Las pistas de baile han perdido a dos de
sus máximos animadores en los últimos días, la gran Donna Summer y Robin Gibb,
de Bee Gees. Ella aportó, sobre todo, ese tránsito entre la música soul y la
música disco, su voz deliciosa y un encanto irresistible. Robin deja bastante
más, pues fue un excelente compositor. El cáncer pudo con ellos.
Con todo el respeto y cariño para Donna
Summer, se antoja más importante en el devenir de la música del siglo XX la
aportación de Robin Gibb. Con sus hermanos Barry, el mayor y único
superviviente, y Maurice (gemelo y también fallecido), dio forma a uno de los
grupos más importantes de la música pop del último medio siglo, y no sólo por
sus éxitos en la pista de baile. Comenzaron en los últimos 50, se pasaron los
sesenta buscando su estilo y dejando auténticas maravillas en el terreno de la
melodía pop; en los setenta impulsaron la música disco hasta convertirla en
moda global; luego dejaron los números uno pero no los focos, pues casi hasta
ayer han estado publicando.
Antes de la explosión del sábado noche,
Bee Gees ya habían regalado dos docenas de maravillas de la armonía. Y es que
puede llegar a resultar difícil contener la emoción al escuchar la dulcísima y
elegante voz de Robin en el inicio de la irresistible ‘Holiday; es imposible no
asombrarse con la combinación de voces de ‘New York minning dissaster 1941’ , sobre todo cuando dan
paso a la de Robin, ahora provista de una carga de sentimiento que pone los
pelos de punta; y qué decir de la potencia vocal que exhibe en ‘I can´t see
nobody’ o en la preciosa ‘To love somebody’. En todas ellas, éxitos de siempre
de Bee Gees, Robin es la voz principal, además de coautor. Y aun no habían
terminado los sesenta.
Luego se produce un cambio de estilo en
el grupo (de los varios que experimentaron en su larguísima trayectoria),
girando ahora hacia un sonido más negro, más soul, funk e incluso gospel. Y así
llegan a 1975 con su sensacional ‘Main course’, auténtico adelanto del bombazo
que saldría tres años más tarde; matemáticamente bailables y muy recomendables
resultan ‘Nights on brodway, ‘Jive talkin’ y ‘Wind of change’. Y al año
siguiente publican el anticipo de la explosión, ‘Children of the world’, que
incluye el ‘You sould be dancing’, que bien podría haber aparecido en el
‘Saturday night fever’, el tremendo superventas con el que revolucionaron la
forma de entender la música pensada para las pistas de baile. Después,
siguieron haciendo uso de enorme talento para la composición y para la armonía
y siguieron cosechando éxitos, ya fuera como grupo o por separado; no hay que
olvidar que Robin lanzó en solitario algunas canciones para el recuerdo, como
la dinámica y evocadora ‘Julia’.
Posesor, al igual que sus hermanos, de
unas aptitudes excepcionales para la música, es imposible escuchar una salida
de tono en ninguno de sus discos en vivo (cosa que no se puede decir de muchos
otros superventas), un desajuste en las voces, un arreglo que se salga de la
armonía más delicada.
Quedan los discos, quedan las canciones
inolvidables, pero a medida que van muriendo los que han puesto música a
nuestra vida aumenta la leyenda y se fijan y se idealizan más los recuerdos que
evocan esas canciones.
Carlosdelriego.
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