Los españoles, a diferencia de otros conquistadores, se mezclaron sin racismo con los indígenas americanos |
Al margen del sistema cuasitotalitario que el
chavismo tiene montado en Venezuela, llaman la atención las descalificaciones
con que personajes de partidos de izquierda españoles han señalado al
expresidente, al que reprochan ir a América como si estuviera en la época de la
colonización. En primer lugar hay que destacar que lo que España tuvo en
América no fueron colonias, sino territorios incorporados a la corona, como
bien claro lo dejó Isabel de Castilla en su testamento, en el que subrayó que
los indígenas americanos debían ser tratados y considerados como cualquier otro
súbdito de la corona de Castilla, como si fueran de Burgos o de Toledo, vamos
(a ello hay que sumar las numerosas disposiciones legales de protección al
indio que instituyó Carlos I). Pero la prueba más contundente de que los
españoles no fueron a colonizar es precisamente el fenómeno del mestizaje.
El escritor mexicano Juan Miralles dejó escrito que “la
mayor obra de arte de España en América es el mestizaje”, una afirmación
absolutamente irrevocable. Casualmente, estos días ha aparecido en los medios
noticias de la situación de marginamiento, arrinconamiento y exclusión social
que sufren los aborígenes australianos. En ese sentido no será necesario
recordar el estado prácticamente residual de los indios norteamericanos. Son
dos casos de auténtico colonialismo, pues los que llegaron confinaron,
ocultaron y discriminaron (cuando no exterminaron) a los que allí vivían.
Por el contrario, los españoles que atravesaron el
océano en carabelas, naos y otras naves se mezclaron con los indígenas desde el
primer momento: cuando llegó a las costas de Yucatán la expedición de Cortés
(cuenta Bernal Díaz del Castillo), se encontraron con que algunos de los que lo
habían precedido (con las de Hernández de Córdoba o Grijalva) se habían casado
y tenido hijos con las nativas; y el propio Cortés no tuvo problema para
reconocer al hijo que tuvo con la nahua Malinche, la cual se casó después con
uno de sus hombres de confianza y tuvo otro mestizo.
Así, toda la América que va desde el río Grande
hasta la Patagonia está habitada mayoritariamente por mestizos, por
descendientes de español e indígena, fenómeno que no se da en ningún otro país
o territorio conquistado por otros europeos. Nadie negará que el número de
mestizos nacidos en Norteamérica de inglés y nativa tiende a cero (de hecho,
los blanco-negro apenas se han empezado a dar en las últimas décadas) y que los
sioux y similares van camino de la extinción. Igualmente sucede en Australia,
donde la mezcla es prácticamente inexistente. Y se podría repasar lo sucedido
en lugares como Sudáfrica, donde ingleses y holandeses se encargaron de impedir
no sólo cualquier unión mestiza, sino de no tener el menor roce con negros; ningún
inglés mantuvo contacto con indias en la India, ningún belga se acercó a las
congoleñas, ningún francés a las argelinas… De hecho, el único sitio de todo el
planeta en el que se ha producido mestizaje en cantidades significativas es en
Hispanoamérica, territorio conquistado en otra época y en el que progresan las
poblaciones nativas y donde la mezcla de razas y culturas se muestra más
productiva.
En definitiva, Nicolás Maduro tiene ancestros
hispanos y americanos, es decir, vive gracias a que un día un español carente
de prejuicios raciales convivió con una americana. Por eso, si en lugar de los
extremeños y castellanos hubieran llegado los ingleses, ni Maduro ni ningún
otro mestizo estaría hoy aquí.
CARLOS DEL RIEGO
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