El cambio climático ya no interesa, ha pasado de moda y ha sido sustituido por la furia antirracista con carácter retroactivo, que también pasará de moda |
Muy propio de las
primeras dos décadas del siglo XXI es el aumento de ofendidos, indignados y
enfadados que protestan airadamente. Y como las redes sociales permiten la
inmediata comunicación entre ellos, pronto se montan las manifestaciones con
gritos, abucheos, lemas y amenazas. ¿Contra qué?, pues depende de la moda del
momento. Ahora (VII-2020) lo que se lleva es perseguir a todo aquel que, a ojos
de hoy, pudiera ser llamado racista aunque viviera hace siglos, y castigarlo a
través de estatuas, efigies, placas…
Parece haber siempre
legiones de airados buscadores de posibles ‘pecados’ que denunciar, gentes que
indagan y escarban tratando de encontrar alguien o algo susceptible de ser
acusado de racista o esclavista aun cuando en su tiempo tal concepto estuviera
perfectamente integrado en su sociedad. Esta es la protesta del momento, la que
está de moda, de manera que, en cuanto aparezca la siguiente causa de
indignación general, el racismo pasará a segundo plano.
No hay más que
recordar. Hace unos meses lo que estaba de moda era buscar mujeres que acusaran a hombres de haber
abusado de ellas en el pasado. Así, casi a diario aparecían en las primeras
páginas de informativos escritos o audiovisuales nuevas acusaciones, nuevas denuncias,
nuevos culpables, muchas veces situando los ‘autos’ décadas atrás. Raro era el
día que no saltaba a la más escandalosa actualidad otro caso con famosos
involucrados. Muchos casos eran sangrantes…, igual que antes de la moda.
Pero pasó como pasa
con todo lo que un día está de moda, que termina por pasar de moda y ser
sustituido por la novedad. Por eso un día dejaron de buscarse posibles
agresores (criminales quienes lo son) y de aparecer denuncias. Ya no se hablaba
de ellos ni en las páginas interiores de los periódicos, ni en la sección
‘otras noticias’ de la radio o la tele, ni en ninguna de las secciones de los
diarios digitales. El asunto dejó de interesar, ya no provocaba airadas
manifestaciones o grandilocuentes declaraciones públicas.
Fue entonces cuando
llegó la siguiente causa de indignación que arrinconó a la anterior: la
preocupación por el medio ambiente. Sí, hasta hace muy poco las reuniones,
concentraciones, manifestaciones e incluso actos violentos en la calle tenían
como objetivo denunciar los excesos contra el Planeta y demostrar lo cabreados
que estaban las ciudadanías. Liderados por una adolescente escandinava, ofendidos
de medio mundo proclamaban sus protestas en muchas ciudades europeas y
americanas, sumándose de modo oportunista los políticos, siempre dispuestos a
aprovechar la moda del momento para dejarse ver como los defensores de la causa
que interese hoy.
Pero aquello también
pasó y, repentinamente, a nadie parecía importarle la monstruosa cantidad de
residuos sanitarios arrojados a la basura con, lógicamente, sus consecuencias
medioambientales. Y la razón de la pérdida de interés e indignación ecológica es
la aparición de la siguiente causa: la búsqueda de posibles racistas, sobre
todo en el pasado, para cargar contra sus representaciones en piedra o metal. Ý
basta cualquier indicio o conjetura para concluir la acusación, señalar al
culpable y actuar… Y la locura continúa. No sólo Colón es reo de ‘damnatio
memoriae’ (en latín, condenar el recuerdo) a pesar de todas las explicaciones y
argumentos de los historiadores y especialistas, sino que los inquisidores
tratan de encontrar cualquier indicio de que este o aquel personaje, esta
estatua o aquel símbolo pudieran haber tenido alguna conexión con el racismo.
Así, en Inglaterra se ha llegado a exigir el derribo de una estatua del
emperador romano Constantino, que vivió en los siglos III y IV, bajo acusación
de esclavismo…Aunque lo máximo ha sido pintarrajear la placa de la calle Penny
Lane de Liverpool con la palabra ‘racista’, porque hubo un traficante de
esclavos llamado James Penny; el nombre de esa calle (originalmente fue un
camino rural llamado Pennies Lane) fue origen del tema de Los Beatles así
titulado, con lo que ha habido gente de escasas luces que han tratado de relacionar
al grupo musical con el racismo. Museos, historiadores y expertos concluyeron,
tras arduas y costosas investigaciones, que no existe el menor atisbo de
indicio de prueba que relacione al traficante de esclavos con el nombre de la
calle-canción. Los buscadores de motivos de enfado, muy a su pesar, han tenido
que abandonar la persecución…
En todo caso, la moda
de la denuncia contra personajes, objetos u obras de arte racistas también
pasará y será sustituida. Es curioso, pero mirando las cosas con perspectiva
puede afirmarse que, en general, la especie humana jamás había estado tan bien
como ahora, jamás había tenido tantos derechos y libertades (en general), nunca
en el pasado disfrutó de tanta tecnología, tantos remedios contra dolores y
enfermedades, de tantos recursos como tiene hoy a su alcance (en general); y
sin embargo, es hoy cuando hay más gente dispuesta a enfadarse y protestar, a
buscar donde sea algo contra lo que rebelarse y manifestarse, alguien a quien
acusar de lo que sea… Es como si hoy se hubiera desarrollado un instinto que
empuja a la persona (a ciertas personas) a quejarse, a expresar ostentosamente
su rabia s y/o frustración, a buscar malos y maldades. ¿No será que con quien
están enfadados es consigo mismos y no se dan cuenta?
Pronto se tendrá
noticia de la próxima causa que llevará a los ofendidísimos a chillar por las
calles. Podía ser contra los pueblos que hace siglos sacrificaban animales,
aunque no contra los que sacrificaban personas…
CARLOS DEL RIEGO
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