viernes, 17 de agosto de 2012

DISCOS QUE MERECEN SER RECORDADOS: ‘LIVE 73’ DE URIA HEEP Surgido en los primeros setenta, Uriah Heep completó hasta el 76 uno de los mejores ciclos musicales del rock clásico, y en esa época de esplendor lanzan su impagable ‘Live 73’, una de las cimas del heavy metal

Quienes llevan tocando el ‘air guitar’ (o sea, la guitarra imaginaria) desde aquellos lejanos años setenta del siglo pasado, quienes comprueban cómo se desborda su adrenalina al escuchar el heavy clásico, quienes encuentran en el rock duro la esencia del rock, y en fin, quienes tienen química con las distorsiones, voces agudas y secciones de ritmo en estampida, han de tener a los británicos Uriah Heep en lugar preferente, y sobre todo, a su excelente disco en directo ‘Live 73’, donde el heavy metal alcanza una de sus cimas.  
La banda sigue en activo después de tantos años (se funda en 1969, aunque hasta el 72 no lanzan su primer LP), aunque con miembros cambiantes y siempre recordando aquellos años. Armado con su mejor formación en el 74 lanzan ese inolvidable ‘Live 73’, un álbum maestro en su género, un disco cercano a la perfección del estilo.


Tras una breve introducción arranca con ‘Sunrise’, ese tiempo medio-lento y ese sonido tan característico construido con la combinación de órgano y guitarra que, muchas veces, si se cierran los ojos y con el volumen apropiado, da la impresión de ser algo así como una gigantesca rueda de sonido que gira y se acerca, inmisericorde, aplastando cerebros; la poderosísima base rítmica, la dramática entonación y excesos de la voz solista (del malogrado David Byron) y los coros, épicos, mágicos, completan una canción cien por cien heavy, cien por cien rock en su máxima extensión. Le siguen la dinámica e irresistible ‘Sweet Lorraine’ y la potentísima ‘Traveller in time’, con sus cortes tremendistas y sus puentes delicados pero amenazadores. La cara se cierra con la trepidante, arrolladora ‘Easy livin´’, una pieza de alto ritmo que sigue escuchándose con los puños cerrados, la mente sojuzgada y los sentidos inhábiles para otra cosa; aquí luce el grupo en todo su esplendor: la filosofal combinación guitarra-órgano, la voz y los coros incitantes, la batería pletórica y un bajo inquieto que recorre notas a toda velocidad (a cargo del también malogrado Gary Thain).


La cara B tiene dos temas. Uno es ‘July Morning’, pieza dramática y teatral, épica y lírica, con solos magníficos, ajustados, brillantes, y una estupenda voz solista que parece cantar desde un teatro de la ópera situado en las mismísimas calderas de Pedro Botero; sin duda, uno de los modelos del rock con tintes heroicos. El otro es ‘Tears in my eyes’, tema ágil, cambiante, tremendamente sólido, con variada utilización de la guitarra (Mik Box, el único que sigue en la banda) y una construcción cercana al rock & roll, pero sin perder nunca la referencia de lo barroco.

La cara C también tiene dos temas de gran extensión. El primero es ‘Gypsy’, con una entrada efectista y con un ‘in crescendo’ que desemboca en un ritmo y un sonido absolutamente heavy metal, de una pureza ciertamente rara de encontrar en otros de su generación (los Purple o los Zeppelin); la canción continúa durante 13 minutos como arrastrando aquella rueda de sonido impía y destructora, dura pero hechizante. ‘Circle of hands’, siendo otra delicia, parece menos sobresaliente, aunque tiene unos solos sensacionales.

La última cara se abre con el imperativo ‘Look at yourself’, otra pieza brillantísima en la que vuelve la demoledora rueda sónica (esta vez a mayor velocidad), los cortes indómitos, el ritmo frenético pero bajo control, los solos apabullantes y las voces y coros cargados de magia y personalidad. ‘Magician´s bithday’ y ‘Love machine’ parecen una, pues se siguen sin solución de continuidad, dando impresión de un dramático cambio de dirección a la mitad y resultando una verdadera delicia en sus dos partes; la primera más delicada, la segunda rasposa pero encantadora, sin olvidar la melodía y dando cancha al virtuosismo. Y el disco se cierra con ‘Rock & roll medley’, una traca final en forma de recorrido por diversos clásicos del rock & roll bajo el prisma del metal más duro y que lleva al oyente al séptimo cielo de un género inagotable.

Todas las canciones tienen inspiradas melodías (muchas del teclista y guitarrista Ken Hensley, que vive e Alicante, España), virtuosas ejecuciones, cálidas y apasionadas interpretaciones y, en fin, un resultado final que convierte este disco en una de las cumbres de su género. Los amantes del heavy lo conocerán y tendrán en lugar destacado, y si no, no lo son... aun.          

CARLOS DEL RIEGO

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