miércoles, 7 de agosto de 2019

BARCOS Y MARINOS ESPAÑOLES EN LOS CONFINES DEL MUNDO

El primer mapamundi que incluye América (en verde), hecho por un cántabro, Juan de la Cosa, en 1500. Muchos mares y territorios seguían estando por descubrir.


Cinco siglos atrás partían de los puertos españoles, casi a diario, barcos cuyo destino era la aventura, lo desconocido. Por eso la cantidad de gestas descubridoras que protagonizaron los marinos hispanos a lo largo de los siglos XVI y XVII fueron determinantes para que se encontraran y conocieran los confines del mundo.

Es, sin duda, una de las causas de la envidia infinita que Inglaterra y Holanda muestran por España cuando se habla de méritos históricos. A partir del viaje de 1492, las naves procedentes mayoritariamente de puertos andaluces emprendían peligrosísimas travesías para encontrar, situar y cartografiar lugares que nadie (aparte de los nativos) había visto jamás. Después, aprovechando los mapas e indicaciones realizadas por los cartógrafos y navegantes extremeños, vascos, andaluces, gallegos…, llegaban los veleros ingleses, holandeses y de las demás potencias marítimas y, sin reparo ni escrúpulo alguno, se apuntaban el mérito de ser los primeros, daban nombre a las tierras y, en fin, se apuntaban todos los méritos ocultando el hecho de que no hubieran llegado allí sin las indicaciones de los verdaderos descubridores.

Por todo ello parece oportuno recordar los nombres y hazañas de aquellos esforzados, valientes e intrépidos españoles que, evidentemente, los tenían más grandes que el caballo de Santiago…Podría empezarse por el extremeño Núñez de Balboa cuando, en 1513, se adelantó al resto de la expedición que buscaba otro mar al oeste, se puso todo el hierro (coraza, casco…), y con la espada en una mano y los estandartes en la otra tomó posesión en nombre de los reyes de España (hay que imaginarse esa escena, hay que visualizar al explorador metido hasta la cintura en el mar, gritando y agitando armas y banderas: digno de verse). Uno de los grandes descubrimientos del XVI fue el hallazgo de una ruta para volver de Asia a América, lo que se llamó el ‘tornaviaje’; el vasco Andrés de Urdaneta (que ya había tomado parte en expediciones extremadamente peligrosas), encontró, describió y documentó perfectamente el mejor trayecto para ir de Filipinas a México (más de 14.000 kilómetros de océano), a donde llegó en octubre de 1565; en realidad llegó un poco antes un tal Alonso de Arellano, que capitaneaba una nave de la misma flota, pero como el que documentó y cartografió fue Urdaneta…

No hay que olvidar que en aquellos años al Océano Pacífico se le llamaba el Lago Español, ya que sólo lo surcaban naves españolas; hubo que esperar unos años hasta que los ingleses se enteraran de que había que atravesar el Estrecho de Magallanes para pasar del Atlántico al Lago Español. Y tampoco hay que olvidar el coraje, la bravura y valor de los marineros que se embarcaban sin saber a dónde, sin tener claro cuánto tiempo estarían sin ver tierra, sin la menor idea de lo que se iban a encontrar (ya fueran sirenas, monstruos marinos o terrestres), sin estar seguros de llevar provisiones suficientes…, sí, sin duda les sobraban agallas.

En fecha tan temprana como 1526 el vizcaíno Toribio Alonso de Salazar, embarcado en la flota de Jofre de Loaisa, fue el primer no oceánico que vio las islas Marshall; murió aquel mismo año de una enfermedad común entre los tripulantes de aquellos barcos, el escorbuto. Antes aun, en 1511 (otros dicen que en 1505), el onubense Juan Bermúdez encontró las Islas Bermudas y les dio su nombre. El leonés de El Bierzo Álvaro de Mendaña partió de Perú y se topó, en 1567, con las islas Salomón (las llamó así porque le habían dicho que por ahí estaban las minas del rey Salomón), y también con Guadalcanal, con las Marquesas…; en expedición posterior, en 1595, murió de malaria, tomando entonces el mando su mujer, Isabel Barreto, que también tenía muchos ‘riñones’, como demostró con los marineros díscolos y levantiscos. El cartagenero Juan Fernández (que da nombre a un archipiélago de Chile) fue el primer europeo en poner los pies sobre Nueva Zelanda en 1576 y, casi con total seguridad, en Australia.  El gallego Luis  Váez de Torres navegó por el estrecho que hay entre Nueva Guinea y Australia, hoy el estrecho de Torres. ¿Y el palentino Gabriel de Castilla, que llegó más allá de los 64º Sur, es decir, fue el primero que vio tierras antárticas, en 1603? ¿Y el extremeño Francisco de Orellana, que fue el primero que descendió el Amazonas desde los Andes hasta el Atlántico en un viaje de casi 5.000 kilómetros? Tampoco se puede olvidar la expedición científica que protagonizó el toledano Francisco Hernández en 1571, quien catalogó, describió y dibujó en 38 tomos los animales, las plantas y los minerales de la Nueva España.  

Y eso sólo recordando los viajes más importantes y que alcanzaron el éxito, ya que hubo muchos otros que fracasaron, terminaron en naufragio o, por cualquier otra causa, en desastre. Y sólo ciñéndose al siglo XVI, ya que en la siguiente centuria son abundantísimas las aventuras descubridoras y documentadoras de los buques españoles. Ya en el XVIII se lleva a cabo una de las más importantes expediciones, la capitaneada por Malaspina y Bustamante (1789-1794). Y eso sólo hablando de viajes, gestas y descubrimientos marítimos y sin volver a Elcano, Cabeza de Vaca, Ojeda…

¡Qué proezas, qué hazañas tan asombrosas, qué dificultades superaron! Ninguno de los presentes vivirá jamás aventuras semejantes.

CARLOS DEL RIEGO

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