domingo, 6 de mayo de 2012

MÁS GRUPOS DE UN SOLO ÉXITO (Parte III) Grandes melodías que periódicamente se actualizan y que jamás pierden actualidad

La lista de canciones que superan su tiempo puede ser interminable. De hecho, no deja de aumentar, pero cada tema que se te ocurre empieza a tener un poco menos, un poco menos de talento y brillantez, alcanzó un poco menos de popularidad, su pervivencia es un poco menor... Sin embargo, aun quedan discos con algunas brillantes ideas a la hora de combinar notas musicales, aun hay melodías que merecen su regreso al presente. Por cierto, para que una canción pueda considerarse imperecedera han de pasar un par de décadas desde su aparición, y si no es así, tal vez sólo sea 
flor de su época.


Una canción que se actualiza casi año tras año es ‘Eloise’, título cargado de factores completamente originales. Publicada en 1968 por Barry Ryan y compuesta por su hermano gemelo Paul (dicen que eran absolutamente idénticos), alcanzó el éxito casi en el momento de su publicación, dio la vuelta al mundo y se puede asegurar que, a día de hoy, no habrá emisora de radio que no la haya transmitido. Para empezar, duraba más de 5 minutos, algo inaudito para un single y, en realidad, para cualquier canción que persiguiera éxito masivo. En segundo lugar, presentaba una potente y completa orquestación, no un par de arreglos orquestales, que es lo que se solía hacer cuando se pretendía dar solemnidad a la melodía. Y en tercer lugar, su tremenda carga melodramática, tanto en la composición como en la interpretación, que también superaba los usos de su época. A ello se pueden añadir la utilización de la voz en falsete, los coros multitudinarios y variopintos, la exigencia de cantar en tonos altos, los diversos cambios de ritmo y ambientación... Sí, fue una canción que rompió moldes y que ha sido versioneada hasta la saciedad (bien se pueden recordar las versiones que hicieron The Damned y el malogrado Tino Casal). La letra es tan apoteósicamente almibarada y afectada como el arreglo; dice cosas como “Cada noche que estoy ahí rompo mi corazón para complacer a Eloise”, o “sabes que estoy arrodillado (...), eres todo o que quiero, así que escucha mi plegaria”. Barry Ryan sólo publicó un par de elepés y apenas una docena de singles y dejó de actuar en los primeros setenta; se casó con la hija del sultán Ibrahim de Johor (Malasia) y se divorció dos años después. Su hermano gemelo Paul (compositor de mucho mérito) murió de cáncer en 1992, pero ya está para siempre en la historia del pop.


Otro título inmortal que no deja de sonar nunca es el arrebatador ‘More than a feeling’ (1976) de los estadounidenses Boston; películas, publicidad, juegos de ordenador (como el ‘Guitar hero’), versiones sin fin, aparición en recopilatorios..., la pieza es de las que parecen ser estrenadas cada año. Publicada en el álbum del mismo título (uno de los tres más vendidos en toda la década de los setenta), es uno de esos temas que siempre se encuadran en aquello que dieron en llamar AOR (rock orientado para adultos), aunque también puede integrarse en el cajón de baladas rock. El tema comienza con unas guitarras limpias, cristalinas, que dejan paso a la dulce voz de Brad Delp (algo de Freddy Mercury, algo beatleliana), que presenta la melodía. Acto seguido, profusión de guitarras: acústica, de doce cuerdas, distorsionada y una más casi a pelo esculpiendo la maravillosa e inspirada melodía; ésta, en la aterciopelada voz de Delp, se antoja emocionante. Luego, los solos de guitarra, los tonos altísimos de la voz y más guitarras (sólo con la Gibson se consigue ese sonido tan flexible, tan suave y tan profundo). Pocas canciones resultan tan seductoras desde la primera escucha. El texto es un homenaje a la música: “cuando estoy cansado me escondo en mi música, olvido el día y sueño con la chica”, y aunque la referencia a la chica parece obligada, lo cierto es que la letra es bastante nostálgica y evocadora de momentos felices, sin olvidar un punto melancólico cuando dice “muchas personas han venido y se han ido”, pero cuando “escucho esa vieja canción (...) comienzo a soñar más que un sentimiento”. El grupo (que ha visto infinidad de cambios en su formación) no se ha retirado de escena nunca, aunque a veces pasara largos períodos de silencio. Desgraciadamente, Brad Delp se suicidó en 2007: “soy un alma solitaria”, dejó en una nota prendida a su camisa.




“Todo lo que somos es polvo en el viento”, cantaba Kansas en 1977 en su memorable ‘Dust in the wind’. Esta deliciosa melodía, como toda obra artística que muestra auténtico talento, sigue resultando hoy (35 años después) tan apasionante como entonces. Bastante alejada de la línea estilística del grupo, pues es uno de sus escasos temas acústicos, entra con una sencilla pero eficacísima secuencia de guitarra acústica que da pie a la preciosa melodía vocal, a la que se le añaden coros hasta llegar a ese impecable e irresistible solo de violín, unos cuantos segundos que casi hacen levitar. Es, sin duda, una canción que roza la perfección porque, a diferencia de la gran mayoría de éxitos del pop y el rock en los que casi todo es chicas, velocidad, drogas y alcohol, diversión y aventura, este ‘Dust in the wind’ es algo así como la actualización del clásico ‘sic transit gloria mundi’, o sea ‘así pasa la gloria de este mundo’ (y perdón por la pedantería); es decir, esta canción se atreve con un tema de profundo alcance, como es la insignificancia de la vida, pues “nada es par siempre excepto el cielo y la tierra”. Además también señala, sin apartarse de ese pensamiento filosófico, que “todo tu dinero no comprará un solo minuto más”. Es de los pocos grandes temas de la historia del pop y el rock que entra en terrenos normalmente inasequibles para los jóvenes compositores.  
Desgraciadamente, ese tema fue el único momento que no ha sido polvo en el viento en la larga trayectoria de Kansas. Como curiosidad hay que subrayar que su autor, Kerry Livgren, fundó posteriormente uno de los grupos pioneros del rock cristiano, una banda hard llamada AD.



En los momentos iniciales de la ‘new wave’ británica unos tipos llamados Horn, Downes y Woolley tenían un grupo y habían escritos varias canciones juntos, pero antes de grabarlas se separaron, formando los dos primeros Buggles y el segundo editando en solitario. En los álbumes de ambas facciones aparecía el tema ‘Vídeo killed de radio star’, Horn y Downes bajo el nombre de Buggles, Wolley con su Camera Club. El disco de aquellos se convirtió en un éxito tremendo, mientras que el Wolley (editado anteriormente) quedó apenas para unos cuantos iniciados... Sin embargo, si se tiene la oportunidad de escuchar la versión de Bruce Woolley (la de Buggles la conoce todo el mundo) se verá como un tema distinto, mucho más pop, más enérgico que la del dúo, que es techno suave y civilizado. El contenido de la canción está resumido en su título, ‘la vieja estrella de la radio fue retirada por el vídeo’, así que no resulta extraño que fuera la primera canción emitida por la cadena MTV. La versión de Buggles comienza con las voces sonando como al otro lado del teléfono y contestadas por un coro intrascendente y un tanto chillón, aunque no exento de encanto y personalidad; el sonido se caracteriza por esos teclados tan típicos de los primeros años del techno, como queriendo romper con el pasado de guitarras y baterías..., igual que la letra, que viene a mostrar el momento del cambio tecnológico y la nostalgia que produce en quienes ya no son jóvenes, así como el desprecio de éstos para con todo lo anterior. La canción ha sido versioneada y utilizada infinidad de veces, pero siempre la de Buggles. Es, en fin, un tema muy significativo y que, evidentemente, sigue teniendo vigencia..., más que su estrella de la radio.



“My my my my Sharona”. Seguro que todo el mundo está ya rememorando el apabullante ‘My sharona’ con el que los californianos The Knack dieron en la diana. Fue su único éxito, pero con él lograron traspasar la frontera de varias generaciones (ha salido hasta en Los Simpsons como un tema histórico). La canción es arrolladora, con un riff de guitarra inconfundible, eficacísimo, mucho más cerca del rock que del pop gracias a una sección de ritmo agresiva, casi violenta. El texto es más bien tópico: “tú enciendes mi motor (...) cuándo me lo vas a dar, dámelo (...) nunca me detendré, ríndete”; lo curioso es que Sharona sí existía, pues era una chica de la que se había enamorado Doug Fieger. The Knack publicó varios discos, pero como dijo el malogrado Fieger cuando tocó en el festival Purple Weekend de León en 2007, dos años antes de su muerte: “si en algún concierto no tocamos un par de veces ‘My Sharona’ la revuelta está asegurada”. Afortunadamente siempre estará ahí para encender nuestros motores. 

(CONTINUARÁ)Carlosdelriego.
 
   

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