La sudafricana Semenya se sometió a prueba de sexo, y aunque no se dijo nada del resultado se le permitió seguir compitiendo como chica |
El ámbito deportivo está siendo importante fuente de
noticias de alcance internacional, pero no precisamente por lo ocurrido en los
terrenos de juego. Así, la dimisión del presidente del fútbol mundial (Blatter)
acosado por los casos de corrupción, o el bochornoso espectáculo vivido en la
final de la Copa del Rey de Fútbol. Del mismo modo, acaba de saberse que las
jugadoras que tomen parte en el próximo Mundial de Fútbol femenino (a partir
del 6-VI-15) deberán someterse a una verificación de sexo, es decir, han de
demostrar que son mujeres. No ha gustado nada el anuncio de la medida, sobre
todo a las feministas que buscan guerra, sin embargo, las deportistas se lo han
tomado con menos rabia y más humor.
Al morir violentamente se hizo autopsia a Stanislawa, comprobándose que la campeona olímpica tenía genitales masculinos |
La federación de fútbol exige que ellas presenten
características sexuales femeninas secundarias (pechos, caderas, musculatura…),
que tengan los niveles de testosterona correctos e incluso que sean examinadas
por el ginecólogo. Muchas personas han reaccionado contra este “atentado contra
la dignidad” y clamado contra esta “humillación y violación de la privacidad”.
De este modo, quienes se posicionan en contra del requisito señalan que la
identidad sexual la demuestra la trayectoria, es decir, si la mujer ha
participado en competiciones femeninas desde sus inicios, no tiene por qué demostrar
que es mujer, pues es toda su vida deportiva la que lo acredita (también hay
quien afirma que la identidad sexual es la que cada uno escoja, pero este
razonamiento no vale en las pistas); otros apuntan que no se puede decir que
esto del sexo sea matemático, o sea, que no es o blanco o negro, sin embargo,
no se puede discutir que hay que poner una frontera. De todos modos, no ha de verse
como afrenta requerir un examen a deportistas como la atleta Caster Semenia o
la futbolista Eun Sun, ya que el aspecto de ambas no es lo que se dice muy
femenino; sea como sea, la regla dice que si una rival exige la prueba, ésta ha
de hacerse. Curiosamente, hace unas décadas eran las propias deportistas las
que pedían pruebas de sexo más estrictas, sobre todo cuando se trataba de
atletas o nadadoras de más allá del ‘telón de acero’. En cualquier caso lo que
se persigue es la trampa y, por tanto, proteger a las que compiten limpiamente.
El asunto, en realidad, viene de antaño, pues en la
historia del deporte en general y de los Juegos Olímpicos en particular se han
dado casos comprobados de tipos que han competido en categoría femenina. La
mujer debuta en los juegos en Londres 1908 (fueron 36 las primeras olímpicas),
pero unos años más tarde el activismo feminista exigía más y más, tanto que en
Amberes 1920 les parecieron muy pocas las participantes (ninguna en atletismo),
así que organizaron unos juegos exclusivamente femeninos el año siguiente en
Montecarlo (con escasa participación), y luego otros campeonatos sólo para chicas;
finalmente (y afortunadamente) en Amsterdam 1928 se abren todas las puertas. Desde
entonces, las deportistas olímpicas han protagonizado algunas de las más bellas
y asombrosas gestas deportivas y humanas.
Casi desde el primer momento se producen casos
sospechosos. El más conocido es el de la polaca Stanislawa Walasiewicz, que
ganó los 100 lisos en Los Ángeles 1932 (en su vida deportiva batió infinidad de
récords); tal era su superioridad que los polacos decían que sólo un hombre
podría ganarla, pero fue derrotada en Berlín 1936, cuando la estadounidense
Helen Stephens la superó; acusada ésta de ser chico, se presentó ante los
jueces y se desnudó…, quedando demostrada su feminidad. Pero lo sorprendente es
que al morir Stanislawa asesinada en 1980 y practicársele la autopsia, se
comprobó que tenía órganos genitales masculinos, aunque no era exactamente
hombre: presentaba cierto hermafroditismo, pero era más macho que otra cosa. También
es paradigmático el caso de Mary Louise Weston, que participó en aquellos
juegos femeninos en 1926, pero luego se convirtió en Mark, se casó con Alberta
Matilda ¡y tuvo hijos! La alemana Dora Ratjean participó en Berlín 36; llamaba
la atención su voz profunda y el hecho de que no quisiera compartir ducha…,
luego se supo que se llamaba Hermann y era un tío con toda la barba. La coreana
Sin Kim se retiró en 1966, justo cuando se impusieron pruebas de sexo. Las
deportistas de la extinta DDR y otros países de la órbita soviética anterior a
la caída del Muro de Berlín asombraron durante décadas por sus resultados…,
pero también por la casi certeza de dopaje y porque algunas de ‘ellas’
presentaban sospechosas características físicas masculinizantes; así la
soviética Irina Press o la checa Jarmila Kratochvilova.
Cuestión peliaguda es que no quede claro el sexo de personas
que, física y sicológicamente, no saben muy bien a qué carta quedarse. Lo mejor
sería comprobar los cromosomas desde que se llega a la competición federada y
así se tendría una evidencia para siempre. A pesar de ello, aunque sea
excepcionalmente, se han comprobado casos de hermafroditismo, resultando de lo
más curioso el hecho invariable de que, puestos/as a elegir, optan por competir
como chicas.
Ante esta cuestión empiezan a surgir opiniones
favorables a la unificación total, a la igualdad absoluta: que todos, todas y
todos/as, sean lo que sean, disputen la misma prueba o competición, sin
distinción ni separación por sexos. Si esto se produjera (algo que no sería del
todo justo), seguro que las feministas más iracundas rechazarían tanta
equiparación, tanta igualdad.
CARLOS DEL RIEGO
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