jueves, 2 de agosto de 2012

LONDRES 2012: ÁRBITROS, LA IMPORTANCIA DECISIVA DEL FACTOR HUMANO El juez de la contienda se convierte, desgraciadamente, en protagonista de muchas competiciones, hasta el punto de que en no pocas ocasiones, su incorrecta decisión decide el resultado

Un entrenador se desespera ante
la incomprensible decisión del árbitro.

Las protestas, quejas y actuaciones y declaraciones subidas de tono a causa de los continuos, garrafales y trascendentes errores arbitrales que se están produciendo en Londres 2012 están sorprendiendo más incluso que los abundantes fallos de organización. Y es que cuando se prepara una cita de alta competición se puede entrenar todo, se puede prever casi todo y se puede trabajar para que cualquier imprevisto no sea tal, lo único que está al margen de cualquier tipo de entrenamiento es lo que se llama el factor humano, es decir, aquello que pueda afectar al deportista, ya sea propio de la competición o algo externo, y que influye decisivamente en su rendimiento. Pero incluso la influencia de este factor se puede trabajar o, en todo caso, intentar minimizar sus consecuencias.

Y así se llega al factor humano que afecta al juez de la contienda, al árbitro, y ahí sí que no pueden hacer nada entrenadores, preparadores, estrategas… Se trata de un factor absolutamente imprevisible incluso para el mismísimo juez, no digamos para el deportista o el equipo en plena competición.

Los defensores de la figura arbitral pase lo que pase suelen disculpar sus flagrantes meteduras de pata aduciendo que todo el mundo se equivoca, que los jugadores también yerran…, cierto, pero la esencia de la disputa deportiva es que se resuelva según los aciertos y los fallos de los contendientes, no que sea la injusta decisión del director del evento la que decida quién gana y quién pierde. Así, cuando el jugador o atleta falla, se perjudica a sí mismo y a su equipo, mientras que cuando lo hace el referí perjudica a otros, es decir, no es ecuánime decir que el jugador también se equivoca para disculpar la injusticia, pues el encargado de impartir justicia puede distorsionar la competición con sus erratas.

Además, el árbitro, en tanto que persona, puede verse afectado por eventualidades que le lleven al error inconsciente: el factor humano del juez puede volverse decisivo. Pero mucho peor es cuando el que tiene que administrar justicia se conduce cobardemente, por ejemplo cuando toma una decisión y al segundo se da cuenta de que es un error y, como para compensar, permite que los jugadores le agobien, empujen e incluso insulten; también puede actuar de modo indeciso, o sea, no lo tiene claro y lo deja correr, le parece pero no está seguro, así que hace lo más fácil, nada; asimismo también está el miope, que mira y no ve, que nunca tiene el ángulo correcto, que se despista y pierde el transcurrir de la acción; y también abunda el simplemente malo, que cambia de criterio constantemente, ahora en esta dirección y ahora en la otra, o lo que ahora sanciona después lo permite, o compensa sanciones y decisiones con otras en sentido contrario (doblando así el número de fallos), o desautoriza a sus ayudantes mejor colocados.

Y por si fuera poco, las cámaras lentas, que denuncian cualquier patinazo y dejan en el más espantoso de los ridículos al árbitro, sobre todo cuando queda bien claro que ha visto lo que ha pasado y, sin embargo, toma la decisión incorrecta.
CARLOS DEL RIEGO








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