El gran Edison electrocutó a un elefante. |
Un eminente cirujano que ha logrado
sonoros éxitos en el terreno de los trasplantes más difíciles, se ha descolgado
con unas manifestaciones que dejan bien patente que el tal es machista y
sexista hasta decir basta, y un sectario cargado de prejuicios, de esos que se
creen en posesión de la verdad y, por tanto, se sienten legitimados para
calificar a los demás o para generalizar con este o aquel colectivo. El tal se
llama Cavadas, y era tenido por un excelente profesional hasta que ha abierto
la boca y ha dejado ver que, en realidad, fuera de su especialidad, es otro
iluminado de los que otorgan carnets de buenos y malos. En fin, lejos de lo
suyo, muestra escasas luces.
Y es que hay que tener mucho cuidado con
las personas a las que idealizamos, puesto que a veces llegamos a creer que no
son hombres (en sentido genérico, no masculino), que están por encima de los
múltiples defectos y vicios que caracterizan al homo sapiens. Esto suele
suceder muy a menudo con algunos de los grandes protagonistas de la Historia que
sobresalieron en un terreno concreto, en una actividad en la que demostraron
gran clarividencia y esfuerzo, que se convirtieron en auténticos faros para la
posteridad, pero que luego, en la corta distancia, en su trato con sus círculos
más cercanos, en la vida cotidiana, demostraron ser mezquinos, hipócritas y, en
fin, habituales de las mismas bajezas que los demás.
Para desmitificar a algunos de estos
gloriosos personajes, pocos textos como el libro ‘Intelectuales’ del veterano
periodista, historiador y ensayista británico Paul Johnson. En éste, Johnson no
trata de poner en cuestión las teorías de esos grandes pensadores, sino que
desvela cómo eran como personas, cómo se conducían en el día a día, cómo
trataban a quienes estaban a su alrededor y cómo vivían y actuaban de modo
contrario a lo que predicaban.
Un libro ideal para desenmascarar y desmitificar |
Así, sorprende saber que Karl Marx, el
gran defensor de los trabajadores, se casó con una rica aristócrata y vivió a
costa de la herencia de ella hasta que se acabó (eso sí, escribió contra lo
injusto de las herencias), jamás quiso un trabajo con el que mantener a su
familia, y eso que su amigo y colaborador Engels (comunista y empresario
millonario) tenía fábricas en Inglaterra en donde podría haber trabajado, pero el
gran teórico del trabajo y del trabajador, Marx, no quiso jamás ni siquiera ir
a visitar una fábrica; por no mencionar el hijo que tuvo con una sirvienta y
que ‘endosó’ a su incondicional amigo Engels.
Del mismo modo, el escritor francés Jean
Paul Sartre, adalid de las izquierdas intelectuales, que prosperó sin dejar de
trabajar ni privarse de nada en la
Francia ocupada sin que los nazis le molestaran jamás, y que
gracias a la colaboración de su pareja, la “feminista” Simone de Beauvoir,
consiguió llevarse a la cama a muchas de sus jóvenes alumnas.
Tremendo es lo del filósofo y escritor
francés Jean.Jacques Rousseau, que escribió un histórico tratado sobre la
educación, pero envió a sus cinco hijos al hospicio nada más nacer. Primero
dijo que era porque no podía mantenerlos, pero más tarde cambió de coartada alegando
que se había desentendido de ellos para que no cayeran bajo la influencia de su
familia política (¿). Además, escribió otra obra sobre las libertades, pero
solía vanagloriarse de sus sádicas relaciones sexuales y de lo que se disfruta
haciendo daño y humillando a las mujeres.
‘Intelectuales’ señala las mezquindades,
la hipocresía de nombres tan importantes como Bertrand Russell, Comsky,
Tolstoi, Heminguay, Norman Mailer, Ibsen, Shelly y muchos otros personajes
ilustres de indudable mérito artístico, político o social, pero cuya vida real,
no la intelectual, debería situarlos en el apartado de dudosos. Al menos.
Pero fuera de la obra de Johnson se
pueden encontrar muchos otros que hacen bueno el refrán de que “una cosa es
predicar y otra dar trigo”. Así, además del eminente pero retrógrado doctor del
principio, se podrá recordar al gran inventor estadounidense Edison, muchas de
cuyas patentes eran sospechosamente similares a otras ya existentes, y cuya
enemistad con Nicola Tesla (que tenía una creatividad que Edison no soportaba)
le llevó a electrocutar un elefante en Nueva York (condenado a muerte por matar
a tres hombres) para demostrar que la corriente alterna desarrollada por Tesla
era mucho peor que su corriente continua. También pueden entrar aquí grandes
‘luchadores por la libertad’, como el doctor Ernesto ‘Che’ Guevara, que afirmó
ante los micrófonos (existe la grabación): “hemos fusilado, estamos fusilando y
seguiremos fusilando”. Claro que en el campo de la ideología política la lista
sería interminable.
El inmortal Beethoven escribió su Tercera
Sinfonía, la ‘Heroica’, sobre la figura de Napoleón, pero cuentan que cuando se
enteró de que Bonaparte se iba a coronar emperador quitó su nombre del título diciendo
con gesto de disgusto y decepción “Es sólo un hombre, como todos los demás”.
Igual que aquellos que son por muchos idolatrados
fanáticamente.
Carlosdelriego.
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