Su soberbia le impide reconocer sus errores.
Lo de este señor es difícil de explicar. Ahora, ante los
reveses que está sufriendo al frente del Real Madrid, José Mourinho acusa
directamente a sus jugadores. Lo cierto es que ya se le van terminando los
‘enemigos’. En otro tiempo señaló a los comités y luego a su club, más tarde la
emprendió con Valdano hasta que lo cesaron, posteriormente arremetió contra los
calendarios, siguió denunciando complots interplanetarios para que ganara el
Barcelona, afirmó que el público no animaba lo suficiente…, y ahora que vienen
mal dadas no encuentra mejor cabeza de turco que sus propios jugadores. Sea
como sea, Mourinho nunca tiene la culpa de la derrota; eso sí, una vez vista la
metedura de pata, al día siguiente cambia de tono, modifica sus palabras,
matiza aquellas acusaciones y, finalmente, afirma que en último término la
culpa la tiene él, que no ha sabido motivar y gestionar a su equipo (si un
jugador profesional necesita motivación cuando salta al campo el problema es
mucho mayor, por eso, la acusación del entrenador portugués se convierte en ofensa).
Choca cómo recuerda públicamente una y otra vez sus triunfos, sus éxitos, sus
títulos, cómo proclama sin rubor que él no es “the special one” sino el único,
“the only one” (su soberbia es monstruosa), y cómo se esconde cuando hay que
asumir culpas, sobre todo teniendo en cuenta que el equipo lo forman todos y
todos ganan y pierden, y que los reproches se hacen en privado, no públicos, y
que decir que “pierdo por culpa de otros” muestra, ante todo, mezquindad.
Sin embargo, como hacen quienes están en los centros de
poder y como viene haciendo Mourinho cada vez que las cosas no salen, la mejor
táctica a utilizar es la maniobra de distracción, la cortina de humo, el
señuelo, la tinta que despide el calamar para despistar a su atacante,
cualquier cosa antes que decir, simplemente, que el equipo no juega bien porque
el responsable de la dirección deportiva, él, no encuentra las claves para
revertir la situación, o sea, no sabe cómo hacer frente a los problemas que se
le presentan, no da con la solución para contrarrestar las armas del equipo
contrario; el caso es desviar la atención hacia otras cuestiones y que se hable
poco de sus métodos. Así es de simple.
El caso es que las últimas manifestaciones del preparador (que
se enlazan con las del que se dice “triste” y en otro tiempo “guapo, rico y
gran jugador”) parecen poco encaminadas a hacer amigos; eso de buscar el
enfrentamiento con sus jugadores es algo que todo entrenador sabe cómo termina,
pues es más fácil sustituir a uno que a veinte; puede que gran parte de los
seguidores del Real Madrid lo apoyen incondicionalmente (fanáticamente),
incluso por encima de los jugadores, pero seguro que habrá otros tantos
madridistas que ya empiecen a estar hartos de declaraciones “escurre-el-bulto”.
Jugar al adivino siempre es arriesgado, pero las señales que
lanza este auténtico mago de la propaganda y la media verdad, este cocinero del
cálculo de la situación y la manipulación (todos los escenarios de sus
incendios verbales son cuidadosamente estudiados y preparados) parecen claras:
está preparando su salida del Real Madrid a través de una espantada. Si las
cosas finalmente le van saliendo, apurará y esperará al momento adecuado: final
de temporada; pero como vayan siendo habituales las derrotas, como vaya
perdiendo oportunidades, como se vaya quedando sin opciones a títulos, Mourinho
volverá a las declaraciones explosivas del tipo de “no tengo el apoyo del
club”, “la plantilla no confía en mí”, “el público no está conmigo”…, en fin,
que no se quedará lejos del tan adolescente “todo el mundo está en mi contra”. El
siguiente paso es la dimisión con algo parecido a “no me han dejado más salida
que mi marcha”.
CARLOS DEL RIEGO
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