Rhapsody’ (seguro que nadie dudará de qué grupos son); el primero dura ocho minutos y el segundo seis, pero ambos precisaron años de trabajo para lograr esa melodía, ese solo, esa guitarra, esas voces que tanto gustan a tanta gente.
A comienzos de 1970 Jimmy Page comenzó a idear el ‘Stairway’; había instalado un pequeño estudio de ocho pistas en una cabaña de su casa, donde probaba y probaba infinitos acordes, armonías y líneas melódicas a la guitarra. Y grababa casi todo en una cassette, de modo que llegó un momento en que comenzó a unir diversos fragmentos. Cuatro meses después, en abril del 70, ya habló a la prensa especializada de una próxima canción que sería muy larga… Pero la cosa no empezó a cristalizar hasta octubre.de ese año, y no empezó a grabarse hasta diciembre. Es decir, había pasado todo un año hasta que había material que grabar.
La letra de Plant se fue grabando y añadiendo bien entrado el año 71. Posteriormente, Jimmy Page volvió al estudio para grabar su famoso solo de guitarra. Según cuentan, Page nunca estaba satisfecho, lo que hacía no le convencía, de modo que repetía, reintentaba, rehacía una y otra vez las líneas de acústica, probaba a cambiar el puente, el sonido, la cadencia… Usó una Telecaster de 1959 que le había regalado Jeff Beck. Grabó tres solos distintos, pero no terminaba de decidirse por cuál utilizar. Él mismo recordó: “Tenía la primera parte terminada, pero había que hacer la frase de enlace. Finalmente, tras muchas revisiones y retoques, salió”. También usó una acústica y una de 12 cuerdas. Al final parece que consiguió plasmar lo que tenía en mente. La emblemática pieza se lanzó en noviembre de 1971 dentro del Lp ‘Led Zeppelin  IV (nuca salió en single; existen algunos ejemplares de promoción que son piezas de coleccionista). Sin olvidar lo que exigió la grabación de voces, de bajos y baterías, arreglos, efectos…
En definitiva, desde que empezaron a trabajar la canción hasta que salió pasaron dos años, en los que, según los autores y biógrafos, le echaron horas y horas, un día y otro, un mes y otro… Finalmente, está claro que mereció la pena tanto esfuerzo y dedicación.
El ‘Bohemian Rhapsody’ es otra de las canciones imprescindibles de la lista de las diez más aclamadas de la historia del rock para cualquier aficionado. Y llevó más tiempo, nada menos que seis años. Cuenta un íntimo de Freddie que ya le estaba dando vueltas a la idea en 1969, cuando tocaba al piano partes que, a primera vista, no tenían nexo posible; y lo mismo hacía con frases, versos, expresiones. En 1972 el productor Roy Thomas Baker, recordó cómo Mercury le tocó la primera sección de la parte lenta al piano en casa del cantante: “Tocó todo el principio al piano, de repente se detuvo y me dijo: ‘y aquí es donde empieza la sección de ópera’; me dejó asombrado”.
Brian May explicó: “Era un tema intrigante, muy original y muy apetecible para trabajar”, y añadió que “gran parte de los temas de aquel álbum se terminaron en el estudio, pero esta canción no, esta estaba en la mente de Freddy antes de que comenzáramos las sesiones de grabación”.
La primera fue a finales de agosto de 1975, después de un mes de intensos ensayos. Pero ‘Bohemian’ no era una pieza más en el repertorio de Queen, y por eso utilizaron hasta cuatro estudios para grabarla, y eso que Freddie la tenía toda, toda, en su cabeza; de hecho dirigía a la banda y a los técnicos como el catedrático de química que explica cómo utilizar los ingredientes para conseguir el compuesto deseado.
La parte vocal, como puede suponerse, fue la más ardua y laboriosa. Las de Mercury, May y Taylor son las infinitas voces que caracterizan el tema; entre diez y horas diarias durante tres semanas estuvieron grabando la parte vocal, por lo que llegaron a ‘sobregrabar (se graba, luego se reproduce lo grabado a la vez que se canta y se graba todo, después se repite la operación una y otra vez hasta que se tiene lo que se busca) hasta 180 veces; o sea, las tres voces se superpusieron casi hasta el infinito. El piano que tocó Freddie fue el que había usado Paul McCartney para ‘Hey Jude’.
“Fue una locura, una broma, pero disfrutamos cada minuto” recordaba Brian May, que explicaba cómo lo hicieron: “La grabamos como tres unidades separadas, primero todo el trozo del inicio, luego todo el central y luego todo el final. Fue una locura. La parte del medio iba a durar sólo un par de segundos, pero Freddie empezó a meter más ‘Galileos’ y luego a meter más y más voces en la sección operística…, al final todo resultó mucho más grande de lo que pensábamos. Eso sí, no parábamos de reír”.
Freddie Mercury se negó sistemáticamente a explicar de qué iba la letra, todo lo más dijo que iba de relaciones. Según May contenía sutiles referencias a sus traumas personales: “Era una persona compleja y superficial a la vez, siempre muy divertido pero como si tratara de ocultar su inseguridad, sus recuerdos de infancia…”. Nunca explicó qué quería expresar.
Desde 1969, en que Freddie ya trabajaba en el tema, hasta noviembre de 71 que salió, el autor y sus compañeros habían echado infinitas horas para convertir en realidad la idea de uno de los gigantes del rock & roll. Seis años de trabajo para seis minutos de arte. 
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 8 de julio de 2020

LAS MODAS DE LA INDIGNACIÓN

El cambio climático ya no interesa, ha pasado de moda y ha sido sustituido por la furia antirracista con carácter retroactivo, que también pasará de moda


Muy propio de las primeras dos décadas del siglo XXI es el aumento de ofendidos, indignados y enfadados que protestan airadamente. Y como las redes sociales permiten la inmediata comunicación entre ellos, pronto se montan las manifestaciones con gritos, abucheos, lemas y amenazas. ¿Contra qué?, pues depende de la moda del momento. Ahora (VII-2020) lo que se lleva es perseguir a todo aquel que, a ojos de hoy, pudiera ser llamado racista aunque viviera hace siglos, y castigarlo a través de estatuas, efigies, placas…
Parece haber siempre legiones de airados buscadores de posibles ‘pecados’ que denunciar, gentes que indagan y escarban tratando de encontrar alguien o algo susceptible de ser acusado de racista o esclavista aun cuando en su tiempo tal concepto estuviera perfectamente integrado en su sociedad. Esta es la protesta del momento, la que está de moda, de manera que, en cuanto aparezca la siguiente causa de indignación general, el racismo pasará a segundo plano.
No hay más que recordar. Hace unos meses lo que estaba de moda era buscar  mujeres que acusaran a hombres de haber abusado de ellas en el pasado. Así, casi a diario aparecían en las primeras páginas de informativos escritos o audiovisuales nuevas acusaciones, nuevas denuncias, nuevos culpables, muchas veces situando los ‘autos’ décadas atrás. Raro era el día que no saltaba a la más escandalosa actualidad otro caso con famosos involucrados. Muchos casos eran sangrantes…, igual que antes de la moda.
Pero pasó como pasa con todo lo que un día está de moda, que termina por pasar de moda y ser sustituido por la novedad. Por eso un día dejaron de buscarse posibles agresores (criminales quienes lo son) y de aparecer denuncias. Ya no se hablaba de ellos ni en las páginas interiores de los periódicos, ni en la sección ‘otras noticias’ de la radio o la tele, ni en ninguna de las secciones de los diarios digitales. El asunto dejó de interesar, ya no provocaba airadas manifestaciones o grandilocuentes declaraciones públicas.
Fue entonces cuando llegó la siguiente causa de indignación que arrinconó a la anterior: la preocupación por el medio ambiente. Sí, hasta hace muy poco las reuniones, concentraciones, manifestaciones e incluso actos violentos en la calle tenían como objetivo denunciar los excesos contra el Planeta y demostrar lo cabreados que estaban las ciudadanías. Liderados por una adolescente escandinava, ofendidos de medio mundo proclamaban sus protestas en muchas ciudades europeas y americanas, sumándose de modo oportunista los políticos, siempre dispuestos a aprovechar la moda del momento para dejarse ver como los defensores de la causa que interese hoy.
Pero aquello también pasó y, repentinamente, a nadie parecía importarle la monstruosa cantidad de residuos sanitarios arrojados a la basura con, lógicamente, sus consecuencias medioambientales. Y la razón de la pérdida de interés e indignación ecológica es la aparición de la siguiente causa: la búsqueda de posibles racistas, sobre todo en el pasado, para cargar contra sus representaciones en piedra o metal. Ý basta cualquier indicio o conjetura para concluir la acusación, señalar al culpable y actuar… Y la locura continúa. No sólo Colón es reo de ‘damnatio memoriae’ (en latín, condenar el recuerdo) a pesar de todas las explicaciones y argumentos de los historiadores y especialistas, sino que los inquisidores tratan de encontrar cualquier indicio de que este o aquel personaje, esta estatua o aquel símbolo pudieran haber tenido alguna conexión con el racismo. Así, en Inglaterra se ha llegado a exigir el derribo de una estatua del emperador romano Constantino, que vivió en los siglos III y IV, bajo acusación de esclavismo…Aunque lo máximo ha sido pintarrajear la placa de la calle Penny Lane de Liverpool con la palabra ‘racista’, porque hubo un traficante de esclavos llamado James Penny; el nombre de esa calle (originalmente fue un camino rural llamado Pennies Lane) fue origen del tema de Los Beatles así titulado, con lo que ha habido gente de escasas luces que han tratado de relacionar al grupo musical con el racismo. Museos, historiadores y expertos concluyeron, tras arduas y costosas investigaciones, que no existe el menor atisbo de indicio de prueba que relacione al traficante de esclavos con el nombre de la calle-canción. Los buscadores de motivos de enfado, muy a su pesar, han tenido que abandonar la persecución…
En todo caso, la moda de la denuncia contra personajes, objetos u obras de arte racistas también pasará y será sustituida. Es curioso, pero mirando las cosas con perspectiva puede afirmarse que, en general, la especie humana jamás había estado tan bien como ahora, jamás había tenido tantos derechos y libertades (en general), nunca en el pasado disfrutó de tanta tecnología, tantos remedios contra dolores y enfermedades, de tantos recursos como tiene hoy a su alcance (en general); y sin embargo, es hoy cuando hay más gente dispuesta a enfadarse y protestar, a buscar donde sea algo contra lo que rebelarse y manifestarse, alguien a quien acusar de lo que sea… Es como si hoy se hubiera desarrollado un instinto que empuja a la persona (a ciertas personas) a quejarse, a expresar ostentosamente su rabia s y/o frustración, a buscar malos y maldades. ¿No será que con quien están enfadados es consigo mismos y no se dan cuenta?
Pronto se tendrá noticia de la próxima causa que llevará a los ofendidísimos a chillar por las calles. Podía ser contra los pueblos que hace siglos sacrificaban animales, aunque no contra los que sacrificaban personas…
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 5 de julio de 2020

CURIOSAS HISTORIAS SOBRE ALGUNAS DE LAS VERSIONES MÁS CELEBRADAS DE LA HISTORIA DEL ROCK

Todo aficionado  celebra la versión de Hendrix pero apenas reconocería la original de Dylan


El libro del rock está lleno de anécdotas, curiosidades, sucesos y batallitas. Y también de canciones que cobraron más fama cuando las rehízo alguien distinto al autor. Algunas de las versiones más aclamadas por los fieles del rock & roll tienen asociadas jugosas curiosidades, como el ‘Blue suede shoes’, el ‘I faught the low’ o el ‘All along the watchtower’, que Elvis, The Clash y Jimi Hendrix reformaron y convirtieron en éxitos eternos
Esas tres piezas son, sin duda, mucho más famosas, mucho más exitosas como versiones que como originales, es decir, es fácil que muchos de quienes degustan la de Jimi Hendrix apenas habrán escuchado la original de Dylan, y seguro que no pocos conocieron antes la de The Clash que la original de The Crickets o Bobby Fuller Four; no ocurre lo mismo con la versión que hizo Elvis del original de Carl Perkins, tan apreciada una como la otra. En todo caso, las tres tienen mucho que contar.
‘Zapatos de gamuza azul’, o ‘Blue suede shoes’, es uno de los títulos imprescindibles del primer rock & roll. Todo empezó con… Jhonny Cash y un amigo suyo de la Fuerza Aérea estadounidense, quien se refería al calzado reglamentario como zapatos de gamuza azul. Cash se lo dijo a Perkins añadiendo “deberías escribir una canción sobre eso”, a lo que Carl respondió “yo no sé nada de zapatos”. Una noche de 1955 éste tocaba en un club de Mississippi y escuchó que un chico le decía a su chica: “no me pises los zapatos”, y entonces pensó que había que ser tonto para estar con una chica tan guapa y preocuparse por sus zapatos de ante. Y se le encendió la bombilla. Carl Perkins se puso inmediatamente a escribir y, esa misma noche, ya tenía su ‘Blue suede shoes’ A finales de aquel año grabó el tema con un inconfundible aire rock & roll, y meses después estaba luchando por el número uno con un nuevo valor llamado Elvis Presley, de quien se hizo muy amigo. Pero en marzo de 1956 Perkins iba a participar en un ‘show’ de televisión cuando el conductor del coche se quedó dormido al volante; resultado: muerto en el acto el chófer, el hermano del músico sufrió heridas gravísimas que terminarían por ser fatales, y el propio Carl terminó con fortísimos golpes en la cabeza. Entonces, Elvis, que había trabado gran amistad con Carl, decidió grabar su legendario tema: “fue como un tributo a su amigo”, dijo el guitarrista de Elvis, Scotty Moore. La versión de Elvis tardó un poco en arrancar, pero terminó superando el millón de discos vendidos, más que la versión original. Elvis siempre tuvo palabras elogiosas para Perkins, que murió en 1998 a los 65 años.
En 1960 The Crickets escribieron y publicaron el tema ‘I fought the law’ (‘Luché contra la ley’), pero pasó totalmente desapercibida. Seis años más tarde Bobby Fuller Four la revisó con mejor suerte, ya que se situó entre las diez más vendidas del 66 en varias listas (meses después Fuller fue encontrado muerto en circunstancias nunca aclaradas). En 1979 la graban The Clash para su segundo Lp, lo publican como primer single en Estados Unidos y consiguieron un éxito imprevisto. De hecho, siempre fue uno de los temas imprescindibles del grupo de Joe Strummer en directo, ya que eso de ‘pelear contra la ley’ era irresistiblemente punk. Según Mick Jones, descubrieron la canción al escucharla en una máquina de discos, aquellas que exigían una moneda para escuchar el tema seleccionado: “Muchas de las versiones que hicimos las escuchábamos en aquellas fantásticas máquinas”. Strummer, Jones, Simonon y Headon se basaron en la versión de Bobby Fuller Four añadiéndole la rabia y energía de las primeras hornadas del punk.
Una de las canciones emblemáticas del repertorio de Jimi Hendrix es el ‘All along the watchtower’ (‘Desde la atalaya’), grabado en 1968, pero es versión. Su entrada toca el sistema nervioso instantáneamente, inconfundible, colosal, es una de las cumbres del rock estadounidense de aquella década; sin embargo, el original de Bob Dylan siempre ha pasado… desapercibido. Éste la había grabado unos meses antes; el caso es que Hendrix consiguió una copia antes del lanzamiento, y le gustó tanto que decidió grabarla y publicarla apenas dos meses después que Dylan. El productor Eddie Kramer afirmó que cuando se empezó a grabar apenas la habían ensayado; Hendrix toca una acústica y un bajo de seis cuerdas y Dave Mason, de Traficc, una de doce cuerdas. El arreglo es magistral, ligero y a la vez poderoso, sin duda mucho más atractivo que el original de Dylan, que en comparación parece apagado, falto de la chispa, del trueno que sale de la versión de Hendrix (ésta ha vendido millones, mientras que la original jamás entró en lista). Desde entonces, curiosamente, cuando la interpreta Dylan lo hace como si versionara a Hendrix: “Cuando la canto siento que es un tributo a Jimi Hendrix. Es extraño. Y desde que murió la hago como él la hizo”, explicó Dylan, quien desveló en 1995 lo que sintió al escucharla por primera vez: “Quedé absolutamente abrumado. Había mucho talento en ella. Jimi podía encontrar cosas ocultas en una canción y darles forma, vigor, nueva energía”. Cuando pronunció su discurso de aceptación del Premio Nobel, lo recordó: “No olvidemos a Jimi Hendrix. Tomó algunos temas míos a los que nadie prestaba la mínima atención y los llevó a la estratosfera, convirtiéndolos en clásicos”. Por su parte, Hendrix siempre se declaró incondicional suyo: “Nunca podré escribir como él, pero gracias a él he sido capaz de terminar muchas canciones”, dijo el malogrado guitarrista.
Son tres canciones, tres versiones que tienen mucho que contar.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 1 de julio de 2020

500 AÑOS DE ‘LA NOCHE TRISTE’ Y LA BATALLA DE OTUMBA, EPISODIOS DE CINE EN CUALQUIER OTRO PAÍS

La noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520 Hernán Cortés sufrió una dura derrota al huir de la capital azateca, aunque se resarció en la batalla de Otuma
una semana después


Si la gran aventura americana la hubieran protagonizado Ingleses, franceses o alemanes en lugar de los descubridores y conquistadores españoles, no sólo el mundo sería completamente distinto, sino que dicha epopeya no tendría la mala prensa que tiene actualmente entre parte de los especialistas y parte de la población. La conocida como la ‘Noche Triste’ fue la del 30 de junio al 1 de julio de 1520, y supuso una durísima derrota para Cortés y su ejército, quienes unos días después se resarcieron al vencer a los mexicas en la batalla de Otumba. En otros países hubieran sacado, con orgullo desbordado, mucho partido a episodios tan trascendentes
La mayor parte de países tienen en  gran estima su historia, sus grandes personajes, sus logros y hazañas…, de manera que su población, gobiernos y especialistas se rebelarán si desde fuera o desde dentro se ataca a sus grandes figuras históricas. Igualmente, sus artistas están siempre dispuestos a engrandecer cualquier episodio a través, sobre todo, de la literatura, el cine o la televisión. Hace cinco siglos Hernán Cortés, junto a unos cuantos cientos de españoles y varios miles de indios aliados, pasó por dos trances asombrosos, dos aventuras fabulosas que, de haber nacido en York, París o Hamburgo y no en Medellín, hubieran sido plasmadas en multitud de novelas, ensayos, películas, series… Sobre todo teniendo en cuenta que a la gran derrota de La Noche Triste, sucedió la gran victoria de la Batalla de Otumba.
Pero por muy extraño que parezca, apenas hay literatura española sobre aquello, y mucho menos cine o televisión. Es como si en España gran parte de su población, gran parte de sus gobernantes y gran parte de sus ‘intelectuales’ se avergonzaran por algo que en otros países sería motivo de desorbitado orgullo y causa de una enorme producción artística, literaria y audiovisual.
La Noche Triste en pocas palabras. Cortés abandonó Tenochtitlán (capital del imperio azteca) para enfrentarse al ejército de Pánfilo de Narváez, que llegaba con orden de deponerlo. En su ausencia, Pedro Alvarado quedó como capitán de unos 80 españoles y unos dos o tres mil tlascaltecas; temiendo un levantamiento, Alvarado atacó primero y ejecutó a algunos jefes, señores y aristócratas, mientras que los tlascaltecas se ensañaron con mujeres y niños (así era su odio a los aztecas). Españoles e indios se parapetaron y defendieron; Moctezuma (que permanecía con ellos como rehén) fue muerto a pedradas por sus súbditos… Regresó Cortés con parte del ejército de Narváez, pero sólo para convencerse de que eran muy pocos para hacer frente a un ataque abierto, así que esa noche del 30 de julio decidieron huir. Descubiertos, se desató la batalla, en el agua, en los puentes de canoas que habían construido, en tierra, a caballo, cuerpo a cuerpo…, murieron unos 600 españoles y miles de aliados, y muchos fueron capturados.  Pero aunque fue una durísima derrota (agravada por los gritos de los desgraciados que horas después eran sacrificados, alaridos que debían escucharse en todo el valle), los mexicas no remataron la faena, de modo que españoles y aliados tuvieron una semana para reponerse, reorganizarse, rearmarse y prepararse…
Dicen los cronistas que justo antes de la batalla de Otumba los aztecas lanzaron al campamento de Cortés partes de los cuerpos de los españoles que habían sido sacrificados, gritando que tenían mal sabor y no servían ni para comer… Quedaban unos quinientos o seiscientos españoles (había mujeres, entre ellas la aguerrida y temible María Estrada) y sobre mil o mil quinientos tlascaltecas para enfrentarse a no menos de 20.000 guerreros aztecas. Además, apenas contaban con  artillería y caballos, casi todo perdido en la Noche Triste (incluyendo gran parte del oro). La batalla fue intensísima y muy sangrienta, con continuas cargas aztecas contra los defensores, que luchaban con todo, cuerpo a cuerpo, con ballestas, con picas, con espadas, y los indios con sus armas; rodeados, una y otra vez consiguieron repeler las arremetidas de los atacantes, produciéndose muchísimas bajas en ambos bandos. Visto que, de seguir así, la derrota llegaría antes o después, Cortés decidió atacar con los pocos caballos que tenía el puesto del jefe de guerra mexica, distinguible por su vistoso penacho. Rompiendo las líneas enemigas, el golpe de mano resultó, de modo que al ver el penacho de su jefe (tomado por un soldado llamado Salamanca) y sus estandartes en manos españolas, el ejército azteca se dispersó y abandonó la lucha.
Al día siguiente, todos heridos, ensangrentados, hambrientos y agotados física y moralmente, los españoles y tlascaltecas supervivientes llegaron a territorio amigo, Tlascala, donde fueron cuidados y donde se repusieron y rearmaron. Hubiera sido facilísimo para el pueblo tlascalteca haber acabado con aquellos pocos y derrengados españoles, que llegaron en un estado lamentable tras las dos batallas. Sin embargo, y a pesar de la propuesta de los aztecas de paz a cambio de la entrega de Cortés y los españoles, los tlascaltecas mantuvieron tanto la fidelidad a sus aliados europeos como el odio a sus eternos enemigos americanos. Ese mismo año de 1520 Cortés empieza a planear la toma de la capital azteca…
Una triste derrota y una sangrienta victoria en apenas una semana. ¿Cuántas películas, libros, artículos de prensa o series de Tv habrían hecho en Francia o Inglaterra sobre este doble episodio? ¿Y en EE UU? ¿Cuánto se ha publicado en España sobre el asunto?
CARLOS DEL RIEGO