Cuando alguien busca problemas a los
que enfrentarse es que no tiene verdaderos problemas. En los últimos lustros
han aparecido preocupaciones en la gente que hasta hace poco no existían. En
las sociedades occidentales, en las que (más o menos) se han resuelto las
necesidades vitales de la población, parte de ésta busca desesperadamente problemas a los que enfrentarse y con los que
satisfacer sus ganas de luchar, porque parece necesitar algo perverso
(catástrofe, apocalipsis, holocausto) a lo que combatir, puesto que no precisan
ya sacrificarse por lo elemental
Hay hoy en el llamado primer mundo grupos
de personas que están convencidas de un próximo holocausto nuclear y otros que
‘denuncian’ una conspiración planetaria para convencer a la población de que la
tierra es redonda cuando, ‘en realidad’, es plana; e igualmente los que
sostienen que las vacunas contra el covid fueron un arma letal empleada para
eliminar población; los persuadidos de que el mundo está cerca de una
apocalipsis climática; y los que creen que la estela de vapor de los aviones es
un producto tóxico para ‘fumigar’ a todo el mundo.
No es nueva pero sí que ha cobrado
auge últimamente la creencia en el preparacionismo. Sí, los preparacionistas
son los ciudadanos que están plenamente convencidos de que pronto habrá una
catástrofe a escala planetaria (bélica, nuclear, climática, energética…) y por
ello se preparan para afrontarla. Así, se han construido refugios subterráneos
a prueba de bombas, con protección antinuclear, herméticos y, lógicamente,
abastecidos de todo lo necesario para subsistir mucho tiempo sin salir.
Conservas, miles de latas, combustibles, baterías y muchísimas otras
provisiones abarrotan el refugio que, creen, un día les salvará la vida. El
problema es que, incluso las latas de conservas, pasados unos años no se pueden
consumir; y otras cuestiones, como qué hacer con desperdicios y excrementos,
cómo almacenar agua para muchos meses o años, cómo lidiar con los problemas
sicológicos y de relación con otros ‘refugiados’, con la claustrofobia o las
horas de ‘nada que hacer’.
Lo de los que creen que la Tierra es
plana, los terraplanistas, parece haber perdido algo de actualidad, lo que no
quiere decir que haya perdido creyentes. Esta paranoia es muy curiosa, puesto
que sus adeptos aun no han explicado el por qué: ¿por qué hay quien se empeña
en hacer creer a la población mundial que la Tierra es redonda cuando realmente
es plana? Y da igual que se les explique que en España es de día cuando en
Australia es de noche, como puede comprobarse con, por ejemplo, el Open de
Australia de tenis, que allí es de noche y aquí de día; suelen decir que todo
es un montaje para engañar… Así, vuelve a plantearse ¿por qué y quién ganaría con
esta confabulación?
Aunque parezca agua pasada, la
realidad es que aun hay mucha gente que acusa a gobiernos, empresas farmacéuticas,
médicos, químicos, farmacéuticos (miles de personas)… de haber administrado
vacunas asesinas cuando se vacunó a la población contra el covid. Por eso,
cuando alguien muere repentinamente, los paranoicos de las vacunas aseguran
(sin conocer el caso más que por la prensa, sin autopsia, sin conocimientos
médicos) que se debe a la vacuna contra el coronavirus. Y a ésta le achacan no
sólo muertes súbitas, sino asesinatos, suicidios, infartos, ictus…, incluso
accidentes de tráfico, incluso incendios. Hay muchos seres racionales que no
atienden a razones ni razonamientos, ni siquiera aunque los especialistas
(médicos y farmacéuticos sobre todo) se lo expliquen con argumentos
científicos.
Algo parecido son los
‘fumigacionistas’, que son quienes están persuadidos, más allá de toda lógica,
de que las estelas de vapor que dejan los aviones de pasajeros son en realidad
gases muy perjudiciales para la población, por lo que suelen decir que están ‘fumigando’
al personal. Como el resto de creencias disparatadas, cualquier especialista
podría explicar fácilmente lo imposible de ese riesgo. Esos aviones viajan a
unos diez kilómetros de altura, lo que significa que lo que ‘fumiguen’ no caerá
en el sitio donde se vaporice el supuesto producto químico, ya que los vientos
y corrientes que hay a esa altura pueden llevar las partículas a cualquier
sitio; de hecho, gran parte del gas que se suelte a tal altura puede tardar
muchos años en llegar a tierra, incluso puede pasarse siglos a merced de todo
tipo de brisas y movimientos de masas de aire. Así, si algún avieso ‘genio del
mal’ ideara tal cosa, él mismo podría ser víctima de los gases, ya que nunca se
sabe cuándo y dónde pueden llegar a caer las partículas de gas liberado a esa
distancia sobre el nivel del mar.
Clásicos de la paranoia más esperpéntica
son los ‘ultraecologistas’, que están dispuestos a pegarse a cualquier
superficie (incluso al asfalto) o atentar contra obras de arte para “llamar la
atención de la ‘catástrofe climática’ que está a punto de suceder”. Lo
sorprendente es que los adeptos a esta paranoia están convencidos de que con
esas acciones su ‘causa’ gana adeptos, cuando la realidad es que genera la
repulsa de la mayoría (y puede ocasionar sentimientos contarios: “¿ah sí?, pues
ahora contamino más”) y, por otro lado, hace caer en el desánimo a muchos otros
(“bah, para qué voy a hacer nada si ya estamos condenados”). Y a quienes ponen
en duda este dogma ultra se les tacha de ‘negacionistas’, sin embargo, quienes
niegan la evidencia son los extremistas fanatizados, puesto que los gurús y
sacerdotes climáticos llevan décadas amenazando con desgracias, apocalipsis
climáticos, catástrofes a escala planetaria a pesar de que, invariablemente,
nunca se cumplen los plazos dados, al contrario, se llega a la fecha señalada y
no pasa nada, ni se deshielan los polos, ni se inundan las ciudades costeras ni
otras profecías. Las consecuencias de la ‘emergencia climática’ de la que tanto
avisan no llegan nunca. Y da igual que haya muchos científicos que nieguen la
emergencia (en google se puede buscar “1609 científicos niegan cambio
climático”).
Cuando tienen satisfechas sus
necesidades primarias, hay criaturas que necesitan otras necesidades, otros
problemas, otros desastres con los que satisfacer la necesidad y el impulso de
rebelarse contra algo. Y así se apuntan a cualquier chifladura que la mente
pueda imaginar, y no les valen las razones o explicaciones: su dogma está por
encima. Es curioso que en países del Tercer Mundo no aparecen estos fenómenos:
tienen verdaderas problemas.
CARLOS DEL RIEGO
ResponderEliminarCreo que lo dijo Einstein, hay dos cosas de las que estoy seguro,de la
Inmensidad del espacio y de la necedad y estupidez del ser humano,y de lo primero tengo mis dudas.
Estoy de acuerdo.
Un abrazo.
Jajaja, justamente eso dijo
ResponderEliminarEnhorabuena por tus blog, Carlos. Lo que a mí si me preocupa/mosquea y mucho es respecto a las fumigaciones. No se puede negar que en el cielo todos los días aparecen un montón de líneas que además no son de estelas de avión porque permanecen munutos y horas. La intencionalidad de estas es lo que no tengo claro pero de todas las teorías que he podido conocer hay una que me convence : sería deshacer las nubes en formación para ocasionar sequía y atraer su formación en zonas donde les interesa en funciónde las sustancias que fumigan en cada caso. Es decir una manipulación climática a conveniencia por medio de las formaciones nubosas. Abrazos.
ResponderEliminarGracias Héctor por detenerte en este blog. Yo llevo viendo las estelas de los aviones desde que era pequeño. Tengo un primo carnal que es piloto de Iberia, y cuando le comentan esto se escojona y empieza a dar argumentos por los que no es posible. Además, como ha quedado más que demostrado, no hay conspiración que funciones si hay más de tres o cuatro personas metidas en el ajo, y para que esa manipulación de la que hablas funcionase tendrían que ser cientos, miles de personas las que estuvieran en el ajo: pilotos, mecánicos, compañías aéreas, meteorólogos y geólogos, políticos..., imposible mantener una conspiración con toda esa gente que puede irse de la lengua. Uno de los implicados en el caso Watergate contó, muchos años después, que les quedó claro que no se puede llevar a cabo una conspiración con tanta gente sabiéndolo todo, y eso que eran entre 20 y 24 los implicados. Por otro lado, a los gobiernos no les interesa que haya sequía, pues eso significa escasez de alimentos y precios desorbitados, lo que se traduciría en manifestaciones, huelgas, protestas..., y eso no les gusta a los políticos, pues si la gente no está contenta votarán a otros. Y si fuera posible lo de 'ordeñar' nubes, los árabes del petróleo ya hubieran convertido sus desiertos en jardines. En fin, hay mil razones por las que negar esta teoría conspiranoica. Gracias, saludos
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