Con poco más que esto se puede convertir a un tuercebotas con oído de madera en un virtuoso |
El músico neoyorquino Moby declaraba
recientemente en televisión que “la música actual puede ser genial, pero nunca
estará a la altura de la de John Lennon,
Neil Young o The Clash”. Y debe tener algo de razón, ya que hace mucho,
muchísimo tiempo que no aparece un artista destinado a permanecer, a ser
recordado décadas después
El asunto no es que no se hagan buenas
canciones ni que no haya actualmente músicos con mérito, pero falta algo; por
unos y otros factores el rock y derivados que se facturan hoy no tienen esa
‘alma’, ese chispazo, esa virtud que convierte una pieza buena en eterna.
Tampoco se trata de que el músico de
rock tenga que inventar nuevos géneros musicales ni diseñar nuevos sonidos y
ritmos en cada disco, o sea, la cosa no va de innovar a cada paso. De hecho, lo
único que se echa en falta en el rock de comienzos del siglo XXI es canciones
con contenido suficiente para que se mantengan en el tiempo, ya que, como viene
a decir Moby (especialista en techno pero cuyas principales referencias no
tienen que ver con ese género), hace muchísimo que no se escuchan buenas
canciones que, además, tengan esa chispa, esa vibración, ese ‘feeling’, ese
toque de gracia que puede convertir una buena idea en una idea genial y permanentemente
atractiva.
Hay varias causas de esta sequía de
talentos perdurables en este negocio del rock. Siempre se señala al hecho de
que hoy la música tiene que competir con abundantes y poderosos rivales por la
atención del gran público, que lleva todo el entretenimiento existente en el
bolsillo, con lo que eso del rock es, simplemente, una opción más. Asimismo, la
desaparición del objeto físico también le ha quitado bastante encanto al rock,
es decir, se puede escuchar y ver todo en cualquier momento en cualquier sitio,
y esa disponibilidad absoluta, ese tenerlo todo a mano siempre le quita valor a
las cosas (del mismo modo que quien tiene un genio al lado a diario no lo
valora tanto).
Y también está el tema de la tecnología.
No es que las nuevas herramientas sean perniciosas, lo malo es cuando las
infinitas aplicaciones y programas informáticos, los potentes hardware y
software que hay hoy en los estudios de grabación se convierten en el todo. En
otras palabras, muchas de las producciones de la actualidad (por no decir la
gran mayoría) están hechas a base de trucos y herramientas electrónicas capaces
de convertir gallos y desentonos en delicadas armonías. Todo el interesado
tiene al alcance esos programas y equipos que permiten no sólo corregir las
notas desafinadas (el autotune), sino que alguien que no haya tocado la
guitarra en su vida puede ‘grabar’ un solo sublime; por ejemplo, se graba un
‘tin’ de la guitarra, después se hace lo mismo con otra nota, y otra, y otra,
luego se unen todas, el programa las alarga o las acorta, les da profundidad,
vibración, efectos, distorsión, sonidos…, y le proporciona el tempo deseado,
con lo que el resultado final puede parecer a la altura de los grandes héroes
de la guitarra. Igualmente con la voz: uno que cante como un perro, con el
programa adecuado puede pasar por un cantante de ópera, ya que el ordenador se
encargará de situar cada sonido, cada sílaba, cada nota dentro de los límites
armónicos.
En realidad este es uno de los grandes
problemas de la música rock y pop del siglo XXI: el abuso de la tecnología, el
convertir las herramientas en lo principal; o sea, ya no hay que concebir una
melodía bonita y atractiva y luego engarzar en ella una letra ingeniosa y con contenido,
sino que simplemente hay que montar convenientemente, artificiosamente,
cualquier mediocridad. El márketing se encargará de venderlo como algo
imprescindible. Y es que el mal uso de las herramientas informáticas puede
llevar a engaños monstruosos; por ejemplo, es posible hacer un vídeo en el que
Winston Churchill aparezca cantando el ‘Porompompero’ y que parezca
absolutamente verídico. Como todo el que está en el asunto sabe, se pueden
coger palabras sueltas de una persona y recomponer con ellas frases con sentido
y entonación, dando la sensación de que el personaje ha dicho y hecho lo que
aparece en el montaje; e igualmente hay programas de vídeo que ‘hacen’ bailar a
cualquiera al son que dicte el informático.
Por otro lado, también hay quien sostiene
que el problema es que el rock no da más de sí, que ya está todo hecho, que no
hay puertas que abrir ni ideas que aportar. Tal vez haya algo de cierto en
ello, pero el asunto es que no hay que ser eminentemente novedoso para hacer
buen rock & roll, basta con hacer canciones con ese punto extraordinario
que tenían las de las décadas doradas del rock, cuando lo importante era el
talento, cuando la técnica sólo era un medio, un utensilio, no el objetivo
principal.
Sí, por unas u otras causas, como afirmaba
Moby, hace demasiado tiempo que no aparecen Bowies,
Joplins Youngs o Lennons, Raycharles ni Aretafranklins, lo cual no quiere
decir que no haya talento por ahí, pero…
CARLOS DEL RIEGO
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