miércoles, 26 de diciembre de 2018

LA BUENA POLÍTICA UNE, LA QUE BUSCA SEPARAR ES INDESEABLE En épocas navideñas se reparten indiscriminadamente felicitaciones, abrazos y buenos deseos (al menos en las sociedades occidentales). Y aunque algunas veces se hace de modo maquinal, lo más habitual es que el saludo sea sincero y bienintencionado. Lo que está detrás de ese ambiente es, ante todo, una especie de unidad, un sentimiento del que participa casi todo el colectivo social; es decir, esa tradición, este rito se convierte en nexo, en punto de unión que se impone (parcialmente, momentáneamente) sobre otras cuestiones. Es una buena muestra de que la política basada en la cohesión siempre será preferible a la que busca la disgregación

La mala política es la que busca la ruptura y la separación.


Dijo un filósofo de la Grecia Clásica que la buena política es la que une, mientras que la política que busca separar, disgregar, enfrentar, es como una plaga que sólo trae miseria e infelicidad. Es una reflexión plenamente acertada y que muchos (desde políticos a ciudadanos de a pie) deberían sopesar y tener en cuenta. Actualmente se están observando muchas actuaciones políticas cuyo objetivo es desunir. La España actual (XII-18) afronta un problema de desunión: una parte importante de políticos y ciudadanos de Cataluña se ha fijado como principal objetivo, como única meta a la que supeditar todo, la segregación, la separación del resto del país. Estas ansias de alejamiento, estas ganas de división y encierro en la propia tribu son también actualidad en Inglaterra, donde el ideal aislacionista ha penetrado en el sentir de una proporción significativa de la población. En ambos lugares, los que tienen el cisma como bandera buscan el enfrentamiento, intentan culpar de todos los males a los demás, a “ellos”, a la vez que se presenta la división como única solución para “nosotros”.

Son dos casos evidentes y cercanos, pero podrían señalarse otros muchos. Y en todos, en todos, quienes meten el veneno de la separación y el enfrentamiento son los dirigentes políticos, que tienen sus propios intereses como verdadero motor. En realidad, estos gobernantes pretenden hacer y deshacer a su antojo, sin tener que dar cuentas a nadie, y por eso buscan separarse de estancias políticas superiores. De este modo, esos pésimos dirigentes dividen a las personas entre “nosotros” y “ellos”, entre buenos y malos, y mucha gente les compra tan odioso pensamiento. Aunque el contexto histórico y las circunstancias son totalmente diferentes, la metodología es la misma que la que se usó en la Hispanoamérica del siglo XIX, donde los que mandaban (hijos de españoles nacidos allí) no soportaban las restricciones de poder que les imponía la metrópoli, o sea, pretendían no tener que rendir cuentas, hacer y deshacer a su antojo y de modo casi siempre dictatorial (los indios veían los enfrentamientos como ‘guerras entre españoles’; además, las mayores matanzas de indígenas se produjeron después de las independencias).

Lo que buscan los políticos que proclaman la desunión como ideal perfecto, como si fuera la fórmula mágica que curará todas las dolencias de la sociedad y del individuo, es precisamente eso: un territorio en el que ejercer el poder y manejar todo sin verse obligados a dar explicaciones. 

Sí, tantos años después el pensador griego sigue en lo cierto: la política deseable es la que busca unir, amigar, aproximar, mientras que la que trata de aislar, separar, enfrentar resulta verdaderamente odiosa.

CARLOS DEL RIEGO

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