miércoles, 19 de diciembre de 2018

NERUDA, ROUSSEAU, VERLAINE: ATROCES PADRES DESALMADOS Hace unos días se supo que de momento no se pondría el nombre de Pablo Neruda al aeropuerto de Santiago de Chile ante las protestas de quienes opinan que un tipo que despreció, insultó y abandonó a su hija, y que confesó haber violado, no puede ser distinguido con dicho honor. No es Neruda el único literato que ha ido más allá de los simples defectos de la persona para convertirse en un ser desnaturalizado: Rousseau o Verlaine fueron auténticos criminales con sus hijos

El genial cuadro de Goya es una perfecta descripción del trato que Neruda, Verlaine y Rousseau dieron a sus hijos.


No existe la perfección entre los individuos del género humano, toda persona tiene defectos y comete sus faltas. Pero hay algunos que traspasan los límites de las debilidades humanas y se convierten en auténticos indeseables. Como es lógico, tal cosa se da en todos los ámbitos. Recientemente se supo de la controversia en torno al poeta chileno Pablo Neruda, a quien se iba a honrar dando su nombre al aeropuerto de la capital de este país; sin embargo, las maldades que perpetró en su vida han frenado la iniciativa. Él mismo admitió haber violado a una camarera; se sabe además que fue un maltratador reincidente, y sus propios textos muestran el trato que dio a su hija, Malva Marina, la cual nació con una discapacidad, hidrocefalia; el poeta la rechazó, la insultó y trató con desprecio y, finalmente, la abandonó cuando tenía dos años (murió con ocho). ¿Cómo puede un corazón tan duro y desnaturalizado hablar de amor, de bondad, de los sentimientos más elevados de la persona? ¿Acaso sus versos son el tupido velo que tapa todas sus atrocidades?

Pero no es el de Neruda el único caso de escritor-bestia. El filósofo suizo Jean Jacques Rousseau (1712-1778) puede ser un perfecto candidato para el título de peor padre del mundo. Este elemento, que pasa por ser uno de los grandes pensadores del XVIII, como es sabido, tuvo cinco hijos con una joven lavandera llamada Teresa Levaseur, los cuales, a todos los bebés, a los cinco, se los arrancó de los brazos a la llorosa y suplicante madre y, sin  ponerles nombre siquiera, los echó al hospicio, donde el 95% no llegaba a la edad adulta y los que llegaban se convertían en mendigos alcohólicos. ¿Y este sádico figurón da lecciones de educación? ¿Es posible que semejante bestia tenga aun consideración entre ciertos intelectuales? Voltaire lo caló rápidamente y le dirigió las más violentas y merecidas invectivas, pero él se exculpaba con un ridículo “no puedo trabajar con el ruido de los niños”. El muy hipócrita, egoísta y mezquino (le encantaba presumir en las tabernas de lo que obligaba a hacer a las mujeres), cuando la gente murmuraba por lo que había hecho a sus hijos y a la mujer (“nunca he sentido el menor rastro de amor por Teresa, no tengo nada con ella como individuo”, graznó una vez) alegó que no tenía dinero para mantenerlos, cuando era evidente que dinero no le faltaba (era avaro hasta el extremo); luego trató de disculpar su aberración diciendo que no quería que sus hijos fueran educados por sus abuelos… Un indeseable que se atrevió a decir que él hubiera sido un buen padre, un desvergonzado que escribió ‘Emilio o de la Educación’ y que fue incapaz de cumplir con su obligación. David Hume dijo de él: “Es un monstruo que se ve a sí mismo como el único ser importante del universo”; y Denis Diderot: “falaz, vanidoso como Satán, cruel, hipócrita y lleno de malevolencia”. Pero él tenía otro concepto de sí: “Nunca he conocido a un hombre mejor que yo, con un corazón más amoroso, tierno y sensible”. Un auténtico degenerado cuyos libros no pueden lavar su asquerosa conducta.  

El francés Paul Verlaine (1844-1895) es otro ejemplo de literato pervertido y contrario a cualquier atisbo de humanidad. Este sub- simio pegaba por costumbre a su mujer Matilde Mauté, de 16 años, sin decir nada, sin mediar pretexto o palabra, golpes, palizas, borracho y feroz, puñetazos y patadas; estando embarazada le dio tal paliza que hubiera muerto sin el rápido socorro de los vecinos; en otra ocasión, lleno de ira asesina, cogió al bebé de tres meses y lo lanzó contra la pared. Luego, este ser atroz se enamoró del poeta Arthur Rimbaud y se fue a vivir con él a su casa, con su familia; la cama matrimonial quedó para ellos. Finalmente abandonó a su mujer e hijo (lo mejor que les pudo pasar), y huyó con su amante, quien se llevó todo lo que de valor encontró en la casa. Un año antes de su muerte Verlaine fue proclamado ‘Príncipe de los poetas’, aunque merecía el de la crueldad.

No puede extrañar que Neruda tuviera a Verlaine como una de sus referencias.  
     
CARLOS DEL RIEGO


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