lunes, 29 de octubre de 2012

LOS ANIMALES MATAN (CASI) POR LAS MISMAS CAUSAS QUE LOS HUMANOS Curiosamente, si la cosa se analiza en profundidad, se puede llegar a la conclusión de que la conducta violenta de los animales tiene muchos puntos en común con la que exhiben las personas

Los elefantes marinos luchan a veces hasta
la muerte por posesión de hembras,
los hombres también hacen eso

Al contemplar las imágenes de televisión sobre la violencia producida en varias partes del mundo, alguien exclama “¡qué animales!”, y alguien responde “no compares, los hombres son mucho peores, pues los animales sólo matan para comer”. Pero si se reflexiona sobre el asunto, se llega fácilmente a la conclusión de que los animales no sólo matan para comer, sino que, esencialmente, matan por las mismas causas que los humanos: por comida, por territorio y por hembras; unos y otros quitan vidas por otras cosas, pero esas son básicamente las principales
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Los animales matan por comida: los carnívoros a sus presas o entre ellos para robarse la carroña; por territorios, con el fin de adueñarse de los dominios de otro; por hembras, disputándose a veces hasta la muerte el derecho a aparearse. Los hombres matan por dinero, el equivalente a la comida; por territorios, con guerras, asaltos, invasiones…; y por hembras o a causa de ellas, cosa que viene sucediendo desde hace milenios. En fin que las causas de agresión mortal más importantes son comunes a hombres y bestias.

Pero aun se puede ir más lejos para acabar con la creencia de que el animal ‘es bueno’ y no mata más que para comer (idea progre, bienintencionada, angelical, pero absolutamente errónea). El animal no es bueno ni malo, sólo hace lo que le dicta su instinto, y a veces ese dictado resulta extremadamente violento, tanto como para llamar animal a una persona violenta.

Y por esa causa (el instinto) el león macho mata a otro león para arrebatarle su territorio, e inmediatamente acaba con los cachorros de la manada que acaba de usurpar, con el fin de que las hembras se pongan inmediatamente en celo y así procrear sus propios retoños. Las cachorros de hiena se quedan todos juntos (a veces más de 50) cerca de las madrigueras y al cargo de unos pocos adultos; muchas veces, una cría coge a otra con la boca y empieza a jugar con ella, sumándose rápidamente todas las crías al juego, de modo que, lógicamente, la escogida como juguete termina muerta…, sin que los adultos intervengan. Prácticamente todas las especies de carnívoros tratarán de matar sistemáticamente a las crías de los otros, para eliminar así la competencia. Muchas especies de aves sólo ponen dos huevos, pero los padres apenas dan comida a uno de los pollos, generalmente el más joven, que se convierte en algo así como un seguro por si al mayor le pasa algo; el pollo más joven morirá de hambre o será arrojado del nido por su hermano…, sin que los progenitores hagan otra cosa que mirar. Las orcas, una vez que han capturado una foca, suelen jugar con ésta arrojándola al aire y cogiéndola antes de que llegue al agua mientras la víctima está viva, siendo una conducta lúdica, de juego, pues no tiene utilidad práctica; también es habitual que los adultos de especies cazadoras dejen a la víctima malherida al alcance de sus crías para que éstas las maten  y vayan así entrenándose. Los elefantes marinos pelean a veces hasta la muerte por el control de las hembras, de forma que los perdedores se pelean entre ellos durante horas aunque ya no haya por qué, terminando, muertos o con gravísimas heridas; pero en muchas ocasiones, un perdedor (que no pueden acercarse a las hembras adultas) ataca a una cría (que no le interesa al dueño de harén) y consuma una violación y muerte por aplastamiento (el macho pesa cuatro toneladas y la cría no llega a cien kilos). Los chimpancés son los animales más parecidos al hombre, y por tanto, presentan conductas fáciles de reconocer; así, hay documentales que muestran partidas de caza de chimpancés (que comen más carne que lo que se piensa), cómo acosan y atacan a otros primates y cómo reparten la presa según la escala social; pero una de esas filmaciones registró una batida de caza fallida, de modo que los chimpancés regresaron con las manos vacías y una frustración tal que, una vez llegados a donde estaba el resto del clan, atacaron y mataron a una madre con su cría (probablemente uno de los agresores fuera el padre), más para acallar su frustración que su hambre. No pocas especies de ratas y otros roedores se comen a sus cachorros al mínimo peligro o cuando aparece la escasez. Y si se entra en el reino de los insectos la cosa se multiplica. En resumen, los comportamientos bestiales son habituales entre las bestias, donde también hay abundancia de infanticidio, endogamia, fratricidio, canibalismo…

Evidentemente, los animales matan a sus semejantes por muchas razones, casi tantas como las que esgrimen los humanos para matar a su prójimo (el bicho no mata por odio, venganza, envidia, ideología…), por tanto, llamar animal a una persona no es un insulto al animal. La diferencia reside en que la bestia no puede hacer otra cosa, pues su conducta está inexorablemente determinada por el instinto, las hormonas, la bioquímica de su organismo, de modo que es incapaz de sustraerse a lo dispuesto por su propia naturaleza; sin embargo, el hombre, que también es empujado por instintos y hormonas, posee racionalidad, conciencia, moralidad, inteligencia, conceptos que, al menos en teoría, le dan la ocasión de elegir, de poder optar por matar o no. Es decir, un asesino o un maltratador, en realidad, tiene más culpa que un animal, pues éste no tiene elección a la hora de actuar. 
           
CARLOS DEL RIEGO

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