Es menos caricatura de lo que parece |
A finales del siglo pasado pasó por
Madrid un antiguo jugador yugoslavo de la sección de baloncesto del Real Madrid
para recibir un pequeño homenaje. Un periodista le preguntó qué había pasado
con serbios, bosnios, eslovenos, montenegrinos y croatas, qué había ocurrido
para que unos años atrás se abrazaran unos a otros con los triunfos de
Yugoslavia y ahora se mataran entre ellos con un odio, una inquina, una
brutalidad que deja asombrado y horrorizado. El viejo jugador respondió con
rotundidad, con seguridad, con convencimiento absoluto: “Los políticos”, y
añadió “los políticos han envenenado a la gente”. Es una prueba evidente de a
dónde pueden llevar las ocurrencias, fanatismos y partidismos de quienes
ostentan el poder.
Un político que se enquista en la
política, que sigue ahí después de veinte, treinta, cuarenta años, se ha
convertido en un caradura, en un cobarde, en un mediocre, en un embustero
manipulador, en un aprovechado tendente al parasitismo que ha convertido la política
en su único fin, en su objetivo, en su ilusión. Es decir, tras unos diez años,
el político muta y abandona todo principio, de modo que una única idea expulsa
a todo lo demás de su cabeza: conservar su posición, seguir en política a toda
costa, ir de cargo en cargo por muy dispar que sea, pues lo único importante es
no volver a poner los pies en la tierra. Es por eso que la política debería ser
una etapa en la vida de las personas, no toda su vida.
Es el político un caradura porque cree
que, en tanto que electo (la realidad es que el ciudadano vota mucho más
pensando en siglas, en un partido concreto, que en sus integrantes, de modo que
hubiera votado al mismo partido estuviera quien estuviera en las listas), tiene
derecho a innumerables privilegios: sueldo envidiable y capacidad para
subírselo, menos impuestos, menos años de cotización para acceder a la pensión
máxima, horario de trabajo a decidir por él mismo... por no hablar de todos los
‘privilegios oficiales’.
Gallardón pasó directamente del pupitre al sillón oficial |
Es un cobarde porque el que lleva toda su
vida laboral subido al tren del privilegio, es decir, el que no ha trabajado
nunca pie a tierra (figura abundantísima), tiene verdadero pánico a que un día
por las causas que sean tenga que dejar la política, buscarse trabajo y ganar
el dinero que realmente merece, que iba a ser muchísimo menos que el que tiene
como político. Realmente, lo único que asusta al político es tener que trabajar
un día pie a tierra, ese es su único verdadero temor, de hecho, esa posibilidad
le produce verdadero pánico, terror, y hará lo que sea, venderá a quien sea,
traicionará a quien sea antes que un día tener que poner los pies en el suelo y
estar obligado a un horario.
Es un mediocre porque llega al cargo
político sin que haya demostrado mérito alguno (hay representantes políticos
que, al menos, han trabajado, pero son los menos), o sea, sus únicos actos
valiosos lo han sido dentro del partido, puesto que lo que sí ha sabido es
encontrar al jefe al que adular para conseguir un buen puesto en las listas y
en las diversas comisiones. En realidad, hay muchos que han pasado del pupitre
al despacho oficial, por lo que nunca se han enfrentado a los verdaderos
problemas que a diario asedian al ciudadano de a pie. Esto es característico
del mediocre, y es absolutamente increíble y demuestra una cara como el cemento
que personajes como Ruiz Gallardón o Rodríguez Zapatero hablen al público de
trabajo cuando ellos no han trabajado en su vida, ni uno ni otro. No debería
permitirse a nadie acceder a cargo público sin haber trabajado pie a tierra un
mínimo de años.
Es un embustero manipulador, ya sea para
con la opinión pública, con la prensa, con los rivales e incluso con los que le
estorban dentro de su propio partido. Por eso no es extraño que el político
veterano sea capaz de defender una idea y su contraria prácticamente en la
misma conversación, y lo hace sin ruborizarse, incluso explicando y tratando de
convencer de que es posible que esto fuera blanco hace un minuto y negro ahora.
Es un manipulador porque sólo está preocupado por las encuestas, y por eso
llevará a cabo cuantos trucos publicitarios y de marketing sean necesarios para
lograr su fin, y recurrirá a los expertos en manipulación de masas para ello.
Por ejemplo, si tiene un problema y dinero para resolverlo, no invertirá el
dinero en la solución, sino en una empresa de marketing y manipulación de masas
que convenza a la población de que su gestión es la necesaria.
Zapatero apenas trabajó un par de meses como profesor e, inmediatamente, al carro del privilegio |
Pero el mayor problema es el ansia de
todo político por perpetuarse en la política, por no bajarse nunca del carro
del privilegio, pues en este caso tendría que ponerse a tirar del carro, y como
ya queda dicho, este el verdadero único miedo del político. No hay que olvidar
que la experiencia en política no es ninguna virtud, sino un vicio terrible,
pues la experiencia se utilizará para hacer política, o sea, para denigrar e
insultar al rival de otro partido, para medrar en los pasillos, para intrigar
hasta que se vea en lo alto de las listas electorales, para conseguir colocar a
amigos y familiares..., en fin, la experiencia en política sólo sirve para hacer
política y para viviendo en el privilegio.
Y todo esto sin que el caradura con cargo
público cometa ilegalidades, cohechos, fraudes o, directamente, meta la mano en
la caja, cosa verdaderamente más habitual que lo que se airea en los medios.
Y finalmente hay que mencionar la responsabilidad,
término que ellos tienen siempre a mano. Se dice que cobran mucho (mucho más
que el 99% de los mortales) porque tienen mucha responsabilidad, sin embargo,
realmente no tienen ninguna responsabilidad por los resultados de su gestión,
puesto que jamás se ha encausado, denunciado o juzgado a ninguno de ellos por
impericia, por tomar malas decisiones, por inversiones ruinosas, por dejadez o
vagancia, por actuaciones vanas pero caras..., pues por muy mal que lo hagan,
por mucho que perjudiquen al ciudadano, jamás se le exige verdadera responsabilidad,
es decir, jamás se les piden cuentas por sus errores aunque sean sin mala
intención (cosa que también ocurre con otro colectivo del que se tiene muy mala
opinión entre la ciudadanía, los jueces); si el individuo anónimo comete un
error sin mala intención pagará, mucho o poco pero pagará, mientras que si
magistrado o político cometen un error, no pasará nada. Este es otro de los
privilegios de los políticos que, en el fondo, son en su totalidad
conservadores, puesto que conservar el sillón es todo para ellos.
Si la política supusiera sólo unos años
en la vida de la persona, si al firmar el acta de diputado o lo que fuera está
a la vista la fecha en la que tiene que volver a su trabajo (con declaración de
bienes al llegar y al marchar), seguro que llegaría al cargo público sólo quien
de verdad, en conciencia, estuviera dispuesto a esforzarse por el bien de los
ciudadanos. Pero esto, a pesar de que es opinión mayoritaria, está todavía
lejos.
CARLOS DEL RIEGO
QuÉ bien has defino al políto español.
ResponderEliminarEsperemos que no pase lo de Yugoslavia, pues con esta raza de políticos no es de extrañar.
Un dato:
Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Camponaraya: 1000 € cuatro horas
diarias de Lunes a viernes.
¡y sin 1º de bachiller! y dudo que tenga la ESO.
Se puede decir más alto, pero no más claro. Esa casta repugnante nos echará a los perros antes que abandonar sus poltronas. Y lo mismo va para jueces y sindicatos.
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