Sabino y Loquillo, los tiempos han cambiado. |
Hace unos días de publicó el nuevo disco de Loquillo, titulado
‘La nave de los locos’ (como el cuadro de El Bosco), en el que el cantante
vuelve a contar con la colaboración del que fuera su letrista en los mejores
años de su carrera, Sabino Méndez. Éste fue el principal impulso creativo del
Loco desde sus inicios hasta 1989, cuando abandonó el grupo dando un portazo.
Hasta ese momento, la pareja Sabino-Loquillo había publicado algunas de las
grandes canciones de la época en España y conseguido éxito masivo en las listas
de ventas.
Sin embargo, aquel año el compositor
y guitarrista publica en el diario ABC un artículo titulado ‘Se acabó el
pastel’, en el que explicaba las razones que le habían llevado a dejar la
sociedad. En aquel texto hablaba de desengaños con el joven aspirante a
estrella, de ambiciones personales, de presiones de la industria, de arribistas
e inmaduros, de que el rock & roll no es tan bonito como lo pintan, de que
es enemigo de tu propio ego…, y de que mejor estar solo que mal acompañado.
Estudió, escribió, se metió en política y, casi dos décadas después, se
reencontró con su viejo colega. Por su parte, José María Sanz, Loquillo, que
posteriormente trabajó con otro excelente letrista, Gabriel Sopeña, ha
continuado grabando y actuando con regularidad, con más o menos éxito pero con
un creciente reconocimiento.
Afortunadamente, los tiempos han
cambiado y ellos han superado sus diferencias (de hecho hace ya unos años que
tienen proyectos en común). Así, el cantante barcelonés lanza ‘La nave de los
locos’, un disco en el que se demuestra que los artistas han crecido, han
madurado como personas, cosa que a menudo se da de tortas con el rock &
roll. Así, los textos están llenos de mensajes, todos tienen exceso de seriedad
y da la impresión de que tienen demasiada actualidad, o sea, corren el riesgo
de quedarse desfasados pronto; el primer single, ‘Contento’, está al borde de
la demagogia. La parte musical se antoja un tanto monocorde, a veces anodina y
otras con escasez de pulso, de atractivo, de chispa; los temas están concebidos
en clave de rock y rythm & blues y tienen muy buena construcción, arreglos
muy profesionales y efectivos y un resultado final notable…, a pesar de que
Loquillo sigue teniendo pocas cualidades vocales. Si el oyente iniciado y
veterano se lo propone, encontrará las principales influencias de la mayoría de
las canciones, lo que demuestra la envidiable formación y buen gusto que uno y
otro tienen en su disco duro. De todos modos, para muchos su mejor trabajo
sigue siendo el arrollador ‘¿Dónde estabas tú en el 77?, publicado en el lejano
1982.
Uno de los males que afecta a los
rockeros adultos es que se vuelven responsables, juiciosos, sensatos, y eso
suele estar reñido con la esencia del rock & roll, que básicamente es
despreocupación; no es que los que se van quedando calvos y echando kilos no
puedan hacer rock de gran altura, pero resulta mucho más difícil si uno quiere
hacer editoriales y columnas de opinión en cada tema (sobre todo si no se es
Neil Young). Por otro lado, en su anterior etapa, Loquillo y Sabino tenían un
público atento y cómplice que comprendía muy bien todo lo que hacían, y ello a
pesar de que se disponía de menos canales de difusión. Hoy todo se diluye, se
revuelve y se embarulla entre las redes sociales y la abrumadora oferta
disponible, de forma que el público se distrae y no termina de alcanzar aquella
complicidad. Los tiempos están cambiando, como decía el propio Loquillo
imitando a Dylan.
CARLOS DEL RIEGO
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