Los etarras son como las hienas, valientes en manada y con ventaja, cobardes de uno en uno. |
La cobardía del terrorista es paradigmática como demuestra
un hecho que viene repitiéndose desde hace años: dos hermanos gitanos han
situado a los etarras con los que coinciden en las cárceles en su punto de mira.
Resulta que Luis y Juan Amador han residido en ‘trenas’ de toda España,
compartiendo alojamiento con los numerosos terroristas de la banda mafiosa
vasca que cumplen condena por esos penales. La cosa viene de largo, puesto que
hay noticia de que Luis y Juan Amador ya pusieron en fuga a los valientes
gudaris en el año 2003; y desde entonces, cada vez que comparten fonda
gratuita, los vascos echan a correr con el rabo entre las piernas.
Al parecer, los dos hermanos les han hecho varios ojales en
el cuerpo y, también al parecer, en más de una ocasión les han atizado a mano.
Cuentan los calós que los terroristas son muy cobardes, que “son unos
acojonaos, les das una galleta y echan a correr casi llorando”. Así es, ‘Los
Amador’, como son conocidos los justicieros, tienen entre ceja y ceja a los
asesinos y a los amigos de los asesinos, de forma que cada vez que tienen
oportunidad dejan bien patente la bravura y presencia de ánimo de los de la
jauría nazi vasca. Es lógico, ante todo hay que ser un cobarde redomado para
acercarse a alguien indefenso y pegarle un tiro en la nuca, o tenerlo atado y
con los ojos tapados y, valientemente, al modo nazi, ejecutarlo, o poner una
bomba en un supermercado o en la casa-cuartel de la Guardia Civil (aquellas dos
niñas gemelas de año y medio vilmente asesinadas…); por eso no debe sorprender
que, de uno en uno y sin armas, se lo hagan patas abajo cada vez que alguien
les levanta la voz. Esa es la esencia del etarra: echao palante cuando llega por la espalda y con todas las ventajas,
pero aterrorizado cuando se le hace frente; y, al igual que las hienas, uno
solo no tiene peligro, pero cuando la manada ataca en masa… Por eso, seguro que
les han dicho a los gitanos agresores: “ya te pillaremos”, lo que viene a
significar algo así como “ya te pillaremos cuando seamos catorce y tú uno,
nosotros con pistolas y tú con tu navaja”.
Pero más asombroso aún es que los valerosos y aguerridos
terroristas han ido llorando a los funcionarios pidiendo ayuda, exigiendo que
se les proteja; y del mismo modo los diversos colectivos de apoyo. Hay que
hacer un enorme esfuerzo para tratar de comprender cómo alguien que ha puesto
una bomba, que tiene muchos muertos a sus espaldas, exige que se cumpla la ley,
que se tengan en cuenta sus derechos humanos. ¿Cómo funcionará el deteriorado
cerebro de uno de estos imbéciles que reivindican su derecho a no ser agredidos
después de haber tiroteado a otros?, ¿cómo se convencerá uno a sí mismo de que
yo tengo derecho a agredir pero los demás no lo tienen para agredirme a mí?,
¿qué justificación se dará a sí mismo cuando se quede solo?, claro que la
pregunta principal es ¿verdaderamente llegan a pensar alguna vez en su vida o
sólo se dejan llevar por el fanatismo? E igualmente sus amigos y familiares,
que justifican y aplauden los asesinatos hasta el punto de sentirse legitimados
para matar, pero cuando son ellos quienes se convierten en víctimas reclaman
justicia y ley; les preocupa “la integridad física” de sus seres queridos, pero
se la trae al pairo la integridad de aquellos a quienes sus seres queridos
liquidaron. Realmente, esta es la naturaleza, el fondo del nazi-estalinista:
“como yo soy yo y soy de aquí y pienso así, yo tengo potestad y legitimidad
para matar, pero nadie puede usar este mismo razonamiento en mi contra porque
yo tengo la razón y los otros no”. Por eso, deshumanizados por un estúpido
fanatismo que no deja espacio en su cráneo para nada que no sea su idea, los
asesinos vascos no comprenden que alguien les pague con la misma moneda.
Lo peor es la consideración que tienen estos desalmados
entre gran parte de la sociedad vasca, y no sólo entre los que comparten
fanatismo con ellos; es una parte enferma de aquel rincón de España que aseguró
en encuesta fiarse más de Otegui (que mataría sin pestañear para conseguir su
objetivo) que de Rajoy (que será lo que sea pero no parece capaz de matar), que
permitió que un múltiple asesino de apodo vacuno estuviera en la comisión de
Derechos Humanos del parlamento vasco, que de algún modo justifica los
asesinatos y pone a la misma altura al terrorista que al policía, que siente
gran empatía por el agresor y cierta antipatía por la víctima. Pasados unos
cuantos lustros, los vascos se avergonzarán de que un día vieron la violencia
etarra como algo normal, y renegarán de aquella sociedad que estuvo más cerca
del pistolero que del muerto.
La violencia es la violencia y es básicamente execrable,
pero cuando un asesino, un torturador, un bestia al que le da igual matar a
ocho que a ochenta recibe su misma medicina, en el fondo uno siente cierto
alivio.
En fin, la próxima vez que esos despreciables gallinas echen
a correr ante los cañís, Juan o Luis bien podrían gritarles, parodiando a don
Quijote, “No huyáis cobardes y viles criaturas, que un solo calisto es quien os acomete”.
CARLOS DEL RIEGO
Muy buen texto, yo soy del País Vasco y no hay cosa que mas me repudie que los etarras y abertxales locos estos que abundan por estas tierras.
ResponderEliminarGracias. Lo malo es que gran parte de la población apoya a estos cobardes.
EliminarSaludos
... Afortunadamente no toda, de hecho la gran mayoría aborrece a esta gente, como es su caso. Gracias
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