Tal vez volvamos a ver en España escenas de quema de iglesias. |
Unos muchachos de entre 15 y 17 años irrumpieron
violentamente en un colegio religioso de Mérida gritando consignas amenazadoras.
Destrozos, insultos, desafíos, provocaciones, amenazas, agresiones, pintadas,
interrupción de las clases, patadas en las puertas…, fueron los modos de exhibir
su grado de adoctrinamiento ciego y manipulado; es decir, demostrar estar
listos para la acción directa más contundente. Para empezar, se atrevieron a
llevar a cabo el asalto unos cuantos, que es como se sienten fuertes los que,
teniendo ese curioso convencimiento de que se posee la verdad total y por tanto
ya se está legitimado para hacer prácticamente lo que sea, han de estar
confundidos en el grupo, que es donde disimulan su cobardía.
Los jóvenes mostraron una carencia perversa de educación y
una gran ignorancia, insultando en grupo y luego escondiéndose en un apocado
“tú tócame, que te grabo y se te cae el pelo porque soy menor”; es decir, el
agresor explica que a él no se le puede tocar, ni siquiera para defenderse, pero
él sí puede agredir, romper o insultar porque es menor…; visión tiránica de la
convivencia: “tengo el derecho de ser respetado, pero no la obligación de
respetar”.
El pensamiento que han mostrado es fascista al cien por
cien, pues piden liquidar a quien no piensa como ellos, en este caso curas
(“hay que quemarlos”); igual que se hacía en la Alemania nazi o en la URSS
estalinista (cuyas formas políticas eran idénticas) con los que no opinaban
como estaba ordenado.
Sin embargo, parece más que evidente que todo ese odio y
animadversión ciegos no han surgido espontáneamente, sino que han tenido que ser
engendrados y desarrollados en algún sitio, y realmente los lugares donde este
tipo de cosas calan más profundamente es en casa y en el colegio, pues es
difícil entender que chicos de esas edades se pongan a hablar de política
cuando están en la calle en pandilla, cuando van de juerga, cuando se reúnen
para ir al cine o han quedado con chicas, cuando están viendo un partido o un
concierto, cuando juegan con sus dispositivos electrónicos o en el botellón;
resulta muy trabajoso tragarse que en sus ratos libres los adolescentes se
ponen a discutir sobre la II República o a organizar mítines y charlas sobre
opciones políticas.
Además, esa total falta de educación, de formación y
cultura, de civismo, también es consecuencia de la enorme permisividad que
tienen en edades tan problemáticas, sobre todo en el colegio (alguien dijo que
una clase permisiva es una fábrica de nazis); así, se trata de tú a tú al
profesor (o sea, igual que si fuera el compañero de al lado), se les ha
trasladado la idea de fondo de que lo importante es divertirse y que se tienen
muchos derechos, pero apenas se les ha hablado de obligaciones; además, la
violencia no es cortada convenientemente, de hecho, muchas veces incluso se
trata de ocultar. Y en casa es habitual que se consienta casi todo porque es
más cómodo hacerse el loco, mirar a otro lado o simplemente disculpar y
minimizar que implicarse, corregir y, en fin, pasarse muchas horas con el
chico, que termina perdiendo totalmente el respeto a sus padres y, por
extensión, a todo lo que signifique autoridad. Tampoco es raro que se le den
todos los caprichos “para ver si así cambia de actitud”. Evidentemente, en uno
y otro lado hay una preocupante ausencia de trabajo disciplinario.
Se puede trasladar la situación a otro lugar; piénsese que
esta especie de partida de castigo, en lugar de ir al asalto de un colegio
religioso (que siempre es fácil y cuya toma apenas supone riesgo) dirigieran
sus iras contra la sede de un sindicato, contra el lugar donde se celebra una
reunión del tipo que sea, contra el cine donde se pone la película señalada,
contra el concierto o festival musical, contra la discoteca… Entonces, muchos
que ríen, aplauden o justifican esa gracia pondrían el grito en el cielo; y
aquí está otra de las causas del problema: pensar que eso es una chiquillada,
que no tiene mayor importancia, que lo mejor es dejarlo correr, de forma que los
atacantes llegan a pensar que tienen razón, que no pasa nada, y en todo caso,
ganan confianza y convencimiento en sus motivos. Lo malo es que, tarde o
temprano, la gamberrada no corregida llevará al delito mayor.
Apenas unas horas más tarde, otro grupo de adolescentes
hicieron lo propio en una emisora de radio; colegios y universidades (donde este
tipo de actuación ha sido continuada), medios de comunicación, sedes y actos de
partidos legítimos pero de distinta ideología…, soportan el ataque de estas juventudes hitlerianas consentidas o
animadas por algunos; ¿qué dirían éstos si idénticos ataques llegaran con
consignas de extrema derecha?
Aleccionados y
adoctrinados, convertidos en fanáticos del pensamiento único, esos jóvenes
estarán siempre dispuestos a usar la violencia para defender lo que creen y a
agredir a quienes no piensen como ellos, que serán considerados enemigos a los
que hay que exterminar ¿Volveremos a ver quemas de iglesias y conventos?
CARLOS DEL RIEGO
Buenas, Carlos:
ResponderEliminarMe entero ahora de tu blog, me lo ha comentado Emilio: ya sé dónde encontrarte.
Un fuerte abrazo & a seguir enredando.
Vicente Muñoz