Junto a deportistas de intachable trayectoria y méritos admirables, los paralímpicos también acogen personajes y situaciones indeseables |
El movimiento paralímpico tiene su origen en un hospital de
Londres, donde un médico judío huido de Alemania tiene la idea de utilizar el
deporte para mejorar la vida de quienes quedaron discapacitados en la guerra. Y
aunque desde entonces se organizaron juegos para personas con diversos tipos de
parálisis y minusvalías, fue en 1960, junto a los Juegos de Roma, cuando se
celebraron los primeros Juegos Paralímpicos. Desde entonces, en cada una de las
ediciones el público de todo el mundo tiene conocimiento de los casos de muchos
de cada uno de los participantes, emocionantes historias en las que la persona
consigue superar tremendas adversidades físicas y logra, gracias a la práctica
deportiva, retomar la ilusión, mejorar su estado físico y mental así como consideración
y admiración…, sin olvidar que los atletas paralímpicos son, ante todo,
auténticos deportistas de élite.
Todos tienen una historia que contar, ya sean los que tienen
su problema de nacimiento, por enfermedad o por accidente, de modo que quienes
saltan a la cancha ya son considerados triunfadores. Su espíritu competitivo y
sus sonrisas contagian, pero como en todos los lugares y circunstancias donde
se reúnen tantas personas (casi 4.300 participantes), siempre se producen
situaciones e incluso presencias indeseables.
Ya en anteriores ediciones de los paralímpicos se habían
detectado casos que, en su momento, sorprendieron a todos, como la aparición
del dopaje o la inscripción de competidores sospechosos, o sea, que se hacían
pasar por discapacitados sin tener ningún verdadero problema físico. Asimismo,
también se ha comprobado la peligrosa práctica del ‘boosting’, que consiste en
estrangularse o golpearse una parte del cuerpo para elevar instantáneamente la
presión sanguínea; recurren a esto deportistas con grandes limitaciones de
movimiento (sobre todo con lesiones medulares) que no pueden conseguir mayor
ritmo cardiaco rápidamente con ejercicio.
Pero en la presente edición las cosas han ido un poco más
allá, puesto que se ha permitido la participación del terrorista asesino
Sebastián Rodríguez y de Oscar Pistorius, que corrió en los Juegos Olímpicos y
luego en los Paralímpicos… y encima protestó. El primero está parapléjico por
propia iniciativa, es decir, no lo es de nacimiento ni por enfermedad ni por
accidente; formando parte de una banda terrorista, mató vilmente a una persona,
fue condenado a más de 100 años de cárcel, cuando llevaba 10 se puso en huelga
de hambre y quedó parapléjico, salió de la cárcel (o sea, las autoridades
españolas cedieron al chantaje) y, sin mostrar sincero arrepentimiento ni pedir
humildemente perdón, se integró al deporte paralímpico como si nada hubiera
ocurrido. Es decir, el comité paralímpico persigue a los atletas tramposos,
pero permite la presencia de un auténtico y vil asesino.
Por su parte, el cuatrocentista sudafricano Oscar Pistorius,
que corrió en los Juegos Olímpicos pese a la ventaja que logra con sus prótesis
(zancada uniforme de principio a fin, ausencia total de lesiones en las
inexistentes extremidades, corazón que no tiene que enviar sangre a los pies y
volver a elevarla…), ha tenido la desfachatez de inscribirse también en los
Paralímpicos; o sea, el señor (cuyos méritos humanos nadie duda) quiere ser
considerado atleta capacitado o discapacitado según convenga: unas veces se
considera apto para disputar al lado de los olímpicos y otras lo suficientemente
minusválido para poder correr en los paralímpicos que, por otro lado, están ahí
para él y para quienes, como él, tienen una discapacidad. Pero el descaro del
sudafricano ha ido más allá; resulta que fue derrotado en los 200 metros lisos por el
brasileño Oliveira, pero Pistorius protestó allí mismo, en la pista, aduciendo
que las prótesis del campeón eran más largas, lo que le había dado ventaja; los
jueces señalaron que las dimensiones de las ‘piernas de titanio’ de Oliveira
eran reglamentarias y desestimaron la queja…
No por casos como estos quedan señalados los Juegos
Paralímpicos, pero sí que uno y otro parecen contar con la aprobación del resto
de participantes y de los dirigentes del comité, puesto que no se ha escuchado
ninguna voz crítica contra la presencia del asesino y el caradura. Tal vez
casos como estos hayan alejado al movimiento paralímpico del Premio Príncipe de
Asturias de los Deportes.
El ministro de propaganda nazi, el fanático y desalmado
Josseph Goebbels, era discapacitado (tenía una pierna más corta debido a una
osteomielitis), ¿se le habría permitido participar en los paralímpicos? ¿Una
minusvalía redime cualquier crimen?
CARLOS DEL RIEGO
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