Esta demostración de retraso y ausencia de Derechos Humanos agranda el desencuentro entre el mundo islámico y el occidental. El delito de estos iraníes fue ser homosexuales |
El vídeo sobre el profeta Mahoma y sus caricaturas en
revistas francesas, danesas, españolas (sin gracia y con ganas de provocar) no
han hecho sino atizar el odio del mundo musulmán (compuesto por numerosas
sociedades culturalmente diferentes, pero con ese nexo religioso) a Estados
Unidos en particular y a Occidente en general; son sentimientos que se repiten
cíclicamente y que suelen estar agitados y manipulados por los dirigentes
políticos y religiosos con una u otra razón. Y en ese sentido, destacados
líderes musulmanes asentados en Europa (entre ellos el futbolista Frederic
Kanuté) propagan la idea de que occidente y el mundo musulmán no han aprendido
a convivir, que no se entienden, que deben ser más tolerantes…
Pero se trata de un problema demasiado profundo y, por
tanto, difícil de solucionar (si es que un día hubiera ganas). Es cierto que ambos
mundos no saben convivir, y la principal causa de ese aparentemente imposible
entendimiento es la diferencia de valores que existen entre los dos modelos de
sociedad. Así la diferencia de derechos, pues la mujer y la niña están
totalmente subyugadas (salvo las de familia adinerada), carecen de auténtica
libertad y en general son poco más que esclavas o animales, mientras que en
Occidente las mujeres (al menos en teoría) tienen exactamente los mismos
derechos que los hombres. Aquí existe libertad de expresión total, pues ante una
burla no hay nada que hacer, y si se trata de una injuria se recurre a la
denuncia, no al Kalashnikov; sin embargo, en países musulmanes no hay tal
libertad, pues ofensas contra la religión están castigadas con la muerte, y si hay
chanza desde Europa o EE.UU. se desata el vendaval; eso sí, no hay por qué
estar continuamente ofendiendo, buscando la provocación, molestando y
burlándose de las creencias de otros para vender más, para hacerse notar o para
ocultar falta de ideas y mediocridad. En Europa y el resto del mundo occidental
existe la libertad religiosa y de pensamiento, mientras que en los países mahometanos
no sólo no se puede construir una iglesia, sino que quienes no profesan la
religión oficial son perseguidos a veces hasta la muerte; además, también se
puede recordar la demolición de las estatuas de Buda o que, en realidad, el
infiel es visto por gran parte de la comunidad musulmana como algo inferior
cuya muerte tiene menos castigo o incluso premio en el más allá.
También las diferencias en la estructura de la sociedad han
ayudado a aumentar la distancia y la desconfianza, sobre todo el hecho de que
los países islámicos son teocráticos, la religión está en su entramado legal,
las creencias dirigen el día a día del funcionamiento del país, de las
familias, de la justicia…; tal cosa desapareció de las democracias occidentales
hace mucho ¡Y qué decir de la evolución del pensamiento!; es en Europa donde
surge la Ilustración, los Derechos Humanos y la Democracia con sus exigencias
(igualdad, separación de poderes…), mientras que en el entorno musulmán no sólo
no se asimila ni admite un avance de la importancia de los Derechos Humanos,
sino que, visto con frialdad, la mentalidad y el pensamiento islámicos no han
experimentado ningún avance en los últimos cinco siglos.
Cierto que hay muchos islamitas moderados, pero ninguno se
atreve a condenar la violencia de sus correligionarios, ninguno da un paso al
frente y pide libertad religiosa en aquel mundo, ninguno exige igualdad de
trato para la mujer, ninguno reivindica separación de estado e iglesia…
Este alejamiento tiene como raíz la distinta concepción del
mundo, de la persona y la convivencia que tuvieron las figuras básicas de unos
y otros, Mahoma y Jesucristo. El primero utilizó la violencia (hecho que no hay
que mirar con ojos y mentalidad de hoy, pues los muchos siglos que han pasado
impiden juzgar o valorar correctamente), mientras que el segundo mostró su total
oposición a la violencia (lo de poner la otra mejilla, lo de perdonar setenta
veces siete, lo de no matarás, lo de amar al enemigo…); de este modo, el
pensamiento musulmán admite el recurso a la violencia e incluso lo anima (la
yihad o guerra santa), cosa en la que, por cierto, coincide con la mentalidad
judía; por su parte, el sentir de la cultura de origen greco-romana y/o
judeo-cristiana rechaza el uso de la violencia…, al menos en el plano teórico
y, desde luego, no se vierte sangre por motivo religioso desde hace mucho,
aunque los estados (o sea, los políticos) han encontrado otros pretextos para
la guerra.
La desconfianza hacia las culturas musulmanas e incluso el
racismo, la generalización o la criminalización de todo lo sarraceno son
algunos de los motivos que han ayudado enormemente al crecimiento desmesurado
de la distancia entre el Islam y Occidente. Tiene que cambiar la mentalidad, el
concepto de convivencia, la forma de pensar, tanto allí como aquí, aunque allí
tienen mucho más camino que recorrer.
CARLOS DEL RIEGO
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