Al igual que los animales en la granja, hay muchas personas que se tragan todo lo que les echen sin siquiera dudar |
Es desconcertante comprobar cómo hay
tanta gente que, en una sociedad en la que cualquiera tiene todas las herramientas informativas al
alcance, se traga prácticamente todo lo que le echen, sin cuestionarse nada; es
algo así como los animales en una granja, que se comen todo lo que les echan
sin más, sin preocuparse de qué es esa pitanza
En las sociedades occidentales actuales
prácticamente todo ciudadano tiene al alcance de la mano no sólo la información,
sino maneras fáciles e instantáneas de comprobación. A pesar de ello la gente
es más fácil de conducir, y obedece en masa y con docilidad a las órdenes de
los expertos en marketing y manipulación de masas, los cuales están al servicio
de empresas u organismos nacionales e internacionales. Así, bastan las campañas
de publicidad para que miles o millones de personas respondan y se peguen a la
pantalla (de la tele o de cualquier dispositivo) para ver el nuevo programa, la
nueva serie, el nuevo culebrón…; también funciona el método con la música, ya
que de repente masas enormes consumen el producto; y, entre otros ámbitos como
en el de la información (que encumbra o destruye), la fórmula también da
resultado con los informes y mensajes que parten de organismos nacionales e internacionales.
La ONU o la Organización Mundial de la
Salud (OMS) llevan años lanzando cada cierto tiempo campañas que afean las
conductas alimentarias de los occidentales. Basándose en dudosas estimaciones,
encuestas y opiniones discutibles, propalan apocalípticas afirmaciones y
adivinaciones; actualmente es contra las carnes rojas, que son malísimas para
el medio ambiente porque los animales expelen toneladas de metano a la
atmósfera y gastan muchos recursos, y también son perjudiciales para la salud
si se comen en exceso; igualmente acusa la ONU de desperdiciar comida a los que
viven en lo que podría llamarse primer mundo, de tirar a la basura un tercio de
la producción. ¡Y la gente se lo traga sin siquiera un atisbo de duda!, sin
contrastar el informe, sin enterarse de quién lo hizo y cómo. A continuación
los medios de comunicación lo absorben e inmediatamente se lo sirven al público,
el cual lo interioriza como una verdad absoluta sin rechistar. En fin, que
apenas pueden encontrarse voces críticas con los informes de la ONU y de la
OMS.
Y es que no está claro cómo elaboran
esos documentos amenazadores, cómo llegan a esas conclusiones, qué parámetros
han tenido en cuenta y que imprevistos pueden aparecer… Por ejemplo cuando
dicen que se tira a la basura un tercio de lo que se compra; primero dicen que
son los consumidores los que lo despilfarran (aún se recuerdan anuncios de Tv
que así lo afirmaban), sin embargo no aclaran cómo llegaron a esa conclusión, ¿tal
vez examinaron miles y miles de bolsas de basura para comprobar cuánto era aun
comestible?; pero luego señalan los expertos que esa estimación (la que dice
que un tercio de lo comprado se tira) procede de encuestas a los grandes
distribuidores, con lo que los ‘sabios’ de la ONU entran en contradicción y,
además, el que responde puede tener mala intención o equivocarse.
Por otro lado, esos ‘sabios’ de la ONU
están puestos allí por poderosos de este o aquel partido, de este o aquel país
(recuérdese que la comisión de Derechos Humanos de la ONU la integran, entre
otros, Cuba, China, Arabia Saudí…, todos ellos países donde se respetan
escrupulosamente los Derechos Humanos), es decir, esos supuestos expertos o
sabios tienen que informar según los deseos de quienes los colocaron en tan
envidiables puestos de trabajo, pues en caso contrario los perderán. Por esta
razón los informes de esos comités de lumbreras tienen, para unos pocos pero no
para la gran masa, muy escasa credibilidad. Asimismo no hay que olvidar que los
privilegiados que vegetan en todos los organismos relacionados o subsidiados
por la ONU están allí por su cara bonita, o sea, nadie les ha exigido votos ni
se han contrastado méritos o conocimientos; y esto vale para todos los que
cobran de esta u otras instituciones, ya sean mandamases políticos o supuestos
expertos.
Y luego están las previsiones, las
adivinaciones, la futurología que, indefectiblemente, conduce al error.
¿Alguien recuerda las previsiones apocalípticas que lanzaron desde la ONU sobre
la gripe aviar, la peste porcina o las vacas locas? Según la ONU y la OMS esas
enfermedades iban a llevar a la raza humana a la hecatombe, al cataclismo
global…, sin embargo, el Señor Tiempo ha desmentido aquellas predicciones. Tampoco
hace mucho de sus vaticinios sobre las próximas grandes calamidades: en los
años ochenta del siglo pasado vaticinaron que el petróleo se terminaría antes
de 2020, y que el aumento del nivel del mar inundaría islas y ciudades costeras
antes incluso de esa fecha, y que cuando India y China se incorporaran de lleno
al consumo habría escasez de todo…, nada de nada, todo mentira, todo
futurología biempensante y políticamente correcta. Y es que en los tiempos
actuales da muchos votos (o sea, poder) ponerse el disfraz ecologista, el de
animalista y el de otros muchos ‘istas’…
Por eso hay que tomar nota de sus erróneas
profecías, hay que poner a enfriar cada informe de esos organismos, hay que
desconfiar de lo que dicen y, sobre todo, de lo que predicen. Lo que no
significa que no exista el problema, es decir, lo que es cuestionable son las
profecías.
Pero que nadie piense en conspiraciones,
son negocios, sólo negocios.
CARLOS DEL RIEGO
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