Por exhibicionismo o vanidad, por espíritu gregario o por cualquier otra razón, hay muchas personas que, incomprensiblemente, están dispuestas a regalar y publicitar toda su vida. |
Una de las consecuencias indeseables del avance de la
tecnología en el terreno de las comunicaciones es que todo lo que el usuario
hace a través del teléfono, el ordenador o cualquier otro dispositivo similar
conectado a Internet, deja huella, queda registrado para siempre, y sólo es
cuestión de tiempo que caiga en manos malintencionadas o con fines oscuros. Sin
embargo, nada menos que un millón de personas han tomado parte en un proyecto
denominado ‘The human face of big data’ que consiste en que, a través del
móvil, los voluntarios envíen a un centro de recogida todos los datos posibles
acerca de su vida; la cosa comenzó el 25 de septiembre y los que han decidido regalar tan preciosa
información hacen públicos sus ideales y preferencias, sus hábitos cotidianos,
sus enfermedades, sus miedos, sus anhelos, su ocio, su actividad deportiva, sus
relaciones personales… Pensándolo bien, esto produce escalofríos.
En el fondo, esto no es más que otra encuesta, masiva y con
medios más sofisticados, pero otra encuesta,
utilizando la vanidad, las tendencias exhibicionistas o las ganas de
hablar de la gente, pero otra encuesta. De este modo, toda esa monstruosa
cantidad de testimonios, de noticias, de información sobre cada persona, se
convierte en oro para quienes saben hacer uso de ello. ¿Cuánto pagarían por
tener acceso a todos esos ‘modus vivendi’ los partidos políticos y las
instituciones, los grandes financieros, los grupos empresariales o los que
mueven los hilos en cualquier centro de poder? Hay que tener en cuenta que los
sondeos y encuestas se han convertido en una de las principales armas que los
expertos en manipulación de masas ponen al alcance de los poderosos.
El preocupante proyecto (que rápidamente ha contado con
participantes, pues nada menos que un millón han regalado su filiación política,
religiosa, vital, en menos de un mes) va a mejorar la vida de las personas,
aseguran quienes están detrás de este intento de control y manipulación que han
llamado algo así como ‘El lado humano de un gran volumen de datos’. Afirman que,
por ejemplo, se podrán confrontar datos de pacientes con enfermedades similares
en distintos hospitales y lugares del mundo, pero en realidad, esas
informaciones podrían circular (de forma secreta) entre los centros hospitalarios
de todo el mundo; y las aplicaciones podrán ser casi infinitas, aseguran
quienes han pergeñado este diabólico y fascistoide sistema de control de masas.
Siguiendo por ese camino, en pocos años sería obligatorio tener un móvil
inteligente (o lo que haya) y estar permanentemente conectado con un centro de
recogida de datos, informando de dónde se está y a dónde se dirige el usuario,
si le duele una rodilla o qué programa de televisión está viendo, qué marca de
leche ha comprado o qué banco prefiere; y más adelante habrá que explicar el
por qué de cada decisión. Y como haya variaciones o diferencia de
comportamiento, el consumidor será investigado y analizados minuciosamente
todos los movimientos de sus trastos electrónicos.
Terrible es ese ansia de controlar y manipular, de conducir
a la población, de llevarla por donde les interese en cada momento, pero mucho
más es el hecho de que haya millones de voluntarios dispuestos a entregarse
(pues tal cosa se hace cuando se facilita la información con la que dibujar la
vida de la persona: gustos, compras, viajes, películas, familia, política,
creencias…), y además gratuitamente. En realidad, este es un enorme éxito para
los especialistas en el manejo y conducción de los usuarios de ingenios
electrónicos, pues han conseguido que el público no sólo desvele su vida
(incluyendo la íntima), sino que lo haga con una sonrisa; es más, el hecho de subrayar
que un millón de personas haga algo es un señuelo muy utilizado, y funciona,
pues hay mucha gente que se siente atraída por la muchedumbre, que no resiste
la tentación de unirse a la masa, que tiene complejo de sardina y lejos del
banco se siente insegura. Así, si un día hay quien acceda a instalar docenas de
cámaras en su casa para retransmitir su vida en directo para todo el mundo,
pronto habrá un millón de imitadores (como es sabido, ya existe algo parecido
en televisión, donde unos jóvenes se convierten temporalmente en chimpancés
para regocijo y distracción del personal, con la única diferencia de que en
lugar de ir al zoo para verlos hacer monerías basta con ponerse frente a la
tele).
Es el paraíso de los sacerdotes de la propaganda, aunque la
realidad es que muchos ciudadanos se lo ponen (ponemos) muy fácil, son (somos)
presas muy cómodas. Próximamente proliferarán iniciativas similares, y contarán
con respuesta masiva…, hay quien se siente tan desprotegido e inseguro lejos de
la multitud...
CARLOS DEL RIEGO
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