martes, 28 de agosto de 2012

LA VERDADERA RESPONSABILIDAD El banco, el ministerio, la institución pública o privada nunca es responsable por sí misma, sino que la hace buena o mala la actuación de las personas que la rigen, que deberían pagar si hay malos resultados

Las personas, los individuos son los verdaderos responsables de las crisis, y los que hacen buenas o malas instituciones y organismos

Las culpas de los responsables de la crisis recaen en los bancos, en el sistema político, en el capitalismo, en la globalización... Pero en realidad, quienes toman las decisiones, quienes actúan bien o mal, quienes aciertan o se equivocan, quienes meten la mano en la caja no son bancos ni sistemas, sino personas. Es decir, quien hace bueno o malo un método, organización o institución es el individuo.

En los últimos años se está produciendo un creciente descrédito hacia las instituciones, tanto públicas como privadas. Así, hay quien desconfía de la democracia occidental al estar dominada por los partidos y sus respectivos directores. Pero la democracia, incluso así, es la mejor (o menos mala) de las formas de organización, y quienes la hacen perversa son las personas, los directivos, los integrantes de lo que se suele llamar la ‘nomenclatura’ de las organizaciones políticas, que colocan en puestos de máxima responsabilidad y como candidatos a cargo político a personas sin el más mínimo mérito, a ciudadanos que jamás han demostrado valía en ningún terreno, a integrantes del partido que jamás han realizado el mínimo esfuerzo lejos de los engranajes del mismo; es decir, el problema es que se pone en disposición de gobernar a hombres y mujeres que sólo han mostrado astucia y esfuerzo para, dentro de las estructuras del partido, ponerse cerca de quienes tienen el poder de confeccionar las listas para las elecciones o que pueden regalar puestos de trabajo de “poco esfuerzo y mucho provecho”, como dicen los clásicos españoles. En definitiva, las personas al frente de las organizaciones políticas son las que hacen perverso el sistema de partidos, pues premian a los fieles aunque sean mediocres, incultos y aprovechados, antes que a los capaces, honestos y trabajadores. El problema es que los hombres íntegros están mal vistos dentro del partido, pues suelen hacer preguntas molestas, tienen muchos escrúpulos o incluso pueden actuar según su conciencia.

También se desconfía del sistema representativo, pero la realidad es que el sistema no es culpable, pues no toma decisiones; son los individuos los que toman la decisión de anteponer la ideología a la justicia, el interés personal o el de su partido antes que el general, la afinidad o simpatía antes que lo conveniente. Y así los bancos, pues quien decide llevárselo en crudo o realizar operaciones dudosas o ilegales no es la entidad (algo en realidad abstracto), sino que son los directores y altos ejecutivos con poder de decisión. Igualmente son responsables del deficiente sistema legal (al menos el español) quienes escriben las leyes (los políticos), que deciden que robar 40 años a una persona es menos grave que robar 40.000 euros, pues el ladrón está obligado a devolverlo íntegramente, mientras el asesino apenas entrega 10 ó 12 años. Del mismo modo el capitalismo, que es un modelo económico que premia (teóricamente) a quien más trabaja, al más decidido, al más preparado, al más audaz, pero si quien más gana lo hace ilegalmente o sorteando la ley, la culpa es de quienes tienen la misión de regular, de vigilar, de buscar y castigar irregularidades; o sea, la falta no es del capitalismo, sino de las personas que abusan y de las que no cumplen con su deber regulando, vigilando y castigando.

Por eso, porque la culpa no la tiene la institución, porque un método o código es lo que quieran las personas, hay que exigir responsabilidades a las personas: al presidente e integrantes del consejo de administración del banco, al presidente e integrantes del consejo de ministros, ídem de la empresa o institución pública o privada. Y así, una vez determinado el verdadero responsable, debe actuarse contra él, exigiendo que el político, el presidente, el alto ejecutivo, el director que ha actuado de modo impropio, equivocado o delictivo, responda con su propia persona y su propio patrimonio. Si la decisión del político o banquero ha causado perjuicio al ciudadano, debe pagar él mismo con su dinero, con inhabilitación, con cárcel, no su partido, no el organismo o entidad que representa. Esta es la verdadera responsabilidad: si no lo haces bien pagarás por ello aunque tu intención fuera buena y simplemente te equivocaste; y debe ser así porque si el médico, el conductor, el tabernero o el pescadero se equivocan pagarán por ello, al contrario que el político, el juez o el banquero que fallan. Todo el que accede a cargo de responsabilidad debería asumir que llegará el momento de pedirle cuentas, y si objetivamente no salen, él será el responsable y por tanto él tendrá que pagar. Y si no interesan las condiciones, nadie obliga a aceptar el nombramiento.

Si se exigieran este tipo de responsabilidades, los puestos de poder estarían mayoritariamente en manos de personas honestas, y por tanto, habría pocos candidatos.   
  
CARLOS DEL RIEGO
                                                                                                

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