miércoles, 21 de noviembre de 2012

A VUELTAS CON EL CAMBIO CLIMÁTICO Y EL DETERIORO MEDIOAMBIENTAL Avisan del incremento de vertidos que ensucian tierra, agua y aire y se prevé la deforestación de muchos kilómetros cuadrados de la cuenca amazónica, entre otras muchas formas de contaminación del entorno; todo en aras del crecimiento, la producción y el consumo, pero parece evidente que no se puede crecer hasta el infinito

El ritmo de destrucción de la selva amazónica resulta escalofriante.

 Varias organizaciones (no ecologistas) han alertado de los aumentos de contaminantes en la atmósfera, algo que lógicamente desemboca en el tan manido cambio climático. Según señalan los expertos, se están alcanzando niveles inauditos de dióxido de carbono (por quema de combustible fósil y deforestación sobre todo), metano (procesamiento de combustibles fósiles, granjas de explotación animal…) y óxido nitroso, elementos que en estas cantidades conllevan calentamiento; esto es tan evidente que apenas quedan científicos que lo discutan, y cuando lo hacen basan sus reparos no en el hecho, sino en las previsiones de lo que ocurrirá, de modo que en ningún caso niegan ya que la temperatura media de la tierra ha aumentado a causa de la actividad humana. Curiosamente, hay amplios sectores de la población que contradicen y rechazan la evidencia, incluso hay quien asegura que en su pueblo o región hace más frío ahora, entendiendo por tanto que el problema no existe (calentamiento global no significa que hoy haga menos calor que mañana de modo lineal, sino que la temperatura media va en aumento, cosa que no se opone a que haya episodios de frío o que haya lugares concretos donde baje la temperatura media….); pero lo más llamativo es que hay negacionistas del deterioro medioambiental tanto entre los izquierdosos más combativos como entre los derechistas recalcitrantes, con opiniones y razones coincidentes entre exaltados de uno y otro lado, que se dan la mano a la hora de  desmentir y rechazar la existencia del problema. Unos afirman que son bulos lanzados por oscuras razones por las empresas (¿) o grupos de poder, otros que es imposible que algo tan grande como la tierra se vea afectado por algo tan pequeño como el hombre, aquellos están convencidos de que son mentiras encaminadas a meter miedo a la población, estos dicen que cambios climáticos ha habido siempre (sí, pero en procesos que duraron miles y miles de años), y así esgrimen una razón tras otra, a cada cual más peregrina, para mirar hacia otro lado; asimismo hay sectores interesados en que todo continúe como está, así que se posicionan en la oposición a la evidencia e incluso no se recatan en afirmar que “tenemos derecho a contaminar lo que queramos”.
A pesar de evidencias como esta, siempre
 habrá quien niegue el problema.


También coinciden la mayoría de los gobernantes en ignorar la realidad, pero no hay que olvidar que los políticos rechazarán tomar medidas pues, piensan, estas deberían estar encaminadas al descenso de la producción y del consumo, cosa que casi invariablemente aumentaría el paro, se detendrían o ralentizarían las empresas, y comercio, transporte, industria y un sinfín de sectores verían menguada su actividad y, evidentemente, beneficio. Todo esto llevaría al político casi al ostracismo, y antes que atisbar tal posibilidad, el adicto al poder negará hasta la redondez de la tierra si es preciso.

Pero el problema no es sólo el aumento de todos eses contaminantes, sino que a esa elevación térmica y al deterioro medioambiental contribuyen otros factores, entre ellos la deforestación, la sobrepesca y suciedad vertida al mar (¿cuánto mide ya la llamada isla de plástico o sopa de plástico del Pacífico?), la monstruosa producción de basura de todo tipo… Sin ir más lejos, el gobierno de Brasil ha proyectado la construcción de quince presas en plena selva amazónica, seis de las cuales ya están casi en marcha; lógicamente, eso significa acabar con kilómetros y kilómetros cuadrados de superficies arboladas. Para empezar, todas las presas estarán muy lejos de los núcleos a donde irá la energía, es decir, tendrán poca eficiencia, de hecho, sería más eficaz instalar paneles solares en todas las cubiertas de los edificios de las ciudades y se lograría el mismo rendimiento. Asimismo, se talan diariamente miles de árboles para cultivo intensivo, industrial, sobre todo de soja (por cierto, cien por cien transgénica), por lo que no puede extrañar que ya haya quien se refiera a la selva amazónica como ‘Amasoya’. Y para rematar la faena, el gobierno ‘progresista’ de Brasil construirá cientos de miles de kilómetros de carreteras, vías férreas y tendido eléctrico a través de la cuenca del Amazonas, lo que redundará en más y más agresión a lo que se conoce como el pulmón del planeta. Por no mencionar el irreparable e intolerable perjuicio para los indios que viven allí.

Se podría hablar igualmente de muchísimas otras agresiones a tierra, agua y aire que, seguro, no resultarán beneficiosas para los usuarios de la biosfera. Todo ello en aras del crecimiento, de la producción y el consumo, sin embargo, hay que admitir que no se puede crecer hasta el infinito, no se puede aumentar la producción y consumo indefinidamente. Todo esto no acabará con la tierra, que ha pasado por episodios infinitamente más catastróficos y a la larga siempre se recupera, pero sí que afectará de modo determinante (y, seguro, muy negativamente) al hombre y su sociedad, así como a muchas otras especies. Y quien asegure que todo eso no afectará a personas, animales y plantas es que no quiere ver una auténtica certeza matemática o, simplemente, tiene un concepto egoísta del usufructo del lugar donde vive y no pierde un segundo en pensar dónde vivirán sus descendientes. Dicen los historiadores que entre los cortesanos de Luis XV de Francia, que vivían para la diversión, era corriente la frase “detrás de nosotros, el diluvio”, con lo que querían decir que no les importaba lo más mínimo lo que ocurriera tras su paso por el mundo. Pues sí, tenían razón, unos años después de ellos llegó el diluvio…

CARLOS DEl RIEGO

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