En la cuarta línea se lee, Ego adefonsus hispanie imperator, y debajo la lista de condes (comes) que confirman (la cf al final de cada raya)
El más desconocido de todos los reinos
significativos que ha habido en la Historia de España es el Reino de León. Y
ello a pesar de que fue el más importante de todos reinos cristianos durante
siglos o de que protagonizó el gran impulso reconquistador. En el año 1135, el
rey Alfonso VII de León se hizo coronar emperador en la Catedral de León (la
antigua, románica), con la presencia de reyes, condes y nobles que le rindieron
vasallaje
El blasón de León aparece en uno de los
cuarteles del escudo de España, junto a los de Castilla, Aragón y Navarra, que
fueron los reinos principales de una larguísima etapa en la Historia de España.
De todos ellos el reino más ignorado es el Reino de León (910-1230) que, sin
embargo, fue el dominante de la Hispania cristiana durante muchos años (de su
prestigio da cuenta el hecho de que, incluso cuando ya estaba incorporado a la
corona de Castilla, los sucesivos reyes jamás olvidaban decir que lo eran
también de León).
Uno de los momentos en que el poder del
Reino de León era indiscutible en toda la península fue cuando nobles,
aristócratas, reyes, obispos y arzobispos
viajaron a León para rendir pleitesía y acatamiento al Rey de León,
Alfonso VII, en el acto en que fue proclamado Imperator Totius Hispaniae.
El 26 de mayo de 1135 fue el día
señalado. En la catedral románica, que está situada donde hoy está la gótica y
que había sido consagrada en el año 1073 reinando Alfonso VI, se reunió una
inmensa multitud de leoneses para presenciar los actos y ver a todos los
magnates que se allí congregaron. Así, llegaron a León para rendir vasallaje a
Alfonso VII: el rey de Navarra García Ramírez y su hijo y sucesor Sancho Garcés
VI, el rey musulmán Ibn Hud al Mustansir Saif al Daula conocido como Zafadola,
el almorávide Abengania (Ibn Ganiya), el caudillo de Córdoba Abenfandi (que
recuperó su trono años después gracias a Alfonso), el célebre rey Lobo de
Murcia, el rey de Aragón Ramiro II el Monje, el primer rey de Portugal Alfonso
Enríquez, el conde de Barcelona y príncipe de Aragón Ramón Berenguer IV
(hermano de doña Berenguela, la esposa de Alfonso VII) el conde de Montpeller Guillermo de Montepesulano, el
de Tolosa Alfonso Jordán y muchos otros condes, duques y nobles tanto de la
península como de más allá de los Pirineos: Poitiers, el Ródano, Gasuña…
También abades, obispos y arzobispos estuvieron presentes en tan imponente
acto.
Todos cumplieron con las ceremonias por
las que reconocían la potestad y autoridad de Alfonso VII de León. Aquel día,
en la catedral, sentado en su trono y con una túnica roja, mientras el rey
García de Navarra sujetaba su brazo derecho y el obispo Arias el izquierdo, y
tras escuchar el ‘consejo divino’, pusieron una corona de oro y piedras
preciosas sobre su cabeza y el cetro en sus manos. Luego los obispos lo
condujeron al altar, cantaron el ‘Te Deum laudamus’ y terminaron proclamando
¡Vivat Adefonsus Imperator! Uno tras otro, todos se acercaron al emperador y,
en un acto de sumisión, se declararon jefes de los ejércitos imperiales,
tocaron su mano derecha y le prometieron obedecerle en todo. A cambio, él les
concedió el honor, que podía ser oro, tierras, ciudades…
Para conmemorar tan singular acto, Alfonso
VII otorgó donaciones a obispos, abades y monasterios, y también se repartieron
abundantes limosnas, vestidos y alimentos entre el pueblo; y hubo banquetes y
convites reales tanto en palacios como en plazas para que todos celebraran día
tan señalado.
Como puede deducirse, el Reino de León
ostentaba de hecho la primacía no sólo sobre ‘totius Hispaniae’, sino que su
poder llegaba más allá de la península, hasta Poitiers y el río Ródano.
Castilla seguía siendo una dependencia de León.
Empieza el Himno a León: “Sin León no
hubiera España”.
CARLOS DEL RIEGO
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