martes, 27 de noviembre de 2012

AVANZA EL DESEO DE IMPONER EL PENSAMIENTO ÚNICO INCLUSO ENTRE LOS JUGUETES Una de las mayores empresas jugueteras se ha visto obligada a editar su catálogo con imágenes de niños con muñecas y niñas con pistolas, mostrando situaciones que en la práctica apenas se dan

Por mucho que se empeñen, cada niño y cada niña jugará con lo que quiera

La corrección política avanza y gana terreno a la libertad. La última tontería disfrazada de buenismo encierra puro adoctrinamiento ideológico: la franquicia sueca de la multinacional del juguete ‘Toys R Us’ ha cedido a la presión de unos cuantos dispuestos a imponer sus reglas, sus ideas, y ha modificado su catálogo sacando imágenes de niñas jugando con armas de plástico y a niños dando el biberón a un muñeco. Si se piensa con detenimiento, pocas cosas más absurdas pueden verse, puesto que el niño es niño y piensa como tal, y de igual modo la niña.

Esta es otra batalla que emprenden los adalides de la unidad de pensamiento, que pretenden que todo el mundo obre igual, razone igual…, y juegue igual. Y claro, esa única forma de hacer las cosas coincide, evidentemente, con sus gustos, con sus pensamientos, con sus ideas, con sus preferencias y antipatías. Es, en pocas palabras, un intento de obligar a los demás a coincidir con los modos de los que se creen posesores de la verdad absoluta, un intento, en fin, de restar libertad.

Dicen esos liberticidas que las cosas han cambiado, que muchos fabricantes de juguetes siguen anclados en el pasado y separan y ofrecen los juegos según géneros. Es más, también protestan porque las niñas vistan de rosa y los niños de azul. El experimento se ha hecho muchas veces: entran niños y niñas en una habitación con todo tipo de juguetes, y casi siempre (en proporción abrumadora) ellos van a unos y ellas a otros, y cuando en la habitación sólo hay muñecos, las chiquillas los toman y los cuidan, los peinan, los visten, mientras que los chavales rápidamente los ponen a pelear. Es esa obsesión por la igualdad a toda costa la que está en el fondo de la polémica, una manía cercana al complejo que puede conducir a la chifladura fanatizoide. Y por eso, seguro que reclaman a voz en grito que se obligue a los niños a peinar a la muñequita, besarla y abrazarla, y a las niñas a jugar al fútbol y escupir continuamente, es decir, a imponer, a coaccionar, a presionar a los críos para que hagan según ellos desean. El problema no lo tienen los niños (en sentido genérico), sino los padres (en genérico) y los mequetrefes (en genérico) que sólo tienen ideología en su cabeza, tanta que les impide razonar con un mínimo de sensatez. Los chicos son lo que son por mucho que los adultos se empeñen en otra cosa, y se les puede obligar a jugar con la ‘Barbie’, pero cuando estén a solas cogerán el coche o la pistola, y de igual modo las chicas piensan y actúan como chicas por más que los impositores de la unificación total deseen que pateen el balón de fútbol, pues tenderán a vestir a las ‘bratz’; eso sí, cuando el nene opte por entretenerse arreglando la casita y la nena prefiera el balón, libertad de elección. Sea como sea, existen los sexos, son diferentes afortunadamente, y por mucho que algunos insistan, seguirán sin ser iguales desde la cabeza a los pies. Y cuando ya intervienen los gobiernos (los nórdicos, que en otros aspectos son modélicos, son muy dados a meterse a organizar vidas y viviendas), aparece el fantasma del mundo feliz por obligación, con amenaza de castigo para el que no quiera ser feliz según las normas.

Lo siguiente será reivindicar niños con falda, braguita y medias, y niñas con pantalones, calzoncillos y calcetines, o mejor aún, todos (en genérico) con melenita, lacito y bolso en bandolera, para ser todo lo igual que se pueda ser. Y ya puestos a otear el horizonte del absurdo, tal vez un día haya inmaculados de la corrección política que pidan que desaparezcan los sexos, que todos los bebés sean operados en el vientre materno para que no exista hombre y mujer, sino seres andróginos asexuados, que todos seamos exactamente, absolutamente iguales.

En fin, que a nadie extrañe si los bienpensantes y medrosos (en sentido genérico) de salirse del pensamiento unitario empiezan a exigir que se diga juguetes y juguetas. La estupidez siempre encuentra nuevas formas de mostrarse.

CARLOS DEl RIEGO
            

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