jueves, 6 de septiembre de 2012

CARA Y CRUZ DE LOS PARALÍMPICOS Junto a historias de coraje y superación, en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 han aparecido manchas difíciles de ocultar

Junto a deportistas de intachable trayectoria y méritos admirables, los paralímpicos también acogen personajes y situaciones indeseables

El movimiento paralímpico tiene su origen en un hospital de Londres, donde un médico judío huido de Alemania tiene la idea de utilizar el deporte para mejorar la vida de quienes quedaron discapacitados en la guerra. Y aunque desde entonces se organizaron juegos para personas con diversos tipos de parálisis y minusvalías, fue en 1960, junto a los Juegos de Roma, cuando se celebraron los primeros Juegos Paralímpicos. Desde entonces, en cada una de las ediciones el público de todo el mundo tiene conocimiento de los casos de muchos de cada uno de los participantes, emocionantes historias en las que la persona consigue superar tremendas adversidades físicas y logra, gracias a la práctica deportiva, retomar la ilusión, mejorar su estado físico y mental así como consideración y admiración…, sin olvidar que los atletas paralímpicos son, ante todo, auténticos deportistas de élite.

Todos tienen una historia que contar, ya sean los que tienen su problema de nacimiento, por enfermedad o por accidente, de modo que quienes saltan a la cancha ya son considerados triunfadores. Su espíritu competitivo y sus sonrisas contagian, pero como en todos los lugares y circunstancias donde se reúnen tantas personas (casi 4.300 participantes), siempre se producen situaciones e incluso presencias indeseables.

Ya en anteriores ediciones de los paralímpicos se habían detectado casos que, en su momento, sorprendieron a todos, como la aparición del dopaje o la inscripción de competidores sospechosos, o sea, que se hacían pasar por discapacitados sin tener ningún verdadero problema físico. Asimismo, también se ha comprobado la peligrosa práctica del ‘boosting’, que consiste en estrangularse o golpearse una parte del cuerpo para elevar instantáneamente la presión sanguínea; recurren a esto deportistas con grandes limitaciones de movimiento (sobre todo con lesiones medulares) que no pueden conseguir mayor ritmo cardiaco rápidamente con ejercicio.
Pero en la presente edición las cosas han ido un poco más allá, puesto que se ha permitido la participación del terrorista asesino Sebastián Rodríguez y de Oscar Pistorius, que corrió en los Juegos Olímpicos y luego en los Paralímpicos… y encima protestó. El primero está parapléjico por propia iniciativa, es decir, no lo es de nacimiento ni por enfermedad ni por accidente; formando parte de una banda terrorista, mató vilmente a una persona, fue condenado a más de 100 años de cárcel, cuando llevaba 10 se puso en huelga de hambre y quedó parapléjico, salió de la cárcel (o sea, las autoridades españolas cedieron al chantaje) y, sin mostrar sincero arrepentimiento ni pedir humildemente perdón, se integró al deporte paralímpico como si nada hubiera ocurrido. Es decir, el comité paralímpico persigue a los atletas tramposos, pero permite la presencia de un auténtico y vil asesino.

Por su parte, el cuatrocentista sudafricano Oscar Pistorius, que corrió en los Juegos Olímpicos pese a la ventaja que logra con sus prótesis (zancada uniforme de principio a fin, ausencia total de lesiones en las inexistentes extremidades, corazón que no tiene que enviar sangre a los pies y volver a elevarla…), ha tenido la desfachatez de inscribirse también en los Paralímpicos; o sea, el señor (cuyos méritos humanos nadie duda) quiere ser considerado atleta capacitado o discapacitado según convenga: unas veces se considera apto para disputar al lado de los olímpicos y otras lo suficientemente minusválido para poder correr en los paralímpicos que, por otro lado, están ahí para él y para quienes, como él, tienen una discapacidad. Pero el descaro del sudafricano ha ido más allá; resulta que fue derrotado en los 200 metros lisos por el brasileño Oliveira, pero Pistorius protestó allí mismo, en la pista, aduciendo que las prótesis del campeón eran más largas, lo que le había dado ventaja; los jueces señalaron que las dimensiones de las ‘piernas de titanio’ de Oliveira eran reglamentarias y desestimaron la queja…

No por casos como estos quedan señalados los Juegos Paralímpicos, pero sí que uno y otro parecen contar con la aprobación del resto de participantes y de los dirigentes del comité, puesto que no se ha escuchado ninguna voz crítica contra la presencia del asesino y el caradura. Tal vez casos como estos hayan alejado al movimiento paralímpico del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes.

El ministro de propaganda nazi, el fanático y desalmado Josseph Goebbels, era discapacitado (tenía una pierna más corta debido a una osteomielitis), ¿se le habría permitido participar en los paralímpicos? ¿Una minusvalía redime cualquier crimen?

CARLOS DEL RIEGO
                                                                                                

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