El Mundial de Fútbol de España fue, como
siempre hasta aquel momento, decepcionante para los aficionados españoles.
¿Para todos?, no, para 80.000 personas fue maravilloso, inolvidable, pues
gracias a aquel campeonato presenciaron un concierto en el que hubo rock y algo
más en el estadio Vicente Calderón, que acogió la actuación más importante que
en 1982 podía verse en cualquier escenario del planeta: The Rolling Stones. En
julio habrán pasado ya treinta años de aquel mágico día.
El día era muy caluroso, sofocante, más
de lo esperado incluso para un 7 de julio. A la entrada del estadio se formaban
largas colas a causa de los cacheos a muchos de los asistentes, pero ni el
calor ni otras incomodidades asustaron a nadie. La sesión comenzó con la
actuación del excelente grupo americano J. Geils Band, que estuvieron
sensacionales, muy apropiados para la ocasión, pero el intensísimo calor, el
demoledor sol que caía sobre el público impidió el reconocimiento que sin duda
se merecían. Llegó un momento en que la gente no sabía cómo combatir la
asfixiante temperatura; los servicios del campo de fútbol se mostraron
insuficientes para atender tal demanda de agua, formándose colas kilométricas, de
modo que el personal no dudó en tomarla de casi
todas partes, incluyendo las cisternas. Cuando más apretaba el sol, en el
escenario aparecieron unos operarios con grandes mangueras con las que lanzaron
agua a presión para refrescar a una acaloradísima y excitadísima audiencia, que
recibió el regalo con gran alboroto.
Y de repente, en apenas unos instantes, cuando
los 80.000 asistentes estaban literalmente empapados en agua y sudor, unas
nubes gruesas y pesadas cubrieron el cielo y en escasísimos segundos se levantó
un viento fortísimo, un auténtico vendaval que amenazaba con echar abajo las
enormes telas de colores que cubrían las gigantescas torres de altavoces a
ambos lados del escenario. El brusco cambio de temperatura retrajo a todos los
asistentes, que súbitamente se encontraron con la ropa empapada y literalmente
ateridos de frío. La tormenta no tardó en estallar, truenos y relámpagos
incluidos. Ese fue el momento escogido por Jagger y compañía para saltar al
escenario.
Parecía que todo estaba previsto, pero lo
cierto es que el concierto comenzó con apenas 5 minutos de retraso. Y en el
preciso momento en que los músicos subieron a escena se produjo un instante
para el recuerdo. Visto desde una grada muy cercana al escenario, cuando los
Rolling Stones salieron, los no menos de 40.000 espectadores que cubrían el
césped se levantaron al unísono y dieron, todos a la vez, dos pasos hacia
adelante mientras un atronador rugido puso millones de pelos de punta. Fue como
si todo el público fuera uno. La enorme masa de gente actuó sincronizada
produciendo un efecto escalofriante, imborrable.
Durante el regreso, quienes allí
estuvieron se sintieron afortunados al darse cuenta de que habían asistido a un
momento irrepetible, algo para contar, una de esas cosas de las que uno se
vanagloria: “Yo estuve allí en aquel momento”, ese momento inolvidable,
emocionante, excitante, único, ese momento en el que muchos miles de personas
se olvidaron de todo lo físico y, como en un éxtasis colectivo, reaccionaron
movidos por una común e irresistible atracción.
¿El concierto en sí? Muy bueno, pero ese
otro recuerdo es mucho más potente.
Carlosdelriego.
Amigo Carlos:
ResponderEliminarPuedo decir que yo también estuve en aquel gran concierto del 82 en el Estadio Calderón del Atlético de Madrid.
Lo hice "presionado por una novia" que me propuso ir a verles y para mi, el ir a Madrid unos días con ella y desconectar de León, me resultaba de lo mas interesante.
De aquel concierto, te olvidas de un pequeño detalle. Cuando entraron en escena, con esos cinco minutos de retraso, como muy bien dices, el agua de la tormenta que sacudía con fuerza (y menos mal) derribó un enorme arco iris formado por globos de colores sobre el escenario, cayendo sobre el grupo y especialmente sobre Mick que lucía una bandera española a modo de capa.
El arco, que se sostenía en ubicación cenital, sobre todo el escenario, cubría y arropaba el espacio donde poco antes intervino la J. Geils Band, que me encantaron, aunque el nivel de audio estaba demasiado bajo, a menos de la mitad de su poderío.
Mick Jagger, mientras atacaba la primera canción, la emprendió a patadas con la correa de globos en el suelo para hacerse un hueco y poder mariposear a gusto, como suele hacer en todos sus directos.
De aquel concierto, recuerdo también que fue la primera vez que vi un sistema de transmisión de audio inalámbrico (para los micrófonos e instrumentos). Al poco tiempo, me construí uno para mi, completamente artesanal, que funcionaba bastante bien, pero con algo de ruido de fondo.
Ya sabéis los que me conocéis, lo que opino de los Stones: salvo algunos temas, (de la época de Mick Taylor, sobre todo) no me molan en absoluto. Nunca he percibido en sus creaciones, ni lírica, ni virtuosismo, ni brillantez alguna y si un encefalograma tonal y vocal, mas bien plano, ralo o matado. Aunque soy contemporáneo de la banda, mis gustos musicales van en otra dirección, precisamente hacia otros grupos mas relevantes y emblemáticos de la misma época.
De aquel concierto me quedo con la actuación de la Geils, con el recuerdo de aquel amor de verano y con la milagrosa y oportuna lluvia que nos salvó de morirnos todos deshidratados.
Jesús García, el Beatle.
Yo guardo uno de esos globlos
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