Dejando patentes su capacidad y estado mental, este aspirante a terrorista se mostró sonriente ante las cámaras y los insultos, se sintió bien siendo el centro de atención. |
Un muchacho de 21 años pretendía sembrar de bombas los
recintos universitarios de Palma de Mallorca. Afortunadamente, un periodista
que investigaba en Internet leyó en un blog la admiración por los asesinos de
Columbine de ese aspirante a terrorista, y hace cinco meses puso en alerta a la
policía, que desde entonces no le quitó ojo. Se llama Juan Manuel Morales y
había intentado comprar armas de fuego, pero al no conseguirlo, optó por los
explosivos, que encargó a través de la red; pensaba pagar con los beneficios de
sus habilidades en el póker on line.
El tipo, evidentemente, no deja de recordar a otros
imbéciles que, como él, evidenciaron su escasez de entendederas al atiborrarse
de estupidez y de armas, y luego emprenderla con unos y con otros hasta lograr
un buen número de muertos. El por qué de estas conductas hay que buscarlo en
una especie de autoalimentación ideológica basada en cualquier tontería; por
ejemplo, un día algún compañero de clase o algún universitario le hace algún
comentario despectivo (o que él así lo entiende), de modo que el sujeto (ya
predispuesto debido a su dificultad para construir lazos afectivos y para
cualquier tipo de relación) empieza a darle vueltas y vueltas en su mente al
comentario y a quien lo hizo, hasta que un día encuentra aquel desprecio razón
más que justificada para matar a unas cuantas personas…, sin importar demasiado
si el que causó la deriva mental está entre los muertos. En ese trayecto hacia
la pureza de la idiotez, el individuo suele aderezar sus pensamientos con
lecturas cercanas al nazismo (este de Baleares leyó el ‘Mi lucha’, de Hitler),
al racismo, a la xenofobia.
El tal Morales, al igual que sus idolatrados memos que
perpetraron la matanza de Columbine y que el descerebrado de la isla de Utoya,
es un tipo muy retraído y solitario, silencioso, carente de la más mínima
empatía para con sus semejantes, paranoico, frustrado y dispuesto a odiar a la
sociedad, a los universitarios, a los del partido tal, al primero que se ponga
a tiro, pero a alguien hay que odiar; de modo que la soledad perpetua y la
búsqueda de un pretexto desembocan en la decisión de pasar de los pensamientos la
práctica y liquidar a unos cuantos, da igual quienes o la cantidad, pero hay
que matar.
Sin embargo, existe una importante diferencia entre los
majaderos de Columbine y Utoya, y el de las Islas Baleares: aquellos tenían
fácil acceso a las armas de fuego, mientras que el cretino español no pudo
conseguirlas, con lo que tuvo que recurrir a un plan mucho más laborioso y que
dejaba más rastros. Por eso, si este bobo de baba mallorquín hubiera tenido a
su alcance pistolas y rifles, el asunto no se hubiera saldado con la brillantez
y limpieza con que lo ha resuelto la policía, sino que se estaría hablando de
matanza indiscriminada de estudiantes. En Estados Unidos cualquiera puede
hacerse con un arma de fuego (incluso por correo), por lo que todos los
estrechos de mente pueden levantarse un día con instintos asesinos y con los
medios para lograr su objetivo, mientras que si hacerse con la pistola exige
largos trámites y no pocas condiciones, el que tiene malas intenciones tendrá
más difícil hacer daño. Es decir, solitarios y retraídos hay en todas partes (y
de ellos son pocos los que derivan hacia la chifladura asesina), pero será en
función de las armas que tengan a su alcance el tamaño de las consecuencias de
sus actos. No desaparecerán los pistoleros, pero si conseguir la pistola es más
difícil, disminuirán drásticamente las víctimas.
Es lógico.
CARLOS DEL RIEGO
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