La comunicación vive su crisis particular, con la peor parte para el periódico impreso, que está casi en las últimas |
Es el periodismo impreso uno de los sectores más golpeados
por la crisis; tanto que a la crisis general se suma la suya particular, pues
los diarios en papel no dejan de perder compradores, el cierre de publicaciones
es diario y los periodistas han sido obligados a sumarse masivamente a la
legión de parados. Cierto que la comunicación está en pleno proceso de cambio,
pero eso no quiere decir que el papel tenga que desaparecer por obligación.
La indeseable situación del diario, que se engloba en la
propia del sector, se debe a varios factores. En primer lugar, los periódicos
se hacen competencia a sí mismos, pues todos reproducen en Internet la mayor
parte de lo que ofrecen impreso, y además gratis; y en todo caso, quien busca
noticias en general o una información concreta no tiene que salir de casa, de
forma que una vez que ha leído lo que le interesa o los diarios que le
interesan, sería muy extraño que comprara el periódico. Pero aun más importante
(tal vez no en las ventas, que también, pero sí en cuanto a solidez y
credibilidad) es la invasión política de las redacciones; así, la mayor parte
de las cabeceras, más grandes o más pequeñas, hace años que se han convertido
en los altavoces de los partidos, de los gobiernos (nacional, regional,
provincial, local… ¡jo!), de forma que las primeras páginas son casi siempre de
información política; además, las instituciones exigen al periódico, y si no se
publicitan sus actos o sus logros, amenazan con retirar publicidad y romper
convenios muy beneficiosos para las empresas de comunicación (¡cuántas veces el
director recibe a primera hora una llamada airada y amenazadora que luego
traslada redactor!); a ello hay que añadir que se ha puesto de moda la rueda de
prensa sin preguntas, evidenciando el menosprecio al ciudadano y al periodista,
al que tienen por un mero copista…, y eso después de cumplir media horita de
espera. Y tampoco ayuda demasiado que el propio periódico estimule al público a
convertirse en periodista: “envía tu foto”, “cuéntanos qué está pasando”…,
animan desde el diario que, así, puede ahorrarse un desplazamiento, un
fotógrafo…, dando sensación de que cualquiera puede hacer el trabajo del
periodista. Todo esto redunda en que el profesional sea infravalorado y por
tanto, se llegue a ver prescindible.
Por si fuera poco, muchos entienden que hay que pagar por el
derecho a informar y ser informado. El año pasado (2011) el dueño del fútbol en
España prohibió la entrada a los estadios a los medios que no pasaran por caja
(y posaran cantidades desorbitadas), e incluso se impidió el paso del
informador ¡a la sala de prensa!; ejemplo que se siguió en el encuentro
Bielorusia-España, donde quisieron sablear a las emisoras de radio. En el presente,
el Festival de Cine de Valladolid saca a la venta las acreditaciones de prensa
al módico precio de 30 euros como si el reportero fuera a divertirse. Pues seguro
que cunde el ejemplo.
Lo próximo será que el partido político, el gobierno de
turno o la institución pública X convoque a los medios para una rueda de
prensa, pero para poder retransmitir o tomar notas hay que sacar entrada, y si
se quiere hacer preguntas hay que pagar un suplemento, igual que para sacar
fotos; pero si se opta por el paquete completo, que incluye el texto íntegro a
imprimir, subir a la web o leer sin alterar una coma ante los micrófonos, se
hará precio especial. Y que nadie proteste, pues se le cerrará el grifo de la
publi o se filtrarán noticias a la competencia. Lo siguiente sería prescindir
del reportero y reproducir lo que dicten desde los distintos departamentos de
comunicación del partido o institución. Barato y sin riesgo de problemas.
Hay hoy más opciones de comunicación que nunca, más fuentes
y de más fácil acceso, tanto que cualquiera puede editar su periódico virtual
personal; pero precisamente por eso, hay que saber cribar y contrastar, y para
ello hay que poder contar con la base, con la referencia que supone el trabajo
del profesional, que es el que ya se ha encargado de comprobar aquello de lo
que habla. Si no hay periodistas independientes, si todo el mundo ejerce de
periodista, el periodismo habrá desaparecido. Los poderosos se frotarían las
manos.
CARLOS DEL RIEGO
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