Por un lado señalan, exaltan y proclaman su diferencia, y por otro reclaman que se les vea como a los demás |
La federación holandesa de fútbol ha difundido un vídeo
animando a los jugadores homosexuales a ‘salir del armario’. La cosa no deja de
resultar chocante, puesto que uno no acaba de explicarse la necesidad que
tienen los homosexuales de exponer al conocimiento público algo tan personal,
tan íntimo como es la orientación sexual, salvo que se haga por algún fin
concreto. Es decir, seguro que hay mucha gente a la que le sobra esa
información, del mismo modo que a todo el mundo le sobra la descripción de su
rutina a la hora de cepillarse los dientes o la que se refiere a la textura de
sus deposiciones. Uno puede preguntar, ante la revelación de semejante noticia,
“¿y a mí qué me importan sus actividades de alcoba?, ¿por qué tiene tanto
interés en proclamar a los cuatro vientos sus preferencias amatorias? Tal vez
se deba a un intento de destacar, de hacerse notar, de subrayar una diferencia.
Por contra, es curioso que en muchas ocasiones los gays piden que la gente no
atienda a ese detalle, sino que se les vea simplemente como a personas, con sus
virtudes y debilidades, nada más; pero esta idea también se contradice con la
que se transmite con la celebración de eventos cien por cien homo, como los
desfiles del orgullo gay, las fiestas para chicos o las discotecas especializadas
en ellos… Y eso por no hablar de la contradicción flagrante que supone que, por
un lado, ‘salgan del armario’ públicamente, subrayando su predilección y
desigualdad, y por otro se molestan cuando el castizo se dirige a ellos
utilizando términos que tal cosa señalan, como ‘mariquita’ o ‘bujarrón’.
Afortunadamente, como en todas partes, ambientes o colectivos, hay de
todo.
Más políticamente incorrecto es cuestionar algunos
privilegios que tienen los discapacitados. Así sus plazas exclusivas de
aparcamiento o los puestos de trabajo que les han de reservar las empresas.
Durante los pasados Juegos Olímpicos de Londres 2012, los deportistas
paralímpicos (que se merecen tanta admiración y respeto como el resto de
deportistas) pidieron en numerosas ocasiones, a través de los medios de
comunicación, que se les mirara como competidores sin más y no como atletas con
minusvalías, que se apreciara su esfuerzo y competitividad y que no se les
contemplara con conmiseración. O sea, reclaman por un lado que se les trate
como a cualquier ciudadano, pero por otro exigen privilegios en función de su
particularidad física. Eso es jugar con dos barajas, eso es pretender la burra
y los treinta reales. Soplar y sorber no puede ser.
Políticamente incorrecto, pero así es la realidad.
CARLOS DEL RIEGO
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