jueves, 7 de junio de 2012

NOSTALGIA DEL DISCO DE VINILO Cuando uno tiene un elepé o un single tiene algo, mientras que si las canciones sólo se tienen en cualquier soporte electrónico, en realidad no se tiene nada


La cremallera se podía bajar en esta portada
 diseñada por Andy Warhol

En los años dorados de la música rock (sesenta, setenta y ochenta) el disco de vinilo era el rey absoluto. Cierto que sólo tenía la competencia del casete (magnetófonos siempre hubo muy pocos fuera del ámbito profesional), pero el viejo elepé y el entrañable single tenían su propio encanto, su propio valor intrínseco más allá de lo que contuvieran. El compact-disc (el CD) parecía muy superior en todo, pero pronto se vio que no era así y que su vida no iba a ser larga. Con la llegada de los soportes electrónicos (del mp3 al Ipod, el ordenador, el móvil...) la caída de las ventas de soportes físicos ha seguido una progresión geométrica, muy bien ayudada por las descargas de Internet y, en mucha menor medida, por el pirateo callejero. No es que lo digital no sea absolutamente válido y útil, que lo es, pero eso no debería significar el exterminio de otras posibilidades, pues cada una tiene sus pros y sus contras.

En aquellos años de vacas gordas (musicales), la industria estaba en su apogeo, y los músicos estaban a la altura publicando discos evidentemente históricos; sin embargo, con la llegada de la tecnología digital, no sólo ha caído en picado el mercado, sino que la calidad de la música también ha experimentado un notable declive. Cualquiera que tenga un poco de perspectiva (o sea años), podrá decir de carrerilla dos docenas de grupos de las décadas mencionadas que ocupan lugar destacado en la corta historia del rock, grupos cuyos discos se siguen vendiendo, siguen siendo imitados y su influencia se hace patente; por otro lado, difícil sería señalar siguiera dos pares de bandas surgidas (surgidas, no que estuvieran activas) en los últimos veinte años que hayan hecho historia, y dos pares de álbumes para el recuerdo que marquen a posteriores generaciones. Sí, ha habido buenas canciones y algunos grupos de verdadero mérito, pero nada que ver con los años dorados del disco de vinilo.

Cuando uno compraba el disco de vinilo se encerraba (solo o con alguien que compartiera la misma pasión) a escuchar minuciosamente, a escudriñar todo lo que el plástico tenía impreso, a descubrir lo que el artista había creado, a disfrutar por fin con eso que tanto anhelaba; y mientras tanto, investigaba todos los créditos: títulos, compositores, productores, músicos invitados, lugar y fecha de la grabación, sello discográfico, año de edición, dedicatorias, explicaciones..., y a ello hay que añadir el repaso a las letras, pues la mayoría de los álbumes de calidad se editaban con una hojita con los textos de las canciones. En realidad era como una liturgia, emocionante, íntima, que implicaba a casi todos los sentidos; sí, hoy escuchas en el Ipod con los auriculares la canción, pero nada más. Sin embargo, con el disco de vinilo recién comprado escuchabas, contemplabas y analizabas las portadas, muchas veces cargadas de arte y con fotos estupendas (algunas ya legendarias), leías todo lo que estaba escrito allí, manejabas la cartulina, le dabas la vuelta, la mirabas de arriba abajo, buscabas mensajes escondidos (muchas portadas y contraportadas los tenían), en muchos casos se podían desplegar y, en fin, las mostrabas orgulloso a los amigos y con ellos las comentabas. Cuando uno compraba un disco de vinilo era para disfrute de casi todos los sentidos, no sólo del oído, resultando finalmente un objeto muy enriquecedor, algo que iba mucho más allá de un producto de entretenimiento.

Una colección de vinilos es algo muy valioso,
 y no sólo en sentido económico
En este sentido, cuando se empezaron a transformar las grabaciones analógicas (las registradas en cintas magnéticas y luego pasadas a vinilo) en digitales, de algún modo se estaba traicionando al artista, a la canción y a todos los que trabajaron en ella, pues fue ideada y materializada de aquel modo; al convertir lo analógico en digital se distorsiona incluso el sonido (de hecho, oídos expertos distinguen perfectamente un tipo de grabación de otra), que se vuelve más frío, más distante, más artificial. Bien podría decirse que escuchar una de T. Rex o Ramones en un Ipod es algo que está totalmente fuera de contexto.

Tenían sus inconvenientes (imposibles para el coche, eran extremadamente delicados, con cada escucha se deterioraban...), pero los discos de vinilo poseían un encanto inexistente en los soportes digitales (ni siquiera en el CD), una gracia especial, pues perfectamente pueden ser considerados auténticos testimonios de su época, testigos de gustos y costumbres más allá de la música.

Y por último, quien haya sido fiel al soporte analógico a 33 ó 45 revoluciones por minuto, hoy tendrá una estupenda, vistosa y valiosa colección. Quien se conforme con la música del Ipod, mp3, pen drive, ordenador, móvil..., podrá escuchar las canciones, pero nada más, de modo que irá consumiendo música del mismo modo que pan o pañuelos de papel.
     
CARLOS DEL RIEGO

2 comentarios:

  1. http://www.lacronicadeleon.es/2009/11/08/7-dias/mi-cultura-es-la-del-vinilo-y-del-casete-de-musica-56505.htm

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  2. El primer viaje a bordo del Volkswagen Escarabajo fue al Festival Internacional de Benicassin, hace ya diez años, recuerda Manolo.“Lo vi en un compraventa de coches y dije: cómo mola…así que lo compré, me di una vuelta por la ciudad, y me abordó un chaval que tenía otro y me invitó a quedar otro día para dar un paseo con los coches”, así empezó la Asociaciónde vwclasicoleon, explica. Es el tesorero de esa agrupación, aunque en realidad, es el que junto a otros colegas organiza las concentraciones de ‘escarabajos’ en la ciudad donde nació, León. “A mí me ha cambiado la vida el asunto de los Volkswagen. Tenía la vida y los amigos de siempre, pero desde que compré el ‘escarabajo’ me fui juntando con gente de otras ciudades, y de repente te encuentras metido en la historia, siempre estás preparando un viaje, otra salida. Tu casa está abierta para los que van a venir y las casas de otros amigos están abiertas para ti”, matiza Manuel Romero Gutiérrez, transportista y pincha de vinilos.
    Desde que adquirió su escarabajo modelo 1303, reconoce que le gusta el espíritu de amistad y camaradería que despierta el pertenecer a una asociación cuyo nexo de unión es el gusto por los coches más fabricados del mundo hasta hace dos años, el ‘escarabajo’ en sus diferentes modelos, y donde los propietarios son de las más diversas dedicaciones profesionales. “Hay profesores, abogados, camareros o transportistas como yo”, dice Manolo. Aunque ahora recorre el centro de la ciudad distribuyendo paquetesal comercio del centro, en un camión de la empresa de transporte para la que trabaja, TDN, atrás quedan diversos oficios y cuando empezó de camarero con 17 años en la cafetería Álamo. Dejó los estudios después de pasar por el nocturno del Instituto de Padre Isla. La fiesta de la noche le llamaba, asegura. Y así aunque trabajara en una empresa de regalos, por la noche servía vinos, copas o cortos de cerveza, en el Bar Latino, del Barrio Húmedo.Se lo pasaba bien, “porque estaba entre amigos y conocidos y además ganaba un dinero”, explica. Pero ahora sigue vinculado a la noche con la música.Pincha discos en El Plástico, La Galocha,bares de copas del Húmedo y siempre en vinilo porque “tienes un vinilo en la manoy tienes algo, tienes un Cd y… el disco de vinilo tiene más personalidad”, explica mientras sostiene lo último que ha comprado: Vetusta Morla. “Mi cultura viene del vinilo y de la cinta de casete”.Y es que a Manolo a sus 42 años lo tiene claro, así pincha desde rock de los 80, punk, música española como Los Ramones, Clas y música independiente, “siempre pongo la que yo selecciono; si el disco me gusta lo pongo aunque sea de los ochenta o del dos mil diez”, cuenta Manolo.Está convencido de que el vinilo vuelve y presume de tener piezas que le ha costado encontrar, pero que gracias a internet, los precios han bajado y se encuentran más como así ha conseguido y ahora disfruta de uno de Joy Division, grupo británico marcado por la muerte de su cantante Ian Curtis en 1980. Este Dj se enorgullece de ser de León, de pertenecer al orgullo cazurro seguidor de La Cultural y de disfrutar del buen vino Prieto Picudo. Lo único, que le gustaría mantener el espíritu tradicional del centro, refiriéndose al Barrio Húmedo.A Manolo le hubiera gustado ser crítico musical, admira a C.D.R., refiriéndose a Carlos del Riego, redactor de La Crónica, “pues es un espejo donde mirar, leo sus críticas, en fin, tiene mucho criterio”. Lo dice con nostalgia y admiración. Pero ahora necesita tiempo. Acaba de adquirir un Escarabajo Oval, una pieza muy exclusiva de los 50 que lo tenía una mujer en una cuadra. Con imaginación y mucho trabajo, ya la está viendo en la próxima concentración compartiendo lo mejor. La amistad

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