El primer mapamundi que incluye América (en verde), hecho por un cántabro, Juan de la Cosa, en 1500. Muchos mares y territorios seguían estando por descubrir. |
Cinco siglos atrás partían de los
puertos españoles, casi a diario, barcos cuyo destino era la aventura, lo
desconocido. Por eso la cantidad de gestas descubridoras que protagonizaron los
marinos hispanos a lo largo de los siglos XVI y XVII fueron determinantes para
que se encontraran y conocieran los confines del mundo.
Es, sin duda, una de las causas de la
envidia infinita que Inglaterra y Holanda muestran por España cuando se habla
de méritos históricos. A partir del viaje de 1492, las naves procedentes
mayoritariamente de puertos andaluces emprendían peligrosísimas travesías para
encontrar, situar y cartografiar lugares que nadie (aparte de los nativos)
había visto jamás. Después, aprovechando los mapas e indicaciones realizadas
por los cartógrafos y navegantes extremeños, vascos, andaluces, gallegos…,
llegaban los veleros ingleses, holandeses y de las demás potencias marítimas y,
sin reparo ni escrúpulo alguno, se apuntaban el mérito de ser los primeros,
daban nombre a las tierras y, en fin, se apuntaban todos los méritos ocultando
el hecho de que no hubieran llegado allí sin las indicaciones de los verdaderos
descubridores.
Por todo ello parece oportuno recordar
los nombres y hazañas de aquellos esforzados, valientes e intrépidos españoles
que, evidentemente, los tenían más grandes que el caballo de Santiago…Podría
empezarse por el extremeño Núñez de Balboa cuando, en 1513, se adelantó al
resto de la expedición que buscaba otro mar al oeste, se puso todo el hierro
(coraza, casco…), y con la espada en una mano y los estandartes en la otra tomó
posesión en nombre de los reyes de España (hay que imaginarse esa escena, hay
que visualizar al explorador metido hasta la cintura en el mar, gritando y agitando
armas y banderas: digno de verse). Uno de los grandes descubrimientos del XVI
fue el hallazgo de una ruta para volver de Asia a América, lo que se llamó el
‘tornaviaje’; el vasco Andrés de Urdaneta (que ya había tomado parte en
expediciones extremadamente peligrosas), encontró, describió y documentó
perfectamente el mejor trayecto para ir de Filipinas a México (más de 14.000
kilómetros de océano), a donde llegó en octubre de 1565; en realidad llegó un
poco antes un tal Alonso de Arellano, que capitaneaba una nave de la misma flota,
pero como el que documentó y cartografió fue Urdaneta…
No hay que olvidar que en aquellos años
al Océano Pacífico se le llamaba el Lago Español, ya que sólo lo surcaban naves
españolas; hubo que esperar unos años hasta que los ingleses se enteraran de
que había que atravesar el Estrecho de Magallanes para pasar del Atlántico al
Lago Español. Y tampoco hay que olvidar el coraje, la bravura y valor de los
marineros que se embarcaban sin saber a dónde, sin tener claro cuánto tiempo
estarían sin ver tierra, sin la menor idea de lo que se iban a encontrar (ya
fueran sirenas, monstruos marinos o terrestres), sin estar seguros de llevar
provisiones suficientes…, sí, sin duda les sobraban agallas.
En fecha tan temprana como 1526 el vizcaíno
Toribio Alonso de Salazar, embarcado en la flota de Jofre de Loaisa, fue el
primer no oceánico que vio las islas Marshall; murió aquel mismo año de una
enfermedad común entre los tripulantes de aquellos barcos, el escorbuto. Antes
aun, en 1511 (otros dicen que en 1505), el onubense Juan Bermúdez encontró las
Islas Bermudas y les dio su nombre. El leonés de El Bierzo Álvaro de Mendaña
partió de Perú y se topó, en 1567, con las islas Salomón (las llamó así porque
le habían dicho que por ahí estaban las minas del rey Salomón), y también con
Guadalcanal, con las Marquesas…; en expedición posterior, en 1595, murió de
malaria, tomando entonces el mando su mujer, Isabel Barreto, que también tenía
muchos ‘riñones’, como demostró con los marineros díscolos y levantiscos. El
cartagenero Juan Fernández (que da nombre a un archipiélago de Chile) fue el
primer europeo en poner los pies sobre Nueva Zelanda en 1576 y, casi con total
seguridad, en Australia. El gallego Luis
Váez de Torres navegó por el estrecho que
hay entre Nueva Guinea y Australia, hoy el estrecho de Torres. ¿Y el palentino
Gabriel de Castilla, que llegó más allá de los 64º Sur, es decir, fue el
primero que vio tierras antárticas, en 1603? ¿Y el extremeño Francisco de
Orellana, que fue el primero que descendió el Amazonas desde los Andes hasta el
Atlántico en un viaje de casi 5.000 kilómetros? Tampoco se puede olvidar la
expedición científica que protagonizó el toledano Francisco Hernández en 1571,
quien catalogó, describió y dibujó en 38 tomos los animales, las plantas y los
minerales de la Nueva España.
Y eso sólo recordando los viajes más
importantes y que alcanzaron el éxito, ya que hubo muchos otros que fracasaron,
terminaron en naufragio o, por cualquier otra causa, en desastre. Y sólo ciñéndose
al siglo XVI, ya que en la siguiente centuria son abundantísimas las aventuras
descubridoras y documentadoras de los buques españoles. Ya en el XVIII se lleva
a cabo una de las más importantes expediciones, la capitaneada por Malaspina y
Bustamante (1789-1794). Y eso sólo hablando de viajes, gestas y descubrimientos
marítimos y sin volver a Elcano, Cabeza de Vaca, Ojeda…
¡Qué proezas, qué hazañas tan
asombrosas, qué dificultades superaron! Ninguno de los presentes vivirá jamás
aventuras semejantes.
CARLOS DEL RIEGO
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