miércoles, 26 de febrero de 2025

CUANDO LA UNIÓN SOVIÉTICA SECUESTRABA ESPAÑOLES REPUBLICANOS

 


Fulgencio García fue a la URSS a hacer un curso de tres meses, pero fue encarcelado durante quince años sin delito, ni acusación, ni juicio

 

Funcionarios, aviadores, marineros y republicanos españoles de diverso pelaje fueron retenidos sin acusación, sin juicio ni motivo, o sea, secuestrados, por la URSS En los inciertos y violentos años treinta y cuarenta del siglo pasado

 

El régimen estalinista de la Unión Soviética fue uno de los más los más extremos, paranoicos y deshumanizados totalitarismos del siglo XX. Allí todo el mundo era sospechoso: altos cargos del partido, militares, poderosos funcionarios, ciudadanos a pie…, cualquiera podía ser detenido, juzgado o no, y enviado al paredón o a Siberia; no importaba si había acusación, pruebas o testigos, lo que nunca había era abogado defensor. Y si el que era señalado por el NKVD o cualquier otra policía política era, además, extranjero, las sospechas se convertían automáticamente en condena, como pasó con muchos españoles republicanos e incluso comunistas.

 

Trágica y a la vez ridícula es la desventura padecida por un grupo de comunistas españoles que, al terminar la Guerra Civil Española, se fueron al exilio en Francia; cuando ésta fue ocupada por los nazis fueron capturados y deportados a Alemania como mano de obra forzosa. Luego, en 1945, al entrar los rusos en Berlín, aquellos españoles, viéndose libres de los nazis, crecidos y envalentonados, deciden esperar al Ejército Rojo en la ya abandonada Embajada de España, donde, henchidos de orgullo, izaron una bandera republicana y otra roja. Pero al llegar los oficiales soviéticos los tomaron por el embajador español y los demás componentes de la legación, todos acompañados por sus esposas e hijos. Aquellos desgraciados españoles trataron de explicar que eran comunistas, que eran republicanos, que no eran diplomáticos franquistas y que si estaban en la embajada era porque la habían ocupado para recibir, como se merecían, a sus camaradas del Ejército Rojo que acababan de derrotar a los nazis. No hubo forma de convencer a los militares y a los funcionarios soviéticos, así que, de entrada, fueron enviados a un campo de concentración cerca de Moscú, y luego a otro, y luego a otro… Veinte años después, aquel grupo de desdichados republicanos españoles que quisieron agasajar a los soldados soviéticos seguían secuestrados en la URSS aunque no pesaba sobre ellos  ninguna acusación. Claro que, con total seguridad, Moscú ya sabía que aquellos no eran diplomáticos franquistas.

 

Durante los tres años de la Guerra Civil, la República envió muchos barcos a recoger material bélico a los puertos de la Unión Soviética. Pero no pocos de  aquellos barcos fueron incautados con los pretextos más peregrinos (errores en la documentación, papeles, permisos, embarques…), de manera que para julio de 1939 eran nueve los buques que la principal aliada del bando republicano se había quedado: el Cabo San Agustín, el Juan Sebastián Elcano, el Cabo Quilates, el Inocencio Figueredo, el Mar Blanco, el Isla Gran Canaria, el Marzo, el Ciudad de Tarragona y el Ciudad de Ibiza. La mayoría de sus tripulantes fueron repatriados rápidamente, pero hubo otros, alrededor de cincuenta, que fueron retenidos en Unión Soviética; ¿por qué a unos se les dejó marchar sin problemas y a otros no?, ¡quién sabe! El caso es que la policía política, llegado el momento, les preguntó qué opción escogían: quedarse a vivir en la URSS y adoptar su nacionalidad, volver a España o irse a terceros países. Los que eligieron quedarse fueron enviados a los koljós (granjas colectivas) y de ellos nunca más se supo, quienes dijeron que preferían irse a México o Francia siguieron retenidos (en realidad, secuestrados), pues los rusos entendieron como un desprecio que quisieran vivir en esos países antes que en la Rusia que los había acogido; y los que se atrevieron a pedir volver a España fueron repatriados sin más, pues la policía política pensaba que serían represaliados por el aparato franquista. Al pasar el tiempo, los que no pudieron salir fueron detenidos y enviados de un campo de concentración a otro; a varios se les perdió la pista para siempre (por ejemplo al capitán del Mar Blanco, Ángel Leturia, y otros cuatro marineros), mientras que al resto se les embarcó en el río Yeniséi (frontera entre Siberia Occidental y Central) hasta el Círculo Polar Ártico para construir carreteras. Luego fueron enviados a otro campo del Gulag para, unos dieciocho años después, ser finalmente repatriados. Al igual que los anteriores, no habían sido ni acusados, ni juzgados, ni condenados: fueron secuestrados. Al regresar ya eran profundamente anticomunistas. 

 

Durante 1938 el Gobierno Republicano envió muchos estudiantes a la escuela de pilotos de Kirovabad (hoy Ganja), en Azerbaiyán. Al terminar la Guerra Civil quedaban allí unos doscientos. Las autoridades soviéticas les hicieron la misma pregunta, ¿quedarse o irse? Un tercio, más o menos, decidió quedarse, y el resto pidió irse a Argentina, Chile, México… Pasado un tiempo y tras presiones y promesas, otros cuarenta comunican su deseo de adoptar la nacionalidad rusa, mientras que algunos optaron por quedarse sólo hasta que terminara la II Guerra Mundial. El resto fue recluido en una ‘residencia’ llamada Monino; de ésta, a principios de 1940 fueron fusilados cinco de ellos, los que con más insistencia exigían su liberación. Los pilotos republicanos, entonces, deciden pedir ayuda a las embajadas de los países aliados de la URSS, pero sólo tres de ellos consiguieron salir de allí al acreditar tener familiares en otros países. Después de meses de retención y vigilancia (ya en 1941) aquellos aviadores españoles que habían resistido casi lo irresistible para conservar su dignidad y nacionalidad, son finalmente detenidos, iniciando el consabido viaje por el Gulag, de un campo siberiano a otro. Fueron repatriados en 1954 (ya muerto Stalin) echando pestes del comunismo y los comunistas…

 

Todo el mundo conoce las atrocidades cometidas por los nazis en Auschwitz, Mauthausen o Treblinka, pero apenas se sabe de las perpetradas por los soviéticos en Jarkov, Cherepovets o Kolimá. Ambas dictaduras están a la par.

 

CARLOS DEL RIEGO

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